Ayuda

Pedro Antonio de Acuña Quadros

Biografía

Acuña Quadros, Pedro Antonio. Baeza (Jaén), 13.III.1786 – Andújar (Jaén), 9.I.1850. Ministro y presidente de las Cortes.

El linaje originario del apellido Acuña tuvo su primitivo solar en la ciudad de Tuy (Pontevedra). De ahí pasó a Portugal y Castilla, difundiéndose por ambos territorios. De esta última extensión proviene el que se asentó en Baeza (Jaén) que, contando con una importante fortuna procedente de vinculaciones y señoríos, fue con el que entroncó Pedro Antonio Acuña Quadros. Hijo primogénito de los vecinos de este municipio Juan Plácido Acuña Ortiz y María Florencia Quadros Alonso, cuyos abuelos paternos fueron Pedro Manuel Acuña Valenzuela, señor de la Torre de Valenzuela y caballero de la Orden de Calatrava, y Antonia Ortiz Cevallos, señora de la Casa de Sarigache de Gordejuela (Vizcaya), y los maternos, Antonio Joaquín Quadros Herrera, señor de Aldeanueva de Figueroa y maestrante de Granada, y Vicenta de Alonso Quintana.

La ribera jienense del Guadalquivir, donde creció ese árbol genealógico, fue el espacio en el que se desarrollaron los actos vitales fundamentales de la biografía de Pedro Antonio Acuña. Así, en Baeza, en el colegio de los padres escolapios, cursó la educación primaria y, tras concluir la secundaria en el de Archidona (Málaga), en su Universidad realizó los estudios superiores. En Arjona, en abril de 1806 contrajo matrimonio con la hija de Luis Colmaestra y Elena Navarro, Francisca Paula. Y, en Andújar, donde fijó la residencia familiar, en noviembre de 1810 nació su único hijo, Luis, y en el cementerio general fue sepultado el 10 de enero de 1850, una vez celebrado el “funeral solemne de Universidad conforme a su clase”.

Aquí concluyó la vida de Pedro Antonio Acuña, cuya actividad política nacional, vinculada al liberalismo progresista, se desplegó durante la década de las regencias de María Cristina y Baldomero Espartero.

Se inició con la Monarquía constitucional abierta con el Estatuto Real, formando parte del Estamento de procuradores, ocupando una de las plazas vacantes de la provincia de Jaén para la que resultó elegido a finales de octubre de 1834. En esta cámara se situó en la oposición exaltada al régimen y al conservadurismo gobernante, pero sobre todo fuera de ella, como uno de los miembros destacados de la titulada Junta central andaluza de Andújar, promovida por los condes de Donadio y de Las Navas. Esta Junta, la más radical establecida durante el proceso revolucionario que a mediados de septiembre de 1835 aupó al poder al líder progresista Juan Álvarez Mendizábal, prolongó su existencia durante un mes más, hasta que finalmente se alcanzó un acuerdo, en el que Pedro Antonio Acuña intervino como representante de una de las partes.

Conseguido en gran medida con el mismo el acomodo de la opinión exaltada dentro del progresismo templado, este terrateniente jienense se sumó a las filas mendizabalistas. Así, respaldó el voto de confianza solicitado en diciembre por el promotor de la desamortización eclesiástica y, después de volver a ser elegido en febrero de 1836 procurador de nuevo por Jaén, se enfrentó a la sustitución en mayo del ejecutivo de Juan Álvarez Mendizábal por el moderado de Francisco Javier Istúriz, sumándose al voto de censura contra éste aprobado por la cámara.

Como es sabido, el apoyo de la regente al mencionado gobierno conservador, confiriéndole el decreto de disolución, acabó ocasionando un nuevo desarrollo revolucionario que, contando con el progresismo como principal animador, concluyó en agosto con el restablecimiento provisional de la Constitución de 1812.

