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Pedro de Candia

Biografía

Candia, Pedro de. Creta (Grecia), 1494 – Campo de batalla de Chupas, Huamanga (Perú), 16.IX.1542. Artillero mayor del Perú y uno de los Trece de la Fama.

Aunque las ordenanzas reales insistían en que sólo podían pasar al Nuevo Mundo súbditos de Castilla, lo cierto es que, en la práctica, aportaron por esas tierras hombres y algunas mujeres nacidos fuera de España, como es el caso de Pedro de Candia, elemento con precoz experiencia en el manejo de toda suerte de armas, explosivos y municiones. Había estado ejerciendo su especialidad en la toma de Orán (actual Argelia), en el asedio de Bugía y también en Trípoli (actual Libia), siempre bajo las órdenes de Pedro de Vera. Asimismo estuvo presente en la famosa batalla de Pavía y ya en la península Ibérica sentó plaza en los Guardas de Castilla. Formó familia en Villalpando pero atraído por las deslumbrantes noticias de las riquezas de las Indias se embarcó con destino a ellas en 1526. Sirvió bajo las órdenes de Pedro de los Ríos, gobernador de Tierra Firme, aunque por poco tiempo, ya que decidió unirse a Diego de Almagro, quien por entonces reclutaba gente para la empresa descubridora del Perú.

Candia aparece ya en el segundo viaje de Pizarro hacia Levante con gran reputación de artillero. Ésta, en razón del territorio que exploraban, servía de poco o nada, pero Candia demostró ser soldado de gran fuerza física, sufridor de trabajos y con mucho ingenio para conseguir comida y otras vituallas entre los indios. Estuvo en Atacames, donde un disparo de una pequeña culebrina, accionada por él, puso en fuga a los belicosos nativos. Más adelante permaneció junto a Francisco Pizarro en la inhóspita isla del Gallo convirtiéndose así en uno de los “Trece de la Fama”.

Junto a Pizarro, en la carabela de Bartolomé Ruiz, siguió avanzando hacia el sur y fue uno de los hombres que desembarcó en Tumbes, donde disparando un arcabuz sobre una tabla, que quedó horadada por el proyectil, ganó la admiración, mezclada con el temor, de los indios. Candia visitó detenidamente Tumbes y es evidente que exageró algo sobre los edificios que había visto. A la postre su relato obró el milagro de infundir ánimo en una hueste desfalleciente. Más aún, Candia pintó sobre una tela, como una suerte de plano, la ciudad de Tumbes.

De regreso a Panamá, fue escogido por Pizarro, junto con Domingo de Soraluce, para que lo acompañaran a España. Candia era un “baqueano”, es decir, con gran experiencia en cosas de Indias, gran facilidad de palabra y simpatía. Estas cualidades debieron influir de un modo u otro para que el 26 de julio de 1529 se firmara la Capitulación de Toledo que permitiría a Pizarro emprender el asalto definitivo en pos del entonces desconocido Tawantinsuyo.

Candia, en la mencionada Capitulación, obtuvo mercedes.

Se le otorgó rango de hidalgo y el título de artillero mayor del Perú, con un estipendio anual de 60.000 maravedís. Asimismo se le nombró regidor de Tumbes y, lo más importante, obtuvo licencia para fabricar piezas de artillería.

Candia volvió a Panamá con Pizarro y estuvo presente en el tercer y definitivo viaje descubridor. Era el encargado de manejar dos falconetes y fabricar y guardar la pólvora. Con la hueste pizarrista estuvo presente en la plaza de Cajamarca el día de la captura del inca Atahualpa (16 de noviembre de 1532). Candia ubicó sus dos falconetes en el cerro hoy llamado Santa Apolonia y, cuando se dio la señal de ataque, los disparó. Sólo uno pudo funcionar y el ruido que hizo ayudó a desconcertar a los indios. El otro falconete se estropeó.

