Guisasola y Menéndez, Victoriano. Oviedo (Asturias), 21.IV.1852 – Madrid, 2.IX.1920. Patriarca, senador, cardenal.
Cursó sus primeras letras, así como los estudios filosóficos, en el seminario de su ciudad natal, pero una vez cerrado dicho centro a causa de la Revolución de 1868, pasó a la Universidad de Santiago de Compostela, en donde completó sus estudios teológicos y en donde, además, hizo la carrera de Leyes y obtuvo la licenciatura en Derecho Civil y el doctorado en Derecho Canónico. Ya en la época de sus estudios superiores se destacó por su gran capacidad polémica, colaborando activamente en los periódicos La Unidad, El Noticiero de Asturias y El Eco de Asturias, con artículos en defensa de la Iglesia, combatida por los liberales anticlericales e intolerantes.
En 1876 se ordenó de presbítero y fue nombrado beneficiado de la catedral en Ciudad Real, canónigo doctoral y catedrático de Derecho Canónico en el seminario de la capital del priorato de las órdenes militares, de reciente creación como prelatura nullius, de la que fue primer obispo su tío carnal, Victoriano Guisasola Rodríguez. Éste en 1882 fue nombrado obispo de Orihuela y posteriormente se llevó al sobrino de secretario cuando fue nombrado arzobispo de Santiago. De esta archidiócesis fue elegido vicario capitular tras el fallecimiento de su tío, y el 15 de junio de 1893 fue nombrado obispo de Osma. En esta pequeña diócesis castellana renovó los estudios del seminario, imprimiéndoles un mayor nivel científico con la introducción de las asignaturas de Ciencias Naturales, Física y Química, y elevando los estudios de Latín, Griego y Hebreo.
Fue trasladado al Obispado de Jaén el 19 de abril de 1897. Su juventud, dinamismo, capacidad intelectual y dotes de gobierno tuvieron ancho campo de actividad pastoral en esta vasta diócesis andaluza en la que, a poco de tomar posesión, comenzó la construcción de un seminario conciliar con el título de San Eufrasio.
Fue nombrado obispo de Madrid-Alcalá el 16 de diciembre de 1901 y tomó posesión de su nueva sede en la capital de España el día 29 de marzo de 1902, pero su pontificado fue muy breve, porque de Madrid fue trasladado a Valencia el 14 de diciembre de 1905, cuya archidiócesis gobernó hasta que en 1914 fue nombrado arzobispo de la primada de Toledo. Fue creado cardenal por el papa san Pío X poco antes de la muerte del Pontífice, y con el título de “Los Cuatro Santos Coronados”, el día 25 de mayo de 1914.
En Valencia tuvo unos comienzos difíciles porque la archidiócesis valentina había estado vacante de hecho durante casi tres años, ya que el arzobispo preconizado, fray Bernardino Nozaleda y Villa, antiguo arzobispo de Manila, nunca llegó a posesionarse de ella debido a las violentas agitaciones callejeras provocadas por anarquistas, socialistas y republicanos, que acusaban a Nozaleda de responsabilidades por la pérdida de las islas Filipinas. A todo ello se unió la precipitación del Gobierno, que quiso imponer a Nozaleda por la fuerza, sin conseguirlo, por lo que éste tuvo que renunciar al arzobispado valentino antes de tomar posesión de él. En esta tensa situación sociopolítica llegó Guisasola, quien tuvo un primer conflicto agravado a los pocos meses de su entrada en la diócesis porque el 27 de agosto de 1906 el conde de Romanones, nuevo ministro de Gracia y Justicia, dio una real orden relativa al matrimonio civil, que fue rebatida enérgicamente por Guisasola con una circular en la que denunció la violación de los derechos de la Iglesia y, en concreto, del artículo 11 de la Constitución de 1876, que reconocía oficialidad estatal a la religión católica. Había comenzado entre tanto el nuevo arzobispo a realizar la visita pastoral y se hallaba en Alcoy, en pleno verano, cuando sucedieron estos hechos. Tanto en aquella ciudad como en Valencia se produjeron manifestaciones contra el nuevo prelado y éste, en lugar de regresar a la capital, prefirió marchar a Madrid para evitar alteraciones del orden público. Controlada la situación, el gobierno que presidía el general López Domínguez le invitó para que regresara a Valencia, pero el arzobispo se negó porque no confiaba en las prometidas garantías de seguridad que le daban las autoridades civiles. Quedó vacante entre tanto el Arzobispado de Sevilla, por el fallecimiento repentino del valenciano Salvador Castellote Pinazo, muerto en la catedral de Jaén cuando se despedía de su diocesano, y Guisasola pidió el traslado a la sede hispalense, pero no le fue concedido.
