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Juan Lladró Dolz

Biografía

Lladró Dolz, Juan. Almácera (Valencia), 1926 – Valencia, 16.XII.2017. Empresario.

Juan Ladró, el mayor de los tres hermanos creadores de la empresa que lleva su nombre, nació en 1926, en Almácera, pequeño pueblo agrícola situado a la salida de Valencia. Los padres eran personas de recursos limitados. Poseían una casa de labor y unas pocas anegadas de tierra en arriendo, que no daban para vivir, por lo que el padre tuvo que emplearse como peón en una fundición. Para acallar el hambre de la posguerra, Juan, todavía adolescente, tuvo en no pocas ocasiones que ayudar en las tareas agrícolas. Al cumplir los dieciséis años entró en la Azulejera Valenciana, compaginando el trabajo con la asistencia a las clases de Pintura de la Escuela de Artes y Oficios de Valencia. El trabajo monótono de decoración de platos no le satisfacía y, deseoso de desarrollar su vena artística, construyó en la casa paterna, junto con su hermano José, un pequeño horno donde fabricaban figuras originales que vendían a tiendas de regalo de la ciudad. Esto provocó un conflicto de incompatibilidades con la fábrica en la que estaban empleados y tuvieron que abandonarla. Como ya se les conocía y apreciaba como artistas-artesanos, fueron solicitados por la empresa más importante de la zona, Cerámicas Nalda. Siguieron trabajando en el horno de su casa y la demanda creciente de sus figuras volvió a plantear la incompatibilidad con su trabajo en la empresa. Obligados a elegir, pero confiando en sus fuerzas, prefirieron el riesgo de su pequeño horno y de una aventura incierta, a la seguridad que les ofrecía la gran empresa.

A partir de 1954 Juan Lladró, acompañado de sus dos hermanos y de unos pocos operarios de confianza, siete u ocho personas en total, se dedicó enteramente al taller familiar y puede fijarse esta fecha como el inicio de lo que luego será la gran empresa de Porcelanas Lladró. Tenían la meta puesta en salir del campo trillado de la cerámica y fabricar figuras de porcelana, a la manera de la prestigiosa porcelana de Copenhague o Sajonia, y, después de repetidas y laboriosas pruebas, lo consiguieron. Comenzaron a llegar los pedidos de tiendas de lujo y abrieron su propia tienda en el centro de Valencia, en una zona selecta. Los ocho trabajadores del comienzo pasaron a veintiocho y el viejo local de la casa de labranza se hizo insuficiente.

Había llegado el momento de dar el salto y convertirse en una gran empresa.

En 1961 se inauguró la nueva fábrica, situada en la vecina localidad de Tabernes Blanques, que tras sucesivas ampliaciones llegó a albergar unos trescientos trabajadores, en su mayoría mujeres de los pueblos vecinos. El crecimiento económico de la década favoreció, como es lógico, el crecimiento de la empresa, pero le supuso una arriesgada opción estratégica. En un país que salía de la estrechez, la demanda se dirigió hacia bienes de carácter cotidiano —el pequeño piso en propiedad, los electrodomésticos, el coche utilitario—; era una demanda de masas, no cualificada.

Sin embargo, el producto que ofrecía Lladró era la antítesis de esta demanda, se trataba de un producto selecto, elitista y caro. La empresa no parecía estar llamada a una gran expansión, sino a permanecer en el campo del consumo suntuario, limitado por el momento a pocas personas. Su acierto estuvo en haber sabido ver que, en breve espacio de tiempo, se produciría una ampliación del espectro de las clases medias-altas deseosas de afirmar su estatus mediante signos de distinción y gustos caros. Un fenómeno parecido ocurriría con el incremento del turismo, centrado al principio en el turismo de masas, donde la reducida franja del turismo selecto se fue ampliando y consolidando.

Lladró resistió a la fácil tentación de abaratar y popularizar el producto para vender más y muy pronto recogió los frutos de su estrategia selectiva. Se consolidó como una marca de prestigio dentro del mundo del lujo. Contribuyó a ello, en gran medida, la definición de un estilo propio para sus figuras, que las diferenciaba del resto. Consiste éste en un sutil estilizamiento de las formas, que las asemeja a imágenes de El Greco, una paleta de colores muy suaves y un extraño aire de melancolía, como el que se refleja en El triste arlequín, una de sus obras emblemáticas.

