Mirón Bonfill. Conde de Besalú. Cataluña, c. 920 – ¿Gerona?, 22.I.984. Conde Besalú (965-984) y obispo de Gerona (971-984).
Hijo del conde Mirón el Joven y de la condesa Ava, y nieto, por línea paterna, de Vifredo el Belloso. Era el menor de cuatro hermanos, por lo que, de pequeño, probablemente se descartó que pudiera algún día aspirar a la dignidad condal y se le orientó, por tanto, hacia la carrera eclesiástica. La formación cultural que exhibió más adelante sugiere que estudió entonces en alguna escuela catedralicia o monacal, probablemente en Ripoll, donde había glosarios grecolatinos de los que debió tomar los grecismos que más tarde utilizaría en sus escritos. A la muerte de Mirón el Joven, en el 927, sus hijos y herederos debían ser muy jóvenes, circunstancia que pudo obligar a la condesa madre, Ava, a ejercer la regencia unos años, hasta hacia el 941.
A partir de esta fecha, el hijo mayor de Mirón el Joven y Ava, Sunifredo, aparece gobernando el condado de Cerdaña con su apéndice, el pagus del Conflent, donde asumió la protección del monasterio de Cuixá; el segundo, Vifredo, se hizo cargo del condado de Besalú, donde fundó el monasterio de Camprodón, y los pagi del Vallespir y el Ripollés; Oliba, el tercero, debió colaborar con sus hermanos mayores, y el menor, Mirón Bonfill, terminados quizá sus estudios, figura ya en distintas escrituras junto a sus hermanos ostentando la dignidad religiosa de levita.
La vida de la familia condal y la distribución del poder en su seno se vio profundamente alterada el año 957 cuando un grupo de magnates afincados en el valle del Fluviá tomaron las armas contra el conde Vifredo de Besalú y le dieron muerte. Sunifredo, el mayor, con tropas de la Cerdaña pacificó inmediatamente el condado, confiscó los bienes de los rebeldes que huyeron para no perder la vida, y, puesto que el difunto no tenía hijos, se ocupó personalmente del gobierno de Besalú con lo cual acumuló en sus manos, hasta su muerte en el 965, la totalidad de la herencia paterna. Años más tarde, Mirón Bonfill haría múltiples referencias en sus escritos a los acontecimientos del 957, cuando “nefandos transgresores” dieron muerte “a Vifredo príncipe de esta tierra”.
Es posible que para no dividir irremediablemente la herencia, los hijos mayores de Mirón el Joven, como hicieron otros linajes, no contrajeran matrimonio y encomendaran al tercero, Oliba, la tarea de contraerlo y tener descendencia legítima. Esto explica que, a la muerte de Sunifredo (965), Oliba le sucediera en Cerdaña y el levita Mirón Bonfill hiciera lo propio en Besalú, en el bien entendido que a su muerte este condado habría de revertir en Oliba o en su descendencia.
Siendo conde de Besalú, Mirón Bonfill hubo de hacer frente a las secuelas de la revuelta del 957, que habían dejado algunas heridas abiertas relacionadas con el destino de los bienes confiscados a los rebeldes, que resolvió donándolos a la sede gerundense (968). Continuando la tarea empezada por sus hermanos, amplió el dominio territorial del monasterio de Camprodón.
La imagen de un conde clérigo, que además tenía una elevada formación cultural, era un hecho excepcional en los condados catalanes. No pudo, por tanto, pasar desapercibida por el joven estudiante Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, que en los años 968-970 estudió aquí, probablemente en Ripoll, las artes de quadrivium. Años más tarde (984) Gerberto escribiría a Mirón expresando respeto por su persona y nostalgia por los amigos que aquí había dejado y solicitándole el envío de un libro de aritmética (De multiplicatione et divisione numerorum) escrito por un sabio de nombre José.
El cambio más decisivo en la vida de Mirón Bonfill se produjo en el 971, cuando, a la muerte del obispo de Gerona Arnulfo (17 de abril del 970), se pretendió imponer en su lugar a una persona inadecuada (un neófito), maniobra que el propio Pontífice romano se encargó de deshacer, instigado probablemente por el conde Borrell II y el obispo Atón de Vic que le visitaron en diciembre del 970. A la sazón el papa Juan XIII nombró a Atón arzobispo y le encomendó la provisión de la sede gerundense (enero del 971).
Atón cumplió su cometido antes de ser asesinado el 22 de agosto del 971. El elegido resultó ser Mirón Bonfill, que, siendo ya levita y teniendo, por consiguiente la necesaria preparación religiosa, debió ser ordenado sacerdote y consagrado obispo a principios del 971, puesto que ya figura como obispo de Gerona en escrituras de abril del 971, y en enero del 972 preside un juicio cuya acta firma como Miro gracia Dei episcopus atque comes.
