Juan de San Martín. Yuncos (Toledo), c. 1550 – Océano Atlántico frente a las costas de la isla de La Palma (Santa Cruz de Tenerife), 15.VII.1570. Misionero jesuita (SI), mártir y beato.
Le había correspondido a Ignacio de Azevedo reunir, con su experiencia, una expedición misionera, de suficiente entidad, rumbo al Brasil. Este jesuita había sido nombrado procurador para que asistiese a Roma, habiendo pasado antes por el Portugal de Sebastián I, donde expuso a este Monarca algunos de los problemas de este territorio. Con Francisco de Borja hizo lo mismo y fue este prepósito general el que le nombró provincial con el fin de conseguir el objetivo anteriormente mencionado, existiendo un objetivo civilizador y misionero en esta expedición. Por las provincias españolas de la Compañía reunió setenta y tres jesuitas. Uno de ellos era Juan de San Martín, el cual había estudiado en una de las Universidades mayores de Castilla e importante cantera de las primeras generaciones de jesuitas —la de Alcalá de Henares—, aunque había entrado en la Compañía de Jesús en Évora unos meses antes del comienzo de esta expedición, en febrero de 1570.
Los que habrían de integrarla tenían que concentrarse en Val del Rosal, el 3 de mayo de 1570. Todos ellos se disponían a viajar en tres barcos diferentes, acompañados de familias y trabajadores, los cuales tendrían que facilitar la construcción de ciudades —propias de una misión civilizadora—, donde no podía olvidarse la edificación de iglesias. Esta expedición ambiciosa en objetivos partía desde el puerto de Lisboa, el 5 de junio de 1570, integrada dentro de la escuadra de Luis de Vasconçelos y Meneses, el cual había sido nombrado gobernador de Brasil.
Cuando alcanzaron el puerto de Funchal, en Madeira, en la nave donde viajaba el mencionado Ignacio de Azevedo, con treinta y nueve jesuitas más —entre ellos Juan de San Martín—, se separó de la flota con la pretensión de alcanzar las Canarias y desarrollar una serie de gestiones comerciales. Los navíos del corsario hugonote Jacques Sourie habían sido rechazados por la artillería del castillo de San Lorenzo de la isla portuguesa de Madeira y por los cañones de las naves de Luis de Vasconçelos, cuya flota se encontraba anclada en la bahía. El navío Santiago, en el cual viajaban los jesuitas, ya solitario, fue acosado por este corsario. Se refugiaron, inicialmente, en el puerto de Tazacorte, en la isla de La Palma. Cuando zarpó de nuevo, rumbo a Santa Cruz de la Palma el 14 de julio y se aproximó a la Punta de Fuencaliente, fueron interceptados por el corsario Jacques Sourie, mientras amanecía el 15 de julio.
Los corsarios —que eran calvinistas— perdonaron la vida a la tripulación, pero no a los misioneros jesuitas.
Fueron lanzados por la borda, algunos de ellos moribundos a causa de las heridas propinadas, hasta que comprobaron cómo se hundían los cuerpos en el mar. Así ocurrió con Juan de San Martín. De entre los treinta y nueve mártires, sin contar a Azevedo que también lo fue, treinta y uno eran portugueses y ocho habían nacido en España. Un grupo que habría de ser conocido como los mártires del Brasil o “de Tazacorte”.
El relato de lo ocurrido fue narrado por los miembros de la tripulación que habían sobrevivido al asalto. Cuando éstos hubieron regresado a Funchal, en Madeira, se lo comunicaron al jesuita Pedro Díaz, siendo recogido en la “Relación del martirio de Ignacio de Azevedo y sus compañeros”. En la Compañía de Jesús existió una conciencia temprana de martirio hacia todos ellos y como tales habrían de ser recordados.
Eso sí, Alonso de Andrade comprobó en los trabajos misioneros cómo la memoria de lo sucedido había ido desapareciendo en la conciencia de la población canaria.
La primera representación iconográfica de este grupo se realizó en el mismo siglo XVII, siendo ubicada en la parroquia del Salvador de la capital palmera, según ha subrayado Escribano Garrido. El paradero de esta obra no se conoce hoy, aunque a partir de este modelo se realizaron otras tres versiones, ejecutadas posteriormente. Son los lienzos que se hallan en los templos de San Miguel de Tazacorte, en El Salvador de Santa Cruz de la Palma y en el Museo Diocesano de Arte Sacro de la catedral de Santa Ana en Las Palmas. Este último, de autor anónimo, cuenta con una leyenda que reza: “El venerable padre Ignacio de Acevedo con 39 conpañeros de la compañía de Jesús / fueron martirizados por los Hugonotes en 1570 a 15 de julio, a bista de Tazacorte en la Isla de la Palma”. No aparecen todos ellos en el óleo sino solamente doce, con representaciones de su ejecución, pues aparecían con puñales y hachas clavados en su cuerpo. Ocupaba el padre Azevedo, como no podía ser de otra forma, la parte central de la composición, sujetando el cuadro de la Virgen con el que murió en sus manos. La leyenda es más explícita todavía en el que existe en la mencionada iglesia de San Miguel de Tazacorte.
La supresión de la Compañía de Jesús había frenado el proceso de santificación, después de que el papa Benedicto XIV hubiese reconocido la condición de mártires de estos cuarenta jesuitas por una bula promulgada en septiembre de 1742. Fueron beatificados por Pío IX, en mayo de 1854.
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Javier Burrieza Sánchez