Negrete y Cepeda, María Manuela de. Condesa del Campo de Alange (VI). Madrid, 16.VI.1809 – 16.IV.1883. Dama.
A lo largo de su vida se sucedieron las convulsiones del siglo XIX. Su padre, Francisco Xavier de Negrete y Adorno, capitán general de Castilla la Nueva el 2 de mayo de 1808, hubo de salir de Madrid con su mujer, María Cañosanto de Cepeda y Nonet, en la primera evacuación de Madrid que decretó el rey José I tras la batalla de Bailén. María Manuela, primera hija, nació a los pocos meses del retorno de la Corte josefina a Madrid en el seno, pues, de una familia de “afrancesados”. En la segunda evacuación de Madrid en agosto de 1812, esta vez tras la batalla de los Arapiles, iba con sus padres en un convoy de más de veinte mil personas, compuesto por militares y civiles, que huía en dirección a Valencia. En el camino nació su único hermano, José (futuro V conde de Campo de Alange), el célebre amigo de Larra. De Valencia pasó a Francia —por tierra, vía Zaragoza y Jaca—, donde en París les esperaba su abuelo, el II conde del Campo de Alange, embajador de España en Francia. En cambio, su padre, duque de Cotadilla, capitán general de la Guardia de Corps, volvió poco después a Madrid, hasta su salida definitiva en 1813.
Llegada a París con poco más de tres años, allí vivió durante largos años el exilio de su familia, en modestas condiciones que contrastaban con el esplendor anterior. El fin del denominado Trienio Liberal llevó a Francia una nueva oleada de refugiados: liberales y también militares que habían sido llevados a Francia por las tropas del duque de Angulema, tras la invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis que restableció el absolutismo de Fernando VII. Uno de esos refugiados fue Luis de Salamanca y Martínez de Pisón, marqués de Villacampo, rico propietario burgalés que a los veinticinco años se presentó voluntario en 1808 para luchar contra los franceses. Al acabar la Guerra de la Independencia continuó la carrera militar y, estando en 1823 en misión militar en La Coruña, sucedió la capitulación de la plaza ante las tropas francesas. Llevado prisionero a Francia, tras su liberación residió en Burdeos y luego en París (con licencia real para viajar por Francia, Suiza e Italia), donde en noviembre de 1826 casó en la iglesia de “St. Thomas d’Aquin” con María Manuela, cuyo padre, ahora IV conde del Campo de Alange (heredero de la casa desde la muerte de su hermano Manuel María en 1819), murió en París, apenas dos meses después de la boda. En la capital francesa residieron inicialmente, pasando algunas temporadas en Roma. Villacampo fue senador desde 1837, socio del Ateneo, y alcanzó la graduación de teniente general.
Su primer hijo, Francisco Javier de Salamanca, marqués de Torre-Manzanal, nació en París en 1827 y fue bautizado en La Madeleine. Por él continuó la línea, habiendo casado con María Luisa Wall y Alfonso de Sousa de Portugal, hija de los condes de Armíldez de Toledo y ella misma futura marquesa de Guadalcázar, Grande de España. En 1830, los marqueses de Villacampo regresaron a España, después de obtener licencia, ilimitada para residir en Burgos, donde en 1831 nació Manuel (futuro senador, capitán general de Valencia, y gobernador de Cuba), que casó con Milagros Márquez Gómez. En noviembre de este mismo año, Villacampo superó el “expediente de purificación” (por su actuación militar durante el Trienio Liberal), continuando con licencia hasta que se reincorporó al Ejército con el grado de coronel en 1833. Finalmente, María Luisa, única hija de María Manuela, nacida en Madrid en 1843, casó con Juan Antonio O’Neill y Castilla, marqués de La Granja.
Su hermano José (dotado de talento literario, fundador y colaborador de la revista romántica El Artista) murió heroicamente en 1836, soltero y con sólo veinticuatro años, en el sitio de Bilbao, durante la Primera Guerra Carlista, un año después de haberle sido confirmado el título y la grandeza por la Reina Gobernadora. Esto la convirtió a ella en heredera de la casa, continuando con el largo proceso de recuperación patrimonial, complicado por las sucesivas testamentarías y por el segundo matrimonio de su madre con quien fue el I marqués de Marchelina. Prosiguió con el pleito, iniciado por su padre en 1824, por la reclamación de la célebre cabaña merina de Campo Alange —que da nombre a una variedad de merino, conocida hoy internacionalmente como “negretti” (sic), deformación ortográfica del apellido Negrete— secuestrada por la Junta Central en 1809 y desaparecida durante la Guerra de la Independencia. María Manuela, mujer de temperamento, siguió reclamando durante treinta años. También pleiteó para la recuperación del mayorazgo de Sotomayor, en Trujillo.
