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Antonio Estrada González-Guiral

Biografía

Estrada González-Guiral, Antonio. Cádiz, 21.III.1798 – Madrid, 31.VII.1869. Teniente general de la Armada y ministro de Marina.

Hijo de Nicolás de Estrada y Posada, de Peón (Asturias), teniente general de la Armada, y de Josefa González Guiral, de Cádiz. Su infancia transcurre en un ambiente familiar militar en el que varios miembros alcanzan las más altas graduaciones en la Marina. Sin haber cumplido los catorce años de edad, sienta plaza de guardia marina (28 de septiembre de 1811) en el Departamento Marítimo de Cartagena (dos años después de su hermano José) y por Real Orden (RO) pasa a continuar sus estudios en Cádiz. Una vez examinado y aprobado embarca en la fragata Prueba y después en el navío San Pablo, con el que hizo un viaje redondo a Montevideo (1814). Asciende a alférez de fragata en el mismo año y embarcado en la fragata Sabina sale para la América septentrional escoltando un convoy (1815), y regresa a la Península procedente de Veracruz y La Habana (1816) con frutos y caudales.

Al año siguiente hace de nuevo la misma comisión para esa zona escoltando dieciocho buques con tropas.

Durante su estancia en Veracruz recibe aviso del virrey de Nueva España, Juan Ruiz de Apodaca, de hallarse en Galveston el insurgente Mina organizando una escuadrilla y otros elementos para la insurrección.

La Sabina, acompañada de las goletas Proserpina y Belona, se puso a cruzar al norte de Tampico hasta que el 17 de mayo avistaron a esta escuadrilla (una fragata Cleopatra, de seis obuses, un bergantín Neptuno, de doce piezas, y una goleta) en la barra de Santander o Soto de la Marina, fondeada cerca de la playa y apoyada por una batería de seis cañones contigua a esta barra. Al presentarse la escuadrilla, se da a la vela la goleta enemiga y es perseguida por la Belona y la Proserpina, mientras la Sabina se dirige resueltamente hacia los otros dos buques. A los primeros disparos el bergantín picó el cable y fue a varar a la playa; la fragata quiso seguir su ejemplo al ver volar en tierra un polvorín por una granada de la Sabina, pero los botes de ésta se lo impidieron, abordándola sin resistencia y sacándola fuera de tiro, mientras otros prendían fuego al bergantín varado. Con esta operación se destruyeron los recursos de Mina, ya que la goleta pudo escapar gracias a su poco calado. Al día siguiente se levantó un temporal que impidió conservar la presa por el mal estado en que estaba, así que fue incendiada con todo lo que contenía (vestidos, armas, municiones, pertrechos, carne y harina y papeles de gran importancia). A propuesta de su comandante, el brigadier Francisco Beránger, recibió Estrada como premio un escudo de distinción, concedido por el virrey de Méjico y aprobado por Su Majestad, con el lema “Al importante servicio en Soto la Marina”. En octubre entraba en el puerto de Cádiz llevando caudales y frutas de aquellos dominios (1817). Al año siguiente deja la Sabina para embarcar en la fragata Pronta, con la que hizo algunas salidas de vigilancia (1819); en ella asciende a alférez de navío ese año y sale para América escoltando un convoy, y allí toma parte en varias acciones contra los revolucionarios mandando una lancha cañonera. Vuelve a Cádiz (1821) y después de hacer otras escoltas, desembarca para disfrutar de la Real licencia, pero no hizo uso de ella.

Al término del segundo decenio del siglo xix el descontento en España por la situación política y económica era evidente en todos los ámbitos. Los motivos de queja habían hecho mella especialmente en el seno del Ejército. En realidad comenzó a dar señales de descomposición desde 1822, año de alarma sobre las causas por las que se regía el desarrollo español, proponiendo las grandes potencias retirar sus embajadores y romper relaciones diplomáticas si la Constitución de Cádiz no se modificaba o restringía. Este desafío, que determinó la intervención militar, y la falta de habilidad del Gobierno de Evaristo San Miguel, significaron el golpe de gracia para el nuevo régimen. La guerrilla realista actuaba a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Así, el 7 de abril de 1823 fuerzas francesas popularmente llamadas Los Cien Mil Hijos de San Luis, cruzaron el Bidasoa a las órdenes de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, a las que se unieron unidades realistas españolas. Los franceses no encontraron resistencia en su progresión hacia Madrid, y luego hacia Sevilla y Cádiz, donde estaban la Familia Real y el Gobierno. Ferrol se rindió sin condiciones el 14 de julio; La Coruña fue bloqueada y tomada por las fuerzas navales francesas del almirante Temis con la cooperación del bergantín español Vengador y de dos lanchas cañoneras. Cádiz se convirtió en el único punto de resistencia. El vicealmirante Des Rotours mandaba la escuadra del Mediterráneo.

