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Pascual de Enrile y Alcedo

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Biografía

Enrile y Alcedo, Pascual. Cádiz, 13.IV.1772 – Madrid, 6.I.1838. Brigadier de la Armada, teniente general del Ejército, prócer del Reino y benemérito de la Patria.

Hijo de Jerónimo Enrile, marqués de Casa Enrile, y de María de la Concepción Alcedo, hija del marqués de Villaformada, nació en Cádiz cuando esta ciudad era el puerto de conexión con las provincias de Ultramar. Después de una primera instrucción de carácter universal, como otros jóvenes de la nobleza en el Colegio Clementino de Roma, volvió a España y sentó plaza como caballero guardia marina en la compañía del Departamento de Ferrol el 10 de junio de 1788; tenía dieciséis años. Comenzó a navegar en los navíos Europa y Salvador del Mundo; al ascender a alférez de fragata (2 de julio de 1790) pasó a Ferrol en la fragata Florentina, y allí hizo de ayudante de arsenales hasta que a principios de 1791 embarcó en la fragata Elena; hizo varias comisiones, entre otras, la conducción de tropas a los Alfaques (Tortosa) y al ejército de los Pirineos occidentales, hasta que a finales de 1792 pasó al desguace a Ferrol. En marzo de 1793, de nuevo en el Salvador del Mundo, de ayudante de Gabriel Aristizábal que mandaba la escuadra, asistió a las operaciones sobre Santo Domingo y al bloqueo y ataque del Fuerte Delfín en Bahiaja. Con la Paz de Basilea España tuvo que entregar Santo Domingo a los franceses y evacuar la isla a Puerto Rico, Costa Firme y La Habana, llevando en la escuadra incluso los restos de Cristóbal Colón. Por su comportamiento fue recomendado a Su Majestad. Ascendido a alférez de navío (22 de octubre de 1794), partió de La Habana (1797), y regresaba a España en la fragata Elena, en unión de la Ninfa, también fragata, cuando se vieron atacados por un navío y una fragata británicos, que causaron el naufragio de la Elena en el bajo de La Aceitera (Conil), después de un combate honroso en el que Enrile se distinguió, salvándose milagrosamente. Un Consejo de Guerra le propuso para ascenso en la primera promoción que hubiese.

En mayo de 1797 embarcó en el navío Conquistador, mandado por Cosme Churruca, de la escuadra de Mazarredo. Éste organizó la defensa de Cádiz, ante el bloqueo a que la tenía sometida la escuadra inglesa de Nelson, presentando una primera línea de lanchas cañoneras. Enrile mandó la lancha de su navío, armada con un cañón de a veinticuatro, y tomó parte en los combates habidos entre fuerzas sutiles, españolas y enemigas. Un fuerte temporal que sufrió el Conquistador frente a las costas de Málaga dio a Enrile otra ocasión para distinguirse en una situación grave de la mar, con el buque desarbolado, una porta rota y varios cañones destrincados. Su comportamiento le valió una mención especial de su comandante.

Mientras estuvo la escuadra de Mazarredo secuestrada en Brest (1799-1802), Enrile aprovechó para estudiar todas las máquinas de construcción y maniobra de la Marina francesa, estudio que completó con un viaje particular que hizo por otros puertos de Francia y de Flandes, elevando una importante memoria a cada departamento. En 1800 se le nombró ayudante de la escuadra y comandante de ingenieros de ésta, destino que desempeñó durante veintidós meses, lo que da idea de su preparación. En abril de 1802 regresa la escuadra a España y Enrile pasa a disfrutar una licencia por enfermedad y se va a tomar los baños a Montpellier. Asciende a teniente de fragata el 5 de octubre de este año.

Cuando en enero de 1803 tomó el mando del bergantín Prueba en Cartagena, tuvo que dejarlo en Barcelona porque se le nombró para acompañar a una comisión de sabios franceses que iban a medir el meridiano de París e Ibiza. Desde las montañas de Monserrat hubo de volver a su buque, porque la dotación se encontraba enferma de fiebre amarilla. Los miembros de la Comisión también cogieron esta enfermedad.

