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Diego de Muros (III)

Biografía

Muros (III), Diego de. Cee (La Coruña), c. 1450 – Oviedo (Asturias), 18.VIII.1525. Humanista y mecenas, obispo de Mondoñedo y Oviedo.

Nacido probablemente en Cee (La Coruña), hacia 1450, era hijo de un hermano del obispo de Tuy, Diego de Muros (I), y de Catalina Gómez. Pertenecía pues a una de las familias gallegas mejor situadas en bienes e influencias, tanto en Galicia como en la Corte de Castilla, y muy vinculada al clan de los Mendoza. Diego creció ya en este ambiente favorable, con grandes posibilidades de promoción personal y familiar. Desde 1472 contaba con el apoyo de su tío, el obispo de Tuy, y compartía las aventuras de su familia, especialmente vinculada a los Moscoso, condes de Altamira, enfrentándose frontalmente con los Fonseca, a los que ocupan varias villas del arzobispado, y reconciliándose con los mismos para hacer frente a las amenazas que los prelados compostelano y tudense recibían del prepotente Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga), conde de Camiña. En esta conflictiva y turbia situación comenzó Diego su carrera eclesiástica; por exigencias de su tío, accedió en 1474 a una canonjía compostelana. Dos años más tarde marchó a Salamanca para iniciar sus estudios en la Facultad de Artes, donde brillaba Nebrija: se adentró luego en los estudios teológicos, Facultad agitada en el momento por el proceso de Pedro de Osma (1477-1479). Y terminó consiguiendo también el título de doctor en Derecho. En adelante se intitulará ufanamente maestro en Artes, licenciado en Teología y doctor en Decretos.

Con este aval académico y su incipiente vocación humanística se situaba, en 1484, en la mejor pista para una carrera brillante. En febrero de ese año pasó al nuevo Colegio de Santa Cruz de Valladolid, al frente de un equipo de graduados buscados solícitamente entre los estudiantes de Salamanca, por Mendoza, con la finalidad de rematar su titulación académica y ocupar una Cátedra de Teología. Cuatro años más tarde era Sigüenza, la iglesia de Mendoza, que acababa de estrenar su nueva Universidad, el destino de Diego; allí se introdujo plenamente en la constelación de los humanistas españoles, al lado de Diego de Muros (II), secretario real y mendocino de primera hora; de Francisco Jiménez de Cisneros y Juan López de Medina, creadores de la Universidad de Sigüenza, y de otras personalidades que compartían el séquito del cardenal de España y el de los Reyes. Diego fue entonces profesor universitario maestrescuela, especialmente preocupado por la nueva Academia, visitador del obispado y, sobre todo, gustó y se contagió de los gustos renacentistas en el cultivo de las letras latinas y de la música, aficiones que nunca abandonó.

En los años de 1488-1495, Diego de Muros (III) se situó plenamente en la órbita de la Corte de los Reyes Católicos y aprendió a compartir los afanes de la Monarquía: la conquista granadina y la reorganización del futuro reino, la pacificación de Galicia, la reforma eclesiástica y la devoción humanística; con el apoyo de un respaldo económico a base de pingües beneficios eclesiásticos, el titulo de capellán real e iniciativas en la órbita eclesiástica, sobre todo en tierras gallegas, que le iban a convertir en puntal de la acción política.

En 1495, huérfano ya de protectores, por muerte de Diego de Muros (I) y del cardenal Mendoza, supo asumir certeramente su papel personal. Conocedor de los designios de los Reyes Católicos para Galicia y en especial para la peregrinación jacobea, se trasladó a Galicia, consciente de que iba a tener enfrente a los Fonseca y a sus amigos en el Cabildo compostelano. Pero Diego de Muros sorteó hábilmente el obstáculo; consiguió la primera dignidad de deán compostelano, pese a la negativa de la facción fonsecana, se encargó por orden de los soberanos de la creación del Hospital Real, que él definió como parte vital del programa de reforma cristiana que preconizaba la corte, iniciativa en la que demostró una eficacia sorprendente, al poner en marcha la Cofradía del Hospital en los diversos reinos españoles e incluso en varias zonas de Europa. No se olvidó de la cuna de su familia, la villa de Muros, de la que era cura titular, y a la que logró convertir en colegiata, título aprobado más tarde (el 9 de abril de 1517) por León X. El 4 de abril de 1505 fue proveído obispo de Mondoñedo, pero mantuvo con plena fuerza su presencia compostelana, desde su disputada dignidad de deán, que conservó junto con sus numerosos beneficios eclesiásticos. Desde el Cabildo y, sobre todo, como administrador del Hospital Real, controlaba, de hecho, Compostela y podía hacer frente a sus adversarios, los Fonseca.