Nuevos embarcos llevan a Estrada a la goleta Roncalesa y luego al bergantín Vengador, que se desarma en Ferrol (1823) cuando la plaza está a punto de entregarse a los franceses. Huido de esta suerte, solicitó permiso para trasladarse a Cádiz en la fragata mercante Riego, pero la escuadra francesa de bloqueo de este puerto le impidió la entrada y todos los pasajeros fueron conducidos al buque insignia para ser examinados por una junta. Aunque su apellido pareció sospechoso, como llevaba pasaporte civil nada pudieron hacer y fue devuelto a la fragata, mientras los reconocidos como militares o funcionarios públicos quedaron detenidos. Desembarcó en Gibraltar y salió de pasaje en un falucho valenciano con cargamento de trigo que se proponía forzar el bloqueo por el caño de Sancti Petri navegando de noche. Como el patrón no conocía muy bien aquella zona de bajos, varó el falucho en uno de ellos, produciéndose una vía de agua que de no haber sido contenida por el trigo que llevaba en la bodega se hubiera ido a pique. Consiguió burlar el bloqueo y tomar la boca de aquel caño a tiempo, porque el grano al hincharse estaba a punto de reventar la cubierta. A su llegada se le dio inmediatamente el mando de una lancha cañonera con la que asistió a varias acciones durante el tiempo que duró el sitio de Cádiz. Pasa entonces al bergantín Aquiles, con el que viaja al Pacífico tocando los puertos de Egmont (Malvinas), San Carlos (Chiloé) y El Callao de Lima (1824). Allí, envuelto en penalidades y privaciones, tomó parte en el combate contra la escuadrilla chileno-peruana, del que salió con algunas averías, un muerto y tres heridos; colaboró asimismo al levantamiento del bloqueo de El Callao de Lima y en las demás operaciones hasta su retirada de aquellas costas.

Navega de subalterno por el Océano y por el golfo de Méjico durante la campaña desplegada con motivo de la independencia de aquel país, habiendo embarcado en numerosos buques. A primeros del año siguiente, sale de las costas de Perú fondeando en Las Marianas, donde en el puerto de Omata se subleva la tripulación del buque, por cuya razón, dejando el barco en manos de los insurrectos o disidentes de Méjico se dirige a Manila en un ballenero inglés, y de allí a Cádiz en una fragata mercante española (1825). Su destino siguiente fue el de ayudante del Arsenal de La Carraca (Cádiz), pero a los pocos días cesó en él y embarcó en el bergantín Diligente, haciéndose cargo de su mando.

Por esas fechas se aprobó su purificación y, posteriormente, ascendió a teniente de navío graduado (12 de marzo de 1826). En enero siguiente desembarcó por enfermo y en mayo se resolvió a su favor la causa que se le había formado por la sublevación habida en el bergantín Aquiles en marzo de 1825, quedando libre de todo cargo y “debiendo gozar del buen concepto que ha merecido”. En agosto se le nombra ayudante interino de la capitanía de puerto, donde asciende a teniente de navío efectivo (diciembre de 1827). En julio de 1929 embarca en la fragata Perla y cesa a primeros de mayo siguiente para pasar de ayudante del arsenal, embarcando en el bergantín Realista (1830).

Por una Real Orden (18 de mayo de 1830) manda Su Majestad “que se le den las gracias a este oficial como perteneciente a la fragata Perla por la eficacia con que cooperó a apagar el incendio ocurrido en Tenerife durante su permanencia en aquel puerto”.

Durante este año y el siguiente desempeña varias comisiones con su barco tocando Mahón y Barcelona, hasta que desembarca y es nombrado ayudante del arsenal (3 de mayo de 1831). Los años siguientes los pasa entre el arsenal y la capitanía del puerto de Cádiz, hasta que se hizo cargo del mando de la goleta Mahonesa (1834), armada con diez cañones de a 12, con la que viajó a Vigo, punto de destino, y allí se incorporó a la división del mando del capitán de navío José del Río Eligio, división que había sido formada en el golfo de Vizcaya para interceptar los recursos enviados desde el extranjero al Pretendiente; luego estuvo de vigilancia de la frontera de Portugal; y por último, se trasladó a las costas de Cataluña, donde se esperaba un desembarco de Miguel de Braganza y los buques contrabandistas que enviaban frecuentemente con pertrechos y armas desde Italia y, principalmente desde Cerdeña, los adeptos a la causa de don Carlos.

