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Juan Claros de Guzmán

Biografía

Guzmán, Juan Claros de. Marqués de Fuentes (II) y conde de Saltes. ?, s. xvi – 1639. Marino, general de la Mar y capitán general de la escuadra de Dunquerque.

Nació en el seno de una de las familias más nobles de España y fue el cuarto de los hijos de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII duque de Medina Sidonia, Grande de España, capitán general del Mar Océano y capitán general de la Armada Invencible en la expedición a Inglaterra, fallecido en 1614; y de Ana de Silva y Mendoza, fallecida en 1610, hija de Ruy Gómez de Silva, I duque de Pastrana, Grande de Castilla, y de Ana de Mendoza, princesa de Éboli.

Juan Claros de Guzmán fue capitán general de la Armada, comendador de Piedrabuena en la Orden de Calatrava, gentilhombre de cámara de Su MajestadCasó con Francisca de Fuentes y Guzmán, marquesa de Fuentes, hija de Gómez de Fuentes Guzmán y de los Ríos, I marqués de Fuentes y de Catalina de Sandoval.

Fruto de esta unión fue el nacimiento de su único hijo, Juan Alonso Pérez de Guzmán, III marqués de Fuentes, que murió sin sucesión.

A finales del siglo xvi reinaba en España Felipe II quien, en 1580, consiguió la Corona de Portugal a la muerte sin descendencia del rey Sebastián. Esta unión reforzó considerablemente el poder naval español dentro de una concepción estratégica del teatro continental europeo, que iba desde la planificación de las construcciones navales hasta el desarrollo sistemático del comercio marítimo con Europa y las Indias.

No obstante, la situación internacional era difícil para los intereses españoles; en efecto, en 1581, en los Países Bajos, tuvo lugar la declaración de independencia de las siete Provincias del Norte. En 1621 Felipe IV accedió al trono y, aunque al principio de su reinado la flota había sufrido un incomprensible olvido, después, con Olivares en el poder, se revigorizó la política naval y se reiniciaron las hostilidades con Holanda, rota la tregua por motivos de predominio comercial y marítimo. Casi al mismo tiempo Francia y Gran Bretaña declararon la guerra a España.

La escuadra de Dunquerque, perteneciente al Almirantazgo de los Países Bajos, institución creada por Felipe III en 1604, había sido disuelta, por innecesaria, al firmarse la tregua con las Provincias Unidas (Holanda) y reactivada por Felipe IV, a instancias del conde duque de Olivares, en junio de 1624 al reanudarse las hostilidades. Esta escuadra vio aumentados los privilegios de que había disfrutado con la condición de disponer en permanencia de una escuadra de veinticuatro navíos alistada para ser empleada contra los enemigos de la Corona. La escuadra estaba muy bien adiestrada y sus dotaciones, muy disciplinadas, estaban compuestas por personal voluntario, seleccionado sin importar su nacionalidad, que gozaba de consideración y buen trato, percibía puntualmente sus haberes y recibía la participación en las presas.

Los buques que componían dicha escuadra eran de construcción esmerada y estaban dotados de pertrechos, armas y víveres de primera calidad. Esto hacía que los navíos del Almirantazgo, conocidos como escuadra de Dunquerque fuesen, no sólo superiores a los del resto del Estado, sino también a los de su clase pertenecientes a las demás marinas de guerra y eran aptos para enfrentarse con éxito a dos enemigos simultáneamente.

En 1630 se firmó la paz con Inglaterra, que duró hasta 1655, no así con Francia que durante los años siguientes continuó enfrentándose a España hasta 1659 en que se firmó la Paz de los Pirineos.

En 1635 Claros de Guzmán fue nombrado almirante de la referida escuadra de Dunquerque compuesta de dieciocho navíos y doce fragatas de nueva construcción. En el tiempo que estuvo al frente del Almirantazgo, la escuadra de Dunquerque brilló con su máximo esplendor.

El 14 de agosto de 1535 salió a la mar una escuadra de catorce navíos y seis fragatas en una operación contra las pesquerías holandesas, acción que solía repetirse cada año en la misma época del año. El 17 se encontró con una agrupación de ciento cuarenta pesqueros que estaban faenando, escoltados por un navío de veintiséis cañones; tras un combate encarnizado entre los buques insignia que demostraron una bravura sin igual, el holandés se rindió después de haber tenido cuarenta y seis muertos. Las fragatas consiguieron acorralar y destruir setenta y cinco pesqueros después de recoger a sus dotaciones. El 20 del mismo mes avistaron otra flotilla similar, aunque esta vez estaba escoltada por seis navíos que huyeron ante la superioridad española; el resultado de la acción fue el apresamiento de veinte pesqueros. El día 25, mientras una parte de la escuadra estaba empeñada en su labor de destrucción de las pesquerías, una flotilla de once navíos avistó por sotavento a una escuadra de veintidós navíos holandeses con los que se entabló combate; el enemigo, ante los daños sufridos en los cascos y arboladura de su capitana y otros tres buques, emprendió la retirada. Al anochecer del mismo día las fuerzas españolas avistaron otra escuadra holandesa de dieciocho buques que acudía en auxilio de la primera aunque, por fortuna para la escuadra española, demasiado tarde. Aprovechando la oscuridad, la escuadra hispana rehusó el combate dirigiéndose a puerto, donde entró al día siguiente con setecientos setenta y ocho prisioneros, después de haber liberado a otros doscientos entre viejos, muchachos y heridos, a los que permitieron marcharse en un navío neutral.

El daño causado en barcas y aparejos de pesca fue estimado por los interesados en 2.000.000.