A partir de 1512, ya plenamente en la órbita política de Fernando el Católico, lanzado a la expansión económica y colonial, Diego encontró la oportunidad de una nueva promoción; ascendió al obispado de Oviedo, el 1 de octubre de ese año, con mejores posibilidades económicas que el de Mondoñedo, y desempeñó misiones hacendísticas al servicio de la Corona en Andalucía. En el principado intentó importantes formas eclesiásticas en los aspectos disciplinario, administrativo y cultural; era un momento de cierta inseguridad para el humanista gallego, que se vio un tanto abandonado en sus durísimos enfrentamientos con el Cabildo ovetense y con el corregidor de Asturias, Pedro Manrique de Lara, pero fueron también momentos de gran intensidad creativa del prelado, que intentó consolidar lo ya realizado en Galicia y abrir nuevos centros de formación clerical en Oviedo y Salamanca.

El epílogo de su vida lo constituyeron los años 1520-1525. Diego de Muros reconquistó el favor de Carlos V, por su lealtad a la corona durante la revolución comunera, y, terminada la agitación, recibió la encomienda de juez de los eclesiásticos implicados en la revuelta y se le nombró tenedor de los bienes confiscados a los comuneros. De nuevo se vio implicado en querellas y reclamaciones de la Hacienda Real, comprobándose en ocasiones su negligencia y parcialidad, tachas que conllevaban además condenaciones a resarcimientos en favor de algunos afectados. Elevado al pontificado su amigo y protector el cardenal Adriano, se le ocurrió proponerse como candidato a la nunciatura de España, una quimera de ancianidad que apagó muy pronto el sueño de la muerte, acaecida el 18 de agosto, después de firmar testamento, con fecha de 16 de agosto. Dejó para la historia, amén de su biografía de humanista y obispo reformador, el legado de importantes creaciones: el Hospital Real de Santiago y la Cofradía del Hospital; el Estudio General Compostelano, del que fue principal fundador y dotador, primera institución universitaria de Galicia, con Cátedras de Gramática y Cánones; el Colegio de San Salvador de Oviedo en Salamanca y el Convento de Santo Domingo de Oviedo. Además ideó la construcción de una calzada de Oviedo a León, a la que asignó en su testamento una oportuna dotación, sin que consiguiese ver ni siquiera sus comienzos. Entre sus escritos destaca, junto a otras obras, Didaci de Muro. Decani Compostellani ad Summum Pontificem et Sacrum Senatum panegiris de obitu Illustrissimi Domini Johannis Hispaniae, escrito de buen corte latino y gusto cortesano que relata y ornamenta la muerte prematura e inesperada del príncipe Don Juan, hijo de los Reyes Católicos; Exhorración a los Reyes Nuestros Señores sobre el caso acaecido, fecha por el lícencílldo de Muros, que no refleja su estilo personal ni consta que se le deba atribuir por base documental alguna.

 

Obras de ~: Didaci de Muro. Decani Compostellani ad Summum Pontificem et Sacrum Senatum panegiris de obitu Illustrissimi Domini Johannis Hispaniae, c. 1500 (escrito de buen corte latino y gusto cortesano que relata y ornamenta la muerte prematura e inesperada del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos); Memorial Latino al Cardenal Adriano, Gobernador de España, de 1 de marzo de 1516 (ed. en J. García Oro, Diego de Muros III y la cultura gallega del siglo XV, Vigo, Galaxia, 1976); Constituciones del Colegio de San Salvador de Oviedo, s. f. (ed. en L. Sala Balust, Constitutiones. Estatutos y ceremonias de los antiguos colegios seculares de la Universidad de Salamanca, IV, Madrid, 1966); Exhortación a los Reyes Nuestros Señores sobre el caso acaescido, fecha por el licenciado de Muros, s. f.

 

Bibl.: J. M. Fernández Catón, “El Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo”, en Studium legionense, 1 (1960), págs. 259-329; M. Lucas Álvarez, El Hospital Real de Santiago 1499- 1531), Santiago, Universidad, 1964; “La cofradía del Apóstol Santiago, establecida en el Hospital de Santiago de Compostela”, en Archivos Leoneses, 25 (1971), págs. 53-322; J. L. González Novalín, “Los opúsculos latinos de Diego de Muros”, en Asturiensia Medievalia, 1 (1972), págs. 357-390; “El Deán de Santiago. Don Diego de Muros. Su puesto en la historia del humanismo español”, en Anthologica Annua, 22-23 (1975), pág. 76; J. García Oro, Diego de Muros III y la cultura gallega del siglo XV, Vigo, Galaxia, 1975; J. Campelo, “Los ascendientes, de Diego de Muros”, en Compostellanum (1979), págs. 197-220.

 

José García Oro, OFM

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