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Ernestina Manuel de Villena

Biografía

Manuel de Villena, Ernestina. Lucca (Italia), 7.XI.1830 – Madrid, 27.I.1889. Benefactora e introductora en España de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

Segunda hija de Manuel Manuel de Villena, encargado de Negocios de España en la Toscana, y María Asunción Dreyer, danesa de origen, nacida en Aranjuez, e hija de Cristóforo Guillermo, consejero íntimo del rey de Dinamarca y ministro plenipotenciario suyo en París y antes en Madrid, nació accidentalmente en Italia por el destino diplomático de su padre. Éste era hijo de José Manuel de Villena, III conde de Via-Manuel y señor de Cheles, y de Carmen Álvarez de Feria, dama de alta alcurnia, hija a su vez de José Álvarez de Feria, gentilhombre de Cámara y mariscal de Campo y Grande de España.

Fernando VII en su regreso a España en 1814 siguió conservando la amistad con esta dama, que, al quedar viuda del mejor amigo de su padre, influyó para que su hijo, padre de Ernestina, hiciera carrera diplomática como agregado de la embajada de España en París primero, luego sucesivamente en Nápoles, Dinamarca, la Santa Sede, y Lucca. Bautizada en la catedral de esta ciudad con el nombre de Ernestina Joaquina Antonia Guillerma (este último nombre será el que elegirá Galdós para su personaje extraído de la vida real), se trasladó a Pau (Francia) con sus progenitores.

Después de diez años de permanencia en el sur de Francia y muerto su padre a resultas de un ataque apoplejético, la madre regresó a Madrid, donde transcurrió su juventud en el ambiente de la alta sociedad.

Un viaje a Roma le impactó tanto cultural y espiritualmente que, a su vuelta a la capital de España en 1854, donde brillaba en los salones por su belleza y exquisita educación, comenzó a experimentar el mundo de las injusticias y desigualdades de la época y el proceso de proletarización de la sociedad o “cuarto estado” en términos de Pérez Galdós.

Después de rechazar varias proposiciones de matrimonio, en contacto con las conferencias de san Vicente de Paúl y el jesuita Félix González Cumplido, alquiló un piso en la calle de la Parada, donde inauguró con ayuda de otras amigas un primer y elemental asilo (1859), que se trasladó luego a la calle del Casino y, en plena revolución, a un local del convento de San Francisco el Grande, cedido por Castelar, que de niño había sido pobre y huérfano; y por último a la calle de Atocha. La joven aristócrata, sin ingresar en institución religiosa alguna ni abandonar sus excelentes relaciones, optó por vestirse de negro y recorrer las calles de Madrid, donde ya era conocida como “la santa”, en busca de recursos para sus niños huérfanos.

Para que se ocupasen de ellos hizo una solicitud (1866) a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundados en Francia por san Juan Bautista de La Salle.

Tras superar continuas dificultades consiguió que llegasen a España los primeros hermanos (1878) a hacerse cargo de un edificio pequeño y pobre, donde estaba instalado el asilo de Ernestina, que continuó su callejeo incasable para conseguir limosnas destinadas a construir un edificio de nueva planta.

Todo le servía, desde ladrillos y bisagras a rifas y calendarios para dar comienzo a las obras en el terreno que logró en la calle Claudio Coello, esquina Juan Bravo. Para colocar la primera piedra el 27 de diciembre de 1880 contó con la presencia del rey Alfonso XII y miembros de la Familia Real, algunos de los cuales llegaron a servir comidas en sus comedores gratuitos.

Con enormes dificultades pecuniarias, que pusieron a prueba su confianza, Ernestina vivió de forma austera en una humilde habitación cedida por la condesa de Carvajal en la calle Barquillo, enteramente dedicada a la caridad y a la práctica de su fe cristiana. De carácter alegre, independiente y emprendedor, se sometió, sin embargo, a sus directores espirituales y consiguió levantar el Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón, obra del arquitecto y luego alcalde de Madrid Francisco de Cubas González Montes, marqués de Cubas, e inaugurarlo en 1884, a excepción de la iglesia, que Ernestina no pudo ver rematada en vida. A ello contribuyó la instalación de un famoso cepillo público, llamado “cepillo de la manteca”, ubicado en los terrenos de la calle Juan Bravo. Convencida del auge de las artes gráficas, creó un taller de formación profesional, regentado por los hermanos, y otro de zapatería, además de adquirir el periódico La Ilustración Católica, donde colaboraron, entre otros, Amador de los Ríos, el duque de Almenara, el padre Luis Coloma, Fernández Shaw, Hartzenbusch, Miguel Mir y Pérez Villamil.

