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Pedro Leiva

Biografía

Leiva, Pedro. Malacatos (Ecuador), c. 1630 – c. 1685. Herbolario.

Entregó el secreto de quina y curó al primer paciente malárico; conocedor de la quina. La mayoría de autores coinciden en que fue un médico tribal y varios de ellos consignan el nombre de Pedro Leiva.

En ese tiempo, en el pequeño poblado de Malacatos, no había ningún registro.

En 1630 llegó a Loja un paciente con tercianas. Se supone que era un jesuita. Fue tratado con sangrías y lavativas, pero seguía peor. Su paje, un indio matacato, le propuso traer al médico aborigen, de su comunidad, quien sabía curar fiebres. Éste era Pedro Leiva, quien en pocos días curó al paciente con unos polvos, obtenidos de una corteza parecida a canela, pero más gruesa, amarga.

Según una leyenda, al corregidor de Loja, le llegó la noticia de que la condesa de Chinchón, esposa del virrey del Perú, Jerónimo Fernández, estaba gravemente enferma de tercianas. El corregidor, como buen súbdito, habría conseguido que Pedro Leiva le entregase una buena cantidad de polvo y de corteza y le indicara cómo se utilizaba, y, con urgencia, lo envió a Lima. Pero, según documentos, no era la condesa la enferma sino el propio virrey, y tampoco de tercianas, cuanto de “cámaras de sangre”. Su médico Juan de la Vega no utilizó tal medicamento y el virrey ordenó entregar a los jesuitas y agustinos para que lo administraran a palúdicos.

Aunque el relato anterior recoge algo de leyendas, la verdad es que el polvo y cortezas de la quina llegaron a Lima y curaron a unos cuantos pacientes en los primeros años de la década de 1630. Hay dos documentos fehacientes. El primero el libro del agustino Antonio de la Calancha, publicado en 1638 (el imprimatur es de 1633) y que dice: “Dase un árbol que llaman de calenturas en tierra de Loxa, con cuyas cortezas, de color de canela, echan polvos dados en bebida al peso de dos reales, quitan las calenturas tercianas; han echo en Lima efectos milagrosos”. El segundo, es el libro de fray Bernabé Cobo, firmado el 7 de julio de 1653 y que, a la información de Calancha, agrega: “Son ya tan conocidos y estimados estos polvos, no sólo en todas las Indias, sino en Europa, que con instancia los envían a pedir de Roma”.

En la década de 1650, la quina era, pues, ya muy conocida y solicitada en Europa. ¿Cómo llegó a España y sobre todo a Italia y cómo se difundió la noticia de las milagrosas curaciones? Hay numerosas publicaciones, aunque crean bastante confusión, sobre el hecho y los personajes. Sin embargo, los jesuitas, figuran entre los que llevaron la quina a Roma y fue utilizada por el superior, el cardenal Lugo, por lo cual, por muchos años, la droga fue conocida como “polvos de los jesuitas” o “polvo del Cardenal Lugo”.

Cualquiera que haya sido la verdadera historia, vale resaltar el papel de Leiva, que, sin imaginarlo, se convirtió en un benefactor de la humanidad, al haber salvado miles de vidas gracias a sus polvos, y también su extraordinaria contribución a la herbolaria lojana.

 

Bibl.: A. Canezza, Pulvis jesuiticus, Fides Romana, Tivoli, 1925; R. Vargas, Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Burgos, Imprenta López, 1954; P. Naranjo, “Pedro Leiva y el secreto de la quina”, en Revista Ecuatoriana Médica, 16 (1979), págs. 393-402; A. Ortiz, La corteza del árbol sin nombre, Quito, Artes Gráficas Silva, 2002.

 

Plutarco Naranjo

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