Con la nueva situación entonces inaugurada se abrió el tiempo que significó para Pedro Antonio Acuña el apogeo de su carrera política. Éste se asentó en la elección en octubre de 1836 como diputado por Jaén a las Cortes Constituyentes. En ellas, además de ocupar la vicepresidencia y presidencia, respectivamente, en marzo y abril de 1837, formó parte de la comisión constitucional con la ampliación de sus miembros efectuada en el mes de noviembre anterior. La defensa que aquí realizó del robustecimiento del poder de la Corona y, en la discusión sobre la normativa electoral (cuyo proyecto también elaboró la misma comisión) del sistema de elección directa, fueron la expresión de su definitiva adhesión a la conversión del progresismo en un “liberalismo respetable”, mediante el abandono de parte de ideario radical “doceañista” y la asunción de principios del doctrinarismo moderado.

Por ello, Pedro Antonio Acuña no participó sólo en la articulación de la Constitución “transaccional” de 18 de junio de 1837, que sustituía a la restaurada, y en la ley electoral del día 20 de mes siguiente, que ampliaba considerablemente el cuerpo electoral, sino también en su implementación como ministro de la Gobernación. Así, reemplazando en esta responsabilidad a Pío Pita Pizarro, el 9 de julio se integró en el Gabinete presidido por el progresista José María Calatrava.

La aplicación por primera vez de esa normativa electoral fue la labor fundamental que tuvo que desarrollar.

Y a ello se prestó con suma celeridad, ya que, anticipándose en cinco días a la promulgación de la misma y de la convocatoria de los comicios legislativos, el 15 de julio emitió una circular a los jefes políticos en la que, por un lado, considerando la nueva Constitución un centro, un punto de reunión de los liberales, les encomendaba “hacer que se observara y cumpliera no sólo en su letra, sino en su espíritu y tendencia”, a la par que tomarla como pauta de su gestión, “obrando con justicia”: “no conocerán partidos —les subrayaba—, distinguirán sólo entre las acciones de sus administrados”. En esta misma línea se enmarcan, por otro lado, las prevenciones que les instruía con relación a los comicios legislativos, conformando con ello uno de esos raros ejemplos de la historia constitucional decimonónica, en los que el ejecutivo sinceramente persigue la mayor imparcialidad posible en la contienda electoral: “Bajo la responsabilidad de V. S. —señalaba— está la completa libertad y absoluta independencia de los electores.

A. V. S. corresponde no sólo respetarlas, sino protegerlas, garantizarlas y asegurar su acción. A este fin hará V. S. [...] que se verifiquen con escrupulosa pureza las operaciones electorales [...] y perseguirá con mano vigorosa todo impulso ilegal que quiera darse a la elección, en cualquier sentido que sea, por manejos, fraudes, amaños o coacción”. Además de esta circular, Pedro Antonio Acuña también convocó a las Diputaciones provinciales para la confección de las listas y delimitación de los distritos, y estableció el calendario electoral, fijando el 4 de octubre la fecha para el escrutinio general.

Con todo, como ministro de la Gobernación no conoció los resultados electorales porque el Gobierno del que formaba parte por una suma de causas, entre las que se encontraban los reveses de la Guerra Carlista y la expedición real, los apuros financieros, las disensiones dentro del progresismo, la oposición de los moderados con el respaldo de la regente y finalmente la sublevación de los oficiales de la brigada Van Halen que exigían la sustitución del Gabinete, cayó el 18 de agosto de 1837. De esta manera, Pedro Antonio Acuña fue titular de la Gobernación durante un mes y nueve días. Tiempo muy similar al que estuvieron Diego Antonio González Alonso y Rafael Pérez Rubio, sus sucesores al frente de esa cartera en el inmediato ejecutivo presidido por Eusebio Bardají y Azara, que se encargaron de concluir el trabajo electoral. Esta sucesión de ministros y las anteriores circunstancias, unidas al comportamiento neutral de las autoridades y a la mejor organización de los moderados facilitaron el triunfo rotundo de éstos en los comicios.

Lógicamente, la derrota de los progresistas afectó a Pedro Antonio Acuña, si bien parcialmente, ya que no pudo lograr por “su distrito” escaño en propiedad en el Congreso, pero sí en el Senado. Aquí se mantuvo durante una legislatura, interviniendo escasamente en sus sesiones. Pues bien, desplazado de esta cámara con la ofensiva moderada que, contando con el apoyo de la reina gobernadora y mediante la modificación del sistema político, buscaba la exclusividad en el poder, Pedro Antonio Acuña se sumó a la contraofensiva progresista. Así, asumió la presidencia de la Junta de Jaén establecida durante el movimiento revolucionario que, desarrollado durante el verano de 1840, provocó el traslado de la Regencia de María Cristina a Baldomero Espartero, abriendo un trienio de dominio del liberalismo avanzado.

