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Andrés García de Quiñones

Biografía

García de Quiñones, Andrés. Santiago de Compostela (La Coruña), 9.VIII.1709 – Salamanca, 15.XI.1784. Arquitecto.

De condición hijodalgo, su padre era oriundo de Salamanca y en esta ciudad debió de formarse como arquitecto, influido por el Barroco decorativo de los Churriguera, con el que todavía compartió algunos rasgos. No obstante, fue capaz de crear un estilo propio en el que dominaba la claridad compositiva y el ornamento se subordinaba a la estructura arquitectónica, aproximándose así a las tendencias clasicistas de los arquitectos de la Corte. En esta evolución pudieron también influirle los ingenieros militares con los que trabajó. En su repertorio son frecuentes los gruesos bocelones, de gran flexibilidad, para enmarcar puertas y ventanas, los motivos abstractos de placas recortadas, de posible origen compostelano, una decoración vegetal cada vez más estilizada o las rocallas características de mediados del siglo xviii, momento en que desarrolló lo más destacado de su producción.

Se hizo notar por primera vez al Ayuntamiento salmantino en 1729 con un diseño del Pabellón Real de la Plaza Mayor realizado a partir del proyecto de Alberto de Churriguera, pero con variaciones significativas en la composición del cuerpo central y en las balaustradas, que culminaba con enormes bustos de monarcas hispánicos. En diciembre de ese mismo año contrajo matrimonio con la hermana del también arquitecto José Antonio de Otero. Temporalmente se trasladó con su familia a la ciudad portuguesa de Viseu, donde en 1734 nació su segundo hijo, Antonio Cándido, que, al igual que su hermano mayor Jerónimo, seguirá la profesión de su padre. En 1736 volvió a estar avecindado en Salamanca, pero no parece probable que por entonces estuviese dirigiendo las obras del colegio de los jesuitas. De hecho, en agosto de 1740 residía en el Real Fuerte de la Concepción (Aldea del Obispo), en donde debía de estar trabajando a las órdenes del asentista Manuel de Larra Churriguera. Ese mismo año se obligó en Ciudad Rodrigo, a través del tallista José Javier de Churriguera, a construir el almacén de la pólvora y su cuerpo de guardia junto al arroyo Carazo, según las directrices del ingeniero de la plaza Antonio Barba, pero el Ayuntamiento de esa localidad no quedó conforme y en 1745 puso demanda contra él y su compañero Juan Barragón.

En este año se titulaba ya arquitecto de la real obra del colegio de la Compañía en un informe que emitió en relación con la construcción de la capilla de la Orden Tercera del Carmen, a la que él mismo pertenecía.

García de Quiñones permaneció como tal maestro hasta su marcha a Galicia en 1764. Durante este tiempo, además de levantar el pabellón de poniente según el modelo del construido en la centuria anterior con trazas de Gómez de Mora, acabó el patio de Estudios, considerado una de las mejores creaciones del Barroco español. Aunque se había iniciado años antes, se le atribuye la autoría del alzado, teniendo como posibles precedentes los claustros de Villafranca del Bierzo, de Santo Tomás de Madrid o de San Martín Pinario. El patio consta de dos plantas, que al ser unificadas por columnas gigantes de acusado éntasis crean un conjunto de masas dinámico y de marcada ascensionalidad, acentuada por los machones del ático y los pináculos del remate. La planta noble se cierra con una pared provista de balcones y claraboyas apaisadas, que aseguran la luminosidad a la vez que el abrigo de las crujías interiores. Tanto en ésta como en el ático, Quiñones utiliza bocelones acodillados, marcos de hojas y sartas de frutos colgantes, que junto con las abundantes molduras y su placado característico, muy plano y de carácter sinuoso en torno a los balcones, crean un efecto de claroscuro que contrasta con los fustes lisos de las columnas remarcando la función estructural de éstas. Además del patio debió de terminar el general de Teología, inaugurado en 1746. Sobresale la decoración de la bóveda de cañón a base de yeserías con figuraciones inspiradas en el plateresco salmantino, rocallas y motivos vegetales, que realzan los lienzos destinados a exaltar a la Compañía.

El aspecto recargado que ofrece es poco habitual en Quiñones, que en este caso quizá se encontró con el pie forzado de un proyecto avanzado. Es menos probable que interviniera en la escalera de honor, que estaba concluida en 1740. Antes de partir de Salamanca diseñó la fachada de la portería del colegio, pero de la realización se encargó su hijo Jerónimo, que introdujo un mayor recargamiento decorativo.

