Aguiar-Mella Díaz, Dolores. Montevideo (Uruguay), 29.III.1897 – Madrid, 19.IX.1936. Laica, mártir, beata.
Hija de Santiago Aguiar-Mella, abogado e industrial español, y de Consolación Díaz, uruguaya, Dolores vivió los tres primeros años de su infancia en Montevideo, en el ambiente de una familia cristiana y acomodada económicamente, a la que pertenecían sus padres. Cuando todavía no había cumplido los tres años, en 1889, la familia se trasladó a España y fijó su residencia en Madrid, donde Santiago abrió un despacho de abogados. El año 1905, su madre contrajo una tuberculosis muy contagiosa, que la llevó al sepulcro el 30 de marzo de 1907, por lo que el padre llevó a los hijos internos fuera del hogar. Así pues, Dolores y sus hermanas ingresaron en el colegio escolapio de Carabanchel (Madrid), en 1905, y allí permanecieron internas doce años. Dolores fue una colegiala modelo, tanto en los estudios, como en su comportamiento. Inteligente y estudiosa, terminó con buenas notas la enseñanza primaria y con toda brillantez realizó los estudios de Magisterio Superior.
De carácter serio, reflexivo y prudente, era sincera, y muy responsable y recta en todas sus actuaciones.
Amable y agradecida, las circunstancias familiares le ayudaron a madurar pronto. Entre sus compañeras destacaba por la claridad de sus ideas y por sus convicciones cristianas; en general la querían y en ocasiones la admiraban. En 1917, terminó sus estudios y tras un fugaz paso por el noviciado escolapio, que tuvo que abandonar por una enfermedad, se integró en el hogar paterno.
Dolores, al regresar a casa, en 1919, volvió a ser la hermana mayor de siempre, y con su padre compartió la responsabilidad del hogar. A la vez, preparó las oposiciones para Hacienda, y obtuvo una plaza en la Delegación de Madrid. Llevaba una vida regular de trabajo en la oficina y dirección de la casa, apoyada en una vida cristiana intensa y de ayuda caritativa a los demás. En la oficina de Hacienda sus compañeros la querían y la respetaban por su entrega desinteresada a todos, y por su valía profesional: obtuvo el primer puesto en las oposiciones. Cuando en 1929, falleció su padre, se fue a vivir al colegio escolapio de Madrid. Pasaba la mañana en la Delegación de Hacienda, y por la tarde ayudaba a las escolapias en lo que le pedían. Sus servicios, a partir de 1931, con la proclamación de la República, fueron muy necesarios.
Desde la época de colegiala manifestaba claramente sus ideas políticas y religiosas y las defendía con valentía y decisión. A partir de 1931 esto le ocasionó serios problemas, pero luchó y defendió lo que creía era la verdad y el espíritu cristiano.
La vida de Dolores desde el 18 de julio de 1936, hasta su muerte, estuvo vinculada a la de las religiosas escolapias, y cuando tuvieron que abandonar el colegio, también se fue a vivir con ellas a un piso cercano. Era consciente de que aumentaba el riesgo de su vida, pero lo aceptó valientemente. Durante el mes de agosto y primeros de septiembre fue punto de mira de los milicianos comunistas por su fe cristiana.
Intentaron detenerla el 12 de septiembre, cuando se presentaron en el piso preguntando por ella, y no estaba. Pero lo hicieron el 19 de septiembre, a las ocho de la mañana, en la calle Ferraz. De manera violenta le obligaron a meterse en un coche. Llevada a la checa de la iglesia de San Miguel, fue asesinada, cerca del cementerio de San Isidro, ese mismo día, 19 de septiembre, junto con la madre María de la Yglesia, escolapia, y su hermana Consuelo. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II, en Roma, el 11 de marzo de 2001.
Bibl.: J. Jato Miranda, Madrid, capital republicana, Barcelona, 1976, págs. 453-454; Positio super Martyrio, Roma, 1991; Positio super Martyrio, Expletio, Roma, 1998; M. L.
Labarta, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz. Laicos y santos, Caracas, 1999, págs. 67-71; Educadoras y Mártires, Roma, 2001; Dolores y Consuelo Aguiar-Mella, Laicas y Mártires, Roma, 2001.
María Luisa Labarta Araguás, SChP
