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Beato Manuel Domingo y Sol

Biografía

Domingo y Sol, Manuel. Mosén Sol. Tortosa (Tarragona), 1.IV.1836 – 25.I.1909. Apóstol de las vocaciones sacerdotales. Fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, beato.

Nace en Tortosa (Tarragona) el l de abril de 1936, en un período de intensas luchas políticas y anticlericales.

De sus padres aprendió el amor a la Eucaristía y a los pobres. A los quince años ingresa en el Seminario de Tortosa (1851), en el que cursa los estudios de la carrera eclesiástica. En 1863 se licencia por la Facultad de Teología de Valencia y allí mismo obtiene el doctorado en la misma facultad en 1867.

En Tortosa se ordena de presbítero el 2 de junio de 1860. Atiende primero a una parroquia y luego se dedica a la catequesis y a la predicación. Es profesor del Instituto de Tortosa y aquí empieza a trabajar a favor de la juventud, distribuyendo hojas y folletos y atendiendo a la enseñanza religiosa en las escuelas.

Se le suele presentar como precursor de la Acción Católica. En Tortosa, con otros colaboradores, establece “Los Estudios de la Asociación de Católicos de España”, “Las Academias de la Juventud Católica” y “La Congregación de San Luis”; fomenta los “Círculos de obreros”, los “Gimnasios de recreo”, la prensa católica, el “Apostolado de la oración”, los jueves eucarísticos, etc. Igualmente atiende espiritualmente a varios conventos de religiosas y ayuda a la fundación de algunos de ellos.

A Manuel Domingo, Mosén Sol, como le llamaban afectuosamente, le preocupa la España de su tiempo, que ve cómo poco a poco se iba descristianizando por falta, sobre todo, de un clero suficientemente preparado, apostólico y santo. En las diócesis es verdad que existían los llamados seminarios tridentinos; pero no todos, desgraciadamente, estaban a la altura de las circunstancias. Fallaba la formación humana, mal andaban los estudios y desvaída la vida de piedad y la formación espiritual, Manuel Domingo intenta poner remedio y de entrada pretende abarcar todos los apostolados: parroquias, juventud, obreros, religiosos, catequesis, etc. “No sabemos —escribía— si estamos destinados a ser un río rápido que haga florecer sus orillas jardines amenos, o si hemos de parecernos a la gota de rocío que envía Dios en el desierto a la planta desconocida; pero, más brillante o más humilde, nuestra vocación es cierta: no estamos destinados a salvarnos solos.” Poco a poco se va dando cuenta de que el remedio hay que buscarlo dentro, en la misma raíz, donde pueda vitalizarse mejor la savia que transforme a la sociedad y dé frutos sazonados a la Iglesia. “La formación del clero —se irá repitiendo continuamente— es lo que podríamos llamar la llave de la cosecha en todos los campos de la gloria de Dios.” Esta idea se iba a convertir en adelante en el eje principal de toda su vida. Era necesario suscitar vocaciones sacerdotales y religiosas, que estuvieran a la altura de las necesidades espirituales y apostólicas que la Iglesia de España requería. Empieza por su propia diócesis de Tortosa, dedicándose de manera casi exclusiva al fomento, sostenimiento y cuidado de las vocaciones sacerdotales y religiosas y a la propaganda de la reparación eucarística al Sagrado Corazón de Jesús. Su encuentro con el seminarista Ramón Valero le brinda la ocasión para establecer en Tortosa, en 1873, el primer Colegio de San José, al que más tarde seguirán otros varios en España: los de Valencia (1884), Murcia (1888), Orihuela (1889), Plasencia (1890), Burgos (1897), Toledo (1899) y Almería (1906). En 1895 extiende también su Obra de Vocaciones a Lisboa y al colegio portugués de Roma. Manuel Domingo concibe estos colegios como una aportación que hace a las diócesis donde los establece. Él, y sus operarios después, admite alumnos diocesanos desprovistos de los medios necesarios para entrar en el seminario de la diócesis. Hasta que terminan los cursos de latinidad, en el colegio se les da lo necesario para su mantenimiento y estudios. El intento de Manuel Domingo es formar una familia de aspirantes al sacerdocio, que ofrece después a los obispos cuando lleguen a los estudios superiores. La vida de disciplina, de familia y amor, sobre todo, serán la característica de estos nuevos centros de formación sacerdotal.