En 1750 inició las torres de la iglesia de este mismo colegio jesuita, formadas por dos cuerpos octogonales rematados en cúpulas anilladas con linternas y rodeados por columnas, obeliscos y estatuas que proporcionan una gran movilidad y elegancia. Aquí combina el granito y la arenisca, como en el Ayuntamiento salmantino, y los motivos de los balcones remiten a este mismo proyecto, que estaba construyendo en las mismas fechas. Poco después (1754) realizó la espadaña como una estructura independiente culminada con las estatuas de la Asunción y de los reyes fundadores, que crea con las torres una fuerte tensión vertical.

Para la Compañía diseñó también en 1759 y 1760 algunos retablos, una faceta poco frecuente en él. En los destinados a las capillas de la Visitación y del apóstol Santiago manifiesta un claro distanciamiento de la tradición churrigueresca, al abogar expresamente en las condiciones por evitar la ofuscación de la arquitectura con hojarasca, al mismo tiempo que introduce un mayor movimiento en la planta mediante la curvatura de las calles. En el retablo proyectado para la sacristía hace uso de espejos y muestra un refinado gusto rococó.

Su buen hacer en este colegio debió de influir en que otras instituciones salmantinas le contratasen antes de mediar el siglo. En 1746 concertó la construcción del cuerpo y portada de la capilla de la Orden Tercera de San Francisco, cuyo ábside y altar mayor concluyó Simón Gabilán entre 1752 y 1756. La arquitectura de la capilla es de gran simplicidad, si se prescinde de los retablos. La decoración se concentra en la puerta, enmarcada por columnas compuestas con arandelas en el tercio inferior, que usó Quiñones con mucha frecuencia.

En 1748 la Universidad recurrió a él para trazar y dirigir la reconstrucción de su biblioteca, que llevó a cabo José Isidro; y volvió a hacerlo una década después, entre 1758 y 1762, para el proyecto y edificación de la llamada “casa rectoral”, contigua a las Escuelas Mayores, en la que atraen especialmente la atención el grueso bocelón con curvas y contracurvas que enmarca la puerta, los bellos escudos decorados con rocallas y los volados balcones.

Entre mayo de 1749 y agosto de 1750 levantó, según sus trazas, el nuevo patio del colegio de la Magdalena, con un piso bajo abierto con arquerías y el superior cerrado con balcones rasantes. La misma estructura volvió a utilizar unos años después, aunque con mayor amplitud y magnificencia, en el claustro del colegio de Nuestra Señora de la Vega que proyectó en 1754.

Pero, sin duda, lo que incrementó de manera más notable su fama fue su nombramiento en 1750 de maestro mayor de la obra de la Plaza Mayor salmantina, desbancando a Manuel de Larra Churriguera.

Ya en 1744 presentó un proyecto para reducir los perjuicios a los propietarios de las dos líneas pendientes de edificar y lograr al mismo tiempo una planta más regular; propuso asimismo una modificación del proyecto de las Casas Consistoriales, del que se hizo una maqueta en madera que se conserva. Sus propuestas fueron finalmente aprobadas por el Consejo de Castilla, tras los informes favorables de García Berruguilla y fray Antonio de San José Pontones. Una de sus principales tareas consistió en supervisar la labor de otros arquitectos elegidos por los diversos propietarios, con el fin de que se ajustasen al plan general de la obra que debía asegurar la armonía con lo ya construido.

García de Quiñones dirigió además personalmente la construcción de las casas del marqués de Liseda, las del conde de Grajal y las fachadas de las adquiridas por el Concejo en la acera de las Consistoriales. Pero donde más claramente se advierte el cambio que supuso su intervención es en el Ayuntamiento. El edificio concentra sobre él los ejes visuales y sobresale por encima de toda la arquitectura de la plaza gracias a su mayor altura, plasticidad y decoración, aunque no se llegasen a construir las torres proyectadas. Muestra la asimilación de detalles del rococó francés y la evolución de su estilo frente a Alberto de Churriguera.

Para articular el frente y distribuir las masas usa semicolumnas adosadas de orden corintio en lugar de simples pilastras, y junto a elementos más tradicionales, como los placados superpuestos, los bocelones acodillados y los estípites, aparecen guardamalletas, palmetas estilizadas o rocallas.

