Vera, Diego de. Ávila, s. m. s. XV – 1523. Ingeniero militar.
Prudencio de Sandoval (1553-1620), en su Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, aunque no concreta fecha de nacimiento del ilustre ingeniero y arquitecto militar, la fija en Ávila. José Arantegui persiste en la incertidumbre de la fecha, pero la sitúa en la segunda mitad del siglo XV, “ya que en 1520 ya se consideraba ‘viejo”. En 1487, aparece Vera participando en la guerra de Granada -en el asedio y rendición de la plaza de Vélez Málaga-, junto a los Reyes Católicos. En 1499, en ocasión de que el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, preparaba en Málaga, una expedición de quince buques que, con 4.000 infantes, 600 caballos y 63 piezas de artilleria, se disponía en unión de otro ejército veneciano rescatar de los turcos San Jorge de Cefalonia, el jefe de la artillería era Diego de Vera, al que los cronistas atribuyen buena parte del éxito de la conquista.
También fue destacada su participación en el éxito de las batallas de Ceriñola y Garellano (1503) junto al Gran Capitán, y, junto con el célebre Pedro Navarro, en la conquista del castillo de Castilnovo, que completaba la conquista de Nápoles, ciudad en la que Vera quedó como máxima autoridad al frente de un contingente formado por un maestre y 70 artilleros. Allí continuó hasta 1505, momento en que regresaba a España para ponerse al frente de la fundición de cañones de Medina del Campo.
Las exigencias demandadas en los primeros años del siglo XVI por las nuevas formas de guerra impulsaron a los Reyes Católicos a organizar un ejército permanente. Nombrado Proveedor y Veedor General de la Artillería mosén San Martín, “confino de la casa del Rey”, decidió organizar tres núcleos de artillería orientados hacia los tres previsibles teatros de operaciones, al frente de los cuales, nombró a un capitán de artillería: Diego de Vera en Italia, Juan Rejón en Andalucía y Ramiro López en el Rosellón.
Pronto se pudo advertir la escasez de artilleros y obreros especializados para la reparación del material, hecho que impulsó a los Reyes Católicos que el 30 de julio de 1505 desde Segovia remitiesen una carta al Gran Capitán que se encontraba en Nápoles, conminándole al envío de buenos artilleros, como Juan de Catarla, Juan de la Therra, Bartol Medina, etc. Datos sin duda facilitados por Vera, al que los reyes retenían “por algunas cosas que cumplen a nuestro servicio”, curiosamente al año siguiente era nombrado Vera capitán general de la artillería.
En 1508 marchaba Vera a Burgos para trasladar a Medina del Campo la artillería existente en aquella ciudad. Su presencia en esta ciudad al frente de la fundición se prolongó hasta que el cardenal Cisneros le nombró jefe de la artillería que embarcaría para Orán, empresa bajo el mando del propio cardenal. Una vez organizado en Málaga el tren de pertrechos y armamento, se trasladó a Cartagena y el 16 de mayo de 1509 partían fondeando el 17 por la noche en Mazalquivir. Empezaba un periplo en el que, tras la conquista de Orán, en la que Vera se encargó de reconstruir las fortificaciones y adaptarlas al emplazamiento de artillería, conquistaron Bugía sin resistencia. Después, la expedición sufría una amarga derrota en la isla de Gelves, donde hubieron de recomponer parte de la flota enfilando hacia Trípoli que conquistaron en 1510. Su presencia allí se prolongó hasta 1511, tiempo en el cual, Vera actuó como gobernador, viéndose obligado a defender heroicamente la plaza.
Más tarde, se le ordenó dirigirse a Málaga para ponerse al frente de la importante fundición de cañones allí existente, hasta que Fernando el Católico decidió la ocupación de Navarra y Vera se incorporaba al ejército del duque de Alba acantonado en Vitoria. La conquista de Navarra hizo necesario repasar los Pirineos para enfrentarse a las fuerzas francesas que amenazaban Pamplona, mientras Vera era nombrado gobernador o alcaide de San Juan de Pie de Puerto. Resultó una proeza pasar por Roncesvalles un ejército de 6.000 infantes, 2.500 caballos y 20 pesadas piezas de artillería, una difícil tarea en la que Vera de manera muy ingeniosa resolvió empleando un curioso sistema de poleas y tomos del que se hicieron eco las crónicas.