Durante ese mismo año de 1635, la escuadra de Dunquerque hizo otras muchas presas: una capitana holandesa de sesenta cañones que regresaba de la India, otro navío francés, de los mayores de su tiempo, que arrastrado por un violento temporal hacia las costas de Holanda fue combatido por la escuadra yapresados sus tripulantes. También se apresaron ese mismo año cuarenta y dos buques que formaban parte de una flota francesa compuesta por sesenta y cuatro unidades.

En 1636, tres navíos de la referida escuadra de Dunquerque que se dirigían a España con objeto de embarcar soldados y dinero con destino a Flandes fueron atacados por dos navíos holandeses, a los que pronto se unieron otros cinco, colocando a los españoles en una situación muy difícil. El combate se prolongó durante todo el día, hundiéndose el buque insignia español, otro de los navíos pudo refugiarse en un puerto inglés y el tercero no tuvo otra opción que rendirse ante tal superioridad enemiga.

El 8 de febrero de 1637 la escuadra española salió a la mar para entorpecer tanto el comercio como la pesca holandeses. En su ruta a Calais apresaron un navío mercante y, al suroeste de Inglaterra, avistaron una flota de veintiocho naos holandesas y dieciséis inglesas, escoltadas por seis navíos de guerra, entablando un feroz combate en el que se hicieron tres presas de guerra y catorce mercantes cargadas de municiones, víveres y pertrechos.

También en 1637 se interceptó la totalidad de un convoy que se dirigía a Ámsterdam procedente de Venecia.

En otra ocasión, de una flota de cuarenta naves procedente de las Indias, apresaron catorce; también apresaron otras ocho que se dirigían con presentes para el rey de Francia, destruyeron por dos veces la flota de pesca del arenque, haciendo numerosísimos prisioneros. En otro combate de seis navíos contra otros seis se hundieron dos enemigos y los otros cuaro fueron apresados y conducidos a Pasajes En ese mismo año de 1637, para proporcionar más facilidades a los buques de la escuadra, se decidió extender su base de operaciones haciendo otro puerto en Gravelinga, disponiendo para ello que trabajasen en la obra cuatro mil obreros. Los franceses trataron de impedir estas obras y enviaron un ejército de catorce mil hombres procedente de Calais, a la vez que los holandeses enviaron una armada al mando del príncipe de Orange, atacando simultáneamente a los españoles, sin obtener resultados favorables. Las tropas que agrupó el marqués de Fuentes derrotaron al ejército francés que perdió en el combate cuatro mil hombres, por lo que prosiguieron las excavaciones y el dragado para aumentar el calado del canal de entrada y posibilitar la utilización del puerto por los barcos españoles. Asimismo se levantaron fortalezas en la bocana del puerto y se construyeron defensas por la parte de tierra, efectuándose las obras con tal rapidez que se posibilitó la entrada de las primeras naves en octubre del mismo año.

En 1638 fracasó la coalición franco-holandesa en su intento de apoderarse de Dunquerque, ya que un violento temporal desbarató la escuadra holandesa por lo que los franceses, viéndose privados del apoyo naval, optaron por cambiar de planes y, en lugar de asediar Dunquerque, pusieron sitio a Saint-Omer, donde fueron derrotados por las tropas españolas que les causaron nueve mil bajas entre muertos y heridos e hicieron siete mil prisioneros.

En el período comprendido entre el 1 de mayo y el 31 de diciembre de 1638, los buques bajo el mando del marqués de Fuentes hicieron ciento dieciocho presas de las que treinta y una eran bajeles de guerra con su artillería y demás pertrechos y cuarenta y una bajeles de alto bordo desde cien hasta trescientas sesenta toneladas, siendo nueve los que pasan de trescientas toneladas y la mayoría entre doscientas cincuenta y doscientas ochenta toneladas. De todos estos buques se sacaron doscientas noventa y una piezas de artillería además de vituallas y municiones que serían aprovechadas por las tropas de su mando así como para refuerzo y defensa de sus buques. También es de destacar el ingente número de prisioneros: maestres, pilotos, marineros y otras gentes que fueron enviados a Dunquerque y muchos de los cuales se liberaron mediante el pago de rescate. Lo más destacable de todo fue el valor del que hicieron gala las dotaciones de los navíos de la escuadra, que utilizaron los puertos de Dunquerque y Mandique pese a la oposición de armadas enteras de Holanda que, bloqueando el primero de los puertos, intentaron en varias ocasiones impedirles la salida sin resultados pues las naves españolas salieron siempre que lo decidió el marqués de Fuentes a pesar de la oposición de la flota enemiga.

Claros de Guzmán murió en 1639, siendo recordado con elogio, ya que durante el período que duró su gobierno solamente se perdieron contados navíos de guerra peleando valerosamente contra los holandeses y después de una heroica resistencia. Por el contrario, las fuerzas navales españolas apresaron en dicho período más de ochocientos bajeles de todos los tonelajes.

Le sucedió en la jefatura superior de la Armada de Dunquerque el marqués de Velada, Antonio Sancho Dávila.

 

Fuentes y bibl.: Museo Naval (Madrid), Col. Navarrete.

C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, Madrid, Editorial Naval, 1972; P. Molas Ribalta, Manual de Historia de España, Edad Moderna (1474-1808), Madrid, Espasa Calpe, 1988; R. Cerezo Martínez, Las Armadas de Felipe II, Madrid, Editorial San Martín, 1988; J. H. Elliott, La España Imperial, Barcelona, Ediciones Vicens-Vives, 1989.

 

José Manuel Palencia Luace