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Diego de Muros (I)

Biografía

Muros (I), Diego de. Santiago de Compostela (La Coruña), c. 1405 – Ciudad Rodrigo (Salamanca), XII.1492. Mercedario (OdeM), teólogo, catedrático, predicador y embajador real, obispo de Tuy y Ciudad Rodrigo.

Religioso mercedario, miembro de una acaudalada familia de la ría de Muros que poseía bienes de gran importancia en Muros y Noia y estaba ramificada en varias villas y ciudades gallegas, principalmente en Santiago. Su progenitor fue el licenciado Esteban Rodríguez de Muros, regidor de Santiago, cuyo cargo como oidor real ocupó en 1475, tras el fallecimiento de aquel. Apenas adolescente, entró en la clericatura y fue enviado a la Universidad de Salamanca, al parecer patrocinado por el arzobispo compostelano Lope de Mendoza; realizó con éxito los estudios de Teología, en los que obtuvo el título de bachiller, que gustaba de mencionar con su firma. En Salamanca llegó a ser catedrático de Sagradas Escrituras y tomó el hábito de la Merced (el 21 de mayo de 1421, según algunas fuentes mercedarias) y no tardó en ocupar puestos relevantes de la Orden: comendador de Huete, en 1456; definidor del Capítulo General de Játiva, en mayo de 1460; comendador de Guadalajara, en 1464; y redentor de cautivos por la provincia de Castilla, provincial de la Merced de Castilla, en 1466; y provincial de la misma Orden en Castilla y Portugal ya en 3 de mayo de 1469.

Su rápido éxito dentro de la Orden mercedaria, y seguramente el favor de los Mendoza, que le apadrinaban en Guadalajara, le abrieron con gran facilidad las puertas de las dignidades cortesanas y eclesiásticas. En agosto de 1465 era nombrado por Enrique IV capellán y maestro de la capilla de Enrique IV, con la función específica de hacer sermones en ella y examinar a los aspirantes a predicadores reales, lo que indica que se trataba de un experto en el arte de la oratoria. Sus buenos servicios a la Corona y su estrecha relación con Pedro González de Mendoza, entonces obispo de Sigüenza y miembro del Alto Consejo del rey, le sirvieron para que el monarca le confiara pronto misiones de gran relieve: ya el 28 de enero de 1471 se encontraba ante el papa Paulo II como embajador de Enrique IV, aunque también había acudido a Roma en calidad de procurador del obispo Mendoza. Ese día el pontífice le encomendó la abadía cisterciense de San Clodio, en Orense, otorgándole también poco después la de Sobrado. Estas promociones eclesiásticas se encontraron, sin duda, amparadas por el monarca castellano, quien le volvió a enviar en un momento indeterminado como su embajador a Roma: el 22 de septiembre de 1474 el rey, intitulándole como obispo de Tuy y como miembro de su Consejo Real, le otorgaba un juro de heredad de 40.000 maravedíes en recompensa por las dos misiones diplomáticas que había efectuado en la Curia en su nombre. Fray Diego de Muros había sido nombrado obispo de Tuy el 15 de junio de 1472 muy probablemente como consecuencia de sus servicios en la Curia al rey de Castilla.  Esta dignidad le volvía a situar en el escenario gallego, al lado de su poderosa familia, en una conflictiva zona fronteriza en la que imponían su voluntad los Sotomayor, hidalgos gallegos y prolusitanos.

En la década de 1470 vivió el prelado tudense los días más aventurados de su vida; siempre al lado de los Mendoza, fue capaz de pasar airoso el cambio de monarquía que dio acceso a los Reyes Católicos. En su agenda se amontonaban los acontecimientos, a veces de signo contradictorio: nombrado oidor real en la Chancillería de Valladolid, el 23 de abril de 1475, título que acreditaba su estima en la corte, realizó en Galicia una política alternante, aliándose unas veces con su pariente el conde de Altamira, contra el arzobispo Fonseca, y enfrentándose seguidamente, en unión con este prelado compostelano con el que se confederó en 1474, con los Sotomayor, el linaje más poderoso de su obispado, cuyos titulares usurpaban desde hacía ya más de dos décadas buena parte del señorío episcopal tudense. Su enfrentamiento con este linaje, aliado con el rey de Portugal durante la Guerra de Sucesión, le valió una dura prisión en Portugal, a finales de 1477 tras acudir a Tuy para intentar recuperar el control del obispado. Terminando el decenio, recuperó la libertad, conquistó la gratitud de la Corona y mereció la distinción de ser enviado de nuevo como embajador a Roma, en 1479, con una amplia agenda de negociaciones, entre las cuales figuraba un apartado sobre la situación de su Iglesia, tan cruelmente afectada por la guerra y los actos del linaje Sotomayor. Gracias a su talento negociador y sentido de la oportunidad, consiguió imponer en Roma el criterio de los Reyes Católicos sobre las provisiones episcopales en curso y concesiones más directas para su obispado, como la excomunión de Pedro Álvarez de Sotomayor, conde de Camiña, su mortal enemigo, y la anexión de la iglesia de Bayona a la Catedral de Tuy, primer expediente para crear en ella una nueva colegiata, y determinados beneficios eclesiásticos, como la Abadía de San Martín Pinario de Santiago, que añadía a las de Sobrado y Toxos-Outos, que ya poseía previamente.

