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Gaspar de Munibe y Tello

Biografía

Munibe y Tello, Gaspar de. Marqués de Valdelirios (II). Huamanga (Perú), 3.II.1711 – Madrid, 23.V.1793. Militar e ilustrado.

Con su nacimiento se inauguraba la tercera generación de esta familia asentada en el Nuevo Mundo desde que el vizcaíno Lope Antonio de Munibe y Axpe, abuelo de Gaspar de Munibe, fuera destinado en 1666 a la Audiencia de Lima. Siendo todavía joven, la muerte de su padre le convirtió en II marqués de Valdelirios, título con el que sería conocido durante toda su vida. Pasó a Lima bajo la protección de su tío Andrés, donde inició sus primeros estudios de Leyes en el colegio de los jesuitas de San Martín. En 1728 se trasladó a España para completar su formación, en este caso, al amparo de su tío José de Munibe.

Retornó a Perú al ser nombrado corregidor de Huanta el 19 de marzo de 1732. Tres años después se hacía cargo del corregimiento de la provincia de Cañete. Participó en la defensa de Callao durante la guerra contra los ingleses, como capitán de Infantería y Caballería en el cuerpo que mandaba el marqués de Monterrico. En 1744 embarcaba rumbo a España en el navío francés Marquesa de Antoine, siendo apresado por los ingleses en aguas de la isla de Fernando Noronha. Durante casi dos años permaneció prisionero en Inglaterra, hasta que en 1746 fue restituido a España. El rey Fernando VI, en atención a sus méritos y servicios, le honró en 1750 con el título de consejero de Indias.

Pero su carrera al servicio de la Monarquía quedaría marcada para siempre por el nombramiento de comisario (21 de julio de 1751) para establecer las nuevas fronteras americanas pactadas entre las potencias ibéricas en el Tratado de Límites (1750). En virtud de este acuerdo, Portugal cedía a España la colonia del Sacramento, la aldea de San Cristóbal y el derecho al libre tránsito por el río de la Plata. La Monarquía española, por su parte, se comprometía a traspasar a los portugueses un amplio territorio de más de quinientas leguas situado entre la margen derecha del río Uruguay y la orilla del Ibicuí. En esta zona se situaban las siete reducciones habitadas por más de treinta mil indios guaraníes. La acción evangelizadora de la Compañía de Jesús había logrado un importante desarrollo económico sobre la base de una floreciente agricultura y ganadería. Las condiciones del tratado suponían un tragedia para sus pobladores que de la noche a la mañana tendrían que abandonar sus casas, plantaciones y dehesas —trabajadas durante más de ciento treinta años— en manos de sus acérrimos enemigos, los portugueses. A cambio el Gobierno español les ofrecía unos terrenos incultos, la exención de impuestos durante diez años y una mísera indemnización.

La misión de Gaspar de Munibe, nombrado mariscal de campo para la ocasión, pasaba por encabezar la delegación española que colaboraría con el comisario luso en la demarcación de las nuevas fronteras y por supervisar la evacuación de las siete reducciones empleando —si fuera necesario— todos los medios a su alcance, incluida la fuerza. Su cumplimiento supuso un verdadero calvario personal como consecuencia de las trabas y excusas esgrimidas por el Gobierno del marqués de Pombal, reacio al cumplimiento del tratado acordado por sus antecesores, de la lucha soterrada de las dos facciones que se disputaban el Gobierno español y de la pasividad y hasta oposición de los jesuitas que regentaban las misiones guaraníes.

El resultado fue una retahíla de conflictos que precipitaron en la batalla Caaybaté y en la expulsión violenta de los indios de las siete reducciones.

La posición de Valdelirios en este conflicto fue siempre muy comprometida y polémica: como representante de la voluntad real, le tocó hacer cumplir las condiciones de un tratado aborrecido por casi todas las partes; y como brazo ejecutor de la política antijesuita de los ministros de Estado, sus informes, inculpando del fracaso de las evacuaciones a los jesuitas de las misiones, en la misma línea que los del comisario portugués Gomes Freire, tuvieron una repercusión histórica de primer orden en la trayectoria de la Compañía de Jesús en España. En lo único que parecen estar de acuerdo los historiadores es en esto último: la guerra guaraní abrió el camino hacia la expulsión de los jesuitas de la Península Ibérica y de las colonias americanas.

El nuevo acuerdo del 12 de febrero de 1761 entre España y Portugal puso fin al Tratado de Límites de 1750 y a la tortuosa misión de Gaspar de Munibe, quien retornaría a la Península con el ánimo consternado y la salud quebrantada. Se asentó de forma definitiva en Madrid, donde participó en las actividades de sus paisanos vascongados de la Real Congregación de San Ignacio de Loyola. En los años 1767 y 1777 tuvo el honor de ser nombrado su prefecto por la provincia de Vizcaya, en virtud del origen de sus ancestros.