Afectada de una dolencia de pecho y corazón, falleció el 27 de enero de 1886, entre la admiración de todos y con fama de santidad. Una multitud de madrileños acudió a la calle Barquillo a darle su último adiós, y al posterior entierro, precedido por los niños de su asilo, que conmovió a la ciudad. A los tres años de su muerte fueron trasladados sus restos a la capilla de la institución por ella fundada, donde descansaron hasta 1936, fecha en que, ocultos en la sacristía o profanados por los milicianos, según versiones, acabaron en el noviciado de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Griñón (Madrid), donde reposan. A su muerte, sus amigos elevaron una súplica al Obispado de Madrid-Alcalá, que elaboró un expediente informativo de sus virtudes, para un proceso de canonización, que no se incoó por falta de recursos hasta 2001 a instancias del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

Muy conocida en su tiempo, como muestra el retrato que le dedicó el pintor Madrazo, fue sobre todo el gran novelista Benito Pérez Galdós quien, fascinado por su figura, escribió que, en su opinión, era una auténtica santa que “merece a todas luces la canonización”, además del único personaje real de su novela Fortunata y Jacinta. “Lo verdaderamente auténtico y real [del libro] —afirma el autor canario— es la figura de la santa Guillermina Pacheco.

Tan sólo me he tomado la licencia de cambiar el nombre”.

Y efectivamente, el retrato que el escritor traza de Guillermina en su inmortal novela coincide casi como un calco con los datos biográficos del personaje real, de quien afirma: “Doña Ernestina es la honra de su tiempo y de su raza”.

 

Bibl.: B. Pérez Galdós, Reglamento del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón, 1881; F. de Llanos y Torriglia, “Doña Ernestina Manuel de Villena y Dreyer”, en La Ilustración Católica, 4 (5 de febrero de 1886); Expediente sobre información “Ad perpetuam rei memoriam” de las virtudes en grado heroico de D.ª Ernestina Manuel de Villena (ms.), Madrid, Vicaría Eclesiástica de Madrid, 1887; J. de Castro y Serrano, “Una limosna por Dios”, en La Ilustración Española y Americana, XXXVII (1903), págs. 198-199; J. Vales Failde, Ernestina Manuel de Villena, Madrid, Lit. del Asilo de Huérfanos del Corazón de Jesús, 1908; J. Ezquerra del Bayo y L. Pérez Bueno, Retratos de mujeres españolas del siglo XIX, Madrid, Imprenta de Julio Cosano, 1924; B. Pérez Galdós, “Santos modernos”, en Cronicón (1886-1890), obras inéditas ordenadas y prologadas por Alberto Ghirardo, vol. VII, Madrid, Renacimiento, 1923-1933; C. Gabriel (FSC), La obra lasaliana en España (en el 75.º aniversario de su iniciación), Madrid, Bruño, 1954; J. L. Brooks, “The caracter of doña Guillermina Pacheco”, en Bulletin of Hispanic Studies, 38 (1961), págs. 86-94; S. Gallego (FSC), Sembraron con amor, “La Salle”. Centenario en España (1878- 1978), San Sebastián, Conferencia de Visitadores FSC, 1978; E. Urbina, “Mesías y redentores: Constante estructural y motivos temáticos en Fortunata y Jacinta”, en Bulletin Hispanic, 8 (1981), págs. 379-398; B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, ed. de F. Caudet, Madrid, Cátedra, 1985, 2 vols.; P. M. Lamet, La santa de Galdós: Ernestina Manuel de Villena (1830-1889). Un personaje histórico de “Fortunata y Jacinta”, Madrid, Trotta, 2000.

 

Pedro Miguel Lamet Moreno

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