Luego pasó a cruzar desde el cabo San Vicente al río Guadiana, dirigiéndose desde aquí a Lisboa. Vuelta a Cádiz y de nuevo a Lisboa, desde donde salió para Barcelona a desempeñar cruceros y comisiones por las costas catalanas y a llevar mil fusiles a Mallorca.

Por dos veces navegó por las costas de Francia e Italia, entrando en los puertos de Marsella, Niza, Génova, Portofino y La Spezia. Continuó con las comisiones en las costas del principado y en las Baleares, y en una de ellas, con una estratagema, salvó a la población de Palamós de caer en manos de una partida carlista que hostigaba la ciudad, desembarcando parte de la dotación para intervenir en su defensa. Dejó el barco en Cartagena para su desarme (26 de junio de 1837) dirigiéndose a Cádiz.

En febrero de 1838 se le concedió el mando del bergantín Jasón con el que partió para La Habana, donde entró ya de capitán de fragata (19 de marzo de 1838), y allí le tocó de navegar por el mar de las Antillas. Hizo varios cruceros en Puerto Rico y en Cuba y otras comisiones y viajes. Entre ellos uno a Veracruz para llevar al ministro plenipotenciario cerca de la república mejicana Ángel Calderón de la Barca, primero que representó a España en el territorio que antes fuera una de sus provincias. En agosto de 1841 desembarcó y pasó al Depósito de la Escuadra, y en diciembre, cumplido el período de mando, fue pasaportado para su departamento, al que llegó en enero de 1842 procedente de La Habana. En octubre se encargó de la segunda comandancia del arsenal de La Carraca. Mientras se encontraba sin destino tuvieron lugar los acontecimientos políticos de 1843 (pronunciamiento contra el regente Espartero y llegada al poder de Narváez); huyó de Cádiz junto con otros jefes y oficiales, rehusando el empleo de capitán de navío que le ofreció la Junta Provisional, y se dirigió a Valencia en el vapor Península. Volvió a Cádiz, pasando por Madrid, a consecuencia del manifiesto dado el 28 de junio por el general Serrano como ministro universal; cuando fue expulsado de España el regente, volvió a su departamento y allí fue promovido por el Gobierno provisional a capitán de navío sin antigüedad ni sueldo hasta entrar en número por riguroso escalafón (9 de septiembre de 1843); días más tarde se confirma su empleo y pasa a la situación de supernumerario hasta que el primero de diciembre se le nombra capitán del puerto de Cádiz interino.

Poco le duró este destino, ya que a primeros de febrero siguiente se le da el mando de la fragata Perla, de cuarenta y dos cañones, a la que lleva hasta Ferrol para realizar un plan de obras. A primeros de octubre recibe órdenes de presentarse inmediatamente en aquella ciudad para cooperar a la pronta conclusión de las obras. Terminadas éstas, se hace a la vela para Montevideo (11 de julio de 1845) en conserva del bergantín Héroe, de doce cañones, conduciendo al ministro plenipotenciario para aquella república Carlos Creus y su familia; y después de cuarenta y seis días de navegación, de los que trece lo fueron con vientos duros que afectaron principalmente al Héroe, el cual hacía dos pulgadas de agua por hora, fondean en Río de Janeiro, y, luego en Montevideo (20 de octubre de 1845). Ambos buques iban a estrenarse como fuerzas permanentes cuando Argentina y Uruguay eran campo de guerra abierta entre los unitarios y “colorados” o entre federales y “blancos”. Hacía veinte años sin que el pabellón nacional se viera en el Río de la Plata. La capital uruguaya vivía momentos difíciles asediada por las fuerzas del general Manual Oribe. Su población era una mezcla de gentes de distinta procedencia; había también una legión francesa y otra italiana al mando de Giuseppe Garibaldi; batallones de vascos y de otras regiones de España al lado del Gobierno de Montevideo. En la rada fondeaban modernos buques de guerra británicos y franceses que bloqueaban a la confederación argentina. Frente a ellos, con ánimo de no desmerecer, nuestros barcos, de buen porte pero anticuados. A todo esto aparece el general uruguayo Fructuoso Rivera, que desobedeciendo a su Gobierno había tomado pasaje en Río de Janeiro en el bergantín español Fomento, y toma asilo en la fragata Perla. Su Majestad aprueba la conducta enérgica y decorosa de Estrada observada con el general del partido “colorado”, a quien acoge y protege a bordo durante las revueltas que motivaron la presencia de nuestro pabellón en aquellas aguas. Se constituye la primera estación naval española en el Plata y toma el mando el capitán de navío Antonio Estrada. Asciende a brigadier en 1846. Su Majestad manifiesta que se le haga saber lo satisfecha que está por este servicio y por los demás que se le han presentado en la comisión que motiva su estancia en el Río de la Plata. Le releva en la Estación Naval José María Quesada, que llega en la fragata Cortés en enero, 1848.

