López de Ayerbe, Sancho. Galeriana (Huesca), ú. t. s. XIII – Tarragona, 21-22.VIII.1357. Religioso franciscano (OFM), obispo, teólogo, confesor y consejero real.
La noticia de su nacimiento procede del testimonio de fray Tomás Jordán —de quien existen indicios fundados que pudo haberlo conocido— en su obra Historia del convento de San Francisco de Zaragoza. Fue biznieto de Jaime I el Conquistador y de Teresa Gil de Vidaurre, teniéndose por legítima su descendencia, adoptando su apellido del señorío y la baronía de Eyerbe.
Tomó el hábito de San Francisco en el monasterio conventual que la Orden tenía en Zaragoza en torno al año 1315. Fiel observante de la regla de su Instituto, célebre predicador y maestro en Teología, disciplina que impartió como lector durante largo tiempo en la iglesia metropolitana de San Salvador de aquella ciudad. Como indica Hebrera en su Crónica del Reyno y Santa Provincia de Aragón de la Regular Observancia de San Francisco, era persona muy consultada por las distintas autoridades regnícolas. En 1329 era guardián del convento de Zaragoza, donde fue acusado de predicar ideas de los espirituales, de lo que hubo de retractarse.
Ejerció un poderoso influjo sobre la Corona en calidad de confesor del rey Alfonso IV de Aragón (de quien, según el padre Hebrera, sería confesor), procurando sus cuidados espirituales también a sus hijos, incluyendo al futuro Pedro IV, quien siempre le profesó contrastado respeto y aprecio. Cuando Alfonso IV falleció en 1336, su hijo se encontraba hospedado en el convento franciscano de Zaragoza y allí se celebraron las exequias por el rey difunto, donde pronunció un sermón fray Sancho López de Ayerbe. El padre Hebrera señala que fray Sancho ya era confesor, maestro y procurador de Pedro IV cuando todavía era infante, y subraya la relación filial que tenía con el futuro monarca.
En 1337 Pedro IV lo menciona como su confesor en un documento, donde manifiesta su enojo porque fray Sancho ha sido ultrajado en su honor por el desacato en que unos franciscanos de Valencia han incurrido ante una orden suya. Cumplió en torno a 1338 una encomienda regia en calidad de embajador en la Corte papal de Benedicto XII en Aviñón (Francia), cumpliéndola a plena satisfacción. A su regreso ocupó el cargo de guardián del convento de San Francisco de Zaragoza, incrementando notablemente sus ingresos. Es muy probable que desempeñara el cargo de ministro provincial. Además de confesor de Pedro IV se dedicó también a la instrucción de los hijos del rey y de su hermano Jaime, conde de Urgel. Este debió de guardarle gran afecto, ya que envió una queja al papa cuando, en 1343, fray Sancho fue llamado a Roma a compadecer sobre ciertos asuntos, quizá referidos a los conflictos entre Aragón y Mallorca.
El 5 de diciembre de 1343 fue elegido obispo de Tarazona, a pesar de que rehusara en primera instancia el nombramiento efectuado por el papa Clemente VI, que no atendió a sus ruegos en la Corte aviñonense. Durante este tiempo siguió siendo confesor del rey y formaba parte de su consejo, y acudió en varias ocasiones a acompañar al rey en momentos importantes, como el conflicto con el rey de Mallorca o la enfermedad de la reina María, convaleciente en Poblet. En su estancia en la capital del Queiles, en la que permaneció hasta el 30 de octubre de 1346, mostró auténticas cualidades evangélicas, especialmente en lo relativo a la caridad y a la solicitud personal, que motivaron su traslado a la sede metropolitana de Tarragona, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida el 21 o el 22 de agosto de 1357. Como obispo de Tarragona siguió jugando un importante papel en la vida política del reino, como mostró en las cortes convocadas en Zaragoza en 1347. Su mandato fue especialmente duro, ya que hubo de hacer frente a numerosos infortunios, tales como la peste negra (momento en el que abandonó la ciudad de Tarragona para buscar refugio en el medio rural y hubo de buscar reemplazos en las parroquias ante el enorme número de clérigos fallecidos), conflictos con diversos bailes de su obispado, la guerra con Castilla (lo que le llevó a plantarse ante Pedro IV, que quiso enviar un veguer para organizar la defensa, consiguiendo que el rey se entendiese directamente con él), que no doblegaron su ánimo; más bien al contrario.
Según refiere el arzobispo de la misma sede, Juan Terés, en su Constitutionum provincialium libri quinque, el prelado celebró al menos dos concilios en los años 1354 y 1357, si bien el canónigo Puig en su Constitutionum Ilustrisimi Linás incluye un total de quatro concilios, agregando los convocados en 1349 y 1351. Entre otras disposiciones, estableció que su diócesis se regiría por el cómputo fijado por el nacimiento de Cristo. También hubo de condenar la predicación de un fraile cisterciense, en torno a 1353, que predicaba que había que obrar por puro amor de Dios, sin esperar la recompensa celestial. Ese mismo año el rey Pedro revocó una intercesión suya en favor de un tal Guillermo de Ses Arnaldes, inculpado de inferir heridas que causaron la muerte a Jaime Fernes, vecino de Tarragona.
Murió el 21 o el 22 de agosto de 1357. Fue enterrado en el convento de San Francisco de la ciudad tarraconense
Bibl.: J. A. de Hebrera, Chrónica real seráfica del reyno y santa provincia de Aragón, Zaragoza, 1705, págs. 160-165; J. Villanueva, Viage literario a las iglesias de España, vol. XX, Madrid, 1803, págs. 3-5 y 67; A. de Bofarull (ed.), Crónica del rey de Aragón D. Pedro IV el Ceremonioso o del Punyalet, Barcelona, 1850, pág. 76; H. Finke, Acta Aragonensia: Quellen zur deutschen, italienischen, französischen, spanischen Kirchen- und Kulturgeschichte aus der diplomatischen Korrespondenz Jaymes II., 1291-1327, Berlín, W. Rothschild, 1908, pág. LII; J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, ed. de A. Canellas López, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1967-1988; J. Trenchs Odena, “La archidiócesis de Tarragona y la peste negra: los cargos de la catedral”, en La Corona de Aragón en el siglo XIV, vol. I, Valencia, 1969, págs. 45-64; M. Tello Ortiz, “Don Sancho López de Ayerbe (1342-1347)”, en Aragonia Sacra, XVI-XVII (2001-2003), pág. 162; F. Latassa y Ortín, Biblioteca nueva de los escritores aragoneses, ed. de G. Lamarca Langa, Zaragoza, Real Sociedad Económica de Amigos del País & Ibercaja, Obra Social y Cultural, 2005, págs. 237-238.
Miguel Ángel Motis Dolader y Guillermo Fernando Arquero Caballero