Fernández-Navarrete de Santa Bárbara, José. Murcia, 27.II.1758 – ¿Madrid?, c. 1805. Sacerdote escolapio (SChP) y educador de sordos.
José Fernández-Navarrete de Santa Bárbara nació en Murcia en 1758 e ingresó en la Orden de los Padres Escolapios en 1774.
Según algunos autores, aprendió los principios de la educación de sordos en Génova con el padre escolapio Juan-Bautista-Octavio Assarotti, discípulo a su vez del abate Sicard en el Colegio de Sordomudos de París. No obstante, lo único ciertamente documentado es que, al igual que Hervás y Panduro, fue discípulo y colaborador en Roma del abate Tomás Silvestri, discípulo a su vez del abate L’Epée, fundador del citado colegio de París. Por tales antecedentes y mediante carta del 24 de octubre de 1793, suscrita por Manuel de Godoy, duque de Alcudia, se comunica al padre provincial de la Orden de Escolapios de Castilla el deseo del rey Carlos IV de que Fernández- Navarrete se dedicara personal y exclusivamente a la instrucción de los sordos.
En 1795, dada la gran influencia y prestigio de la escuela francesa de L’Epée, y sobre todo por la publicación ese mismo año de la obra fundamental de Hervás y Panduro, Escuela española de sordomudos, el rey Carlos IV, a propuesta de su ministro Godoy, decreta mediante Real Orden la creación del Real Colegio de Sordomudos de San Fernando en las Escuelas Pías del Avapiés, primera escuela fundada en España para sordos, aunque ciertamente muy limitada en el número de sus alumnos, pues en realidad consistía en una clase especial para éstos, que funcionaba junto al resto de las actividades de las Escuelas Pías. En ella se enseñaba lectura, escritura, dibujo, lectura labial y pronunciación. El maestro Fernández-Navarrete, según Negrín Fajardo, confesaba a sus alumnos de viva voz y era un gran entusiasta de la citada obra de Hervás y Panduro, a pesar de lo cual hay que reseñar que ya en el mismo año de la inauguración de dicha escuela, José Miguel de Alea, quien años después dirigió el Real Colegio de Sordomudos, apuntaba al más que previsible fracaso de Fernández-Navarrete en su misión, por razón de que “[...] los sordomudos de la corte española no asisten a la escuela [de sordos], en mi opinión, por la preocupación de la gente acerca de la seguridad y certeza de los principios del arte”.
Aquella desconfianza general sobre la eficacia de los métodos de la época la confirma el hecho mismo de que Fernández-Navarrete únicamente había tenido dos discípulos y sólo uno de ellos era natural de Madrid y que después de uno o dos meses de instrucción, ambos alumnos habían abandonado la escuela.
En aquellas mismas fechas, Fernández-Navarrete estaba enseñando a una niña sorda de muy pocos años y, al parecer, deberían llegar a la escuela “dos niños sordos del Reino de Galicia”.
En esta precariedad continuó la escuela de sordomudos en las Escuelas Pías del Avapiés hasta 1800, momento en que se traslada a la casa consistorial de la Plaza Mayor, llamada de la Panadería, donde fue languideciendo por falta de alumnos, y se suprimió definitivamente, a causa de su fracaso, en 1802, fecha en la que Fernández-Navarrete abandonó Madrid, trasladándose a Almendralejo (Badajoz) para educar a Lorenzo Golfín, hijo sordo del marqués de la Encomienda, constando que abandonó la Orden Escolapia en 1804.
En pleno proceso de refundación del Real Colegio de Sordomudos entre 1802-1805, bajo la iniciativa de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, el 29 de abril de 1802, Pedro Ceballos, ministro de Estado, remitió a dicha Sociedad Económica una Real Orden adjuntando un “memorial” de Fernández-Navarrete en el cual éste solicitaba agregarse al nuevo Colegio con el cargo de director espiritual, petición que será aceptada por la Matritense en mayo siguiente, siendo confirmado por el Rey a finales de abril de 1803. Un mes más tarde se produjo una serie de disputas entre el director in pectore, Antonio- José Rouyer, y Fernández-Navarrete, lo que motivó que la Sociedad Matritense rogara al Rey que anulara el nombramiento de éste al resultar que: “entre los dos hacía tiempo que se profesaban una enemistad irreconciliable”, petición que no fue aceptada.
Abiertas las aulas del Real Colegio de Sordomudos el 9 de enero de 1805, en el mes siguiente y por motivos económicos, la Matritense se vio obligada a tener que rechazar a Fernández-Navarrete como director espiritual, aduciendo que hasta cuatro años después no era preciso, ya que los sordos deberían aprender antes otros conocimientos que les permitieran posteriormente alcanzar los principios de la Religión, petición que el Rey entonces no dudó en aceptar. A partir de ese momento se pierde todo rastro de Fernández-Navarrete, ignorándose dónde y cuándo murió.
Bibl.: O. Negrín, “Proceso de creación y organización del Colegio de Sordomudos de Madrid (1802-1808)”, en Revista calasancia de Ciencias de la Educación, 109 (enero-marzo de 1982), págs. 7-31; S. Plann, “Roberto Francisco Prádez: sordo, primer profesor de sordos”, en Revista Complutense de Educación (Universidad Complutense de Madrid), 3, 1 y 2 (1992), págs. 237-262; A. Gascón y J. G. Storch de Gracia, Historia de la educación de los sordos en España y su influencia en Europa y América, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid, 2004, págs. 271-283.
Antonio Gascón Ricao y José Gabriel Storch de Gracia y Asensio