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Francisco Perez de Prado y Cuesta

Biografía

Pérez de Prado y Cuesta, Francisco. Aranda de Duero (Burgos), 1678 – Madrid, 10.VII.1755. Obispo de Teruel, consejero real, comisario general de Cruzada, inquisidor general.

Previa educación esmerada y larga carrera, cuyos pormenores no se conocen bien, fue elegido inquisidor fiscal en el Tribunal de Córdoba, ejerciendo el mismo cargo en el de Sevilla entre los años 1722 y 1732. Sus profundos conocimientos en materias eclesiásticas hicieron que Felipe V le propusiese el 3 de abril de 1732 para el obispado de Teruel, lo que fue confirmado por el pontífice Clemente XII en el mes de agosto, tomando posesión, en su nombre, el deán de la Catedral turolense el 7 de noviembre; pero la importancia y delicadeza de las funciones que desempeñaba le obligaron a retrasar su entrada en la diócesis hasta el 13 de junio de 1733. Debido a su residencia en Madrid, hubo de gobernarla por medio de vicarios, hasta 1755.

Su labor en Teruel fue muy positiva y digna de encomio, preocupado siempre por el bienestar material y moral de sus diocesanos. Favoreció las instituciones dedicadas a la atención de los menesterosos, ya que la mendicidad era abundante, sobre todo en los años de malas cosechas. Por estos años, los principales ilustrados turolenses eran clérigos, muchos de los cuales habían estudiado en las Universidades de Zaragoza, Huesca o Valencia; a su regreso intentaron transmitir las nuevas corrientes pedagógicas y científicas procedentes de Francia. Fue muy afecto a la Compañía de Jesús. En 1744, con su decisiva ayuda, los jesuitas se establecieron en un colegio de esta ciudad, al que dotó —además de los habituales estudios menores de Gramática y de rudimentos de Latín— de Cátedras de Artes y Teología, mientras que escolapios y dominicos establecían centros en varias localidades de la provincia o ejercían la docencia en sus propios conventos.

Fue, además, nombrado consejero del Rey y elegido comisario general apostólico de la cruzada en España, cargo que ejerció entre los años 1745 y 1750. Conocidas sus cualidades, el Monarca quiso presentarle para los obispados de Jaén y Palencia, mas, no queriendo separarse de sus diocesanos, decidió quedarse en Teruel. Sin embargo, las circunstancias le obligaron a trasladarse a Madrid, sin renunciar a su obispado, al ser aprobado por el papa Benedicto XIV su nombramiento de inquisidor general, el 22 de agosto de 1746, si bien no tomó posesión del cargo hasta el 18 de septiembre.

Durante su mandato —sucedió al difunto arzobispo de Santiago, Manuel Isidro Manrique de Lara— trató de devolver al Santo Oficio su poder y esplendor pasados. No obstante, el estado de la literatura y de las ideas en estos años disminuyó el rigor del Tribunal, que pasaba por una época de transición, debido a los acontecimientos y situación general de Europa y América.

El Index Librorum Prohibitorum ac expurgandorum novissimus pro universis hispaniarum regni. Serenissimi Ferdinandi VI regis catholici ac Indiarum regnis Inquisitoris Generalis jussu noviter auctus, et luculenter, ad vigilantissime correctus, más comúnmente conocido como Índice de Libros Prohibidos (o “Índice”) de 1747, voluminosa obra en dos volúmenes de 1112 páginas, a doble columna, más 158 finales de índices, no lo realizó él, pero se publicó bajo su mandato, y se hizo famoso de inmediato, ya que contó con la colaboración de los jesuitas Carrasco y Casani, en el que éstos lograron no sólo la inclusión de libros jansenistas, bayistas y quesnelianos, sino además de las obras de sus adversarios, las del venerable Palafox y Mendoza. Las protestas de los padres agustinos, por figurar las del cardenal Noris, miembro de la Orden, hicieron que se ordenase por la Congregación del Índice la exclusión de algunas de ellas.

Lo que provocó mayor hostilidad fue el Apéndice del Índice, publicado con el título de Catálogo de Libros Jansenistas, que no era más que una lista de obras, supuestamente jansenistas, confeccionada por su propia cuenta, en 1722, por un jesuita belga y condenada por Roma (1745).

En palabras de Kamen: “El hecho de que la Inquisición se hubiera puesto de parte del bando ortodoxo en la controversia jesuítico-jansenista, significaba que el Índice se había convertido ahora en una herramienta de facción, y que había comenzado la era del conflicto político”. Dado que algunos libros que Roma había dado por válidos (como los del cardenal Noris) figuraban en el “Índice”, la Santa Sede publicó un breve pidiendo explicaciones al inquisidor general por tal conducta.

Respecto a la masonería, condenada el 1751 por el Papa, la Secretaría de la Santa Sede se dirigió a Pérez de Prado instándole a proceder con el máximo rigor contra los masones, y, en uso de esta facultad, el Santo Oficio dirigió el 21 de agosto de 1751 a sus funcionarios una circular solicitando información sobre los “sujetos militares y políticos, habitantes en esos Reinos, que hayan ocurrido a este Tribunal o a sus ministerios a delatarse espontáneamente de francmasones”.

Dimitido, por razones de salud, le sucedió en el obispado turolense el también ilustrado José Rodríguez Chico, ambos aficionados a la arqueología y a la numismática.

Falleció cargado de años y de honores, siendo trasladado su cadáver a la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús en Teruel, posteriormente Seminario Conciliar, y sepultado en un mausoleo de mármol situado al lado del Evangelio. Le sucedió como inquisidor general el arzobispo Manuel Quintano Bonifaz.

En su testamento dejó dádivas a la Catedral turolense, entre ellas una magnífica custodia de plata, construida a sus expensas, tenida como una de las mejores de España; además, construyó el altar mayor de la Catedral, así como parroquias e iglesias de religiosos, fundando el Convento de la Trinidad, en donde se colocó un busto suyo, obra de Felipe de Castro.

Mantuvo a sus expensas el hospicio de la ciudad, desde el 14 de agosto de 1742, por falta de recursos, por lo que finalmente le fue cedido con el patronato del establecimiento (Real Cédula del Consejo de 2 de octubre de 1752). La botica de este hospicio fue también donación suya.

Trabajó activa y eficazmente para que fuese declarado dogma la Inmaculada Concepción. De él dijo Benedicto XIV que era “columna eficacísima de la Iglesia española”.

 

Obras de ~: Defensa canónica de la potestad que tienen los obispos sobre sus súbditos legos en las causas de fuero eclesiástico, s. l., s.

f. (ms.); Compendio de las tres leyes: natural, escrita y evangélica.

Pérdida de la gracia en Adán y Eva, y su reparación en Jesús y María, Sevilla, Juan Francisco Blas de Quesada, 1726; Defensa canónica de la Potestad decretaria y ejecutiva que, por derecho de Jesucristo, tienen los obispos sobre sus súbditos legos en las causas del fuero eclesiástico. Escrivíala D ~, Obispo de Teruel [...], s. l., 1734; A todos nuestros amados súbditos de cualquier estado, dignidad y condición que sean, salud en Jesu Christo nuestro Señor, s. l., 1745; A todos nuestros amados súbditos, de cualquier estado y dignidad que sean, salud en el Señor, s. l., 1746; Carta Pastoral sobre el ayuno eclesiástico, Madrid, Manuel Fernández, 1747.

 

Fuentes y bibl.: Informaciones aportadas por Francisco Javier Pastor Muñoz (arqueólogo), Madrid; Biblioteca Nacional de España, Servicio de Información bibliográfica.

M. Martínez Añibarro y Rives, Intento de un Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Autores de la Provincia de Burgos, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1889; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. XLIII, Madrid, Espasa Calpe, 1921; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo xviii, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991; H. Kamen, La Inquisición Española, Barcelona, Editorial Crítica, 1992; J. Pérez Villanueva y B. Escandell Bonet (dirs.), Historia de la Inquisición en España y América, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2000; J. M. Walker, Historia de la Inquisición Española, Madrid, Edimat, 2001;

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Fernando Gómez del Val