A Pedro de Candia le tocó en el reparto de Cajamarca una gran fortuna: 9.909 pesos de oro y 407 marcos de plata. Fiel a Pizarro, siguió a su lado y en 1534 fue alcalde ordinario del Cuzco, cuya fundación hispana tuvo lugar ese mismo año. Allí recibió dos solares y como fruto de sus amores con una india tuvo un hijo mestizo, que llevó su mismo nombre, y destacó por su temprana corpulencia. Aprendió las primeras letras junto con el Inca Garcilaso de la Vega.

Reiteradas fueron las oportunidades que tuvo Candia de regresar a España y disfrutar allí de su bien ganada riqueza. Las rechazó todas y hundió cada vez más sus raíces en el Perú. Seguía dedicado a lo suyo, la fabricación de armas artilleras y pólvora. Cuando estalló la guerra civil entre Almagro y Pizarro, ambos contendientes lo respetaron. Después, Candia decidió dirigir una “entrada” o expedición en pos del País de Ambaya, que según decían guardaba riquezas extraordinarias.

En esta empresa, a la postre totalmente frustrada, el artillero griego gastó cerca de noventa mil pesos de buen oro y sólo pudo salvar la vida sin obtener un maravedí.

Durante la segunda guerra civil, entre el clan Pizarro y Diego de Almagro el mozo, la posición de Candia fue ambigua. Cierto es que había prosperado a la sombra de Pizarro, pero a causa de agravios supuestos o reales lo llevaron al bando almagrista. Candia secundó a Almagro el mozo cuando éste llegó al Cuzco y recibió la orden de fabricar seis pequeñas culebrinas que se montaron sobre rústicas cureñas de madera. El titubeante griego estaba lleno de escrúpulos.

Le angustiaba aprestar armas que dieran muerte a sus otrora amigos pizarristas. Por eso se dijo, y parece con razón, que las había fabricado defectuosas.

En ese estado de ánimo llegó con la hueste almagrista al campo de batalla de Chupas —cerca de Huamanga— donde se libró una feroz (la palabra no es exagerada) batalla contra los pizarristas (16 de septiembre de 1542). Algunos capitanes almagristas desconfiaron de la lealtad de Candia y le ordenaron cambiar el emplazamiento de la artillería. Al romperse la batalla los tiros artilleros caían detrás de las líneas pizarristas sin causar daño. Sólo un disparo fue acertado. En la desesperación de la derrota presentida, que pronto se convertiría en realidad, el joven Almagro subió a galope tendido hasta la pequeña colina donde estaba apostado Candia y con el rostro descompuesto por la furia lo atravesó a lanzadas al tiempo que le decía: “¡Traidor! ¿Por qué me has vendido?”. Ése fue el desastrado fin del artillero mayor del Perú.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Secc. Patronato, 28 – n.º 1 – Ramo 34, 90 – n.º 1 – Ramo 3, 109 – n.º 1 – Ramo 4.

G. Fernández de Oviedo y Valdez, Historia General y Natural de las Indias, Asunción, Imprenta de la Editorial Guarania, 1944, 14 vols.; A. de Zárate, Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú, Lima, Imprenta Miranda, 1944; A. de Herrera, Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Buenos Aires, Imprenta Continental, 1945; A. Ballesteros y Beretta, Historia de España y su influencia en la historia universal, vol. IV, segunda parte, Barcelona, Salvat Editores, 1949; F. López de Gómara, Historia General de las Indias, Barcelona, Imprenta de Agustín Núñez, 1954; El Inca (G. de la Vega), Los Comentarios Reales de los Incas, Lima, Librería Internacional del Perú, 1960; J. A. del Busto, La Pacificación del Perú, Lima, Librería Studium Editores, 1984; P. Cieza de León, “Guerra de Salinas” y “Guerra de Chupas”, en Guerras Civiles del Perú, Madrid, Librería de la Viuda de Rico, s. f.

 

Héctor López Martínez