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Sa'id al-Andalusi

Biografía

Ṣā‘id Al-Andalusī: Abū-l-Qāsim Ṣā‘id b. Aḥmad b. ‘Abd al-Raḥmān b. Muḥammad b. Ṣā‘id al-Taglibī al-Qurṭubī al-Ṭulayṭulī, mejor conocido como Ṣā‘id al-Andalusī o Qāḍī Ṣā‘id. Almería, 420 H./1029 C. – Toledo, šawwāl de 462 H./VII.1070 C. Jurista, astrónomo e historiador, versado en las llamadas ciencias de los antiguos: astronomía, astrología, matemáticas, alquimia, lógica, medicina, etc.

Ṣā‘id nació en Almería, descendía de un antepasado de la tribu taglib que habría tomado parte en la conquista de Hispania, algunos de cuyos descendientes, a fines del siglo X, se establecieron en Córdoba. Su abuelo Abū l-Muṭarrif ‘Abd al-Raḥmān, tras efectuar un viaje a Oriente, fue nombrado cadí de Sidonia, cargo al que, como nos hace saber Ibn Faradī, en su Historia de los sabios de al-Andalus, renunciaría al poco tiempo, para dedicarse a la ciencia hasta su muerte, acaecida en el año 390/1000. En cuanto a su padre, Aḥmad b. ‘Abd al-Raḥmān, emigró a la ciudad de Almería, a consecuencia de la guerra civil que pondría fin al califato y que era especialmente grave en Córdoba, y en la ciudad costera, capital por entonces de un próspero reino de taifas, regido por el esclavón y eunuco Zuhayr al-Ṣaqlabī, le nacería Ṣā‘id, que, aun cuando ignoremos con quién estudió en sus primeros años, recibiría la formación propia de las gentes de su clase. En fecha incierta, Ahmad se radicó en Toledo, donde murió siendo cadí de la ciudad en 449/1057, cargo al que accedería su hijo Ṣā‘id pasados los años.

Hay que tener en cuenta que cuando Ṣā‘id vino a Toledo andaba, más o menos, por los 18 años, y que la ciudad era por entonces la capital de un reino de taifas que ocupaba territorialmente lo que había sido otrora la Marca Media —o sea, la vasta región situada entre Sierra Morena y el Sistema Central— El reino estaba gobernado por Abū-l-Ḥasan Yaḥyà b. Ḏī-n-Nūn al-Ma’mūn, el soberano más capaz y poderoso de la dinastía de los ḏunnūníes, que habría de reinar entre 419/1032 y 467/1075, quien se había empeñado en hacer de Toledo un centro intelectual de primer orden. Su modelo no era otro que la ciudad de Bagdad en tiempos del califa abasí al-Ma’mūn (siglo IX). Los cronistas arábigos que hablan de la taifa toledana nos dicen que su capital sobresalía por las celebridades que allí cultivaban la ciencia de los antiguos. Un círculo de sabios dotados de una cultura enciclopédica, aunque descollasen en ciertas disciplinas. Habitaban en ella, en efecto, los matemáticos al-Waqqašī y al-Tuŷībī; los geómetras Ibn al-´Aṭṭār e Ibn Jamīs, que además era astrónomo; el astrólogo Ibn al-Jayyāt; los médicos Ibn al-Bagūniš e Ibn Wāfid, así como jóvenes en proceso de formación, como el propio Ṣā‘id, entre los cuales destacaría el famoso al-Zarqalī (Azarquiel), que perfeccionaría el astrolabio y pondría a punto las “tablas toledanas”, traducidas en el siglo XIII durante el reinado de Alfonso X, que serían hasta Copérnico, instrumento indispensable de la astronomía occidental. El interés por la ciencia de los Banū Ḏī-n-Nūn traería unas consecuencias de gran alcance histórico en las que no se ha reparado lo suficiente. La temprana conquista del reino en 1085 por los castellanos (cuatrocientos años antes de que se termine con el dominio musulmán de Granada) pondría al alcance de los europeos el material científico que propiciaría el renuevo y despegue de Occidente, gracias a la llamada Escuela de Traductores que enseguida se formaría. Puesto que los castellanos hallaron allí lo que no habrían encontrado en ninguna otra ciudad de al-Andalus ni del Magreb en ese tiempo. Sin el cultivo de la ciencia en Toledo habría sido imposible el primer renacimiento europeo en el siglo XII.

