Ayuda

Jerónimo García de Quiñones Otero

Biografía

García de Quiñones Otero, Jerónimo. Salamanca, 30.IX.1730 – 13.XII.1808. Arquitecto.

Hijo primogénito del afamado arquitecto Andrés García de Quiñones y de Ana de Otero, se formó junto a su padre y trabajó bajo su dirección como aparejador y contratista en la Plaza Mayor salmantina, siendo todavía oficial de cantería en 1753. No se distinguió especialmente ni por sus dotes artísticas ni como tracista, pero tenía un buen dominio de la práctica constructiva, lo que unido al enorme prestigio de su apellido y a las largas ausencias de Juan de Sagarvinaga le permitieron alcanzar una posición dominante en el panorama arquitectónico salmantino del último tercio de siglo xviii.

Concluida la plaza salmantina, en 1756 se obligó a construir dos lienzos del claustro de San Antonio del Real (Salamanca), pero abandonó la obra antes de concluirla, lo que dio lugar a un largo pleito que se resolvió a su favor en 1765. Durante esta década fue consolidando poco a poco su posición. En 1766 y 1767 se encontraba ejecutando trazas de otros maestros en localidades cercanas a Salamanca, como la iglesia de Cantalpino o la nueva capilla mayor de la parroquial de Cordovilla proyectadas por Juan de Sagarvinaga o la edificación de la ermita de San Antonio Abad en Aldehuela de la Bóveda, según condiciones de Francisco Estrada. En este último año, acabó también la torre del monasterio de Valparaíso —según señala Gabilán en sus Cartas históricas-serijocosas— y posiblemente influyó en que Baltasar Devreton lo eligiese, entre varios arquitectos jóvenes, para llevar a la práctica su plan de reparación de la torre de la catedral de Salamanca junto con Manuel de los Ríos. El éxito en esta arriesgada empresa le supuso el nombramiento de maestro mayor del Cabildo en 1772. Como tal maestro le correspondió la reconstrucción del claustro de la catedral en 1785, donde sustituyó las arquerías medievales por un muro pantalla articulado con arcos, en el que se abren vanos adintelados y tragaluces.

Sus intervenciones en las iglesias salmantinas de San Martín y San Benito en 1773 para remediar la amenaza de ruina provocada por las cubiertas, contribuyeron, sin duda, a afianzar su prestigio como constructor competente. En la primera, además de sustituir las bóvedas románicas por otras de ladrillo enyesado, elevó su altura para abrir ventanas y dispuso una cornisa de aspecto clásico. Asimismo continuó algunas obras trazadas por su padre. Bajo su dirección debió de cerrarse el patio del colegio de la Vega y en 1779 terminó la portada de colegio de los jesuitas —convertido por entonces en seminario conciliar—, pero con un mayor recargamiento decorativo frente al proyecto original y una menor finura de ejecución. Entre 1778 y 1780 reanudó la parte de la fachada del colegio de Cuenca correspondiente a la capilla y la sacristía, en conformidad con la de la rectoral realizada por su progenitor, pero el interior nunca llegó a terminarse. Se le atribuye asimismo el diseño de la fachada del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de la Victoria, construida en esas mismas fechas.

Si bien en estos trabajos se muestra continuador del estilo barroco de su padre, en otras obras se inclina hacia una mayor sobriedad, en un intento por adaptarse a la evolución del gusto y a los criterios clasicistas de la Academia, aunque sigue manteniendo elementos barrocos, como los característicos pináculos en forma de arqueta agallonada y tapa piramidal, las placas recortadas o algunos detalles ornamentales rococó.

Esa tendencia debía de notarse ya en la reforma de la fachada y rectoral del colegio de la Magdalena, iniciada bajo su dirección en 1769, donde suprimió la antigua torre y dispuso balcones como principal adorno, y es todavía patente en la iglesia de San Blas, cuya fachada contrató también ese año, después de haber levantado el último tramo de la nave. El mismo tipo de puerta adintelada flanqueada por pilastras y entablamento de triglifos y metopas utilizó en la amplia reforma que llevó a cabo en el monasterio de las úrsulas entre 1777 y 1778, pero, junto a esto, siguió utilizando marcos con orejeras o frontones partidos.

