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Martín de Idiáquez

Biografía

Idiáquez, Martín de. Azcoitia (Guipúzcoa), 24.IX.1558 – Madrid, 29.X.1599. Secretario del Consejo de Estado del Norte.

Hijo de Francisco de Idiáquez, señor de la casa de Idiacaiz o Idiáquez en Azcoitia (Guipúzcoa) y preboste de la villa de Deba en la misma provincia, y de María Ortiz de Balda y Recalde, descendiente del poderoso linaje homónimo y pariente del fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. Fueron sus hermanos Pedro, Francisco (canónigo de Toledo), el capitán Diego, el capitán Bartolomé, Isaac (clérigo), Nicolás, Mariana (monja), Catalina y Francisca de Idiáquez.

Estudió Derecho Canónico y Civil en Salamanca, donde fue colegial mayor en el colegio de Santiago de Cebedeo, también llamado de Cuenca, hasta que el rey Felipe II, a instancias de su tío Juan de Idiáquez, secretario y consejero real, le hizo llamar a la Corte.

Bajo la protección de este personaje, fue nombrado secretario del Rey el 31 de diciembre de 1586 y en julio del año siguiente, secretario de Estado del Norte, despachando los asuntos de Flandes, Francia y Alemania, cargo en el que se ocupó hasta 1592. Según relata Cabrera de Córdoba, Martín de Idiáquez obtuvo su título “para que ayudase [a su pariente, el secretario Juan de Idiáquez] y llevase parte de sus trabajos”, pues el propio Juan de Idiáquez se había ocupado hasta ese momento de la gestión de estos asuntos junto con los referentes a la Secretaría de Estado de Italia, que pasó a manos de su tío Francisco de Idiáquez. Su labor en la Secretaría consistía en despachar y redactar la correspondencia del Rey en los asuntos referentes a estos ministerios. Además, el trato personal con el Rey abría la posibilidad a ser consultado personalmente sobre las cuestiones libradas en semejante correspondencia, aunque cabe indicar que, tal y como sucedió con su tío Francisco de Idiáquez, su papel quedó relegado a un segundo plano debido a la influencia de los consejeros reales Juan de Idiáquez y Cristóbal de Moura, y del secretario privado Mateo Vázquez, quienes despachaban sobre estos asuntos directamente con el Rey, anulando de esta manera el que hubiera podido mantener un contacto más estrecho y, de esa manera, verse favorecido en mayor medida por la gracia real.

De todos modos, los servicios prestados por Martín de Idiáquez a la Corona fueron recompensados en julio de 1589 con la obtención del patronato de la iglesia de Santa María de Azcoitia, por renuncia de su tío Juan de Zuazola, obispo de Astorga, quien además le hizo donación un año después de la titularidad de las casas y palacios de Alcega en Hernani y Yarza en Beasain, ambas en Guipúzcoa, solares originarios de destacados linajes medievales.

Participó desde 1591 en la llamada Junta de Noche, junta particular que había ido conformándose como ente de gobierno, que auxiliaba a Felipe II debido a sus numerosos problemas de salud, en sustitución del secretario Mateo Vázquez, probablemente a instancias de Juan de Idiáquez, aunque su función secundaria nunca llegará a eclipsar el papel del resto de integrantes de la misma: Cristóbal de Moura, Diego Hérnandez de Cabrera y Bovadilla, conde de Chinchón, Juan de Idiáquez y el propio Mateo Vázquez hasta su fallecimiento.

Se le otorgó el hábito de la Orden de Santiago en enero de 1594, siendo investido caballero por Juan de Borja, comendador de Azuaga, período en el que se hallaba frecuentemente junto al rey Felipe II en la casa real de San Lorenzo. Asimismo, fue nombrado alcaide de Vélez en octubre de 1595, haciendo el acto de homenaje de esta alcadía de manos de su tío, Juan de Idiáquez.

En 1597 fue reconocido patrón de la iglesia parroquial de Amézqueta, que venía a sumarse a las anteriores de Azcoitia y Beasain, todas en Guipúzcoa. Litigó por la posesión de la casa y palacio de Amézqueta, prolongándose el pleito hasta el final de sus días.