No parece, contra lo que se ha dicho, que el célebre Ibn Ḥazm fuera maestro de Ṣā‘id, pese a lo que asegura Ibn Baškuwāl; el almeriense, como bien lo señala en sus Ṭabaqāt, tuvo tan sólo una correspondencia tardía con el famoso polígrafo. Sí se sabe que estudió en Guadalajara con Abū Muḥammad al-Qāsim b. Fatḥ ciencia coránica, tradiciones, jurisprudencia y lengua. Por entonces entre los hijos de familias acomodadas y letradas la formación en lengua árabe, religión y derecho era considerada básica, antes de emprender estudios en ciencias exactas, en especial matemáticas y astronomía. En toledo recibió la enseñanza de Ibn al-WaqqašĪ, al que Ṣā‘id llama “mar de ciencia”, pues poseía un saber enciclopédico que abarcaba tanto las ciencias religiosas, como las ciencias de los antiguos —esto es, las ciencias no islámicas: matemáticas, astronomía, astrología, alquimia y medicina—; pero destacaba en geometría y lógica; dominaba la gramática, la jurisprudencia, la tradición y la teología; poseía además un saber profundo en genealogía e historia. Otro de sus maestros fue Abū Isḥāq b. Ibrāhīm b. Idrīs al-Tuŷībī, con quien estudió matemáticas y astronomía.

Ṣā‘id debió de escuchar las lecciones de algunos otros contemporáneos suyos, tanto en Córdoba como en Toledo en sus años mozos; pero no se poseen datos suficientes para conocer esta cuestión, ni la naturaleza de las influencias que recibió. Ṣā‘id sería nombrado cadí de Toledo por el rey al-Ma’mūn, hacia 460/1067. El nuevo magistrado instituyó enseguida una actuación de procedimiento judicial que simplificaba los procesos. Ello le permitiría dedicarse a sus investigaciones y estudios históricos, teológicos y científicos, amén de a la enseñanza, sin descuidar los deberes inherentes a su cargo. Ṣā‘id murió en Toledo, desempeñando el cadiazgo en 462/1070, cuando contaba cuarenta y un años de edad. Por encargo del rey pronunció la oración fúnebre en su entierro el jeque al-Hadīdī, el más ilustre dignatario del reino.

Entre sus discípulos destaca Abū Bakr ‘Abd al-Bāqī b. Muḥammad b. Ṣā‘id al-Hiŷāyī, conocido como Ibn Bur’al, tradicionista y literato, que se encargó de divulgar las Ṭabaqāt de su maestro por el Oriente.

Ṣā‘id al-Andalusī es famoso por la composición de una obra llamada Kitāb Ṭabaqāt al-umam (Libro de las categorías de las naciones), la única de todas las obras que compuso que ha llegado completa hasta nosotros. Es una especie de vademécum de la ciencia, compuesto al final de su vida, hacia el año 450/1068, al filo de los cuarenta años. Efectivamente, las Ṭabaqāt al-umam de Ṣā‘id al-Andalusī son un breve opúsculo que da cuenta de las ciencias antiguas, esencialmente filosofía, astronomía, matemáticas y ciencias naturales, así como de los sabios que las cultivaron hasta su tiempo, desterrando de su obra a las gentes dedicadas a disciplinas que no considera científicas, tales como los literatos, poetas, teólogos y juristas. Es pues un modesto catálogo abreviado sobre cuestiones científicas, no literarias. Ahora bien, dada la brevedad de sus noticias y la ausencia de desarrollo técnico —el libro fue concebido como compendio divulgativo, dirigido a un público no iniciado, a fin de que sirviera de base a comentarios o explicaciones orales— raramente alcanza la dimensión de verdadera vulgarización científica. Con todo, gracias a este texto, conocemos bastante bien la extensión de los conocimientos y la propagación de las ciencias en el mundo islámico.

Dicho esto cabe preguntarse entonces por las claves del desmesurado éxito del libro, habida cuenta que no era la primera tentativa de organizar la materia científica en el mundo del Islam. Es evidente que la fortuna del opúsculo se debió menos a las bondades de su material, que a ser conocido y divulgado casi desde el momento de su aparición. En efecto, Ibn Bur’al, discípulo de Ṣā‘id, al parecer más literato que científico, se encargaría de divulgar las Ṭabaqāt; sacándolas del medio de los sabios las llevó al de las personas cultivadas, en cuyo ambiente el epítome se transmutó en una obra fundamental. Ibn Bur’al, al pasar por Alejandría en su peregrinación a los Santos Lugares, dio a conocer la obra al célebre tradicionista al-Silafī, que impartía sus enseñanza a estudiosos de todo el Cercano Oriente venidos a oír sus lecciones, lo que contribuiría grandemente a la vulgarización de las Ṭabaqāt.

Acreditado y celebrado ya el opúsculo de Ṣā‘id en la época de eclipse cultural, adquirió categoría de fuente de información directa, como si todo su material fuera de primera mano, transformándose así en obra básica durante centurias, siendo tratada la mayoría de las veces como un bien cuasi mostrenco, sacando o apropiándose cada cual del material que de ella interesaba (entre otros Ibn al-Qifṭī, Ibn Abī Uṣaybi‘a, Bar Hebraeus, Ḥaŷŷī Jalīfa, etc.)

