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Luis Aristegui y Doz

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Biografía

Arístegui y Doz, Luis. Conde de Mirasol (III). Jerez de la Frontera (Cádiz), 28.IV.1833 – Madrid, 20.IX.1886. Militar, laureado de San Fernando.

Fue el primogénito del teniente general Rafael de Arístegui y Vélez, quien en los últimos años del reinado de Isabel II fue director general del Cuerpo y Cuartel de Inválidos, y de María de la Concepción Doz y Gordón. A los trece años de edad ingresó como caballero cadete en el colegio de Artillería de Segovia.

En diciembre de 1850 ascendió a subteniente alumno, y una vez terminados sus estudios con aprovechamiento, salió finalmente promovido con el empleo de teniente en diciembre de 1852, siendo destinado a la brigada montada del 4.º Departamento de Guarnición en Madrid, donde trabajó hasta principios de 1853, que pasó a Inglaterra comisionado por el Gobierno para estudiar en aquel país los progresos de la artillería, especialmente de los carruajes y montajes. En el desempeño de este destino primero y, después, formando parte de la comisión de investigación facultativa en el extranjero que presidía el teniente coronel Francisco Sánchez, permaneció en Londres hasta finales de 1854. Cuando regresó a España fue recompensado con la Cruz de caballero de Carlos III.

A su vuelta al servicio en la Península, pasó interinamente a la plana mayor del 5.º Departamento, hasta marzo de 1855 que ocupó destino a la brigada a caballo de Aranjuez, tomando parte a las órdenes del marqués del Duero en los sucesos de julio de 1856, en los que se batió valerosamente en las calles de Madrid.

Allí, Arístegui desplegó una gran actividad en la zona próxima a la calle Mayor y plaza de Oriente.

De hecho, en una ventana baja de la casa del marqués de Malpica asentó una pieza de montaña; contribuyó a la construcción de una batería de sacos terreros en la entrada de la calle Mayor; trasladó a la plaza de Oriente un obús, con cuyo fuego acabó de destruir las defensas de los rebeldes, y finalmente atacó después las calles próximas a la parroquia de Santiago, avanzando hasta colocarse a tiro de pistola de una casa defendida por el enemigo.

De la misma forma, obligó a los insurrectos a abandonar una barricada en la calle Milaneses al segundo disparo de su pieza de artillería, tomando parte después con cazadores de Madrid en el ataque a la misma calle, siendo levemente herido en la cabeza al ocupar el portal de una frutería con tres cazadores, de los cuales uno fue muerto y herido gravemente el otro. Antes de incorporarse a su batería, después de terminado el fuego, todavía reemplazó a un teniente herido en la plaza Mayor. Su valeroso comportamiento fue justamente apreciado por el Gobierno, obteniendo una merecida recompensa, el empleo de capitán de caballería y la Cruz de San Fernando.

Arístegui siguió destinado en Madrid hasta octubre de 1857, y después, durante un corto espacio de tiempo fue ayudante de profesor del colegio de Artillería, regresando pronto a su antiguo Regimiento a Caballo en julio de 1858, con el que marchó a África, donde en Ceuta contrajo el cólera. El 25 de diciembre tomó parte en la acción sostenida en el reducto Príncipe Alfonso y altura de la Concepción; asistiendo a numerosas acciones en esa guerra, entre otras la de los Castillejos. En el combate del 23 de enero, en los llanos de Tetuán, tomó parte en la carga del Regimiento de Lusitania, llegando a arrebatar una bandera al enemigo, por lo que fue recompensado con el ascenso a comandante de infantería. También estuvo en la batalla del 31 de enero y en la de Tetuán, por la que se le otorgó el empleo de segundo comandante. Aunque fue ascendido a capitán del Cuerpo en febrero de aquel año, y destinado al tercer regimiento a pie, solicitó continuar en el ejército de África, a las órdenes del teniente general Luis de los Ríos, asistiendo a la acción de Sama y a la de Wad-Ras.