Reintegrados en la sociedad madrileña, tuvo gran amistad con Francisco de Asís, marido de la Reina (siguiendo a Valdeiglesias, cuando el rey consorte visitaba a una señora que vivía en la casa de enfrente de María Manuela, ésta tocaba al piano la marcha real para desenmascarar el sigilo de la visita). En su casa de la calle Cruzada desarrolló una intensa vida social, en forma de tertulia o “salón literario”. Pronto se hizo célebre, como dice A. Ballesteros, por su “ingenio chispeante y castizo”, esto es, por su agudeza, gracia y mordacidad, y su tertulia recibió el mote de “el Matadero”. Hizo fortuna su frase sobre la Reina gobernadora: señora “casada en secreto y embarazada en público”. Otra de sus frases famosas fue: “mi lengua es mi Guardia Civil”. También es conocida la anécdota (además de otras que recogen Lema y Valdeiglesias) sobre una amiga suya que fue a visitarla y como no quisiera recibirla escribió “cochina” sobre el polvo del piano; cuando se reencontraron le dijo la Campo Alange que había visto su tarjeta encima del piano. Según J. Ezquerra se comentaban en Madrid sus “frases felices que, sin esfuerzo alguno, con la mayor naturalidad salían de sus labios, con las cuales, de coleccionarse, pudiera haberse formado el libro más chispeante de epigramas”, añadiendo que se dijo de ella que era “un Quevedo femenino, pues tenía el ingenio más agudo que pudiera lucirse en un salón”. Para Fernández Almagro, fue “mujer de muy descarado y punzante ingenio, que hizo proverbiales sus pullas y donaires; muy leída a la vez, poseedora de rica biblioteca...”. Para Valdeiglesias, “poseía lo que se podría llamar gracia humana hilarante, la sal del ingenio”, preguntándose “¿por qué no colocar, pues, a esta condesa de Campo de Alange en el grupo escogido de las inteligencias privilegiadas?”. En la nota necrológica podemos leer que “por no haberse dedicado a las letras, ha perdido España en ella uno de sus más originales e intencionados escritores satíricos”. Para Vasili, fue la mujer más ingeniosa de Europa (“la femme la plus spirituelle de l’Europe”). Ratazzi escribió que era “Une des figures les plus saillantes de Madrid... j’avais entendu parler de son esprit et de sa verve, et je souhaitais vivement de la connaitre... malgré l’ardent désir que j’avais de l’approcher j’eus peur de passer sous les fourches caudines de cet esprit redoutable...”. Juan Valera habló de la “famosísima Condesa de Campo-Alange, que buen paso haya y que tanto amó y se jaleó durante toda su vida”. Es citada por Pérez Galdós en “Cánovas” y en “Mendizábal”. Ventura de la Vega dijo que era “pianista magnífica”.
En contrapartida, fue objeto de murmuraciones sobre la falta de reparos en tratar en su tertulia temas “escabrosos” para la época, así como sobre su facilidad para el coqueteo, lo que se atribuía a haber vivido tantos años en París. El relato, escrito por Lema y recogido por Villa-Urrutia, de un supuesto romance en Roma, en la primavera de 1831, con el futuro Napoleón III (que entonces tendría veintitrés años), está repleto de errores, por lo que pudiera ser mera leyenda o referido a otro momento: ni era su viaje de novios, pues María Manuela había casado en París en 1826; ni pudo hallarse entonces en Roma porque desde finales de 1830 residía en Burgos, donde en mayo de 1831 nació su segundo hijo, Manuel; ni el papa Gregorio XVI pudo tener, por tanto, intervención alguna en cuanto a María Manuela (sí en cuanto a Luis Bonaparte, por su relación con la insurrección de Bolonia contra el Papa). Pudieron conocerse algún tiempo atrás en Roma, donde Luis Bonaparte pasaba los inviernos con su madre, Hortense. Ambos pertenecían a familias exiliadas por causas bonapartistas y, además, Hortense era sobrina de François de Beauharnais, que fue embajador de Francia en Madrid en 1806-1808.
