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Inocente Palacios González

Biografía

Palacios González, Inocente. Madrid, 28.XII.1804 – 4.X.1865. Escolapio (SChP), humanista, pedagogo y orador sagrado.

Fue alumno del Real Colegio de Escuelas Pías de San Antonio Abad de Madrid, donde hizo estudios primarios y se inició en las Humanidades. A los catorce años pidió ser admitido en las Escuelas Pías. El 15 de agosto de 1818 vistió el hábito de la Orden y realizó el noviciado en el Colegio de San Fernando, en Lavapiés, donde emitió los votos solemnes en 1821. A partir de esa fecha intensificó los estudios profesionales y sacerdotales, que, en aquellos tiempos comprendían las lenguas Latina y Griega, Matemáticas, Retórica, Filosofía y Teología. Ordenado sacerdote, fue destinado como director de internos y profesor a su primer colegio, Escuelas Pías de San Antón. Desempeñó primero la Cátedra de Retórica y luego las de Matemáticas, Geografía e Historia, Lengua Francesa y Lenguas Clásicas, Latín y Griego. Las dos últimas iban a ser las que le proporcionarían más prestigio. Por entonces la lengua griega no se cursaba en la enseñanza oficial, por lo que tampoco se disponía de textos publicados. El mismo Inocente Palacios se vio obligado a redactar sus apuntes, que luego dictaba a los alumnos. Como fruto de estos apuntes, en 1829 ya consiguió ver editada su Gramática griega elemental y más tarde el Diccionario Manual latino-griego-español, 1859, reeditado en Argentina en 1943. Dice en su prólogo que antes de él “era indispensable saber Latín o Francés para traducir de griego a español, mas ninguno de los dos referidos idiomas pueden aún poseer los jóvenes que en segundo y tercer año de Latín deben ser ya iniciados en el Griego”. El prestigio educativo y el mérito de estas iniciativas hicieron que el padre Inocente fuera nombrado numerario de la Academia Regia Greco-latina. Al interés científico y a su experiencia pedagógica añadía un meditado estudio de las obras de los más renombrados pedagogos. Lo prueban sus Escritos pedagógicos, en parte impresos y en parte manuscritos. En 1845, año en que se restablecían las Escuelas Pías en España, por lo que se devolvían todas las casas al estado en que se encontraban antes de 1834, fue nombrado rector del Colegio de San Fernando, cargo que ocupó hasta 1858. Aunque desprovisto de recursos, con su reputación y el tesón contribuyó a aumentar la popularidad de que ya disfrutaban él y aquel centro.

Cuenta el padre F. Vesga en su Historia del Colegio: “Transformó las instalaciones del colegio. Adquirió cuantiosas obras para la Biblioteca. Montó los gabinetes de Física y de Historia Natural, adquiridos de nuevo casi en su totalidad, construyendo una hermosa estantería para los aparatos y máquinas de la última y más elegante construcción, que se trajeron de las mejores fábricas de París. Enriqueció considerablemente de preciosos ejemplares el gabinete de Historia Natural” (1928). Organizó una Asociación de Señoras, que se ofrecían a ayudar en los estudios a los alumnos más pobres.

Nombrado provincial de Castilla en 1858, desempeñó el cargo hasta 1864. Apenas comenzado su provincialato ya escribía a los rectores de los colegios, recomendándoles lo que él pensaba sobre educación, y que había practicado durante sus años de enseñanza.