Arístegui y Doz regresó a la Península en mayo de 1859, y en julio fue destinado al 5.º Regimiento a pie, siendo designado comandante de las fuerzas de artillería que marchaban a Molina de Aragón con el fin de realizar pruebas comparativas de la artillería lisa y rayada. El acertado desarrollo de aquella delicada comisión fue ponderado por el director general de Artillería, mereciendo también que por Real Orden de 24 de enero de 1861 se diesen las gracias en nombre de S. M. la Reina a los jefes, oficiales y tropa que habían participado en las citadas experiencias. En mayo del mismo año pasó destinado como capitán al regimiento a caballo, donde continuó, hasta octubre de 1862, que fue nombrado profesor del colegio, aunque no llegó a incorporarse porque permaneció en Madrid como secretario de la revista de inspección a las secciones del distrito de Castilla la Nueva. Una vez finalizada, de nuevo fue destinado al regimiento a caballo.

Ciertamente, el 22 de junio de 1866, el teniente coronel Velarde y el capitán Arístegui pertenecían al mismo regimiento a caballo, que fue sublevado por los sargentos. Ambos fueron detenidos por los sediciosos al dirigirse a sus puestos en el Cuartel de San Gil que les cortaron el paso al acuartelamiento, siendo detenidos. Mirasol logró escaparse de sus centinelas y se incorporó a las tropas leales que atacaban la plaza de Santo Domingo, a la batería del primero montado.

Allí fue gravemente herido en un hombro, después de tomar parte en el triunfo de las tropas leales con el capitán Fontes, muerto al frente de la batería, y con el teniente Félix Beltrán de Lis, que perdiendo casi toda la fuerza a sus órdenes, ganó la Cruz Laureada.

Precisamente por el testimonio directo de este último sobre los sucesos que ensangrentaron las calles de Madrid en aquella jornada, se conoció que cayó Mirasol atravesado con un balazo, que todos creyeron mortal en el primer momento, a pesar de lo cual tuvo todavía ánimos para exclamar, apoyándose en una de las piezas de artillería “¡Viva la Reina! ¡Así quería yo morir!”.

Una vez restablecido pasó destinado a la Dirección General de Artillería, hasta que en marzo de 1868 fue comisionado para seguir las operaciones del ejército inglés en la campaña de Abisinia, a cuyo ejército se incorporó en abril, regresando a Madrid en enero del año siguiente, después de visitar la India y la isla de Java. Como resultado de esta comisión facultativa escribió varias Memorias, de las cuales se publicaron dos en la prestigiosa revista científico-militar Memorial de Artillería; una sobre la artillería de montaña empleada por los ingleses en aquella expedición, y otra sobre el material de telégrafos que utilizaron los ingleses en la citada campaña.

Ambos trabajos demuestran los rigurosos estudios realizados por el autor en el tiempo que permaneció en el cuartel general inglés, sobre la organización del ejército expedicionario, y más monográficamente sobre el material de la artillería de montaña. La memoria dedicada a este último asunto, de cincuenta y dos páginas con ocho grandes láminas, era un compendio de toda la información que podía demandar un oficial de artillería del momento para aproximarse con certeza a la organización de las fuerzas, medios de transporte, dotaciones y descripción del material, con exhaustivos estados de datos y dimensiones y un itinerario completo de las operaciones. La segunda memoria publicada acerca de los telégrafos de campaña, contiene también interesantes noticias sobre la organización de las diversas líneas semipermanentes y volantes establecidas por los ingleses, y el material telegráfico y de señales empleado en ellas, con un prolijo anexo de todo el material remitido, indicando sus precios y procedencias. Estos trabajos y los trastornos ocasionados por un viaje a tan lejanos lugares fueron recompensados con dos años de abono para optar a las condecoraciones de San Hermenegildo.

Durante la ausencia del conde de Mirasol, se había producido la revolución de septiembre e Isabel II había sido destronada. Fiel a los principios en que fue educado, por lealtad y afecto personal a la Monarquía, solicitó su retiro y acompañó a la Familia Real en su destierro, siendo uno de los preceptores del príncipe de Asturias, quien desde entonces le tuvo en gran estimación.

Con la Restauración Monárquica, volvió Arístegui al servicio activo, como ayudante de S. M. el Rey, a quien acompañó en las acciones militares que tuvieron lugar en el Norte, donde asistió al levantamiento del bloqueo de Pamplona y a los hechos de armas de Villatuerta y San Cristóbal; y acompañando después a Su Majestad a Puente la Reina, Pamplona, y regresó a Madrid a ocupar un destino en la Junta Superior Facultativa, la Dirección General de material hasta finales de 1881 que fue nuevamente nombrado ayudante de S. M. el Rey, siendo conceptuado por sus servicios en los siguientes términos que se reflejan en su Hoja de Servicios: “Al dejar el cargo de jefe de material en esta Dirección, por haber merecido la honrosa distinción de ser nombrado por segunda vez ayudante de campo de S. M. el Rey, tengo la satisfacción de manifestar a V.S. el gran aprecio que me merece por la inteligencia, laboriosidad y acierto con que ha desempañado tan importante cometido, siendo ésta una recomendación más que se agregara a su bien sentada reputación, adquirida durante su carrera.