El 1 de noviembre, con sólo siete hombres llevó el bergantín al lazareto de Mahón, donde permaneció en cuarentena. Ascendido a teniente de navío (9 de noviembre de 1805) en la promoción de Trafalgar, y terminada la misión, fue de nuevo a Barcelona con su buque, donde se le dio además, el mando de una flotilla de seis faluchos que hubo de armar, destinados a la defensa del puerto. La fuerza naval de Enrile estaba a las órdenes del capitán general del principado, y se batió varias veces con las fragatas británicas de una escuadra inglesa mandada por Nelson que se acercaban a hostilizar el puerto, y en uno de esos combates, al tratar de abordar un jabeque enemigo, recibió una herida de metralla en el muslo derecho (1808).

Cambian las tornas, y también el enemigo, cuando Napoleón invade falazmente España y los franceses entran en Barcelona en febrero de 1808, pero al no estar definida la situación de guerra, gobernaban todavía las autoridades españolas. El general francés quiso inmovilizar los buques españoles quitándoles el timón, pero los comandantes protestaron diciendo que en ese caso deberían ser hechos prisioneros ellos, cosa que el general no quería hacer, a causa de su política de atracción. El ataque a Barcelona de las fuerzas españolas al mando del general Vives cambió la situación, pues al no jurar al rey intruso, sí fueron hechos prisioneros. Enrile fue encerrado en la aduana y sometido al tormento del hambre, mas no consiguieron quebrantar su lealtad. Al fin pudo evadirse vestido de marinero, presentándose en Tarragona, plaza que se mantenía libre de invasores y les hacía la guerra (1809).

Enviado a Cádiz, se le dio el mando del Trocadero, que era un pequeño apostadero con su arsenal, situado en el caño del mismo nombre. Se le encargó el proyecto de fortificación de la península de Matagorda (o del Trocadero), ya que se preveía la llegada de las fuerzas francesas en su invasión de Andalucía, cosa que ocurrió en 1810. El proyecto no se ejecutó, por razones tácticas y el enemigo montó allí baterías de obuses con las que bombardeó Cádiz, corazón de España en ese momento. Enrile pasó como ayudante de órdenes a las fuerzas navales sutiles, que mandaba el jefe de escuadra Juan de Dios Topete y formaban la primera línea en la batalla y en los caños. Al ascender a capitán de fragata (23 de febrero de 1809) quedó en el mismo puesto como mayor general. El servicio allí era duro; se duplicó el número de lanchas, de treinta y seis a setenta y dos, resultando de gran eficacia táctica en aquella clase de terreno. Con gran dolor tuvo que derruir a cañonazos las casas de una valiosa finca de su propiedad, donde se habían refugiado los enemigos.

El 1 de febrero fue desembarcado y destinado al arsenal de La Carraca, que estaba en la línea de fuego. Pero él deseaba servir más en campaña y, tal como habían hecho otros oficiales de Marina, pasó al Ejército, al Cuerpo de Estado Mayor recién creado el 8 de febrero. Al estar propuesto para ascender, por haber permanecido más de nueve meses en las fuerzas sutiles, se le confirió el grado de coronel (8 de febrero de 1811) y ayudante general de los reales ejércitos; así que fue coronel antes que capitán de navío, empleo al que ascendería en el mes de abril. Su nuevo destino, el Quinto Ejército, al que se incorporó en Lisboa como ayudante del duque de Bailén, le llevó a tomar parte en la batalla de la Albuera al lado del general Castaños. Se halló en el segundo sitio de Badajoz y participó en las operaciones en el condado de Niebla y en el asalto a esta plaza. Después estuvo en Cádiz, y enseguida se encontró, junto con los ingleses del general Hill, en la sorpresa de Arroyo Molinos (1811) sobre la división francesa del general Girard. A mediados de 1812 consiguió la capitulación de Astorga en circunstancias difíciles. Por este servicio fue propuesto para el ascenso. Estuvo en el sitio de Burgos y en la retirada de Ciudad Rodrigo, siendo propuesto nuevamente para el ascenso por lord Wellington. Tuvo a su cargo la organización e instrucción de las compañías de cazadores del Cuarto Ejército y se halló en la batalla de Vitoria y en otras acciones, así como en la persecución del ejército francés del general Foix. Se batió en los combates de Tolosa y de Irún, y en la acción del 13 de enero de 1814. Organizó una escuadrilla de fuerzas sutiles para bloquear San Sebastián; escuadrilla que después de tomada la plaza sirvió para el aprovisionamiento del Ejército desde la costa.