El éxito que acompañó a las Ṭabaqāt no sólo fue debido a su pronta divulgación, sino también al método empleado en su composición. Echando mano del útil del isnād, puesto a punto en la ciencia religiosa de las tradiciones —esto es, la cadena de transmisores que garantizaba la verdad de un dicho o hecho del Profeta de generación en generación, remontándose hasta él— Ṣā‘id articula sus teorías en una estructura historiográfica conocida como ṭabaqa (“generación, categoría”), procediendo a ordenar en una especie de lista a los pueblos que han cultivado la ciencia y que se la han transmitido según una estricta continuidad histórica o contigüidad geográfica. En la lista definitiva no habría más que ocho pueblos que cultivaron la ciencia o la transmitieron de Este a Oeste, desde la India a al-Andalus. Estos pueblos en riguroso orden son: indios, persas, caldeos, griegos, romanos, egipcios, árabes y judíos, a los que el autor dedica un apartado independiente en su libro. Ṣā‘id los describe como la quintaesencia de la humanidad, empezando cada capítulo de igual manera: esboza primero las características generales del pueblo en cuestión; precisa su situación geográfica y bosqueja su historia, dando a grandes rasgos algunos detalles sobre su religión y su pasado, para por fin emprender la enumeración de sus sabios más célebres, informándonos de algunas particularidades de sus vidas y obras. El autor comienza siempre por los filósofos, después pasa a los matemáticos, término que aplica —según la clasificación de las ciencias efectuada por al-Fārābī— al hombre versado también en astronomía y astrología; para terminar con los naturalistas, o sea, con los sabios que han estudiado una o varias ciencias naturales, frecuentemente medicina y alquimia.

Ṣā‘id reserva su admiración sobre todo para Aristóteles y para tres obras que considera máximos exponentes de la sabiduría humana, estas son: la Lógica de Aristóteles, el Almagesto de Ptolomeo y el Libro (de gramática árabe) de Sibawayhi, estudios, en definitiva, que tratan de asuntos considerados, desde épocas remotas hasta hoy, pilares básicos de la intelección humana.

El libro es particularmente importante para al-Andalus, llegando a procurar en esta sección información de primera mano, sobre todo cuando habla de judíos, médicos y filósofos, en un momento en que aún la filosofía no era cultivada por los musulmanes del país.

El alcance histórico de las Ṭabaqāt fue considerable, aunque su éxito se volviera contra los propios árabes. Convertido en libro de cabecera de no pocos intelectuales durante centurias, su contenido distorsionó la visión que los musulmanes tenían de los europeos y del mundo extraislámico, coadyuvando con su determinismo geográfico, su etnocentrismo y sus estereotipos negativos de otras gentes y razas, a reforzar el sentimiento de superioridad de los árabes; todo lo cual los llevaría a un gran ensimismamiento cultural del que sólo despertarían en época contemporánea.

El estilo de las Ṭabaqāt, como su autor nos aclara, es “la concisión y la brevedad”, de ahí que resulte escueto y condensado. No podía ser de otro modo, dada su naturaleza, un sucinto epítome. De acuerdo con esto Ṣā‘id se vale de una prosa generalmente asequible y concisa, no demasiado espinosa, lo que no le impide, sin embargo, emplear el artilugio retórico si lo cree necesario; o resultar extremadamente prolijo cuando quiere ser preciso; o utilizar la prosa rimada para enfatizar el final de un periodo. No es raro que emplee sinónimos, más que para enriquecer o matizar lo que dice, para intensificar o encarecer el discurso; pero de manera general nunca sacrifica el fondo por la forma.

 

Obras de ~: Kitāb al-mu’allaq fī iṣlāh harakāt al-nuŷūm (Libro acerca de la rectificación de los movimientos de los astros) —obra perdida—; Ŷawāmi‘ ajbār al-umam min al-‘arab wa l-‘aŷam (Compilaciones de historias de los pueblos árabes y no árabes) —obra perdida—; Mu’allaf fi maqālāt ahl al-niḥal wa l-milal (Composición relativa a los tratados sobre las sectas y los credos de los hombres) —obra perdida—; tārīj al-Andalus (Historia de al-Andalus) —parece parte de las Ŷawāmi‘—; tārīj al-muslimīn (Historia de los Musulmanes) —parece que sea un extracto de la Mu’allaf—; Kitāb ṭabaqāt al-umam (Libro de las categorías de las naciones) [ed. de L. Cheikho, “Kitāb ṭabaqāt al-umam”, en al-Machriq, 14 (1911), págs. 566-573, 663-682, 753-769, 843-862 y 924-934 (2.ª ed. por el mismo bajo el tít. K. ṭabaqāt al-umam ou les Catégories des Nations, Beirut, 1912; 3.ª ed. del mismo texto por la editorial Baḥr al-‘Ulūm, Bagdad, 1967; ed. de El Cairo, s. f.); ed. de Ḥ. Bū Alawān, Ṭabaqāt al-umam, Beirut, 1985; trad. de R. Blachère, Kitāb Ṭabaqāt al-umam (Livre des Catégories des Nations), París, 1935; Sema‘an I. Salem y Alok Kumar, Science in the Medieval World “Book of the Categories of Nations”, Austin, University of Texas Press, 1991; F. Maíllo Salgado, Libro de las Categorías de las Naciones (Kitāb Ṭabaqāt al-umam), Madrid, Akal, 1999].