A lo largo de esta etapa, Pedro Antonio Acuña, estrechamente vinculado al progresismo gobernante, logró una importante posición política. Así, en las elecciones legislativas de febrero de 1841 consiguió, naturalmente por Jaén, las actas tanto de senador como de diputado. Optando por ésta, en el primer período de sesiones ocupó la primera vicepresidencia y formó parte, entre otras, de la comisión sobre las medidas para la elección de la Regencia. Apostando por la regencia trina, sin embargo, triunfante la unitaria en manos de ese general, le apoyó y, en gran medida en razón a ello, en el siguiente período de sesiones obtuvo la presidencia de la cámara. En calidad de tal participó, junto al presidente del Senado, conde de Almodóvar, en las consultas que efectuó el regente para formar Ministerio tras la dimisión en junio de 1842 del Gobierno de Antonio González como consecuencia del voto de censura del Congreso; y, además, todo lo señala, que sus indicaciones fueron asumidas, ya que el primero de la terna presentada, el general José Ramón Rodil, asumió la responsabilidad ejecutiva.

No parece que esta opción fuera la más acertada, ya que, careciendo de apoyos parlamentarios, el regente en enero de 1843 tuvo que disolver las Cortes. Pues bien, en el proceso de división del progresismo y de creciente oposición al autoritarismo de Baldomero Espartero y sus gobiernos, Pedro Antonio Acuña le mantuvo la fidelidad. Así, representando a sus seguidores en las elecciones de marzo obtuvo la plaza de senador que se puso en liza en Jaén para reemplazar al marqués de Falces y en la cámara en mayo, tras la renuncia de Joaquín María Ferrer, asumió la segunda vicepresidencia. De esta manera, encontrándose en la oposición al antiesparterismo dominante, no se sumó a la movilización revolucionaria de amplio espectro que en julio puso fin a la Regencia del duque de la Victoria.

El siguiente período que acompañó al inicio del reinado efectivo de Isabel II de férrea afirmación de los moderados en poder, alejó definitivamente a Pedro Antonio Acuña de la esfera política nacional. Desde entonces, estuvo retirado en Andújar, disfrutando de la pensión pública anual de 30.000 reales conferida en 1837 y de las rentas de sus propiedades agrarias que en 1843 le producían la nada desdeñable cantidad de 91.160 reales. Renta esta que con las propiedades de las que provenía pasaron, tras su muerte el 9 de enero de 1850, a su único hijo, Luis.

 

Bibl.: F. Caballero, Fisonomía natural y política de los procuradores en las Cortes de 1834, 1835 y 1836 por un asistente diario a las tribunas, Madrid, Imprenta de Ignacio de Boix, 1836, pág. 88; L. Solis y Manso, “Biografía del Excmo. Señor Don Pedro Antonio de Acuña y Cuadros”, en M. Ovilo y Otero (dir.), Historia de las Cortes de España y biografías de todos los Diputados y Senadores más notables contemporáneos, t. I, Madrid, Imprenta D. B. González, 1849, págs. 183-190; Anónimo, Los Ministros en España desde 1800 a 1869. Historia contemporánea por Uno que siendo español no cobra del presupuesto, vol. III, Madrid, J. Castro y Compañía, 1869-1870, pág. 378; A. y A. García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, t. III, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo-Litografía Fortuny, 1920, págs. 191-205; P. Janke, Mendizábal y la instauración de la Monarquía constitucional en España (1790-1853), Madrid, Siglo xxi, 1974; J. I. Cases Méndez, “La elección de 22 de septiembre de 1837”, en Revista de Estudios Políticos, 22 (1977), págs. 167-215; I. Burdiel, La política de los notables. Moderados y avanzados durante el Régimen del Estatuto Real (1834-36), Valencia, Edicions Alfons el Magnànim/Institució Valenciana D’Estudis i Investigació, 1987.

 

Javier Pérez Núñez

Personajes similares