Mayor austeridad mostró en el diseño del claustro de las Flores, realizado en torno a 1790, donde utilizó un esquema similar al de su padre para el colegio de la Vega, con planta inferior abierta en arcos carpaneles y la superior cerrada con ventanas, articuladas por medio de pilastras con superposición de órdenes, si bien la desornamentación es menor que en el claustro de la catedral ya aludido.

Esta adaptación a la nueva moda puede apreciarse de manera particular en su intervención en el colegio de Calatrava. Poco antes de 1777 concluyó la escalera, donde utilizó todavía una decoración de mascarones y follajes de rocalla. Sin embargo, al ser nombrado de manera definitiva maestro de la obra en 1780 le correspondió desmontar buena parte de la ornamentación pensada por Joaquín de Churriguera para el claustro, la fachada y la capilla, si bien para erigir los retablos de piedra de la capilla el rector se dirigió a la Academia de San Fernando en busca de una mano más diestra y más clásica que la de Quiñones. Y no se equivocó, pues en el retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Villoria que trazó éste en 1795, aunque utilizó la piedra atendiendo a la circular de Carlos III de 1777 que prohibía los retablos de madera, no logró desprenderse por completo de los adornos rococó.

Como no podía ser menos, también la Universidad solicitó de Jerónimo García de Quiñones numerosos informes y planos desde 1769, que en la mayoría de los casos no tuvieron efecto. A este respecto sus actuaciones más significativas fueron la reparación de la balaustrada de las Escuelas Menores y, sobre todo, la reparación y completa reestructuración del colegio Trilingüe que lleva a cabo entre 1780 y 1782.

Con todo, posiblemente el hecho más decisivo en la vida profesional de Jerónimo García de Quiñones fue la concesión en 1773 del título de maestro arquitecto por parte del Ayuntamiento salmantino, en lugar de Nicolás Rodríguez. Ejerció este cargo gratuitamente hasta 1788, en que le asignaron una dotación económica de 300 ducados anuales y se especificaban sus obligaciones, de acuerdo con las disposiciones de las Ordenanzas de Madrid. Como tal maestro de la ciudad, debía supervisar que toda actividad constructiva se realizase con la firmeza necesaria y con el cuidado del aspecto público, pero sobre todo le competía ocuparse del buen estado y reparación de las propiedades del Ayuntamiento, incluida la muralla, y de las obras encomendadas a la Junta de Policía, como empedrados, paseos y fuentes. Los testimonios documentales sobre esta actividad son numerosísimos e incluyen también testimonios gráficos de gran interés, como el plano general de Salamanca de 1784, el más antiguo de los conocidos hasta ahora, así como otra serie de proyectos sobre el paseo de San Francisco, el alcantarillado o el empedrado de las calles. Aunque en el momento de su nombramiento el Ayuntamiento era consciente de que carecía de “la inteligencia necesaria en la profesión y otras calidades”, desempeñó sus funciones con total dedicación durante más de treinta años y como reconocimiento a su trabajo se le mantuvo la dotación hasta su muerte, después de su jubilación en 1805 por vejez e incapacidad.

En su haber hay que sumar, además, numerosos informes, tasaciones y peritajes que llevó a cabo tanto en Salamanca como en un entorno relativamente cercano.

Se podrían destacar las condiciones para reparar las iglesias de Calzada de Valdunciel (1769), Doñinos (1773), San Julián de Valmuza (1775), San Cristóbal de la Cuesta (1781) o la ermita de Nuestra Señora de la Peña (1780), para ampliar el colegio de Santa María de los Ángeles (1781) o para construir la ermita de Nuestra Señora de Pedrerías (1775) o la iglesia de los Mártires de Sequeros (1783-1785), entre otras muchas. Algunas de sus tasaciones resultan especialmente significativas, porque permiten conocer cómo eran los desaparecidos colegios de la Magdalena, Monte Olivete y San Patricio, los hospitales de Santa María la Blanca o del Amparo, y son también de gran interés los planos que nos han llegado relacionados con la Universidad, el monasterio de Sancti Spíritus o el colegio de Calatrava. Numerosos particulares recurrieron a él por su calidad de maestro de la ciudad y, como tal, fue encargado, junto con Lesmes Gabilán, de tasar todos los inmuebles de propios y de otras instituciones eclesiásticas con ocasión de la llamada desamortización de Godoy.

