Carrión, Antón de. Carrión de los Condes (Palencia), f. s. xv – Tierrafirme (Perú), m. s. xvi. Soldado de la hueste de Francisco Pizarro, uno de los Trece de la Fama.
Panamá, tierra sofocante, de incesantes lluvias y asediada por nativos hostiles que utilizaban “hierba”, es decir, veneno, en la punta de sus flechas que lanzaban certeramente sobre los castellanos, fue la durísima escuela en la que se forjaron los “baqueanos”, los hombre experimentados que habían aprendido a sobrevivir en las selvas infestadas de toda suerte de alimañas, a cruzar ríos y ciénagas, a descubrir la presencia del enemigo emboscado, gran conocedor de su hábitat. A esta clase de individuos perteneció Antón de Carrión. No se ha podido ubicar la fecha en que llegó a Panamá. Lo cierto es que en 1522 ya estaba allí y era tenido como un soldado con experiencia en la dura lucha por sobrevivir y, acaso, participar en una buena “entrada”. Se sabe con certeza que se enroló en la hueste de Francisco Pizarro y lo acompañó en sus dos primeros viajes de descubrimiento, ambas jornadas durísimas, en las que Antón de Carrión dejó cumplida muestra de su valor y de su capacidad de iniciativa, señalándose con toda justicia en los lances ocurridos en el río San Juan, en la tierra de las Barbacoas y en Atacames.
Fue uno de los empecinados que permaneció junto a Pizarro en la isla del Gallo, tal vez uno de los lugares más inhóspitos del mundo. Aún ahora sólo está habitada por menos de diez familias de pescadores de raza negra, que viven en rústicas cabañas que las protegen de la incesante lluvia que cae en todas las estaciones del año. Antón de Carrión, pues, fue uno de los Trece de la Fama, que de la isla del Gallo pasaron a la isla de la Gorgona, de clima igualmente agresivo, donde los recogió la carabela del piloto Bartolomé Ruiz. Pizarro lo había designado alférez, o sea, el encargado de llevar la real enseña. En este segundo viaje descubrieron “buena tierra e muchas cibdades e pueblos de piedra y almenados e To Readas [sic] a lo que paresció desde el navío [...] a que en algunos [sic] cibdades e puertos della subieron algunos de sus compañeros e truxeron relación de la tierra al capitán [Pizarro] e algunos de los yndios venían a ver el navío [...] e que este testigo [Antón de Carrión] yua por Alférez con su vandera e que saltó en tierra e la vido e que más adelante llegaron a la cibdad de Tumbez que pusieron por nombre Valencia [...] que los dichos yndios de aquella tierra trayan sobre sy mucho oro e Ropas de plata e piedras de valor”.
Hay en estas declaraciones, hechas en una información de servicios, en Panamá en agosto de 1528, un sincero entusiasmo que las penalidades no han logrado eclipsar. Por estos documentos consta que sabía firmar y es posible que tuviera una mediana educación. Lo verdaderamente sorprendente es que Carrión, quien había sido distinguido por Pizarro, cuyo nombre figuró luego entre los Trece de la Fama, que había soportado penalidades sin cuento en los dos primeros viajes de descubrimiento de Pizarro, no estuviera presente en el tercero y definitivo, el del éxito, que lo hubiese podido colmar, merecidamente, de oro y de plata. ¿Qué pasó con Antón de Carrión, el hijodalgo de las frías tierras palentinas? No se sabe. Su nombre desaparece y se pierde, como si ingresara en la espesa y temible selva de Tierrafirme.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Patronato, 150, n. 3-ramo 2.C. A. Romero, Los héroes de la Isla del Gallo, Lima, Imprenta Miranda, 1944; A. de Herrera, Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme de Mar Océano, Buenos Aires, Imprenta Continental, 1945; P. Cieza de León, Crónica del Perú (Tercera Parte), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú-Academia Nacional de la Historia, 1989.
Héctor López Martínez