Idos ya los franceses, se le nombró para formar parte de uno de los ejércitos aliados del norte de Europa, el austríaco del príncipe de Swazemberg, pero al no cumplirse la orden se quedó en el Estado Mayor del general Girón (1814), inspector de los ejércitos nacionales. En este año ascendió a brigadier del Ejército (8 de febrero de 1814) y una vez suprimido el Cuerpo de Estado Mayor, volvió a la Armada y se le reconoció el empleo de brigadier en ésta, dándosele el mando de la escuadra que había de escoltar al cuerpo expedicionario del general Pablo Morillo destinado, en principio, contra Montevideo, pero su objetivo era contener el movimiento de emancipación. Enrile sobresale en este período. En octubre se le nombra segundo jefe del ejército expedicionario; así que en el mando de la escuadra y del convoy marítimo necesario para trasladar a aquél ostentaba el mando en jefe, mando que supo compaginar con el de segundo en el Ejército, mereciendo las alabanzas del general en jefe.

La situación de los españoles en América a comienzos de 1814 seguía siendo muy apurada: el vasto territorio de Costa Firme estaba casi completamente ocupado por los insurgentes. Los realistas conservaban tan sólo las plazas de Puerto Cabello, Coro y La Guaira. En los otros virreinatos sucedía algo parecido. Algunas voces aisladas, como la de Vázquez de Figueroa, ministro de Fernando VII, se dejaron oír, por la inexistencia de fuerzas navales. La metrópoli, una vez acabada la contienda en su propio suelo contra los franceses, comenzó a tomar más en serio los problemas de Ultramar. Por fin, una vez embarcado un ejército de 10.209 hombres y los pertrechos en cincuenta y dos buques transporte, en Cádiz, se hace Enrile a la mar (1815), llevando una escolta de buques de guerra: el navío San Pedro de Alcántara, las fragatas Diana e Ifigenia, la corbeta Diamante, la goleta Patriota, la barca Gaditana y doce obuseras. Como el convoy salía falto de marineros, hubo que recurrir al procedimiento de las levas. Se reúne la expedición en Tobago y, luego, en Carúpano en la costa de Cumaná, a principios de abril. Allí asciende Enrile a mariscal de campo (1 de abril de 1815), y el día 7 el general Morillo ataca la isla Margarita (Venezuela) donde se habían refugiado los separatistas, ocupándola después de tres días de combates. Los buques de guerra volvieron al fondeadero de Cumaná, a excepción del San Pedro que se incendió, abarrotado de municiones, víveres y fondos. El 17 es nombrado Enrile cuartel maestre general del ejército de operaciones, dedicándose a su preparación y a establecer el movimiento de las diferentes columnas durante la marcha. El general Morillo diría de él: “El mariscal de campo Pascual Enrile, mi segundo en el Ejército, ha trabajado incesantemente en la dirección de las operaciones y de los movimientos oportunos que han hecho en combinación las diferentes columnas que con tanto acierto han obrado en todas partes. Sus conocimientos militares, el infatigable celo con que ha previsto, calculado y conocido las ventajas que se han conseguido, le hacen sumamente recomendable para el favor del Rey”.