Presumiblemente también debió de realizar en 1754 su propio proyecto de fachada en el colegio mayor de Cuenca, aunque tomase como punto de partida los diseños de Alberto de Churriguera. Los que llegaron a verla señalaban que estaba adornada con balcones y era primorosa. A él se debería asimismo la magnífica rectoral construida en esta crujía, cuya arquitectura estaba terminada en lo esencial en 1763.

Aparte de esto, con cierta frecuencia se pidió a Andrés García de Quiñones que proyectase o realizase condiciones sobre obras de diversa envergadura, como el reparo de la torre de la iglesia salmantina de San Isidoro en 1755, el soportal de la iglesia de Calzada de Valdunciel (Salamanca) en 1763 o las reconstrucciones de las iglesias de San Millán y San Blas en ese mismo año y en 1764. Dado el prestigio que alcanzó, también fue reclamado para que informase sobre una determinada obra o hiciese las correspondientes tasaciones, como en el caso de la sacristía de capellanes de la catedral que construía Larra Churriguera o la seguridad del cimborrio, el estado de la catedral de Coria tras el terremoto de Lisboa de 1755, el tabernáculo de la Universidad, la traza del retablo mayor de la capilla de la Orden Tercera del Carmen, la casa de mayorazgo que ocupaba el colegio de Alcántara o los reparos de algunas aceñas y viviendas particulares, entre otros.

A tenor de la documentación, permaneció en Salamanca hasta bien entrada la década de los sesenta, pues en marzo de 1764 declaraba que estaba dirigiendo el abovedamiento de la iglesia de San Millán.

Su traslado y posterior avecinamiento en La Coruña debió de estar motivado fundamentalmente por haberle sido adjudicada, en más de 700.000 reales, la construcción del Archivo General del Reino de Galicia en Betanzos (actual Liceo), proyectado por el ingeniero militar Feliciano Míguez. Las obras se iniciaron en 1764 y se prolongaron hasta 1775. Le acompañó su hijo Antonio Cándido, que permanecerá en Galicia, mientras Jerónimo sustituía a su padre en sus compromisos con diversas instituciones salmantinas.

El resultado fue un edificio de gran pureza de líneas, pero dentro de la sobriedad dominante el uso de pilastras gigantes introduce cierto movimiento y claroscuro en la fachada y en ella se da cabida a detalles propios del maestro barroco que todavía era Quiñones, como el frontón quebrado de la portada, el óculo ovalado o la rocalla del escudo.

En abril de 1766, el arzobispo de Santiago de Compostela, Bartolomé Rajoy y Losada, le encargó los planos para levantar el seminario en la plaza del Obradoiro, junto con las Casas Consistoriales y las Cárceles. Realizó sucesivos proyectos. Sin embargo, el pleito movido por el Hospital Real obligó a suspender las obras y, al reiniciarse, se hicieron según nuevas trazas del ingeniero Lemaur. Con anterioridad, en octubre de 1764, había sido requerido como perito para informar sobre la fachada de la Azabachería de la catedral que construía Lucas Ferro Caaveyro, pero no hay constancia documental de que interviniera en la construcción del arsenal de Ferrol.

No obstante, no fue ajeno a esta gran empresa estatal, ya que en julio de 1771, y durante cuatro años, tomó a su cargo el asiento de maderas para las reales fábricas, lo que le exigió residir temporalmente en Avilés (Asturias) para controlar la tala.

Estos negocios le proporcionaron no pocas preocupaciones y pleitos, especialmente a causa de las sustracciones de varios subarrendatarios que estuvieron a punto de empañar su honra, y de la demanda interpuesta por un regidor de Oviedo con motivo de los destrozos que había ocasionado el traslado de la madera por el río Nervión hasta el Cantábrico, pero también debieron de producirle importantes beneficios económicos, a pesar de que en el momento de su muerte la Real Hacienda todavía debía a Quiñones y a su socio, el escribano de La Coruña Jerónimo Hijosa, más de 360.000 reales.