Hablando en general de la preparación científica de los profesores religiosos, para el desarrollo competente de su ministerio, les decía en una circular: “El respeto con que se nos ha mirado por los pueblos en los momentos más terribles de las convulsiones políticas, y el ansia con que solicitan nuevas fundaciones muchas ciudades del Reino son un evidente testimonio de la alta reputación que disfrutan nuestras Escuelas [...]. A ninguno, pues, de cuantos se dedican a la enseñanza debemos ceder ventaja los Escolapios, ni en la variedad y extensión de conocimientos científicos, ni en el trabajo que es indispensable emplear para comunicarlos, ni en la perfección de los sistemas y métodos [...] con que han de ilustrarse los entendimientos de los niños”. Y en el mismo documento establecía catorce normas para el buen funcionamiento de los colegios de las Escuelas Pías (16 de julio de 1858). En su provincialato se preocupó de una manera especial por la preparación religiosa y académica en los seminarios de jóvenes escolapios. Escribiendo a los rectores, les decía el 23 de enero de 1865: “Conviene poner el mayor cuidado y emplear la más exquisita diligencia para que nuestros seminaristas sean lo que deben ser, escuelas prácticas de virtud, de piedad, de orden y de ciencia”. Con esta finalidad les envió veintidós normas que se debían observar durante los estudios preparatorios a la enseñanza. Para obtener medios con que ayudar a las necesidades de sus estudiantes y extender el nombre de la Orden, montó en el Colegio de San Fernando una imprenta, denominada “Establecimiento tipográfico de las Escuelas Pías”. En él editaron los escolapios algunos de sus textos, entre ellos el Diccionario Manual griego-latino-español, con que el mismo padre Inocencio obsequió con dedicatoria personal a muchos organismos públicos de enseñanza. En esa misma línea de actuación expansiva, abrió los Colegios de Granada, Alcalá de Henares, Úbeda y Yecla —del que poco más tarde sería alumno ilustre José Martínez Ruiz, Azorín—. Por falta de recursos económicos y de personal preparado, no pudo llevar a cabo algunas otras fundaciones solicitadas.

Fomentó entre los colegios de Castilla la misma Asociación de Señoras que él había iniciado en San Fernando, para ayuda a los niños que no podían contribuir a los gastos de su educación. El reconocimiento público de su prestigio hizo que fuera solicitado por el señor obispo como censor de libros religiosos y examinador sinodal. A pesar de tantas ocupaciones de gobierno, no quiso descuidar su vocación de profesor y durante algunos años tuvo clase de Pedagogía y Lengua Latina con los clérigos y novicios. Era muy solicitado en las ceremonias de culto por su fácil y convincente oratoria sagrada. De ello queda constancia en su Colección de Sermones y Pláticas, algunos manuscritos y otros impresos. Recorrió incluso los caminos de la mística cristiana. A esta faceta suya pertenecen el Tirocinio espiritual y el Plan de vida cristiana.

Al cesar en su cargo de provincial (1865), quiso dejar Madrid e irse a residir en Granada, que amaba entrañablemente. Pero el nuevo provincial y discípulo suyo, el padre Juan Francisco Peña, le pidió que continuara en la capital, lo que para él era un mandato. Se quedó en Madrid, pero aquel mismo año murió a causa del cólera que se había extendido por la capital y de modo especial por el barrio de Lavapiés.

 

Obras de ~: Gramática griega elemental, Madrid, Cámara, 1829: El niño ilustrado en los verdaderos principios de la sana filosofía, Madrid, Aguado, 1844; Sermones y Pláticas, Madrid, Eusebio Aguado, 1852; Novena al Nombre de María y Corona de las doce estrellas, Origen del Instituto de las Escuelas Pías, y La Casa-Colegio de los PP. Escolapios de Sevilla, Barcelona, Gaspar, 1860, Sevilla, E. Hidalgo y Cía., 1888; Tirocinio espiritual, o sea, breves reglas y preceptos para la vida perfecta, Madrid, Tipografía Escuelas Pías, 1861; Explicación de la doctrina cristiana según el método con que la enseñan los PP. de las Escuelas Pías, Madrid, Tipografía Escuelas Pías, 1889 (1895); “Avisos pedagógicos y escritos varios sobre las Escuelas Pías”, en Revista Calasancia, III (1889), págs. 364-370; “Enseñanza de la lengua latina”, en Revista Calasancia, IX (1892), págs. 431- 436; Circulares provinciales, Madrid (en Archivo Provincial de las Escuelas Pías TD, CC. 0157/01, 0218/01-02, 0525/02, 0528/02, 0661/04, 0663/01).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Provincial de las Escuelas Pías TD, Madrid, CC. 0162/01, 0218/01.

C. Lasalde, Historia General y Bibliográfica de las Escuelas Pías de España, Madrid, Imprenta de la Comp. de Impresores y Libreros, 1893, vol. I, págs. 480-481, vol. III, págs. 174- 180; J. de C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías de España, Valencia, Tipografía Moderna, 1918, págs. 522 y ss.; F. Vesga, Historia documentada del Real Colegio de Escuelas Pías de San Fernando de Madrid, Madrid, Tipografía Escuelas Pías, 1928, págs. 130 y 136-145.

 

Valeriano Rodríguez Sáiz, SChP

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