 

Obras de ~: Dos últimas líneas de la Plaza Mayor, Salamanca, 1751-1755; Claustro del convento de San Antonio el Real, Salamanca, 1756-1757; Bóveda del coro, iglesia de Santiago de la Puebla (Salamanca), 1763; Reforma de la iglesia, Cantalpino (Salamanca), 1766; Capilla mayor de la iglesia, Cordovilla (Salamanca), 1767; Ermita de San Antonio Abad, Aldehuela de la Bóveda (Salamanca), 1767; Torre del monasterio de Valparaíso, Zamora, 1767; Reparación de la torre de la catedral, Salamanca, 1767-1772; Portada del seminario conciliar (antiguo colegio de los jesuitas), Salamanca, 1767-1779; Último tramo de la nave y fachada de la iglesia de San Blas, Salamanca, 1768-1770; Reforma de la fachada y rectoral del colegio de la Magdalena, Salamanca, 1769-1770; Bóvedas de la nave central de la iglesia de San Martín, Salamanca, 1773; Bóvedas de la iglesia de San Benito, Salamanca, 1773; Escalera del colegio de Calatrava, Salamanca, 1777; Reforma de la iglesia y claustro de las Flores en el monasterio de las úrsulas, Salamanca, 1777-1778 y 1790; Capilla y sacristía del colegio de Cuenca, Salamanca, 1778- 1780; Maestro de la obra del colegio de Calatrava, Salamanca, desde 1780; Reparación y reestructuración del colegio Trilingüe, Salamanca, 1780-1782; Planos y supervisión de la iglesia de los Mártires, Sequeros (Salamanca), 1783-1785; Claustro de la Catedral Vieja, Salamanca, 1785; Retablo mayor, iglesia de San Pedro de Villoria (Salamanca), 1795.

 

Bibl.: A. Rodríguez G. de Ceballos, “Noticias sobre el arquitecto Andrés García de Quiñones”, en Archivo Español de Arte (AEA), 161 (1968), págs. 35-43; “La arquitectura de Andrés García de Quiñones”, en AEA, 162-163 (1968), págs. 105-130; Estudios del barroco salmantino. El Colegio de la Orden Militar de Calatrava de la Universidad de Salamanca, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1972; La Plaza Mayor de Salamanca. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1977; “La torre de la Catedral Nueva de Salamanca”, en Boletín del Seminario de Estudios de Artes y Arqueología (BSAA), XLIV (1978), págs. 245-256; A. Casaseca Casaseca, Catálogo monumental del partido judicial de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), Madrid, Ministerio de Cultura, 1984; A. Rodríguez G. de Ceballos, Estudios del Barroco Salmantino. El Colegio Real de la Compañía de Jesús (1617-1779), Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1985; Y. Portal Monge, La torre de las campanas de la catedral de Salamanca, Salamanca, Ediciones de la Universidad, 1988; M. N. Rupérez Almajano, Urbanismo de Salamanca en el siglo xviii, Salamanca, Delegación en Salamanca del Colegio Oficial de Arquitectos de León, 1992; “Las intervenciones de Juan de Sagarvinaga, Nicolás Rodríguez, Andrés y Jerónimo García de Quiñones en la iglesia de San Blas (Salamanca)”, en BSAA, LVIII (1992), págs. 469-480; A. Castro Santamaría y M. N. Rupérez Almajano, Monumentos salmantinos desaparecidos. El Colegio de Cuenca, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1993; M. C. Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte. Segunda mitad del siglo xviii, Salamanca, Diputación, 1993; M. N. Rupérez Almajano, “Monumentos salmantinos desaparecidos: el insigne colegio de Santa María Magdalena”, en Salamanca. Revista de Estudios, 37 (1996), págs. 105-132; A. Castro Santamaría y M. N. Rupérez Almajano, “El monasterio de las Úrsulas de Salamanca. Aportaciones al estudio de su edificio”, en Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, LXXX (2000), págs. 77-122; J. A. Jiménez García, Iglesia y antiguo convento de Sancti-Spíritus de Salamanca, Salamanca, Caja Duero, 2001; A. Dacosta, “Una obra inacabada en la Salamanca del siglo xviii: nuevos datos sobre la fábrica del Real Convento de San Antonio de Papua”, en Salamanca. Revista de Estudios, 48 (2002), págs. 187-209; C. Brasas Egido y M. N. Rupérez Almajano, Cartas Históricas Serijocosas de Simón Gabilán Tomé, Salamanca, Caja Duero, 2004.

 

María Nieves Rupérez Almajano