A Vera se debió la fortificación de San Juan de Pie de Puerto, hecho tras el cual, marchaba nuevamente a Málaga para continuar dirigiendo la fundición hasta 1516; fecha coincidente con la muerte de Fernando el Católico, momento en el que, requerido por el cardenal Cisneros, como jefe superior de la artillería, elaboró un memorial -existente en Simancas- en el que crudamente exponía el lastimoso estado en el que se encontraban las existencias de artillería, reducidas a unos cuantos falconetes en Madrid y en Medina del Campo. Y mientras los argelinos ayudados por Barbarroja, se alzaban contra el vasallaje español, el cardenal Cisneros encargó a Vera organizar en Málaga de un ejército de 6.000 hombres con el que pretendía castigar a los argelinos, una expedición que en las costas argelinas resultó dramática para los españoles que perdieron 4.000 hombres y, aunque atribuida a las pésimas condiciones de la mar y la intervención de Barbarroja, el hecho fue que Vera se vio responsabilizado. Ello le obligó a vivir retirado en Ávila, donde le sorprendía el levantamiento de las Comunidades y sin que sepa muy bien las razones para negarse a participar en aquella guerra civil. En cambio, acudió presto al llamamiento que le hicieron los gobernadores de Castilla, para combatir a los franceses que habían entrado en Navarra, guerra en la que Vera participó en la victoriosa batalla de Esquiroz. Más tarde, Vera, al frente de un pequeño ejército, ocupaba la baja Navarra, asaltaba San Juan Pie de Puerto y era nombrado alcalde de la estratégica plaza de Fuenterrabía. A primeros de octubre de 1521 hubo de aguantar un duro asedio acompañado de un mortífero fuego artillero, que logró sobrellevar pese a las grandes brechas abiertas en las fortificaciones, pero ante la falta de mantenimientos la situación se hizo insostenible, lo que le obligó a rendir la plaza, levantando un fuerte clamor en Castilla contra el alcalde, hasta el punto de obligar al Fiscal General a abrir un informe sobre los hechos, tras el que Vera quedó absuelta de culpa. Todo hace suponer que los disgustos, el poco reconocimiento que se le concedió a sus dilatados servicios, a lo que hay que añadir los achaques propios de su avanzada edad, fueron las causas que aceleraron su muerte. Teniendo en cuenta que el 21 de septiembre de 1523 el emperador nombraba jefe superior de la artillería, a Juan de Terramonda -que había estado con Vera en la defensa de Fuenterrabía-, debemos suponer que ese año sería el del fallecimiento de Diego de Vera.
Obras de ~: Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Es. 47186; Archivo General de Indias, Es. 41091; 16404.5.11. 365; Contratación, 467; Es. 41091; 16415; 86. 23; Escribana, 1184; Archivo General de Simancas, Es. 47161; Es. 47161; Guerras de Mar y Tierra, leg. N.° 1.
Bibl.: J. Arantegui, Memorial de Artillería/ Dirección General del Arma (sic), serie III, t. 15, Madrid. Imprenta del Cuerpo de Artillería, 1887; J. Vigón, Historia de la Artillería Española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Instituto Jerónimo Zurita, 1947; J. Pérez, La revolución de las Comunidades de Castilla (1520- 1521), Madrid, Siglo XXI de España, 1998; J. J. de Castro Fernández, “Los Ingenieros Reales de los Reyes Católicos. Su nuevo sistema de Fortificación”, en Artillería y Fortificaciones en la Corona de Castilla durante el reinado de Isabel la Católica, Madrid, Ministerio de Defensa, 2004.
Fernando Rodríguez de la Torre