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Fernando Scio Riaza

Biografía

Scío Riaza, Fernando. Madrid, 3.X.1739 – San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 3.XI.1806. Educador escolapio (SChP), teólogo, preceptor, científico y escritor.

Hijo de Sebastián Cristiani de Scío —maestro de danza de la Corte de Felipe V— y de Lorenza Isabel de Riaza. La familia Scío, a la que pertenecían los dos hermanos, Felipe y Fernando, estaba establecida en Catania, Sicilia, y era oriunda de la Isla de Chíos, en el Egeo, de cuyo nombre deriva el apellido de los hermanos Scío.

Siguiendo el deseo del mismo Felipe V, fue apadrinado en el Bautismo por el Príncipe de Asturias, don Fernando, luego Rey Católico Fernando VI; tanto apreciaban los Reyes de España a la noble casa de los Scío. Era un año más joven que su hermano Felipe, más conocido éste que Fernando, por haber sido en la historia de España el primer traductor al castellano de la Biblia Vulgata Latina. Fernando estudió desde niño, como su hermano, en el colegio de Escuelas Pías de Getafe.

En 1754, a los quince años, ingresó en la misma Orden. Acabado el noviciado en el Colegio de San Fernando de Lavapiés de Madrid, hizo allí mismo su profesión solemne a los dieciséis años, en 1756.

En esa misma fecha, acompañado de Felipe, éste de dieciocho años, el clérigo Fernando pasó a cursar Filosofía al colegio de Villacarriedo. Este colegio era de reciente fundación, se había inaugurado en 1746, pero tenía notable empuje educativo. En sus crónicas se cuenta que en 1759 había ochenta y seis niños de Primaria, cuarenta de Gramática y diecinueve alumnos de Filosofía. Fernando, al par que estudiaba Filosofía tenía que desempeñar la escuela ínfima de Gramática y encargarse de los internos. Allí permaneció sólo aquel año escolar. No le fueron bien las cosas.

Una serie de turbulencias en la Comunidad y en la misma provincia castellana, a raíz de su separación del tronco aragonés, hizo que nuestros dos jóvenes anduvieran un poco a la deriva. El clérigo Fernando pasó a otro internado, el Seminario de Nobles de San Fernando de Lavapiés, donde se ordenó sacerdote en 1762 y continuó la docencia en las clases inferiores, y luego de Latín y Aritmética. Al mismo tiempo que por la enseñanza, sentía una fuerte inclinación natural por las Ciencias experimentales, Física, Aritmética, Matemáticas y por la misma Filosofía.

Pronto coronó su tarea educativa como profesor de estudios superiores entre los “caballeros seminaristas”, hijos de la nobleza de la Corte. Insatisfecho con los programas y los métodos de la educación tradicional de los alumnos y de la enseñanza de las Ciencias, que entonces se reducían a considerarse como una parte de la Filosofía. Ante la negativa por parte del superior a las iniciativas suyas y de otros que le secundaban, el 23 de marzo de 1765 escribió al padre general de la Orden, P. José María Guria, quejándose de la situación y solicitando que a los ya establecidas se añadieran las asignaturas de Griego, Francés, Geometría, Cosmografía, e Historia Sagrada, Universal y de España.

En 1775 era director del Seminario de Nobles de Lavapiés. El centro dio un viraje en redondo desde que puso su impronta en él el P. Fernando. De entrada, se produjo en el Seminario, de forma paulatina pero firme, una separación total del resto de la casa, de la comunidad y aun de las otras clases de externos, creándose aulas para solos Caballeros, pues para ellos se exigía entonces una instrucción más variada y una educación más refinada. Era el hombre ideal para dirigir un Internado de Nobles, cuyos padres, como decía él en la carta a Roma: “Omnes quidem ex nobilioribus sunt, nempe Consiliarii Regii, Marchiones, etc.”.

Por ese mismo tiempo el P. Felipe escribió sus “Reglas de nuestros Seminarios de Escuelas Pías”, que quedaron manuscritas. Citadas por el P. Lasalde, desaparecieron, parece ser, en el incendio provocado en la guerra de 1936. Es de suponer que el P. Fernando se las pediría y aplicaría en su Internado. Con su iniciativa y el apoyo de su hermano, provincial de las Dos Castillas, inició en España el método empírico experimental. Se impuso la tarea de construir sus propios instrumentos de trabajo, necesarios y apropiados: esferas armilares y terráqueas, espejos ópticos, tablas, láminas o carteles enriquecían las aulas. Con ellos demostraba a sus colegiales las leyes de la Óptica, de la Física, de la Electricidad, de las Matemáticas, nuevo método que aún no se conocía en España. Con la misma finalidad tradujo del latín y mandó imprimir varias obras originales del general de las Escuelas Pías, P. Paulino Chelucci, entre las que destaca Instituciones Aritméticas, con un Apéndice sobre la naturaleza y uso de los Logaritmos, porque desde tiempos de Galileo, amigo de san José de Calasanz, los escolapios de Florencia eran adelantados en la enseñanza de las Matemáticas, y Fernando estaba al tanto.