De vuelta en Salamanca, en 1777 fundó con su mujer dos misas cantadas en San Isidro y obtuvo carta ejecutoria de la Chancillería sobre la posesión del vínculo fundado en Villafranca del Bierzo por el licenciado Francisco Rodríguez, aunque sus pertenencias fueron objeto de pleito, pero quizá lo más significativo fue el abandono del ejercicio de la arquitectura al tiempo que se transformaba en un notable propietario agrícola. A fines de ese año y en los primeros meses de 1778 compró un número importante de tierras, fundamentalmente viñas, además de varias casas, bodegas y lagares en Villoria, Calvarrasa de Abajo, Machacón, Villagonzalo y Francos. Estos bienes raíces fueron valorados por sus herederos en más de 300.000 reales, lo que unido a las deudas pendientes, constituye una cantidad muy considerable para un arquitecto que al realizarse el Catastro de Ensenada, en 1753, declaraba no tener bien alguno.

 

Obras de ~: Diseño del Pabellón Real de la Plaza Mayor, Salamanca, 1729; Polvorín y cuerpo de guardia, Ciudad Rodrigo (Salamanca), 1740; Pabellón occidental, Patio de estudios, General de Teología, torres y espadaña de la iglesia y portería del colegio de la Compañía, Salamanca, 1745-1764; Cuerpo y portada de la capilla de la Orden Tercera de San Francisco, Salamanca, 1746- 1752; Biblioteca de la Universidad, Salamanca, 1748-1753; Patio del colegio de la Magdalena, Salamanca, 1749-1750; Lienzos de Petrineros y de las Consistoriales de la Plaza Mayor, Salamanca, 1750-1755; Ayuntamiento, Salamanca, 1751- 1754; Patio del colegio de Canónigos Reglares de Nuestra Señora de la Vega, Salamanca, 1754-1756; Fachada y rectoral del colegio de Cuenca, 1754-1763; Casa rectoral de la Universidad, Salamanca, 1758-1762; Retablos de las capillas de la Visitación y de Santiago Apóstol en el colegio de la Compañía, Salamanca, 1759; Retablo de la sacristía del colegio de la Compañía, Salamanca, 1760; Archivo General del Reino de Galicia (actual Liceo), Betanzos (La Coruña), 1764-1775; Planos para el Seminario, Casa Consistorial y Cárceles, Santiago de Compostela, 1766.

 

Bibl.: A. Rodríguez G. de Ceballos, “Noticias sobre el arquitecto Andrés García de Quiñones”, en Archivo Español de Arte (AEA), 161 (1968), págs. 35-43; “La arquitectura de Andrés García de Quiñones”, en AEA, 162-163 (1968), págs. 105-130; M. F. Díaz Tordesillas, La biblioteca universitaria de Salamanca y sus verdaderos artífices, Salamanca, Asociación de Antiguos Alumnos, 1969; A. Rodríguez G. de Ceballos, La Plaza Mayor de Salamanca, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1977; B. Velasco Bayón, El Colegio Mayor Universitario de Carmelitas de Salamanca, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1978; A. Rodríguez G. de Ceballos, Estudios del Barroco Salmantino. El Colegio Real de la Compañía de Jesús (1617-1779), Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1985; J. García-Alcañiz Yuste, Arquitectura neoclásica en Galicia. Siglos xviii al xix (Historia y Estética), tesis doctoral, Madrid, Editorial Universidad Complutense, 1986; M.ª N. Rupérez Almajano, Urbanismo de Salamanca en el siglo xviii, Salamanca, Delegación en Salamanca del Colegio Oficial de Arquitectos de León, 1992; “Las intervenciones de Juan de Sagarvinaga, Nicolás Rodríguez, Andrés y Jerónimo García de Quiñones en la iglesia de San Blas (Salamanca)”, en Boletín del Seminario de Estudios de Artes y Arqueología, LVIII (1992), págs. 469-480; A. Vigo Trasancos, “La intervención del estado dieciochesco en la arquitectura gallega de iniciativa privada: el papel de los ingenieros y la obra de Carlos Lemaur”, en Cuadernos de Estudios Gallegos, XL (1992), págs. 103-133; A. Castro Santamaría y M.ª N. Rupérez Almajano, Monumentos salmantinos desaparecidos. El Colegio de Cuenca, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1993; M.ª C. Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte. Segunda mitad del siglo xviii, Salamanca, Diputación, 1993; M.ª N. Rupérez Almajano, “Monumentos salmantinos desaparecidos: el insigne colegio de Santa María Magdalena”, en Salamanca. Revista de Estudios, 37 (1996), págs. 105-132; F. Martínez Vázquez, El terremoto de Lisboa y la Catedral de Coria (vicisitudes del cabildo), 1755-1759, Coria (Cáceres), Editora Ayuntamiento, 1999.

 

María Nieves Rupérez Almajano