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Antonio de Cantabrana

Biografía

Cantabrana, Antonio de. Valladolid, 1597 – 19.XII.1662. Abad benedictino (OSB), cronista e historiador.

La primera noticia suya que se tiene es que era ya graduado de bachiller y licenciado en Leyes por la Universidad navarra de Irache, cuyos grados había alcanzado el 27 de abril de 1615, cuando tomó el hábito benedictino en el monasterio de San Benito el Real de Valladolid el 17 de mayo del mismo año, cambiando su nombre de pila Juan, por el de Anto­nio. Luego de ser ordenado sacerdote fue nombrado ayudante del padre Antonio de Yepes en la confec­ción de su famosa Crónica General de la Orden de San Benito y de sus sucesores Jerónimo Martón, Martín Martínez y Diego Ponce de León. Habiendo renun­ciado este último al cargo de cronista general, el padre Cantabrana lo solicitó para sí al Capítulo General de 1645, pero no lo obtuvo hasta después de la muerte del padre Juan de Cisneros, archivero de la Congre­gación, que vivía en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), mientras tanto fue rector del Colegio de Infantes del Monasterio de Va­lladolid (1647-1649). De manera que el Capítulo General siguiente celebrado en 1649 le nombró cro­nista general, dándole exenciones de coro, de misas y de abad pasado; y el de 1653 le confirmó en el cargo y en las exenciones, añadiéndole el privilegio de mesa mayor en todos los monasterios que visitara. Fue abad de los monasterios de San Benito de Zamora (1629-1630) y de San Vicente del Pino, de Monforte de Le­mos (Lugo) (1652-1654). Antes había sido dos veces prior de su monasterio de Valladolid, y siéndolo se graduó en Filosofía, Teología y Cánones en la Uni­versidad de Irache el 12 de agosto de 1640. Púsose al trabajo de cronista con tal presteza, que en 1657 tenía ya preparado para la imprenta el VIII volumen de la Crónica del padre Yepes, que comprendía la historia de los cincuenta años de la época dorada de la re­forma del Císter, continuando donde había acabado el padre Yepes, es decir en 1160. Y para sufragar su edición se hizo un repartimiento de cuatrocientos du­cados entre los monasterios. Obtuvo también los dic­támenes y licencias para la impresión antes de 1660, pero no se llevó a cabo, sin duda por la enfermedad que le llevó a la muerte. Quedó manuscrito y des­pués de 1880 pasó al monasterio de Samos, donde fue pasto de las llamas en el incendio que asoló el mo­nasterio en 1951. Tenía también acabado el IX volu­men de la misma Crónica y una biografía del padre Yepes, cuyo paradero se ignora.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Congregación de Valla­dolid, en Silos, Actas de los Capítulos Generales, II, fols. 218v., 231r., 233r., 251r.J. Ibarra, Historia del monasterio benedictino y de la Uni­versidad literaria de Irache, Pamplona, Secretariado de Acción Social, 1939, págs. 296, 302; J. Pérez de Úrbel, Varones in­signes de la Congregación de Valladolid, Madrid, Museo Provin­cial de Pontevedra, 1967, págs. 306-307; E. Zaragoza, “Los monasterios benedictinos de la ciudad de Zamora”, en Nova et Vetera, 10 (1980), pág. 280; Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, IV, Silos, Abadía, 1984, pág. 415; “Abadologio benedictino gallego (Siglos xvi-xix)”, en Studia monastica, 27 (1985), pág. 93; “Cronistas generales de la Con­gregación de San Benito de Valladolid”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. 189, cuad. I (enero-abril de 1992), págs. 111-112.

 

Ernesto Zaragoza Pascual

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