El problema personal de Guisasola se convirtió en cuestión política nacional porque las autoridades de Madrid comprendieron que, con el pretexto de la carta pastoral del arzobispo, los republicanos exaltados lanzaban un reto al Gobierno provocando una crisis política sin precedentes. Por ello, el mismo Gobierno mantuvo su actitud, secundado por la Santa Sede, para que Guisasola regresara a Valencia. Pero esto sólo se pudo conseguir el sábado 23 de febrero de 1907, cuando el nuevo Gabinete, presidido otra vez por Maura, decidió acabar con la insurrección valenciana y proteger el retorno del arzobispo. El gravísimo conflicto de Guisasola tuvo sus orígenes en su mismo nombramiento, pues fue visto con desagrado por los republicanos, que le consideraban representante de los políticos más conservadores, y por otros partidos que le acusaban de hacer propaganda maurista en sus escritos pastorales.
Amplios sectores católicos y del mismo clero valentino no consiguieron conectar con el prelado, al que se le reconocían virtudes y cualidades, pero también incapacidad para captar los problemas de Valencia.
Con estos precedentes y ante la gravedad de la situación política y social, la misión de Guisasola resultó muy difícil, pero en Valencia permaneció casi ocho años y su ministerio episcopal fue muy positivo, porque promovió la incipiente Acción Católica e impulsó otras asociaciones confesionales: la congregación de los Luises; la Unión de Damas de Intereses Católicos; la obra del Avemaría, que más tarde se convirtió en congregación religiosa, fundada por el canónigo Miguel Fenollera; la congregación del magisterio; el Ateneo Pedagógico para la formación de los maestros de enseñanza primaria, que editaba la revista El Educador Contemporáneo; la congregación sacerdotal con su círculo de estudios sociales; la Unión Apostólica del Clero; la congregación de ejercicios espirituales de Agullent; la Liga Eucarística y la Liga de Defensa del Clero y el Sindicato de la Aguja, animado por el canónigo Manuel Pérez Arnal. Restauró las colegiatas de Játiva, Gandía y San Bartolomé de Valencia y aprobó la pía unión, llamada Operarias Catequistas de Nuestra Señora de los Dolores, fundada en Alacuás por Josefa Inés Campos Talamantes.
Cuando llegó a Toledo, de cuya sede primada fue nombrado arzobispo el 10 de enero de 1914, desarrolló también un fecundo apostolado en todos los ámbitos y promovió la organización de los católicos y su presencia en la vida pública, así como la fundación de la Acción Católica femenina en 1919. Sin embargo, no siempre contó con el apoyo y la comprensión de sus hermanos en el episcopado, que consideraron excesivas algunas de sus iniciativas en el campo sociorreligioso.
Escribió numerosas y extensas cartas pastorales, sobre todo las que se refieren a temas sociales, siguiendo fielmente las orientaciones pontificias de san Pío X y de Benedicto XV. Fue senador del reino y correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la de Ciencias Morales y Políticas. Fue sepultado en la catedral metropolitana de Toledo.
Obras de ~: La vida cristiana, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1903; El magisterio de la Iglesia, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1904; La incredulidad contemporánea: su desenvolvimiento y sus causas, Valencia, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1906; La autoridad y la propiedad. Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas el 7 de enero de 1906, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1906; La incredulidad contemporánea: sus efectos, Valencia, Nicasio Rius Monfort, 1907; La autoridad de la Iglesia, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1909; La acción social del clero, Valencia, Tipografía Moderna, 1910; El problema de la enseñanza, Valencia, Miguel Gimeno, 1910; Breves reflexiones con motivo del Proyecto de Ley presentado a las Cortes por el Gobierno de S. M. regulando el ejercicio del derecho de asociación, Valencia, Tipografía Moderna, 1911; La incredulidad contemporánea: sus remedios, Valencia, A. C. de Miguel Gimeno, 1911; El librepensamiento, doctrinas y hechos, Valencia, Tipografía Miguel Gimeno, 1912; Reflexiones y consejos a los maestros de Instrucción Primaria, Valencia, A. C. de Miguel Gimeno, 1913; La libertad de la Iglesia, Valencia, Miguel Gimeno, 1913; Alocuciones pastorales de despedida de Valencia y saludo a Toledo, Toledo, Rodríguez y Hermano, 1914; El peligro del laicismo y los deberes de los católicos, Toledo, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1915; Justicia y caridad en la organización cristiana del trabajo, Madrid, Imprenta de Juan Bravo, 1933.
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Vicente Cárcel Ortí