Por las tertulias o reuniones en su casa (normalmente los lunes) que se convirtió uno de los más importantes “salones” madrileños del siglo XIX, fueron pasando, numerosos políticos, embajadores, aristócratas, militares, escritores y músicos de la época, como Cánovas del Castillo, Castelar, Manuel Silvela, Juan Valera, Ventura de la Vega, o el músico Sebastián Iradier. En Madrid vivió en la casa de la calle Cruzada (hoy desaparecida), en la que también nació, que había sido comprada por su bisabuelo el I Conde, y reformada por el célebre arquitecto Juan Pedro Arnal en 1784. También fue célebre por su participación en veladas musicales, unas veces en su propia casa, y otras en el palacio de Villahermosa (donde se reunía la Sociedad del Liceo) o en el Palacio Real, en las que participaba personalmente tocando el piano. Célebre también por el nivel gastronómico de su comedor, los cocineros Muñoz y Garciarena publicaron un libro de recetas a ella dedicado, que contiene la que se considera la primera receta publicada de la paella. Dama de Isabel II, tuvo alguna interrupción en su ejercicio porque en 1864 escribió la Reina “es mi voluntad vuelva a ejercer las funciones de dama de mi Real Persona la Condesa de Campo Alange, tomando la antigüedad de la fecha de su nombramiento”. Perteneció también a la “Orden de Maria Luisa” desde 1846.
Quedó viuda poco antes de la Revolución de septiembre de 1868 que destronó a Isabel II y que un año después daría acceso a la presidencia del Gobierno a Prim, quien en 1844, había sido juzgado por rebelión, luego indultado, en un Consejo de Guerra del que había formado parte Villacampo. Partidaria de la Restauración y gran amiga de Cánovas, asistió en 1870 a la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso, en el palacio Basilewski de París (rebautizado como “Palacio de Castilla”), firmando el manifiesto que suscribieron los presentes en el acto. La hija de un exiliado por Fernando VII acompañaba ahora en París a su hija, la exiliada Isabel II. Viviría aún largos años desde la coronación de Alfonso XII en 1874, tras el reinado de Amadeo de Saboya y la Primera República. Fue dueña de una importante biblioteca, que supo apreciar y conservar. Formando parte del mayorazgo, la habían venido heredando los sucesivos titulares desde su creación por su bisabuela la I condesa del Campo de Alange a mediados del siglo XVIII. Al morir María Manuela fue comprada por el Estado, estando hoy repartidos sus importantes fondos (tiene varios ejemplares únicos) entre la Biblioteca Nacional y la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense (Marqués de Valdecilla). Fue muy conocida su excelente colección de abanicos, algunos de valor histórico; y también su colección de cajas de rapé (del que fue consumidora), algunas con pinturas de Mengs y de Vicente López.
Durante su estancia en Paris recibió lecciones de piano del compositor y pianista austríaco Henri Herz, de quien llegó a ser una alumna destacada. Herz le dedicó c. 1824 su composición Variations brillantes pour piano forte... op.23. Durante su viaje a Italia en 1828, María Manuela participó, en la Societá del Casino dei Nobili, en Bolonia, centro musical de la ciudad, en un recital que inauguraba la temporada de invierno, en la que ella tocó el piano, y cuyas crónicas aparecieron en La Revue Musicale y en la revista inglesa The Harmonicon. En mayo de 1839 participó en un concierto benéfico en Madrid, que tuvo lugar en el palacio de los duques de Villahermosa; La Revue et Gazette musicale de Paris publicó una crónica muy elogiosa de la condesa de Campo Alange y en el mismo sentido también El Guardia Nacional, del 31 de mayo. Al año siguiente, 1840, la citada revista francesa y el Diario de Madrid, de 5 de enero, se hacían eco del estreno de la obra de Sebastián Iradier, El jaque, dedicada a María Manuela. Años más tarde, El Heraldo (y también El Clamor Público) contenían la crónica de una sesión musical celebrada en el Palacio Real de Madrid el 17 de marzo de 1849, “concierto de familia”, en la que cantaron Isabel II y su madre y se tocaron varias piezas para piano; entre los pianistas, Albéniz y la condesa de Campo Alange, que tocó la Fantasía sobre motivos de Lucía de Herz, y la Polka variada de Kontsky.
Fuentes y bibl.: Archivo de los Condes del Campo de Alange, Cajas 9, 12, 68, 73, 76, 84.