En el sitio de Cartagena de Indias (21 de agosto de 1815), refugio de corsarios y depósito de sus presas por entonces, Enrile se distinguió más, si cabe, que en las operaciones anteriores. Son palabras de su general en jefe: “En el sitio de Cartagena exigían las operaciones que atendiese a mar y tierra, y en todas partes llenó sus deberes. No descuidando al propio tiempo los víveres y hospitales y la oportuna remisión de efectos de guerra, a pesar de las distancias y temporales. He sido testigo —dice el general— de la apurada situación de los buques de bloqueo. Un rayo partió un palo de una corbeta de guerra, y sin separarse del bloqueo se lo quitó a otro buque mercante y se lo colocó; operación hecha en mar abierta y entre temporales, quizá por primera vez. La fragata Ifigenia pierde todas sus anclas por efecto del temporal; recoge varias de los mercantes, las une y la hace volver a su puesto. Los buques pequeños avisan de que se iban a pique, toma precauciones y nadie se separa del bloqueo. Yo no debo pasar en silencio —sigue diciendo el general en jefe— unos hechos que haciendo tanto honor al jefe de escuadra, pintan el tesón y ansia de gloria de nuestra Marina. El general Enrile desempeñó muy bien, y quizá por primera vez en varios siglos, las funciones altas de dos Armas que cada una de ellas ha exigido siempre la ilustración de dos hombres [sic], y cuando cada uno de ellos la ha desempeñado como Enrile, a cada uno se le ha reconocido un mérito relevante [...]”. Asegura Morillo que su jefe de escuadra (Enrile), sin desatender su función naval, le ha acompañado en las operaciones, haciendo no sólo de jefe de Estado Mayor, sino de intendente del Ejército, quien sufría una grave dolencia.

En Cartagena, Enrile ataca a varios buques abrigados en las baterías de las plazas, que son tomados al abordaje. Por último, entra en el puerto con las lanchas, cortando la comunicación de la plaza con los castillos de la boca de la bahía, y se apodera de la isla de Tierra Bomba, elegida para iniciar las operaciones en tierra. Tomó doce buques que llevaban socorros a la plaza, organizó la escuadrilla del Magdalena y dio las órdenes para el desarrollo de las operaciones de reconquista de todo el virreinato de Santa Fe (1816), después de numerosos y reñidos combates; entre ellos los de Cachiú, los dos de los Llanos de San Martín, Chocó, La Plata y Tambo. Se reorganizó el ejército para pasar a Venezuela y quedaron expeditos los caminos del Mar del Sur para que pasasen tropas a Perú. Uno de los importantes trabajos de Enrile fue reunir una abundante topografía de todo aquel territorio, que no existía y que era totalmente necesaria para los movimientos de las tropas.

La escuadra estaba en su mayor parte en Cartagena de Indias, al no haber escuadra enemiga organizada y fuerte en la mar. Enrile regresó a este puerto a mediados de noviembre de este año de 1816 y puso sus barcos a cooperar en la persecución de Mino, el Mozo. Pasó después a La Habana, de donde salió para la Península con un convoy de cuarenta y dos buques, llegando a Cádiz (1817) después de una brillante campaña de más de dos años de duración. Luego fue a Madrid, donde dio cuenta fielmente de todo al Rey y a sus ministros, según los encargos que le había hecho el general Morillo. Permaneció algún tiempo de cuartel en Pamplona, antes de ser nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército, pero renunció a este destino por razones de salud, y pasó a la Junta Consultiva del Ministerio de la Guerra (1820). En 1823 se fue a Sevilla con el Rey, quedando nuevamente de cuartel cuando el Monarca se trasladó a Cádiz, ciudad que estaba en poder de los constitucionales. Pasado el período constitucional, Enrile fue “purificado”. En 1826 se le nombró general segundo cabo de Filipinas y comandante general de Marina de aquellas islas en 1827. Así que tenía mando directo de la Marina y de inspector del Ejército en aquel archipiélago, del que se le nombró capitán general en 1829.

Trece años después de haber sido propuesto por Morillo, se le nombra teniente general del Ejército (julio de 1829) por sus brillantes operaciones en Costa Firme. Pero los tiempos eran de turbulencia política y con frecuencia se posponía el mérito en los campos y mares de batalla. Con este empleo, Enrile toma posesión de la Capitanía General de Filipinas y de la Comandancia General del Apostadero de Manila. Su mandato iba a ser recordado porque supuso una verdadera reorganización en todos los aspectos. Se ejecutaron innumerables obras en el archipiélago, tanto en el campo civil como en el militar; en éste reorganizó y aumentó la fuerza de la marina sutil creada especialmente para proteger la navegación interinsular ante el azote continuo de los piratas moros, reafirmando la soberanía española en todas las islas. Modernizó el Arsenal de Cavite, al que dotó de ordenanzas, e hizo que se construyese en él una fragata de cuarenta cañones, la Esperanza; se reedificó el cuartel de alabarderos dentro de la fuerza de Santiago, y se mejoró el artillado de la plaza, construyéndose una nueva batería en la Escollera y Luneta, el frente más vulnerable. En marzo de 1835 cesó en el mando de las islas Filipinas y embarcó en Manila en la fragata Esperanza con destino a la Península, desembarcando en Cádiz.