Preocupado también por la formación religiosa, literaria y humana, preparó para los internos resúmenes de latín y elementos de Historia Sagrada, profana y española, y de buenas costumbres. Su fama fue el último peldaño para llegar a la Corte y ser maestro y educador de príncipes. Carlos III había encomendado a su hermano, el P. Felipe Scío, la educación de sus nietos y sobrinos, pero cuando éste se vio en dificultades para la tarea encomendada, a causa de su mala salud y la dirección de la provincia escolapia de Las Dos Castillas, fue llamado a la Corte el P. Fernando. El Rey se sintió muy pronto impresionado por su competencia y entrega, de tal forma que, cuando el P. Felipe tuvo además que abandonar las aulas regias para acompañar a Portugal a la infanta Carlota Joaquina, de la que era preceptor y confesor, en 1778, el P. Fernando continuó en solitario la enseñanza de los preclaros infantes de España, con las mismas condiciones estipuladas que su hermano Felipe. De ello queda constancia en los Registros de Palacio: “Exmo. Sr.: El Rey ha resuelto que el P. Fernando Scío continúe la enseñanza de los Señores Infantes, hijos de los Príncipes nuestros señores, con el mismo sueldo, cobrado por Real Casa, y demás gages y emolumentos que se consignaron a su hermano el P. Felipe Scío de San Miguel, como Maestro de SS.AA; todo durante la ausencia del P. Felipe y sin perjuicio de lo resuelto a favor de éste. Dios ge.

a V.E. ms. as. Aranjuez, a 8 de mayo de 1785. —El Conde de Floridablanca— Sr. Duque de Medinaceli”.

Y cuando más tarde el rey Carlos IV designó al P. Felipe como obispo de Segovia, a su vuelta de Portugal, el P. Fernando siguió en la Corte. Aumentó en ella su prestigio y respeto durante el largo espacio de tiempo de veintiséis años, hasta tal punto que fue acogido con amor y benevolencia por el mismo príncipe de Asturias, don Fernando, que sería más tarde Fernando VII. Lo acredita una carta de María Luisa de Godoy. Se trata de un asunto muy delicado de familia: el príncipe de Asturias, don Fernando, había casado con María Antonia, hija de los reyes de Nápoles, y, a pesar de llevar un año casado, no había hecho vida marital con su esposa. “Acaba de estar conmigo el P. Fernando, con la respuesta de lo que sabes le encomendamos; le ha dicho hacía mucho tiempo nada había hecho, pero no le ha dicho el porqué ni el buen padre se lo ha preguntado; sólo dice lo halla tímido, cobarde: ¿qué te parece haga el padre o yo?” (J. López Navío: “El P. Felipe Scío, Maestro de la Infanta Carlota”, Rev. Analecta Calasanctiana, Año 1961, III, pág. 195). El P. Fernando debió de volver de nuevo con la delicada misión a su antiguo discípulo de primeras letras, pues el asunto espinoso se arregló. En la Corte contó entre sus amigos y admiradores a los ministros Aranda, Floridablanca y Campomanes.

También su Orden le reconoció sus méritos dentro y fuera de ella, pues le concedió el título honorífico y los privilegios de exprovincial. En 1806, a la edad de sesenta y siete años, murió en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial. Su cuerpo fue llevado a Madrid, a su Colegio de San Fernando, en cuyo panteón fue colocado, en presencia de sus hermanos en religión y de los nobles y principales de la ciudad.

 

Obras de ~: Un tratado (inéd.), Sobre la esfera armilar; versión castellana de la obra italiana Instituciones Aritméticas, con un Apéndice sobre la naturaleza y uso de los Logaritmos, Madrid, 1772; Compendio de libritos históricos de la Santa Biblia, Madrid, 1800.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Provincial TDH, Madrid, Liber suffragiorum 0018/01, Biografía 0098/01.

C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías, Valencia, Tip. Moderna, 1917; C. Lasalde, Historia Literaria y Bibliográfica de las Escuelas Pías de España, Madrid, Imp. Impresores y Libreros, 1893; C. Vilá Palá y J. López Navío, Analecta Calasanctiana, año III-1, Madrid, 1961; C. Vilá Palá, Analecta Calasanctiana, año VI-11 Madrid, 1964; año IX-17 Madrid, 1967; Diccion

 

Valeriano Rodríguez Sáiz, SChP

 

 

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