Las relaciones con sus parientes del solar vasco siempre fueron muy estrechas y amistosas, tejidas sobre la base de la pertenencia a un mismo tronco familiar. El mejor ejemplo de ello fue la correspondencia mantenida con su “sobrino” Xavier María de Munibe, conde de Peñaflorida. A lo largo de ella es palpable el interés mutuo por la conservación y el engrandecimiento de esta institución, formada por los méritos de sus individuos y por el patrimonio material e inmaterial acumulado durante generaciones. Una solidaridad que tuvo uno de sus capítulos más bellos en los consejos que el mayor de los Munibe dedicó a la educación de los hijos de Peñaflorida.

Fruto de esta combinación entre parentesco y paisanaje fueron las responsabilidades asumidas por Valdelirios en el seno de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, un proyecto creado y dirigido por Xavier María de Munibe. Su ingreso en la misma data de 1767. Un año después asumía el papel de director en Corte, como extensión del que desempeñaba su sobrino en las provincias vascas. Participó de forma decisiva en la formación y coordinación de un relevante grupo de presión estratégicamente situado en los aledaños de la administración borbónica. Sus gestiones permitieron que la Sociedad quedara bajo la protección real, pudiera constituir la Compañía de Pesca de Cecial con sede en la capital, que resultaría fallida, y, en especial, que materializara su proyecto educativo en el Real Seminario de Vergara. Tuvo el honor de presidir las Juntas Generales de la Bascongada celebradas el año 1773 en esta localidad guipuzcoana.

Estas inquietudes ilustradas le llevaron a formar parte en 1775 del grupo fundador de la Real Sociedad Económica Matritense, siendo su primer director electo en noviembre de 1779, tras la dirección perpetua de Antonio de la Quadra y Llano. Su experiencia atesorada en la gestión de la Bascongada le sirvió para participar activamente en la redacción de los primeros estatutos.

En sus últimos años de vida recogió los frutos de su dedicación y servicios a la Corona española. El 24 de octubre de 1777 Carlos III le nombró gentilhombre de Cámara con entrada, un honor que Valdelirios quiso interpretar como un espaldarazo a su gestión en la crisis del Tratado de Límites. Este conocimiento de los temas americanos avaló su ingreso en la Cámara de Indias en 1785. Su nombramiento de consejero de Estado se hizo esperar hasta diciembre de 1792, pocos meses antes de su fallecimiento.

 

Obras de ~: “Elogio fúnebre del señor don Domingo de Orrantia”, en MEMORIAS de la Sociedad Económica, t. IV, Madrid, 1787, págs. 347-351.

 

Bibl.: A. Cerdán y Pontero, “Elogio fúnebre al Excmo. Señor marqués de Valdelirios”, en Mercurio Peruano, n.º 314 (5 de enero de 1794), pág. 916, n.º 315 (9 de enero de 1794), págs. 17-24, y n.º 317 (16 de enero de 1794), pág. 40 bis; M. A. de Flores, Carta al marqués de Valdelirios, para la ejecución del tratado de límites celebrado en Madrid en 1750, Buenos Aires, 1836; J. Varela de Limia, Los directores de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y las presidentas de su Junta de Damas de Honor y Mérito, Madrid, Talleres de El Eco Franciscano, 1925; J. de Urquijo e Ibarra, Un juicio sujeto a revisión: Menéndez y Pelayo y los caballeritos de Azcoitia, San Sebastián, Imprenta Martín y Mena, 1925; “El supuesto proceso del Marqués de Valdelirios”, en Revista Internacional de Estudios Vascos, 17 (1926), pág. 127; M. Mendiburu, Diccionario histórico biográfico del Perú, t. VIII, Lima, Imprenta Enrique Palacios, 1934, págs. 45-46; D. Ramos Pérez, El tratado de Límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Juan Sebastián Elcano, 1946; R. Vargas Ugarte, Títulos nobiliarios en el Perú, Lima, Compañía de Impresiones y Publicaciones, 1948; G. Kratz, El tratado hispano-portugués de límites de 1750 y sus consecuencias. Estudio sobre la abolición de la Compañía de Jesús, Roma, Institutum Historicum, 1954; VV. AA., Colección de documentos inéditos para la historia de Guipúzcoa, San Sebastián, Diputación de Guipúzcoa, 1965; J. Vidal Abarca, “Historia Genealógica de los Condes de Peñaflorida”, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 41, cuads. 3-4 (1985), págs. 543-755; M. A. Burkholder, Biographical Dictionary of Councilos of the Indies 1717-1808, New York, Greenwood Press, 1986; La Ilustración vasca. Cartas de Xavier María de Munibe, Conde de Peñaflorida, a Pedro Jacinto de Álava, Vitoria-Gasteiz, Parlamento Vasco, 1987; J. L. García Brocara, La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País (páginas de una gloriosa historia), Madrid, Real Sociedad Económica Matritense, 1991.

 

Juan Luis Blanco Mozo

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