El 20 de enero de 1883, después de decir la misa en el convento de las Claras de Tortosa, recibe “como una inspiración clara, sensible y sobrenatural” para fundar la Hermandad de Sacerdotes Operarios del Sagrado Corazón de Jesús, que se dediquen a la obra de las vocaciones y a la reparación eucarística al Sagrado Corazón de Jesús. Busca los primeros colaboradores y el 2 de junio de 1885 hacen en el colegio de Tortosa la primera promesa de consagrarse a la obra, promesa que, en gran parte, servirá en delante de fórmula ordinaria para la solemne oblación de los que ingresen en la hermandad.

El 4 de noviembre, los futuros operarios acordaron reunirse en los últimos días del mes en el Desierto de las Palmas (cerca de Castellón de la Plana) para emitir sus votos y constituirse canónicamente. Después de unos meses de “probación”, el 29 de junio del siguiente año se volvieron a reunir en el mismo lugar para inaugurar un nuevo género de apostolado en la Iglesia. Resolvieron que cuando se redactaran las reglas definitivas, en ellas había de aparecer, como objeto principalísimo de la obra, “el fomento de las vocaciones eclesiásticas, religiosas y apostólicas”. Eran entonces solamente cinco los nuevos operarios.

La nueva congregación, que es aprobada diocesana y oficialmente el 12 de enero de 1884 y el 1 de agosto de 1898 obtiene el Decretum Laudis de la Santa Sede.

Pasando los años, el 19 de marzo de 1952 adquiere la obra naturaleza de instituto secular.

Tras no pocos esfuerzos y dificultades, puede inaugurar Manuel Domingo el Pontificio Colegio Español de Roma, el 1 de abril de 1892, para la mejor formación de los sacerdotes españoles. Años más tarde, en 1903, pone en marcha el templo de Reparación de Tortosa, al que seguirán algunos más en diversas ciudades españolas. Viendo los obispos españoles los buenos resultados que en materia de formación sacerdotal iba teniendo el Colegio de Roma, le piden a Manuel Domingo que se haga cargo de alguno de sus seminarios. Después de largas negociaciones, el 5 de septiembre de 1897 acepta la hermandad la dirección del Seminario de Astorga. Los operarios se encargarían de “la dirección religiosa, disciplinar y administrativa” del seminario, sin que de momento intervinieran en la enseñanza. Entre 1898 y 1902, la hermandad se hace cargo también de los seminarios de Chilapa, Cuernavaca y Puebla de los Ángeles en México. En octubre de 1898 acepta la dirección del Seminario Central de Toledo, y en este mismo mes y año hace lo mismo con el de Zaragoza. Más seminarios se le ofrecen, tanto en España como en América, y esto imprime un nuevo ritmo a la difusión de la obra de Manuel Domingo. A su muerte, el 25 de enero de 1909, dejaba al cuidado de la hermandad diez colegios de vocaciones y dieciocho seminarios, donde se ha ido dando un giro definitivo a los sistemas de formación sacerdotal y de pastoral vocacional, Más de cuatro mil alumnos repartidos por la geografía española y americana y los colegiales de Roma proclaman ante el mundo que la presencia de Mosén Sol sigue entre los hombres. Con casi un centenar de miembros de su obra, se fijaba para la historia la vida de este humilde y genial sacerdote tortosino, que no había querido ser nunca más que sacerdote y sólo sacerdote.

A su alrededor se multiplicaron los conventos, florecían las vocaciones religiosas, las diócesis comenzaban a palpar una fuerte recuperación vocacional. El clero les llegaba más abundante y mejor formado. A poco de morir, un breve epitafio le retrataba de esta manera: “Varón adornado de generosidad y grandeza de ánimo, de liberalidad y esfuerzo, y mucho más de bondad y de costumbres, piedad, celo de la religión y culto divino, y de amor a su patria”. “Pertenece usted —le escribía una vez monseñor Vico, de la Nunciatura de Madrid— a una raza de hombres que difícilmente pierde coraje frente a las dificultades”.

En 1930 se inicia el proceso canónico de beatificación de Manuel Domingo, y en 1946 se introduce la causa del mismo. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987.

 

Bibl.: A. Torres Sánchez, Vida de Don Manuel Domingo y Sol, Tortosa, Imprenta Algueró y Baigues, 1934; G. Mártil, Manuel Domingo y Sol, Madrid, Sígueme, 1942; F. Martín Hernández y L. Rubio Parrado, Mosen Sol, Salamanca, Sígueme, 1978; L. Rubio, J. de Andrés y F. Martín Hernández, Sacerdotes Operarios Diocesanos, Salamanca, Sígueme, 1996.

 

Francisco Martín Hernández

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