Revue Musicale (París), segundo año, t. IV, 1829, págs. 545- 546; The Armonicon (Londres), 1829, primera parte, pág. 94; Revue et Gazette Musicale de Paris (París), sexto año, n.º 36, 1839, págs. 283-284, y séptimo año, n.º 3, 1840, pág. 28; El Guardia Nacional (Barcelona) 31 de mayo de 1839; N. Magan, “Biografía del Excmo. Señor Conde de Campo Alange”, en El Trono y la Nobleza, n.º 103 (diciembre de 1848); El Heraldo (Madrid), 20 de marzo de 1849; M. Muñoz y M. Garciarena, La cocina moderna según la escuela francesa y española, Madrid, Imprenta El Blasón, 1861 (2.ª ed.); R. Mesonero Romanos, El antiguo Madrid: paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1861, pág. 86 (ed. facs., Madrid, Gráficas Lormo, 1987); M. L. Rattazzi, L’Espagne Moderne, Paris, E. Dentu Éditeur, 1879, pág. 207; “Noticias necrológicas. La condesa de Campo de Alange”, en Escenas Contemporáneas (Madrid), t. II (1883), págs. 204-205 [reprod. de la nota necrológica publicada en la revista La Época el 19 de abril de 1883]; Comte Paul Vasili (seud. de la princesa Catherine Radziwill), “la Société de Madrid”, en La Nouvelle Revue (París), t. 37 (1885), págs. 687-688; P. Chamorro y Baquerizo, Historia de los generales. Tomo III. Mariscales de Campo que más se han distinguido, Madrid, Estado Mayor del Ejército Español, 1858; La Época, Madrid, 3 de julio 1892 (“Los abanicos antiguos”); J. Pérez de Guzmán Gallo, “Los salones de la condesa del Montijo” en La España Moderna, Madrid, febrero, marzo y abril de 1896; ABC, Madrid, 28 abril 1904 (“Cajas de rapé”); J. Valera, “Carta de 9 de agosto de 1899 a Menéndez Pelayo”, en Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, Madrid, Espasa-Calpe, 1946; R. Miquel y Planas, “Exlibris de senyoras”, en Revista Ibérica de exlibris (Barcelona), n.º 3 (1903), págs. 45-46; J. Ezquerra del Bayo y L. Pérez Bueno, Retratos de mujeres españolas del siglo XIX, Madrid, Junta de Iconografía Nacional-Imprenta de Julio Cosano, 1924, pág. 231; Marqués de Lema, Mis recuerdos (1880-1901), Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, 1930, págs. 95-96 y 155-162; Marqués de Villa-Urrutia, Eugenia de Guzmán, emperatriz de los franceses, Madrid, Espasa-Calpe, 1932 (2.ª ed.), págs. 64-65; A. Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, ts. VII y IX, Barcelona, Salvat Editores, 1941; Marqués de Valdeiglesias, “Doña María Manuela de Negrete, condesa de Campo de Alange”, en ABC (Madrid), 1 septiembre 1946; Setenta años de periodismo. Memorias, Madrid, Biblioteca Nueva, 1949-1952, vol. I, pág. 94, vol. II págs. 164, 178 y 211-216, y vol. III, pág. 143; “El ingenio de otros tiempos”, en La sociedad española vista por el marqués de Valdeiglesias (1875-1949), crónicas recogidas por M. Escobar Kirkpatrick, Madrid, Biblioteca Nueva, 1957, págs. 306-307; R. Olivar Bertrand, Así cayó Isabel II, Barcelona, Ediciones Destino, 1955; M. Laffite (Condesa de Campo Alange), La mujer en España. Cien años de su Historia 1860-1960, Madrid, Aguilar, 1963, págs. 43-44, 48-49, 59 y 61; A. Rodríguez- Moñino, Los pliegos poéticos de la colección Campo de Alanje [sic] en la Biblioteca Nacional de Madrid.(Siglo XVI), Berkeley, University of California Press, 1964 (separata reimpr. de Romance Philology, vol. XVII, n.º 2, 1963); M. Fernández Almagro, Cánovas. Su vida y su política, Madrid, Ediciones Tebas, 1972, págs. 130 y 436; M. Soto, La España Isabelina, Madrid, Altalena Editores, 1979; C. Llorca, Isabel II y su tiempo, Madrid, Ediciones Istmo, 1984; M. C. Lécuyer, “Musique et sociabilité bourgeoise en Espagne au milieu du XIXe siècle”, Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, n.º 20 (1994), pág. 48 y ss.; A. Cevallos-Escalera, marqués de La Floresta, La Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, Madrid, Real Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País, Palafox & Pezuela, 1998, pág. 185; A. Santos Aramburu, La Biblioteca de la Condesa de Campo Alange, Conferencia pronunciada en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, III Semana de la Ciencia, Madrid, 2003; “La colección de libros de caballería de la Condesa de Campo de Alange”, en Pliegos de Bibliofilia (Madrid), n.º 25 (2004); M. A. Díez Huerga, “Salones, bailes y cafés: costumbres socio-musicales en el Madrid de la Reina castiza (1833-1868)”, en Anuario Musical, n.º 61 (2006), págs. 189-210; M. I. Gea, Guía del plano de Texeira (1656), Madrid, Ediciones La Librería, 2007 (2.ª ed.), pág. 278; A. Santos Aramburu, “Una lectora de libros de caballerías: la condesa de Campo de Alange”, en Amadis de Gaula, 1508: quinientos años de libros de caballerías, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2008, págs. 312-315.
Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca