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Diego de Corral y Arellano

Biografía

Corral y Arellano, Diego de. Santo Domingo de Silos (Burgos), c. 1570 – Madrid, 20.V.1632. Jurisconsulto y consejero en la Cámara de Castilla y en el Consejo de Hacienda.

Existe controversia en cuanto al lugar de su nacimiento.

Los libros parroquiales de Santo Domingo de Silos no se remontan más allá de 1595. Pero según consta en la genealogía presentada para ingresar en la Orden de Santiago, el propio Diego de Corral y Arellano afirma ser natural de aquel pueblo. Éste es, por tanto, el lugar de su nacimiento, a pesar de que su familia residía en Valladolid. Y bien pudo ser, tal y como conjeturan algunos de sus biógrafos, que en el momento de su nacimiento su madre se encontrara, expresa o accidentalmente, visitando a sus padres, que residían en Santo Domingo de Silos. Fueron sus padres Luis de Corral y Arellano, natural de Cuéllar, funcionario real que llegó a ser corregidor de la ciudad de León, e Isabel de Castro-Otañez, natural de Santo Domingo de Silos.

Diego de Corral y Arellano fue colegial del muy ilustre de San Bartolomé de Salamanca, donde se licenció en Cánones. Siendo aún colegial se le ofreció una plaza de oidor en la Audiencia de Lima, que rehusó. Obtenida su licenciatura, se ocupó de varias sustituciones de cátedra, dando comienzo a una carrera docente llena de éxitos. Primero compitió con otros diez pretendientes en las oposiciones a la cátedra de Clementinas de la Universidad de Salamanca (1603), que obtuvo con gran aquiescencia de todos. Y casi seguidamente, tan sólo tres años más tarde, disputó la cátedra de Vísperas, que logró con gran diferencia de votos sobre sus contrarios, al punto de que los estudiantes, como era costumbre en casos muy significados, llevaron a Diego de Corral y Arellano en triunfo por las calles de Salamanca.

En 1608 dejó su carrera docente, abandonando su cátedra y una regiduría de Salamanca, al ser nombrado fiscal de la Audiencia de Valladolid, donde residió hasta el traslado de la Corte a Madrid. A partir de aquí su carrera como funcionario estuvo también llena de éxitos y de reconocimientos que se sucedieron ininterrumpidamente hasta alcanzar las más altas cotas en la magistratura de la Corona. En 1612 fue promocionado a fiscal del Consejo de Hacienda. En poco más de tres años fue nombrado fiscal del Consejo Supremo de Justicia (18 de abril de 1616). Dos años más tarde, el 15 de abril de 1618, alcanzó el puesto de consejero de este alto Tribunal, puesto que desempeñó hasta el 28 de noviembre de 1628, cuando fue nombrado consejero de la Cámara de Castilla, y casi seguidamente del Consejo de Hacienda.

Diego de Corral y Arellano tomó la dignidad de caballero del hábito de Santiago en noviembre de 1622.

El reconocimiento de la Corona por los servicios prestados por Diego de Corral y Arellano en su dilatada vida profesional queda patente en una real cédula de Felipe IV, de fecha 26 de diciembre de 1628, en la que se califican de “buenos, grandes, agradables, particulares y señalados”, significando la singular rectitud, entereza y limpieza observadas en el desempeño de cuantas materias o negocios le fueron encargados.

Entre sus actuaciones profesionales cabe destacar, por su interés histórico, su intervención en la causa abierta contra el valido Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, donde después de instruir las diligencias con otros dos consejeros nombrados al efecto, al deliberar la sentencia, defendió la no procedencia de la pena de muerte, sin dejarse coaccionar por las influencias malsanas presentes en el proceso. Asimismo, dejó la impronta de su capacidad, cuando recibió del Rey la designación directa de girar las visitas de inspección a la Junta de Aposento, encargada de repartir el tributo por ocupación entre funcionarios de la Corte, o mediante pago, en su caso, por incómoda partición.

Los trabajos los terminó con un informe que sirvió de referencia para la articulación posterior de este tributo.

Pero la intervención que dejó mayor huella fue, sin duda, en la autoría del informe evacuado por el Consejo Supremo de Castilla sobre las medidas y proposiciones que, a juicio del Consejo, debieran emprenderse para atajar la despoblación de las zonas rurales de Castilla, la penuria económica que sufrían el reino y la Monarquía, así como la insuficiencia de los ingresos de la Corona para sacar a la Hacienda de aquella situación de endemismo financiero y de insuficiencia de recursos, mantenida por más de cincuenta años.

El contenido de la Consulta fue recogido por Pedro Fernández de Navarrete en su conocida obra Conservación de Monarquías y Discursos Políticos, en cuya introducción el autor declara que su propósito es la glosa de aquella Consulta, comenzando con elogiosas palabras sobre Diego de Corral: “Aviendo llegado a mis manos una Doctísima Cõsulta del Supremo Consejo, de que fue Cõsultante el señor don Diego de Corral y Arellano, à cuyo gran talento se puede aplicar lo que el rey Atalarico dixo de otro Consejero, que siempre que se ofrecia alguna causa que pidiese estilo acendrado y puro, se encargava à su ingenio [...], me tomé licencia de atender para mi propia enseñança las graves sentecias de este admirable Oráculo”.

De su obra escrita, por lo demás, se conoce bien poco, únicamente que deja una serie de informes, unos manuscritos y otros impresos, casi todos hoy en paradero desconocido. Es el caso de sus Regulæ generales ad omnia jura interpretanda et concilianda, obra no localizada y de la que José de Rezabal y Ugarte dice en su Biblioteca de los Escritores que han sido individuos de los seis colegios mayores [...] (1805) que la tenía manuscrita en cuarta, Fernando José de Velasco, ministro del Consejo y Cámara de Castilla. El Memorial del Príncipe de Esquilache tampoco está localizado, si bien según las manifestaciones de Carrillo, Rezabal y Golfín de Ulloa sí se imprimió.

Además de por sus obras y por sus actuaciones profesionales, su recuerdo se mantiene hoy vivo por el magnífico retrato suyo pintado por Velázquez, apenas dos años antes de su fallecimiento, de gran severidad y compostura según la opinión de los especialistas en el maestro, al igual que el que pintó a su esposa, que también se encuentra en el Museo del Prado.

 

Obras de ~: Regulæ generales ad omnia jura interpretanda et concilianda, s. l., s. f. (inéd.) (desapar.); Memorial del Príncipe de Esquilache, s. l., s. f. (desapar.); Ordenanzas del Aposento de Corte, s. l., s. f.

 

Bibl.: P. Fernández de Navarrete, Conservación de Monarquías y Discursos Políticos sobre la gran Consulta que el Consejo hizo al Señor Rey don Felipe Tercero, Madrid, Imprenta Real, 1626; J. de Rezabal y Ugarte, Biblioteca de los Escritores que han sido individuos de los seis colegios mayores [...], Madrid, Imprenta de Sancha, 1805; L. de Corral, Don Diego de Corral y Arellano y los Corrales de Valladolid, Apuntes históricos, Madrid, Estudio Tipográfico de la Viuda e hijos de M. Tello, 1905; J. Fayard, “Los ministros del Consejo Real de Castilla (1621- 1788). Informes biográficos”, en Hidalguía (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Salazar y Castro) (1982); J. Reeder y L. Perdices de Blas, Diccionario de pensamiento económico en España (1500-2000), Madrid, Fundación ICO-Síntesis, 2003.

 

Rafael Muñoz Hernáez

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