En febrero de este año dio de nuevo la vela para La Habana, pasando por Santa Catalina, pero en junio deja el mando por estar cumplido y pasa al Depósito del pontón Marte. Hace un viaje a Batabanó por disposición del comandante general del apostadero para pasar una revista de inspección a la goleta Habanera (14 de abril de 1849) y en mayo obtiene el pasaporte para regresar a la Península vía Norteamérica e Inglaterra con objeto de observar el estado en que se encuentran los arsenales y demás establecimientos marítimos de aquellos países. Luego, desde París solicita una licencia de cuatro meses, que se le prorroga en diciembre por dos meses más.

Estrada llega a la Corte en mayo de 1850, y en abril se decide que desempeñe el cargo de vocal de la Junta Consultiva de la Armada en ausencia del jefe de escuadra Antonio Doral. También en este mes se le concede la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo (13 de abril de 1850). Pero al mes siguiente (28 de mayo de 1850) se le nombra comandante general de los buques guardacostas de la Península e islas adyacentes, con objeto de organizarlos para perseguir el contrabando en gran escala que se hacía desde la plaza de Gibraltar; se dirige a Cádiz para tomar posesión de destino. Desde ese momento hasta finalizar el año 1852, se dedica a pasar revista a los diferentes buques y apostaderos de la costa: recorrió incesantemente Cartagena, Alicante, Barcelona, Mallorca, Mahón, Los Alfaques, Málaga, Águilas, Algeciras y Ayamonte. El 5 de agosto de 1852 varó con el Vulcano entrando de noche en la ría de Vigo. Aquí Estrada tuvo ocasión de mostrar sus conocimientos marineros, ya que siendo el buque de casco de hierro y habiendo tropezado con una piedra que le torció la roda, lo varó de proa en la playa y con una fragua preparada allí mismo reconstruyó la roda y reemplazó las planchas afectadas, trabajo de mucho mérito y dificultad en aquellas circunstancias. Este mérito fue reconocido por el ministro de Marina, el conde de Mirasol, quien lo propuso a la Reina para el ascenso a jefe de escuadra. De la varada sale libre de todo cargo (1853).

Cesa en este destino al ascender a jefe de escuadra (20 de enero de 1853) y se le concede la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, pensionada, con antigüedad de 19 de enero de 1852.

Se le concede asimismo la Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica (2 de marzo de 1852). En junio se le nombra jefe de la comisión encargada del recuento de maderas del Arsenal de La Carraca. Al año siguiente (9 de marzo de 1854) es nombrado comandante general del Departamento de Ferrol y allí se dirige desde Cádiz en el vapor León; mas, en 1855 buscó en su estado de salud un motivo decoroso para dejarlo; pero al no admitírsele la dimisión por la utilidad que reportaba su servicio, solicitó licencia, y le fue concedida esta vez, para tomar los baños sulfurosos en Francia. Cesó en el mando del Departamento, mando que volvió a tomar a su regreso (3 de octubre de 1855), hasta que en 1856 se hace cargo de la Comandancia General de los cuerpos de artillería e infantería de Marina. Con el cambio de política y de Gobierno toma el mando de la Comandancia General del Apostadero de La Habana (1857) en un momento en que había contraído matrimonio con María de Loresecha. Allí estuvo durante tres años, tranquilo y feliz, sin ser perturbado por ningún acontecimiento importante hasta que se le nombra capitán general de Cartagena (19 de abril de 1860) en relevo del de igual empleo Joaquín Gutiérrez de Rubalcava y Casal. Durante su estancia se instaló un reloj en la torre de la puerta de entrada del arsenal. Allí asciende a teniente general (28 de agosto de 1863) por un aumento de la plantilla de los oficiales generales, y es nombrado senador del reino (30 de diciembre de 1864).

