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San Martín de Finojosa

Biografía

Muñoz de Finojosa Gómez, Martín. San Martín de Finojosa. Soria, c. 1138 – Sotoca de Tajo (Guadalajara), 13.IX.1213. Cisterciense (OCist.), obispo de Sigüenza, abad de Santa María de Huerta, santo.

Martín nació de noble familia castellana, alrededor de 1138, con toda probabilidad en tierras sorianas; varias localidades de la actual provincia de Soria se disputan su cuna: Hinojosa del Campo, Bliecos, Boñices, Deza; pero no hay argumentos ni para afirmar ni para negar su adjudicación a cualquiera de ellas. Se conoce, sin embargo, la familia de Martín. Su padre, el caballero Miguel Muñoz de Finojosa, murió muy joven en lucha con los moros y está enterrado en el Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). Sancha Gómez, su madre, ocupó durante años la tenencia de Deza, villa castellana, fronteriza con Aragón. Su cuerpo, enterrado primero en el cementerio de extranjeros del Monasterio de Santa María de Huerta, actualmente está en el pavimento del presbiterio de su iglesia.

El matrimonio tuvo tres hijos más, Muño, Teresa y Eva. Muño Sánchez, con sus hijos y los hijos de Teresa, son los grandes mecenas de la construcción del Monasterio de Huerta; todos están enterrados en el claustro regular, llamado de los caballeros. De la otra hermana, de nombre Eva, una tradición muy posterior la hizo madre de Rodrigo Jiménez de Rada, pero el dato no resiste ninguna comprobación histórica seria.

En 1158, con unos veinte años de edad, Martín ingresó en la comunidad de Cántavos, primera implantación de Huerta. Fue su madre misma, Sancha, quien lo ofreció a Dios y a Santa María, para que sirviera allí a Dios según los estatutos de la Orden del Císter. Fue el mismo Martín quien confirmó y ratificó esta donación. Con el hijo, entregó también la buena señora varias posesiones en el lugar de Boñices. Cántavos, con monjes de Berdous, en el Pirineo francés, se fundó alrededor de 1150. Cuando ingresó Martín, ya había fallecido fray Rodulfo, su primer abad, lo recibió su sucesor, fray Blas. Cuatro años después, la comunidad se trasladó a la entonces llamada Granja de Huerta, distante unos quince kilómetros, en la frontera con Aragón.

A los pocos años de la llegada a Huerta de fray Martín, la comunidad, por muerte de fray Blas, “por voto unánime y con sumo interés —puntualiza fray Ricardo— elige a Martín por Pastor y Padre”. Martín, sin tener aún treinta años, se convirtió en el primer abad de la recién instalada comunidad de Huerta. Para su biógrafo (Ricardo), el joven abad Martín era un hombre recto, sencillo e instruido en el difícil uso de la palabra. Los reyes de Castilla y Aragón se volcaron con la comunidad y su abad Martín en privilegios y donaciones, pues allí siempre encontraron hospitalidad y consejo. También otras gentes de diferentes clases sociales, especialmente pobres y cautivos encontraron en su persona y en el Monasterio la ayuda requerida.

Habiendo quedado vacante la silla episcopal de Sigüenza tras haber muerto su obispo Gonzalo, fue elegido obispo fray Martín de Finojosa en el año 1186. Durante siete años estuvo gobernando dicha diócesis. Con Alfonso VIII de Castilla, Martín mantuvo una amistad especial; su nombre, como el de otros obispos, aparece con frecuencia en la diplomacia real. Pero en un documento, referido a la iglesia seguntina, el Rey dice de él que es “su querido obispo y familiar amigo, que con inmensa fidelidad y atención le ha prestado grandes servicios”. Expresión similar no se encuentra en ningún otro documento del Monarca, dirigido a obispos. Como prueba de este aprecio, Alfonso VIII le encargó lograr el reconocimiento, por el capítulo general de la Orden, de la supremacía del Monasterio cisterciense femenino de Las Huelgas de Burgos sobre todos los monasterios femeninos castellanos. Fueron años intensos de idas y venidas tanto a los Capítulos Generales, como a la Corte y a los monasterios afectados, que se prologaron también por varios años de obispo dimisionario. Con su intervención, puso un hito en la historia del monacato cisterciense femenino, al lograr un reconocimiento, aunque indirecto, de las monjas cistercienses por parte de la autoridad suprema de la Orden.

En 1192 fray Martín renunció a la silla episcopal, al parecer por echar de menos la soledad y el silencio del claustro. De cualquier modo, dicha dimisión extraña mucho cuando su vida se prolongó por más de veinte años. Murió en Sotoca de Tajo (Guadalajara), cuando regresaba de un viaje al Monasterio de la Oliva. A lo largo de su vida dio muestras de santidad, siendo considerado santo. Se encuentra enterrado en el Monasterio de Huerta y en su sepulcro se han verificado varios milagros. La diócesis de Osma-Soria y los monasterios cistercienses celebren su culto el 17 de septiembre.

 

Bibl.: C. Cordón, Obispos, Generales y Abades de Huerta, s. l., s. f. (inéd.) (en Archivo de la Abadía de Santa María de Huerta, fols. 42r.-51r.); “Vida de Nuestro Bienaventurado Padre D. Fr. Martin de Finojosa, primer abad electo en el Monasterio de Huerta y su fundador; después obispo de la Santa Iglesia de Siguenza” y “Del Bienaventurado D. Martin (discurso VII)”, en A. Manrique, Santoral Cisterciense, lib. II, Burgos, J. Bautista Baresio, 1610, págs. 137-150 y fols. 158-183; T. Minguella y Arnedo, Historia de la diócesis de Sigüenza y de sus obispos, vol. I, Madrid, Imprenta de La Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 1910, págs. 143-173 y 289-308; E. González Cabrerizo, Biografía del insigne soriano S. Martín de Finojosa, Soria, Sociedad Económica Numantina de Amigos del País, 1929; F. Zamora y Lucas, “Mitras y coronas en el Real Monasterio de Santa María de Huerta”, en Celtiberia, 23 (1962), págs. 7-50; I. Astorga Arroyo, “San Martín de Finojosa, la gran figura del Real Monasterio Cisterciense de Santa María de Huerta”, en Cistercium, 83 (1962), págs. 229-236; P. Guerin, “Martín de Finojosa”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 1430-1431; A. Romero, “San Martín visto por su biógrafo, el monje Ricardo” y “San Martín de Finojosa y la supremacía de las Huelgas”, en Cistercium, 120 y 173 (1970 y 1987), págs. 300-309 y págs. 299-316, respect.; “San Martín de Finojosa, un profeta desde dentro”, en Revista de Soria, 124 (2003), págs. 73-85.

 

Agustín Romero Redondo, OCist.

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