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Nicolás García y Cuesta

Biografía

García y Cuesta, Nicolás. Hormicedo (Burgos), 23.XII.1869 – Roma (Italia), 24.II.1950. Claretiano (CMF), superior general.

Hijo de Braulio García y de Teresa Cuesta, labradores, ingresó en la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (misioneros claretianos) en 1883. Realizó sus estudios en los centros formativos de la mencionada institución religiosa, particularmente en Vic, Santo Domingo de la Calzada y la Universidad de Cervera, ordenándose sacerdote en 1894. Ese mismo año inició su ministerio como misionero y enseguida fue destinado a Cervera para impartir las clases de Ética, dadas sus sobresalientes cualidades intelectuales y su fidelidad al espíritu del instituto. Sin embargo, debido a su precaria salud, hubo de dedicarse hasta 1912 a las misiones populares. En un primer momento, misionó la región aragonesa, residiendo en Barbastro (1899) y en Calatayud (1901) y, después, en Zamora (1903). En esta ciudad desempeñó el cargo de superior de la comunidad con amabilidad, equilibrio de carácter, decisión y sentido de futuro.

Viendo en él un hombre con grandes aptitudes para el gobierno, en 1912 el superior general, padre Martín Alsina, lo nombró superior provincial de la provincia Bética (Centro-Sur de España). Esta provincia había sido fundada en 1906 y luchaba entonces con las dificultades inherentes a su puesta en marcha, consolidación y desarrollo primero. Desde el comienzo, el padre Nicolás García se entregó con todas sus energías a la mejora de la provincia desarrollando en ella un programa de acción misionera integral, concorde con los ideales establecidos por san Antonio María Claret. Ese programa incluía no sólo la predicación de misiones y ejercicios, sino la dedicación a la prensa, a la acción social, a la catequesis, a las asociaciones de fieles, etc. Su mayor problema para el desarrollo de su programa fue la escasez de misioneros. Esto le llevó también a cuidar de forma especial los centros de formación, ya establecidos anteriormente, pero no todavía consolidados, y a buscar la financiación necesaria para sostenerlos. En el ejercicio del gobierno, se valió fundamentalmente de tres medios: la animación de los superiores y de las personas mediante cartas colectivas o circulares, las visitas a las comunidades en la medida en que lo permitían los medios de la época y la regularización de los capítulos provinciales. Cuando asumió el gobierno de la provincia, ésta no había organizado todavía ninguno.

En 1918, al final del sexenio para el que había sido nombrado provincial, la provincia Bética había aumentado el número de casas, y el personal había pasado de doscientos sesenta y seis a trescientas sesenta y ocho religiosos, a pesar de las dificultades internas de España, de las provenientes de la Guerra Europea (1914-1918) y de la epidemia que se extendió por Europa en 1918. Por todo ello, el padre general decidió reelegirle como superior provincial en 1918. Sin embargo, el padre Nicolás García no pudo acabar su nuevo mandato porque en 1922 fue elegido superior general en el Capítulo celebrado en Vic.

En su nuevo cargo vivió exclusivamente para la congregación, dio cabida en la gestión de gobierno a su equipo de consultores y puso en práctica líneas de acción e iniciativas adecuadas. Su primer cuidado fue avivar la fidelidad al espíritu fundacional de la congregación.

El padre Nicolás García llegó a convivir con los confundadores padres J. Xifré, J. Clotet y C. Serrat. Llevó acabo la tarea de dotar a la Congregación Claretiana, todavía muy en sus comienzos y gobernada bastante patriarcalmente, de una base jurídica propia, redactando la normativa necesaria para que el gobierno dispusiera, en sus diversos niveles, de unidad de objetivos y métodos y pudiera dar mayor eficacia a la acción emprendida en los diversos campos.

Su tercera gran preocupación fueron las vocaciones y la formación integral de los miembros del Instituto. En este sentido promovió la redacción de un Ordo Studiorum Generalis que adaptara la formación a los lugares y a los tiempos actuales. Esta iniciativa se mostró de gran trascendencia para el futuro apostólico de la institución que gobernaba. Para promover toda la acción de gobierno correspondiente a esta etapa, se valió de medios como la publicación de treinta y cinco circulares. Asimismo, procuró contar en todo momento con la labor orientadora de los capítulos generales y provinciales, la tarea de recuerdo y evaluación que llevaron consigo las visitas, realizadas por él mismo o por sus delegados, y con la animación directa de los agentes de gobierno. Actuando de forma semejante a como lo hizo en la provincia Bética, llevó una sabia política de fundaciones y de expansión y fomentó el apostolado de la prensa. Su segunda circular se refería expresamente a las editoriales y revistas. En ella valora la necesidad que la Iglesia tiene de la prensa y la importancia que le concedió el padre Claret escribiendo para toda clase de personas y fundando la Librería Religiosa. Durante este mandato se acometieron, además, dos iniciativas de relieve como resultaron ser la construcción del templo votivo al Corazón de María en Roma y el empuje a la causa de beatificación del entonces venerable Antonio María Claret. Finalmente, fue beatificado el 25 de febrero de 1934.

Al término de su gobierno, el padre Nicolás García quedó de subdirector general y le sucedió en el generalato el padre F. Maroto. Sin embargo, no bien cumplido un trienio, el padre Maroto murió repentinamente y, en el Capítulo General de Albano-Laziale (1937) fue elegido de nuevo, a pesar de su edad y sus achaques. En este segundo mandato (1937-enero de 1949) siguió desarrollando el programa del primero.

Continuó, pues, trabajando, uniendo su hoy con el cercano ayer. Este segundo generalato presentó para él especiales dificultades a causa de las pérdidas de personas y de casas ocasionadas por la guerra de España y, posteriormente, por la de Europa. En 1949 fue exonerado de todo cargo a sus ochenta años y después de ejercer veinticuatro de superior general. Murió de cáncer más tarde nueve meses después.

En diciembre de 1944, el Gobierno español concedió al padre Nicolás García la Encomienda de Isabel la Católica, como representante de la Congregación Claretiana y por su actividad en sus largos años de superior general. Asimismo, el Gobierno de la República de Santo Domingo le impuso la Cruz Heráldica de Cristóbal Colón, en su grado de comendador, en atención a la labor claretiana en aquella República.

 

Bibl.: J. M.ª Mesa, Para formar Apóstoles, Madrid, Coculsa, 1964 (col. Vida Religiosa, 24).

 

Manuel Carrasco Díez, CMF

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