A partir de entonces desplegó una intensa actividad religiosa y política. Pensando probablemente en preparar la capital de su condado de Besalú para que algún día pudiera ser sede de un obispado propio, creó en ella una comunidad de canónigos y fundó un monasterio (978) consagrado a San Pedro (977), que, en consonancia con las idees reformadoras irradiadas de Cluny, ofreció a la sede romana. Seguramente fue el propio conde-obispo quien se encargó entonces de gestionar el traslado al nuevo cenobio de las reliquias de san Primo, que había sido martirizado en Agen (Gascuña) junto con Fe, Feliciano y Caprasio, durante la persecución del 303, y que desde el siglo ix, al parecer, reposaban en el monasterio benedictino de Beaulieu-sur-Dordogne. La presencia de las reliquias de san Primo, en la iglesia de San Pedro de Besalú, a las que pronto se añadieron las de san Feliciano, dio un especial relieve al monasterio y a la capital del condado.
Desde el 971 Mirón Bonfill aparece en numerosos actos religiosos solemnes, en particular dotaciones y consagraciones de iglesias monacales, cuyas actas presentan unas características de estilo muy particulares que indican que su autor debió ser el propio conde-obispo. Nos referimos sobre todo a las escrituras de dotación de San Pedro de Rodes (974), de consagración de San Miguel de Cuixá (974), de elección del abad Dodón de San Pedro de Camprodón (976), de dotación de Sant Vicente de Besalú (977), de dotación de Santa María y San Urbano de Serrateix (977), de consagración de Santa María de Ripoll (977) y de fundación y dotación de San Pedro de Besalú (977 y 978). Estos escritos revelan que Mirón Bonfill fue la personalidad cultural de más relieve en los condados. El vocabulario de sus textos latinos, salpicados de helenismos, se caracteriza por los neologismos y las palabras rebuscadas; su estilo es barroco y ampuloso, con frases largas y de sintaxis complicada, y las fórmulas de datación resultan extraordinarias, a veces abracadabrantes, porque el año de reinado de los reyes francos y de la Encarnación se expresa mediante complicadas operaciones aritméticas o con referencia a las traslaciones del sol en el firmamento.
La intencionalidad política se traduce en alusiones al alejamiento de la Monarquía franca y a la marcha de los condes hacia la soberanía, hecho sorprendente y único porque muestra la percepción que, en el interior de las familias condales catalanas, se tenía de la evolución histórica.
La erudición y ciertas pretensiones literarias y narrativas también son características de los escritos de este personaje, que nos explica retazos de la vida de su abuelo, Vifredo el Belloso (repoblamiento de la Cataluña central, fundación del monasterio de Ripoll) y de su hermano, Sunifredo, el protector de Cuixá, y la revuelta del 957 en Besalú, que, como explicamos, acabó con la vida de su otro hermano, el conde Vifredo.
Es aquí donde se ve más claramente el uso del escrito al servicio de la creación de una memoria del poder, que se quiere perpetuar y enaltecer. La inserción de extensos párrafos de la Biblia (de los Salmos sobre todo) y de algunos padres de la Iglesia realzan sus escritos y dan fe de la erudición de Mirón Bonfill que, sin duda, pretendía impresionar a lectores y oyentes. Finalmente, hay que resaltar la presencia de hexámetros y dísticos entremezclados en la prosa del conde-obispo, un detalle que indica su posible formación en la escuela de Ripoll donde sabemos que había manuscritos de la Ars metrica de Beda.
Este personaje fue uno de los pioneros de la reforma cluniacense y defensor del primado de San Pedro en Cataluña. Lo prueban sus viajes a Roma: el del 979, cuando formalmente entregó a la sede romana su monasterio de San Pedro de Besalú, y el del 981, cuando asistió a un concilio general que presidieron el papa Benedicto VII y el emperador Otón II, y cuyas decisiones Mirón de encargó de propagar en las diócesis catalanas.
Mirón Bonfill falleció el 22 de enero del 984 y fue enterrado en Ripoll, panteón familiar. La carta de Gerberto de Aurillac a que antes nos referíamos llegó sin duda algunas semanas después de su muerte.
Bibl.: M. Díaz y Díaz, “Mirón Bonfill”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 1494; J. M. Salrach, “El comte Miró Bonfill i l’acta de consagració de Ripoll de l’any 977”, en Miscel·lània Aramon i Serra, IV, Barcelona, Curial, 1984, págs. 303-318; J. M. Salrach, “El comte-bisbe Miró Bonfill i l’acta de consagració de Cuixà de l’any 974”, en Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 10 (1989), págs. 107-124; J. M. Salrach, “El comte-bisbe Miró Bonfill i la fundació i dotació de Sant Pere de Besalú (977-978)”, en Annals del Patronat d’Estudis Històrics d’Olot i Comarca, vol. II (1989), págs. 9-44; “Sant Pere de Rodes i la cultura entorn de l’any mil”, en Revista de Catalunya, 27 (1989), págs. 33-42; “El monestir de Sant Pere de Besalú i les reliquies de Sant Prim. Viatge pels misteris de la fe i de la política mil anys enrera”, en G. Boto Varela (coord.), Relíquies i arquitectura monástica a Besalú, Besalú, Ajuntament, 2006, págs. 9-34.
José María Salrach Marés