Madrid 7 de enero de 1882. El director general, García Tassara”.

Así, el conde de Mirasol, asumió por segunda vez su destino de ayudante del Rey, ascendió por antigüedad a coronel del Cuerpo en junio de 1882 y acompañó al Rey en su viaje a las provincias de Galicia y Vascongadas en agosto de 1883, y al de Alemania, Austria, Bélgica y Francia en septiembre del mismo año, presenciando en los dos primeros las maniobras militares realizadas bajo el mando de sus respectivos Emperadores, y regresando el 2 de octubre. En septiembre de 1884, cumplido por segunda vez el tiempo reglamentario, cesó en el cargo de ayudante de Su Majestad y pasó a mandar el primer Regimiento montado, de guarnición en Valladolid.

A finales de enero de 1886 mandaba el 4.º Regimiento de Artillería de cuerpo, acuartelado en los Docks y, al estallar la noche del 19 al 20 de septiembre, la insurrección militar en las calles de Madrid, en cumplimiento de su deber acudió inmediatamente al cuartel para ponerse al frente de su regimiento, siendo cobardemente asesinado en el camino por los sublevados, junto con el brigadier Clemente Velarde, que mandaba la Brigada de Artillería, de la que formaba parte el regimiento del conde de Mirasol.

De su trayectoria profesional y militar cabe destacar, según reconocieron sus propios compañeros, que aparte de su bien cimentada reputación militar en el desempeño de las varias comisiones y difíciles cargos de índole científica que se le encomendaron, su capacidad de trabajo unida a su firme propósito de acierto y buena fe. Nadie dudaba ni de la leal intención de sus actos, ni de la voluntad inquebrantable con que siempre procuraba revestir su criterio de las mayores garantías de ilustración y acierto.

Arístegui fue respetado por su entrega en cuerpo y alma al servicio del ejército, un verdadero carácter militar, que orientó su vida con la prioridad del cumplimiento de sus deberes castrenses. Sin duda, el conde de Mirasol ya era conceptuado en su tiempo como ejemplo del buen oficial, a la vez técnico riguroso y brillante escuadrista. Cuando murió a los cincuenta y tres años tenía cerca de cuarenta servicios efectivos recogidos en su Hoja de Servicios.

Arístegui y Doz, además de las condecoraciones ya mencionadas por mérito de guerra y servicios científicos, estaba en posesión de las medallas de África, Abisinia y Alfonso XII, de la Cruz y Placa de San Hermenegildo, de la Cruz de 2.ª clase del Mérito Militar roja y de la encomienda de Carlos III. Mirasol fue también gentilhombre de cámara con ejercicio de S. M. el Rey, como lo había sido de la Reina, y poseía las encomiendas extranjeras de la Orden de Leopoldo de Bélgica, Francisco José de Austria y Corona de Oro de Prusia.

 

Bibl.: La Ilustración Española y Americana, Madrid, 30 de septiembre de 1886, año XXX, núm. XXXVI, pág. 179; M. de la S., El Brigadier D. Clemente Velarde. El Coronel de Artillería Don Luis de Aristegui, conde de Mirasol y el Capitán de Caballería D. Evaristo Peralta y Méndez, Zaragoza, Imprenta de C. Ariño, 1886; J. Vigon, Un personaje español del siglo XIX. (El Cuerpo de Artillería), Madrid, CIAP, 1930; Historia de la Artillería Española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, 3 vols.; F. Fedriani Fuentes, Jerezanos insignes, Jerez de la Frontera, Gráficas San Luis, 1968, pág. 98; S. G. Payne, Los militares y la política en la España Contemporánea, Madrid, Sarpe, 1986; J. Cepeda Gómez, El Ejército Español en la Política Española (1787-1843), Madrid, FUE, 1990.

 

María Dolores Herrero Fernández-Quesada  

 

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