A principios de 1482, Diego de Muros volvía a estar plenamente inmerso en la vida gallega: puso en orden sus beneficios monásticos el 2 de enero, consiguió la liberación de su iglesia y la devolución de sus bienes en una concordia firmada con el conde de Camiña, el 18 de abril, compuso unas disputas entre los condes de Altamira y Monterrey y, finalmente, en noviembre, reunió un importantísimo sínodo diocesano con el fin de recomponer toda la vida pastoral y moral de su zarandeada iglesia. En este respiro de paz, tomó Diego de Muros iniciativas de buen gobernante, celebró nuevo sínodo en marzo de 1484, creó el cargo de tesorero de su iglesia, dio unas ordenanzas a la ciudad de Tuy, suscribió una avenencia con la ciudad portuguesa de Valença do Miño sobre el tránsito fluvial y se ocupó minuciosamente de la administración de su patrimonio personal. Cuando parecían haberse disipado todos los peligros, fue atrapado inesperadamente por las gentes del conde de Camiña, en la primavera de 1485, y permaneció secuestrado en un pozo del castillo de Fornelos varios meses, recuperando al fin de nuevo una libertad que ya creía definitivamente confiscada. Tras tantas luchas y tropiezos sólo podía anhelar un breve epílogo de vida, una jubilación casi forzosa, que le llevaría a la sede de Ciudad Rodrigo el 1 de junio de 1487, la cual ocuparía hasta su muerte.

El episcopado civitatense de fray Diego de Muros destaca porque en él se celebró el primer sínodo en Ciudad Rodrigo del que se tiene constancia, en 1491, y se concluyó el retablo del altar mayor de la catedral. Sin embargo, y al igual que su pontificado tudense, su mandato no estuvo exento de problemas. La ciudad se encontraba inmersa en una lucha de bandos entre los linajes de los Águila y los Pacheco cuando fray Diego llegó a la sede. El prelado, que desde el comienzo mantuvo graves contiendas con el deán de la Iglesia, Francisco del Águila, relevante miembro del linaje de los Águila, y con sus aliados y parientes en el cabildo catedralicio por cuestiones jurisdiccionales, buscó apoyo en el bando de los Pacheco, lo que agrió sus relaciones con los primeros para lo que restaba de su pontificado. Desde entonces se sucedieron treguas y estallidos de este conflicto entre el obispo y su cabildo, avivado por la referida lucha de bandos por el control de la ciudad, en las que el prelado no dudó en usar las censuras eclesiásticas. Fray Diego de Muros también mantuvo disputas con los dominicos de su obispado y ciudad y con los vasallos del señorío episcopal de Ciudad Rodrigo, en concreto, con las villas de Hinojosa de Duero, Lumbrales y Fregeneda, por cuestiones fiscales y jurisdiccionales. Gravemente enfermo, dictó testamento el 8 de diciembre de 1492. A los pocos días falleció y fue enterrado en la capilla mayor de la Catedral civitatense.

 

Obras de ~: Constituciones sinodales del Obispado de Tuy, promulgadas en la Catedral de Tuy, 4-6 de noviembre de 1482 (ed. crít. en A. García y García); Synodicon Hispunum 1.-Galicia (Constituciones Sinodales de Mondoñedo), Madrid, 1981.

 

Bibl.: G. Vázquez Núñez, Don Diego de Muros, obispo de Tuy y de Ciudad Rodrigo, de la Orden de la Merced, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1919; Manual de Historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced: Tomo I (1218-1574), Toledo, Editorial Católica Toledana, 1931; Obras completas del P. Guillermo Vázquez Núñez, mercedario. I. Mercedarios ilustres, Madrid, Publicaciones del Monasterio de Poyo, 1966; V. Beltrán de Heredia, Bulario de la Universidad de Salamanca (1214-1549), vol. III, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1967, doc. 1224, pág. 137; J. García Oro, Galicia en la baja Edad Media, Santiago de Compostela, Bibliófilos Gallegos, 1977; La nobleza gallega en la Baja Edad Media, Santiago de Compostela, Bibliófilos Gallegos, 1981; A. García y García (dir.), Synodicon Hispanum, Tomo I, Galicia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1981; J. M. Nieto Soria, Iglesia y génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), Madrid, Editorial Complutense, 1994; M. del C. Sánchez Carrera, El bajo Miño en el siglo XV: el espacio y los hombres, A Coruña, Fundación “Pedro Barrié de la Maza, conde de Fenosa”, 1997; J. I. Martín Benito y R. González Rodríguez, “Lucha de bandos y beneficios eclesiásticos en los encastillamientos de Ciudad Rodrigo (1475-1520)”, en Studia Historica. Historia Medieval, 17 (1999), págs. 263-293; S. Vila-Botanes, Tui e Valença nos séculos XI a XV: os acontecementos históricos, sociais, artísticos e económicos, Tui, Asociación Amigos da Catedral de Tui, 2001; C. Luis López, Fuentes Históricas de Guadalajara: Archivo Municipal de Guadalajara, III (1460-1473), Alcalá de Henares, Instituto de Estudios Latinoamericanos, 2007, doc. 94, págs. 223-225; S. Vila, A cidade de Tui a Baixa Idade Media, Noya, Toxosoutos, 2009; A casa de Soutomaior (1147-1532), Noya, Toxosoutos, 2010; Episcopologio Civitatense: historia de los obispos de Ciudad Rodrigo (1168-2009), Salamanca, Centro de Estudios Mirobrigenses, 2010; D. González Nieto, “Los agentes diplomáticos en la Curia pontificia de Enrique IV, rey de Castilla (1454-1474): perfil socio-profesional”, en eHumanista, 43 (2019), págs. 107-125.

 

José García Oro (OFM) y Diego González Nieto

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