A raíz de las sangrientas ocurrencias en Madrid fue nombrado presidente de la Junta Consultiva y Directiva de la Armada (1867) por cuyo motivo tomó asiento como senador del reino con un nombramiento que había recibido dos años antes. Ni tenía adscripción política alguna ni le gustaba esa actividad; así que rechazó en un primer momento el cargo de ministro de Marina que le ofreció el Gobierno presidido por González Bravo, pero lo aceptó por intercesión del capitán general José Gutiérrez de la Concha en el último gobierno de Isabel II, al producirse los sucesos revolucionarios de Cádiz en septiembre de 1868. Su devoción por Isabel II le condujo al retiro tras el derrocamiento de la Soberana, dedicándose a su familia y a la educación de sus hijos. Falleció de enfermedad natural, todavía ágil y fuerte para servir muchos años, siendo teniente general de la Armada. Fue oficiado un funeral de cuerpo presente en la iglesia de San Miguel el 1 de agosto y por expreso deseo no se le tributaron honores de ninguna clase.

El general Estrada era de corta estatura, aspecto agradable, tez morena y cabello blanco. Vestía con esmero y llevaba el aseo personal hasta el extremo. De carácter independiente y de una gran firmeza, pero benévolo, desprendido y leal; afable con todos y merecedor de aprecio y respeto. A su marcha de la estación Naval del Río de la Plata los titulares de las principales casas de comercio de la ciudad le expresaban, entre otras cosas, “Al retirarse V. S. de las aguas del Plata debe llevar consigo la grata convicción de haber hecho servicios importantes a la patria, de haberle dado nuevos días de gloria y de haber hecho lucir a dos mil leguas de distancia los hermosos colores de Castilla, gloriosos y radiantes, como en sus tiempos más felices.” En el periódico El Comercio de la Plata (n.º 687) se pudo leer, entre otras cosas lo que sigue: “Otra vez lo hemos dicho, y lo repetimos ahora: el jefe y oficiales de La Perla no dejan un recuerdo que no sea honroso, digno de ellos y del noble carácter que siempre distinguió al pueblo al que debemos nuestro origen. En cuanto a la conducta pública del brigadier Estrada en circunstancias que tanto han tenido para él de vidriosas, nos complacemos en reconocerla como la más prudente y mesurada”. Y con ocasión de la varada del Vulcano en la ría de Vigo, el ministro de Marina, conde de Mirasol, se dirigía a la Reina en los términos siguientes: “Señora: son tan relevantes los servicios del brigadier de la Armada D. Antonio Estrada, que me ha parecido oportuno proponerlo para el ascenso a su inmediato empleo de jefe de escuadra con preferencia a otro jefe que le precede en antigüedad. Las razones que tengo para ello son las de su mayor aptitud, contar cuarenta y un años de servicio efectivo, haber navegado por todos los mares y mandado toda clase de buques, desde la goleta hasta la fragata; en que siendo comandante de la división española en Buenos Aires hizo respetar el pabellón de Castilla, manifestó firmeza de carácter y una lealtad decidida. Y por último que lleva más de dos años desempeñando el destino de comandante general de Guardacostas, y con su tacto y conocimientos ha moralizado y regulado este servicio de una manera útil para el erario y honrosa para él”.

Durante su estancia en La Habana, el general Estrada ofreció otro aspecto de su carácter, ya que en las importantes presas que hacía persiguiendo el tráfico de esclavos, cedió siempre su parte de beneficio a favor de las tripulaciones.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Secc. Oficiales de Guerra, leg. 620/377; Archivo Histórico del Senado, exp. personal del senador vitalicio D. Antonio Estrada y González-Guiral, sig. HIS-0156-04; Gaceta de Madrid, n.º 110, 19 de abril de 1860; n.º 237, 25 de agosto de 1863; n.º 266, 22 de septiembre de 1868.

C. Fernández Duro, “Necrología: El Excmo. Sr. Vicealmirante D. Antonio Estrada G. Guiral”, en La Voz de Cuba (La Habana) (1869); M. A. Marco, La Armada Española en el Plata (1845-1900), Argentina, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Rosario, 1881; Catálogo del Museo Naval de la Armada, Madrid, Museo Naval, 1919, pág. 172; R. de la Guardia, Datos para un Cronicón, Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1935; D. de la Válgoma y el barón de Finestrat, Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, t. 5, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1954; Revista General de Marina (RGM), t. 202 (enero-junio, 1982), pág. 108; F. de Bordejé y Morencos, Crónica de la Marina española en el siglo xix, 1800-1868, t. I, Madrid, Editorial Naval, 1993.

 

José Antonio Ocampo Aneiros

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