El estilo Lladró ha sido, indudablemente, la clave de su éxito, pero tiene tenaces detractores que lo juzgan amanerado y cursi.

A lo largo de la década de 1960 Juan Lladró asumió la dirección, pero, como se venía haciendo desde el comienzo, las decisiones importantes se tomaban de común acuerdo entre los tres hermanos, por lo que resulta aventurado atribuir a uno u otro los aciertos o desaciertos. Dada la complejidad adquirida por la empresa, hubo una división funcional de las responsabilidades y se estableció que la dirección y la presidencia del consejo de administración serían rotativas.

En cualquier caso, tanto el control accionarial como el directivo han permanecido siempre, y por completo, en manos de los fundadores hasta el traspaso de poderes a los hijos, en el año 2003. En este sentido Lladró es uno de los ejemplos más significativos de empresa familiar coronada por el éxito.

La década de 1970 trajo consigo una nueva ampliación de la fábrica, con la construcción de la llamada Ciudad de la Porcelana —un complejo que ocupa 100.000 metros cuadrados—, y la internacionalización de la empresa. La apertura a los mercados exteriores se fue incrementando con rapidez hasta convertirla en la primera empresa exportadora de la Comunidad Valenciana, sólo superada por Ford. En 1990 el 40 por ciento de su producción se exportaba a los Estados Unidos, donde existe un club de coleccionistas de sus piezas con más de cien mil socios, el 23 por ciento a los países europeos, y el 15 por ciento a los países asiáticos a través de una jointventure establecida con la multinacional Mitsui. Sin embargo, la paradoja de las empresas como Lladró es que un excesivo crecimiento las puede perjudicar, ya que devalúa sus productos, que dejan de ser signos de distinción. Para evitarlo se intentó la diversificación, abriendo una línea de piel y marroquinería, que tuvo poco éxito. Tal vez esta experiencia frustrante llevó a rechazar la oferta de adquisición de Loewe y a renunciar a convertirse en una multinacional del lujo, al estilo de LVMH o Puig. En lugar de esto se constituyó Sodigei, sociedad de desarrollo industrial e inversión inmobiliaria, orientando sus inversiones hacia los sectores inmobiliario, agroalimentario y financiero (Banco de Valencia). Juan Lladró ocupó la vicepresidencia de esta entidad y en 2003 le sustituyó una de sus hijas. Al igual que en Lladró S.A., en Sodigei cada uno de los hermanos poseía el 33 por ciento de las acciones.

En el año 2003, a los cuarenta y nueve años de la creación de la empresa, Juan Lladró, junto con sus dos hermanos, José y Vicente, fundadores y propietarios de la empresa, abandonaron los puestos en el consejo de administración, que fueron ocupados por dos hijos de cada uno de ellos, y repartieron la totalidad de las acciones entre los diez hijos. No obstante, conservan el 51 por ciento en usufructo, lo cual les permite seguir manteniendo el control.

Procedente de una familia de labradores de la huerta, y valenciano parlante, Juan Lladró se ha mostrado siempre muy identificado con la tradición popular valenciana y preocupado por preservar su identidad.

Ha apoyado discretamente —y económicamente— la opción política regionalista defendida por el partido Unió Valenciana. Sus simpatías hacia esta tendencia, teñida de un confuso populismo, se han hecho más explícitas en el terreno cultural asumiendo los postulados lingüísticos de la Real Academia de Cultura Valenciana, institución privada de la que es presidente, en abierta oposición a los defendidos por la Academia Valenciana de la Lengua, institución pública de la Generalitat.

Falleció en Valencia el 16 de diciembre de 2017, a la edad de 91 años.

 

Bibl.: VV. AA., El arte de la porcelana, Barcelona, Salvat, 1979; C. Sierra y J. Alfonso, “El imperio de la porcelana”, en Historias de éxito. Empresas y empresarios que saben hacer las cosas, Madrid, El País-Aguilar, 1996, págs. 173-183; R. Reig Armero, “Juan (1926), José (1928) y Vicente (1933) Lladró Dolz”, en E. Torres Villanueva (dir.), Los 100 Empresarios españoles del siglo XX, Madrid, LID Editorial Empresarial, 2000, págs. 518-523.

 

Ramiro Reig Armero