Al igual que sus parientes Juan y Francisco de Idiáquez, fue un importante valedor de los intereses de la provincia de Guipúzcoa, actuando de mediador en numerosas ocasiones entre los delegados provinciales y las instituciones reales, principalmente en asuntos que atañían al Consejo de Estado y al de Guerra, temas en los que tenía mayor influencia y donde se ventilaban las peticiones de defensa que hacían los guipuzcoanos de sus privilegios en el orden militar y económico. También merece atención especial su implicación en el intento de consecución del título de reino para la provincia de Guipúzcoa, territorio en el que había desempeñado el puesto de secretario de las Juntas Generales. Precisamente fue en esta instancia donde se abortó tal posibilidad, a pesar del decidido apoyo mostrado hacia esta causa por Martín de Idiáquez, sus tíos Juan y Francisco de Idiáquez, y el cronista Esteban de Garibay, su verdadero impulsor. En el mismo orden de cosas, desde 1592 las citadas Juntas Generales enviaron delegados a tratar con Martín de Idiáquez su oposición frontal al intento regio de unir el virreinato de Navarra y la Capitanía General de Guipúzcoa, a sabiendas de la opinión contraria mostrada por Idiáquez a los deseos provinciales de mantener separados ambos títulos. En este difícil equilibro entre la salvaguarda de los intereses reales y las prerrogativas provinciales, Martín de Idiáquez dio muestras de suficiencia política, pues a pesar de su calidad de secretario y parte activa en alguna de las pretensiones provinciales, no descuidó la atención de las necesidades guipuzcoanas, contrarias en muchas ocasiones a los intereses reales.

Con el nuevo reinado de Felipe III (1598), y a pesar de la irrupción de los validos en el gobierno de la Monarquía, mantuvo su cargo de secretario de Estado del Norte, probablemente a causa de lo limitado de su poder, que no infería en las esferas de decisión, así como por la protección que le prestaba su tío y mentor Juan de Idiáquez. Su vacante fue ocupada por Esteban de Ibarra. Con motivo de la redacción de su testamento (5 de agosto de 1593), reconoció que el servicio que desempañaba al Rey le había acarreado un buen número de deudas por las obligaciones derivadas del cargo, instando al Monarca a hacerse cargo de las mismas, pues habían sido en su provecho.

En 1598, el rey Felipe III le designó para ser embajador en Venecia, cargo que no aceptó por problemas de salud, que desembocaron en su muerte en Madrid en 1599, cuando desempeñaba también la alcaldía de Uclés, plaza que pasaría a ocupar el conde de Ampurias.

Su fallecimiento en la citada villa impidió ver cumplido su deseo de ser enterrado en su tierra natal, Guipúzcoa, en el convento de San Telmo de San Sebastián, fundado por su pariente Alonso de Idiáquez, donde quería ser sepultado junto al cuerpo de su abuela Catalina de Olazábal, y de su madre, María de Balda, solicitando para ello permiso a su tío Juan de Idiáquez, agradeciéndole todo lo que había hecho por él: “Pido para los huesos la misma onra que se hiço a los cuerpos en la bida”.

 

Bibl.: L. Cabrera de Córdoba, Felipe Segundo, Rey de España, vol. III, Madrid, Imprenta de Sucesores de Rivadeneyra, 1876, pág. 328; J. C. Guerra, “Ilustraciones geneálogicas de linajes bascongados contenidos en las Grandezas de España”, en Revista Internacional de Estudios Vascos (RIEV), t. V (1912), págs. 391- 392; F. Pérez-Mínguez, “D. Juan de Idiáquez: embajador y consejero de Felipe II”, en RIEV, t. XXIII (1932), págs. 75- 76; J. A. Escudero, Los secretarios de Estado y del Despacho, vol. I, Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1969, págs. 167-169; M. Lambert-Gorges, Basques et navarrais dans l’ordre de Santiago (1580-1620), Paris, Centre national de la recherche scientifique, 1985, págs. 75, 86 y 170; S. Fernández Conti, “Idiáquez, Juan”, en J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispánica, Salamanca, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 1998, pág. 409; J. A. Achón (ed.), Los siete libros de la progenie y parentela de los hijos de Estevan de Garibay, Mondragón, Ayuntamiento, 2000; J. A. Escudero, Felipe II. El Rey en el despacho, Madrid, Universidad Complutense-Colegio Universitario de Segovia, 2002.

 

Juan Carlos Mora Afán