 

Bibl.: Haŷŷī Jalīfa, Kašf al-zunūn, ed. y trad. latina de G. Flügel, Leipzig-Londres, 1835-1858, t. II, págs. 318, 636, t. III, pág. 465, y t. IV, 111, 133-134; Ibn Jallikān, K. Wafayāt al-a‘yān. Ibn Khallikan’s Biographical Dictionary, trad. de Mac Guckin de Slane, Londres, 1845-1871 (4 vols.), II, pág. 77; al-Maqqarī, Nafh al-ṭīb. Analectes sur l’histoire et la littérature des Arabes, ed. de R. Dozy, G. Dugat, L. Krehl, W. Wright, Leiden, 1855-1861 (2 vols.), I, págs. 512, 622, 807 y 905; II, pág. 123; Ibn Abī Uṣaybi‘a, ‘Uyūn al-anbā’ fī ṭabaqāt al-aṭṭibā’, ed. de A. Müller, El Cairo 1299/1882 (2. vols.), II, págs. 40-52; Ibn Baškuwāl, al-Sila, ed. de  F. Codera y J. Ribera, Madrid, 1882-1883 (Biblioteca Arabico-Hispana, ts. I-II), n.º 535; al-Dabbī, Bugyat al-multamis, ed. de F. Codera y J. Ribera, Madrid, 1885 (Biblioteca Arábico-Hispana, t. III), pág. 311; F. Pons Boigues, Ensayo biobibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles, Madrid, Ollero y Ramos, 1898, n.º 106; H. Suter, Die Mathematiker und Astronomen der Araber und ihre Werke, Leipzig, 1900 (reimp., Amsterdam, 1981, n.º 244); Ibn al-Qiftī, Tārīj al-ḥukamā’, ed. de El Cairo, 1326/1908, pág. 36; G. Sarton, Introduction to the History of Science, Washington, 1927-1953, 3 vols. (reimp., New York, 1975, t. I, págs. 776-777); C. Brockelmann, Geschichte der Arabischen Litteratur, 2.ª ed., Leiden, 1943-1944 (2 vols.), Suplementband, Leiden, 1937-1942 (3 vols.), I, págs. 343 y ss.; Suplementband, I, págs. 585-586, respect.; J. Vernet, “Un precedente milenario de las modernas teorías racistas”, en Boletín de la Sociedad Científica Hispano-Marroquí de Alcazarquivir, 2 (1950), págs. 91-100; M. Plessner, “Der Astronom und Historiker Ibn Sa‘id al-Andalusi und seine Geschichte der Wissenschaften”, en Revista degli Studi Orientali, 31 (1956), págs. 235-257; L. Richter-Bernburg, “Sā‘id, the Toledan tables”, en D. A. King y B. Saliba (eds), From deferentto Equant, New York, 1978, págs. 374-390; A. J. Chejne, Historia de España Musulmana, Madrid, 1980, págs. 160-163; G. Martínez-Gross, “La première histoire andalouse des sciences”, en L. Cardaillac (ed.), Tolède, XII-XIII siecles, Paris, 1991, págs. 200-217; “Sā‘id al-Andalusī”, EI 2 (ed. fr.), t. VIII, pág. 889; M. G. Balty-Guesdon, Al-Andalus et l´héritage grec d´aprés les Tabakat al-umamPerspectives sur la science et la philosophie grecque, Paris, 1993; F. Maíllo Salgado, “Sā‘id al-Andalusí y las Tabaqat al-umam”, en Dr. Farouk Ismael (ed.), IV Congreso de la Civilización Andalusí. Homenaje a E. García Gómez, El Cairo, Universidad, 1998, págs. 237-251; F. Maíllo Salgado, [“Introducción”], en Ṣā‘id al-Andalusī, Libro de las Categorías de las Naciones (Kitāb Ṭabaqāt al-umam), op. cit., 1999,  págs. 5-35.

 

Felipe Maíllo Salgado

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