Además del benemérito de la Patria por la batalla de la Albuera, que ya poseía, a su regreso fue elevado a la dignidad de prócer del Reino y nombrado vocal de la Junta Consultiva de Gobernación de Ultramar.

A los sesenta y seis años de edad falleció en Madrid, donde fue enterrado. Estaba casado en Pamplona con Concepción Leocadia de Ezpeleta —hija del conde de Ezpeleta, virrey de Navarra (1817)—, con quien tuvo varios hijos, y fue ella quien donó un retrato al óleo del general al Museo Naval de la Armada en 1854. En Manila el ayuntamiento quiso inmortalizar su paso poniendo su nombre a una calle de la ciudad; en el Arsenal de La Carraca también se puso su nombre a uno de los edificios y en la Escuela Naval, en la sala de estudios, consta su nombre para ejemplo de los caballeros alumnos. Estaba en posesión de numerosas condecoraciones, las principales de su tiempo; entre ellas la Gran Cruz de Carlos III, la de la Real y Militar Orden de San Fernando, la de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, la de Distinción de Marina, la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la de Cartagena de Indias.

El teniente general de la Armada Pascual Enrile y Alcedo era un caballero de la nobleza que cifraba su mayor honor en servir con las armas, con entrega de su vida entera y siempre dándoles ejemplo a sus subordinados. “De buena estatura, agradable presencia y aire noble y desembarazado; de color trigueño, de ojos grandes, vivos y penetrantes y de facciones regulares y expresivas [...].” Tenía una fuerte personalidad, con grandes dotes de organización y gran tesón en el cumplimiento del deber. Sus propuestas de mejora de los apostaderos no merecieron la atención en Madrid, y demostraron que no existía voluntad efectiva de apoyo a los hombres que se estaban dejando sus vidas y su prestigio personal en América. “Sin marina no puede conservarse Venezuela”, había dicho. Las sabias y a la vez imprescindibles propuestas de Enrile durmieron el sueño de los justos. Sus dotes organizativas se ponen de manifiesto especialmente en la Capitanía General de Filipinas, donde une los mandos de la Marina y del Ejército, entregándose con entusiasmo a la Administración Civil. Uno de sus biógrafos, Jerónimo de Escosura, decía de él: “Unía a una cabeza muy analítica y a un gran talento, una facilidad de comprensión extraordinaria. Imprimía a todos los asuntos que pasaban por sus manos el sello de la claridad y el orden que reinaba en sus ideas. Poseía en alto grado el don de la persuasión, que unido a sus muchos conocimientos, a la profundidad y rectitud de su juicio y a su gran prudencia le daba tal preponderancia en los consejos que pocas veces dejaba de ser aceptada su opinión. Estaba, además, dotado de toda la habilidad de un gran político [...]”.

Enrile fue siempre fiel seguidor de su general en jefe, quien, para significar sus méritos, escribe en la recomendación oficial citada más arriba: “el general Enrile y yo, con su carácter conciliador y siendo mi igual en el mando de la escuadra, no sólo no hemos tenido ningún altercado, sino que este carácter lo ha infundido a sus subalternos, presentando un fenómeno (una sin igual compenetración) de un ejército y de una escuadra, siendo al mismo tiempo el más subordinado de mis subalternos cuando ha pertenecido al Ejército”.

