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Juan Henríquez

Biografía

Henríquez, Juan. Lima (Perú), c. 1625 – Madrid, 1689. Militar español, gobernador, presidente de la Real Audiencia del reino de Chile, consejero de Indias, caballero de Calatrava.

Nació en Lima hacia 1625 como hijo del licenciado Luis Henríquez, oidor de la Audiencia de Nueva Granada y fiscal de la de Lima, consejero de Indias, y de Inés de Las Casas. Niño aún debió de embarcarse con sus padres rumbo a España en 1636, donde estudió Cánones y Leyes en la Universidad de Salamanca, lo que no le impidió abrazar la carrera de armas cuando tenía veinte años de edad.

Inició sus servicios militares en 1649, desempeñándose como capitán de Infantería española en la armada del Mar Océano. Participó en la guerra contra Francia, en Burdeos, y en el asedio de Milán; y, además, se enroló en el ejército de Extremadura como capitán de caballos corazas y de la guardia del duque de Saint Germain.

Sin embargo, no todo fue agradable, puesto que en 1663 cayó prisionero en la batalla de Amejial que se sostuvo con Portugal. Sólo la paz que celebró España con Portugal en febrero de 1668 le permitió volver a Madrid con goce de su libertad después de pasar cuatro años y nueve meses de encierro.

Algunos de sus compañeros de armas contaban que durante el período de cautiverio militar, en vez de perder el tiempo en ocios y vicios a los que eran tan aficionadas las tropas, prefería disfrutar de la lectura, por lo que alcanzó a adquirir una instrucción nada vulgar.

La reina Mariana de Austria —que asumía la regencia en espera de que su hijo Carlos II fuera mayor de edad— lo condecoró con el hábito de la Orden de Santiago y por Cédula de 21 de agosto de 1668, le confiaba el cargo de gobernador de Chile. Con su nombramiento, la Soberana pretendía poner fin a los años de turbulencias y desórdenes que se produjeron durante la administración de Francisco de Meneses.

A pesar del mucho interés que tuvo por arribar pronto a las costas de la capitanía general, Juan Henríquez debió esperar en España durante un año, puesto que era muy peligroso emprender viajes, producto de la proliferación de piratas y corsos ingleses que merodeaban las Antillas, persiguiendo a las naves españolas, a pesar de la paz que había entre ambas naciones desde 1667. En Madrid, conoció al fraile mercedario Ramón de Morales, que había sido capellán del ejército de Chile. Ese religioso, muy partidario de Francisco de Meneses, le informó que le sería imposible gobernar si no tenía el apoyo de las familias más respetables del reino que, coincidentemente, eran las que el exgobernador había favorecido.

Con esas impresiones salió de Cádiz los primeros días de junio de 1669 y llegó a Lima el 26 de marzo de 1670, de donde se disponía seguir con rumbo a Chile. No obstante, se detuvo allí seis meses, con acuerdo del virrey, hasta que el 25 de septiembre se hizo a la vela con rumbo a Concepción, donde arribó el 1 de noviembre de 1670.

La primera tarea de Henríquez fue marchar hacia el interior de Arauco, donde los indígenas, cansados de tanta guerra, pidieron la paz. Ésta era tan necesaria para araucanos como españoles, porque se veía como inminente el ataque de una escuadra extranjera de doce naves que —según noticias enviadas por Pedro de Montoya, gobernador Valdivia— amenazaba ese puerto. Sin embargo, sólo arribó una nave al mando del corsario John Narborough, quien antes de llegar a las costas del sur de Chile había fondeado en Puerto Deseado (actual Patagonia argentina) y tomado posesión de esos territorios que pertenecían a la gobernación.

El capitán inglés, al ver las fortalezas españolas, juzgó que sus fuerzas eran insuficientes para romper la defensa del puerto y resolvió regresar a Inglaterra.

Esta frustrada expedición estimuló la creación de defensas costeras y rápidamente Henríquez organizó un cuerpo volante para repeler cualquier ataque, lo que le permitió recuperar para el reino de Chile el mando de la plaza de Valdivia, que, hasta ese entonces, dependía del virreinato del Perú. El Rey, por Cédula de 30 de marzo de 1676, resolvió, que el puerto fuera colocado bajo la jurisdicción civil y militar del capitán general. Al gobernador, entonces, le tocaba la vigilancia superior de una guarnición que se creía muy importante y amenazada siempre por las tentativas de las naciones europeas que estaban en guerra con España.

El virrey del Perú, conde del Castellar —por orden de la reina Mariana de Austria que escuchó en la Corte graves denuncias contra su honradez—, hizo levantar una información contra Henríquez en 1671.

Se le acusaba de continuar con el sistema de negocios, implantado por otros gobernadores, de mantener tiendas para vender la ropa del situado, de hacer matanzas del ganado del Rey y, para colmo, de tener a su hermano, “don Blas”, como consejero de todas las medidas de gobierno y como gerente de todos los negocios, en los que, también, era ayudado por su sobrino Antonio de Córdoba. También, lo acusaban demostrar adhesión absoluta a la familia de Meneses y sus partidarios, de quienes recibió algunos donativos en especies y dinero.

A pesar de que vivió odiando a los oidores y especialmente a Juan de la Peña Salazar, Henríquez compensó sus defectos y arbitrariedades con grandes cualidades y notables avances en la construcción de obras públicas. Trajo hasta la ciudad el agua de las vertientes cordilleranas y de la quebrada de San Ramón, y construyó en la plaza principal de Santiago “una fuente necesaria para el servicio y adorno de la república”.

También, construyó sobre el río Mapocho un puente de cal y de piedra, de seis ojos (arcos), para asegurar una comunicación permanente entre la ciudad y los huertos y chacras que proveían su alimentación. Además, inició la obra de los tajamares para resguardar a Santiago de las inundaciones del río. Henríquez edificó una sala de armas y amuralló algunos fuertes en Valparaíso y Concepción.

Henríquez desplegó un gran empeño en socorrer y fomentar la construcción de templos y casas de religiosos.

Con su apoyo se fundaban nuevos conventos y monasterios. Sin embargo, la obra fundamental del gobernador consistió en estimular a los particulares para que gastaran sus energías en el trabajo creador y no en las pendencias y rencillas a que estaban acostumbrados.

Ocho años gobernó Henríquez y la historia lo recuerda como impulsor de un gobierno eficiente que logró poner orden en todos los aspectos de la vida ciudadana.

Pasó a España y desempeñó allí el cargo de consejero de Indias, lo mismo que había hecho su padre.

Murió en Madrid, soltero, en 1689 y fue sepultado en la capilla de Jesús, María y José de la iglesia Imperial de jesuitas.

 

Bibl.: P. Córdoba y Figueroa, “Historia de Chile”, en VV. AA., Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, t. II, Santiago, 1862; M. Olivares, “Historia militar, civil y sagrada de Chile”, en VV. AA., Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, t. IV, Santiago, 1864; V. Carvallo Goyeneche, “Descripción Histórico-Jeográfica del Reyno de Chile”, en VV. AA., Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, ts. VIII-X, Santiago, 1875; D. Rosales, Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano, Valparaíso, 1877; J. T. Medina, Diccionario Biográfico Colonial, Santiago, Imprenta Elzebiriana, 1906; F. A. Encina, Historia de Chile, Santiago, Editorial Nascimento, 1940; J. L. Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1956; A. Ovalle, Histórica Relación del Reyno de Chile, Santiago, Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, 1969; S. Villalobos, Historia del pueblo chileno, t. IV, Santiago, Editorial Universitaria, 2000; D. Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, Editorial Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000.

 

Julio Retamal Ávila

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