 

Obras de ~: “Diario de las operaciones del ejército expedicionario en el bloqueo de la plaza de Cartagena de Indias [...]”, 19 de agosto-31 de octubre de 1815, Museo Naval de la Armada (MNA), Col. Enrile XVII, ms. 2284, doc. 4, fols. 13-37; “Informe sobre los puntos en que deben situarse los apostaderos en la Costa Firme y buques que deben tener [...]”, 1817, MNA, ms. 444, doc. 4; “Diario del viaje en el bergantín Relámpago desde la bahía de Cádiz hasta Cavite”, 1828, MNA, Col. Filipinas XIX, ms. 1758, 51 fols.; “Informe (borrador) a Luis María de Salazar sobre el estado de la marina de Filipinas y medidas que tomó para mejorarlo [...], ¿1829?, MNA, Col. Enrile, XXII, ms. 2291, doc. 36, fols. 179-192; “Diario del viaje en las provincias del norte de Filipinas, en la isla de Luzón”, MNA, Diario II, Enrile, ms. 1722, 98 fols.; “Noticias sobre Filipinas, procedentes principalmente de la introducción manuscrita de Alejandro Malaspina en 1794”, 1830, MNA, Col. Filipinas, ms. 1774, doc. 52, fols. 187-208; “Apuntes sobre diversos aspectos de la Administración de Filipinas”, ¿1831-1834?, MNA, Col. Enrile, XVII, ms. 2284, doc. 17, fols. 83-105 y doc. 14, fols. 78-79; “Parte oficial”, en Gazeta de Madrid de 1 de abril de 1817; “Bandos”, en MNA, Col. J. F. Guillén, ms. 1669, Filipinas III, fols. 66, 70, 71 y 72; “Miscelánea de pensamientos morales, políticos y sociales, con extractos de noticias de revistas”, s. f., MNA, Col. Enrile III, ms. 1901, fol. 91.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán, Viso del Marqués (Ciudad Real), exp. personal, Secc. oficiales, inv. 887, Leg. 6626, n.º 359; Destinos desempeñados en los años 1812-1828, MNA, Col. Enrile V, ms. 2167, fol. 146; Hoja de servicios, despachos y datos..., XVI, ms. 2284, doc. 23, fols. 130-189 VIII, ms. 2188, doc. 15, fols. 71-113; XIX, ms. 2288, doc. 3, fols. 22-38; XX, ms. 2289, doc. 3, fol. 91- 154; “Capitulación de Astorga”, en Gaceta extraordinaria de la Regencia (Cádiz, Imprenta Real) n.º 118 (2 de septiembre de 1812), págs. 965-968; “Parte oficial del combate de 30 de abril frente a la isla Margarita”, en Gaceta de Madrid, de 1 de abril de 1817; A. Gutiérrez de Rubalcava, “Diario de navegación en su viaje a América con la fragata Ifigenia de su mando en la escuadra de Pascual Enrile...”, de 18 de febrero de 1815 a 11 de febrero de 1817, MNA, Rubalcava, ms. 1474, fol. 205.

V. Concas y Palau, “Estudios referentes a servicios de Marina en Filipinas, I. Arsenal de Cavite”, en Revista General de Marina (RGM), t. 011 (septiembre de 1882), pág. 303; J. de la Escosura, Biografía del Excmo. Sr. Don Pascual Enrile, teniente general de los Ejércitos Nacionales, Úbeda, Imprenta de José Martínez Montero, 1887; D. de la Válgoma y el Barón de Finestrat, Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, t. 4, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1946, pág. 222, “Pascual Enrile y Alcedo”, n.º 3372; A. M.ª Vigón, “Dos cartas y un mapa de fray Bernardo Lago”, en RGM, t. 165 (agosto-septiembre de 1963), págs. 249-255; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IX, Madrid, Museo Naval, 1973 (2.ª ed.); C. Martínez Valverde, “Figuras que unen. El teniente general del Ejército don Pascual Enrile y Alcedo, brigadier de la Armada, prócer del Reino y benemérito de la Patria”, en Ejército (Madrid), n.º 448 (mayo de 1977), págs. 9-15; J. Blanco Núñez, “Apostaderos navales de Ultramar en la emancipación ”, en VV. AA., Congreso de Historia Militar, Zaragoza, Cátedra Palafox, 1989; G. Pérez Turrado, La Marina española en la independencia de Costa Firme, Madrid, Editorial Naval, 1992; J. Cervera Pery, La Marina Española en la emancipación de Hispanoamérica, Madrid, Ed. Mapfre, 1992.

 

José Antonio Ocampo Aneiros