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San Lorenzo de Brindis

Biografía

Lorenzo de Brindis, San. Brindis (Italia), 22.VII.1559 – Lisboa (Portugal), 22.VII.1619. Capuchino (OFMCap.), santo, doctor de la Iglesia, teólogo, diplomático y predicador.

Nació en Brindis, en la Apulia, el 22 de julio de 1559. Era hijo de Guillermo Russo e Isabel Masella y recibió el bautismo en la catedral de la ciudad al día siguiente. Se conservan muy pocas noticias de su infancia, que transcurrió en su ciudad natal, donde realizó sus primeros estudios, quedó huérfano de padre y fue acogido entre los niños oblatos de los franciscanos conventuales de Brindis, donde realizó provechosamente sus estudios. Siendo todavía adolescente, falleció su madre, por lo que se trasladó a vivir a Venecia con un tío sacerdote que regentaba una escuela. Allí profundizó su formación espiritual e intelectual. Fue en dicha ciudad donde conoció a los capuchinos, que residían en un sencillo convento junto a la iglesia de Santa María de los Ángeles, en la isla de la Gidecca.

Se sintió muy pronto atraído por su vida pobre y austera, por lo que solicitó ingresar en la Orden.

Recibió el hábito capuchino en Verona el 19 de febrero de 1575, cuando contaba dieciséis años, recibiendo el nombre de fray Lorenzo. El noviciado culminó el 24 de marzo de 1576 con su profesión religiosa. Concluida la etapa de identificación con su nueva familia, fue enviado a Padua, donde realizó los estudios de Lógica, pasando luego a Venecia para realizar los estudios de Filosofía y Teología. Desde el primer momento se descubrió en él una excepcional agudeza intelectual y una insaciable sed de saber.

Confirió especial importancia a la Sagrada Escritura, que aprendió de memoria, llegando incluso a lograr un profundo conocimiento de las lenguas bíblicas que estudió de manera autodidacta. Hasta los propios rabinos que lo trataron, años más tarde, quedaban estupefactos de sus conocimientos. Sus biógrafos refieren cómo esta aptitud singular para el estudio se veía primada por una especial perfección religiosa en perfecta línea con la escuela bonaventuriana. Así, algunos biógrafos señalan que ni él mismo sabía dónde terminaba el estudio y dónde comenzaba la oración. Concluido el rezo nocturno de maitines, se quedaba en la iglesia hasta el alba, especialmente cuando iba a comulgar.

Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 18 de diciembre de 1582, de manos del patriarca de Venecia Juan Trevisan, se entregó a la predicación; actividad propia de los capuchinos, y que fue la que más larga e intensamente ejerció. El ministerio de la palabra le acompañó durante toda su vida. Pero su tarea como predicador había comenzado incluso ya antes de la ordenación sacerdotal, pues siendo diácono había ya predicado toda una cuaresma en la iglesia de San Juan Nuevo, en el corazón de Venecia. Su éxito fue tan grande que le pidieron la predicación para la cuaresma del siguiente año en la misma iglesia. Recibida la ordenación, su actividad se convirtió en algo frenético, recorriendo toda Italia empeñado en el anuncio de la palabra de Dios. Sus dotes intelectuales le sirvieron para ser un magnífico orador, identificado por una predicación fundada en la Escritura, pronunciada con gran lucidez y erudición expresiva. Su predicación tenía una preparación en la que Lorenzo hacía prolongados ratos de oración. Al mismo tiempo, cada sermón comportaba un acercamiento serio y riguroso al Evangelio de la fiesta o del día. Son numerosos los episodios de conversiones que se realizan a su alrededor, frecuentemente entre aquellos que no eran cristianos. Así se relata de su predicación en Roma, entre 1592 y 1594, a los judíos por encargo de la autoridad pontificia.

Su gran talla humana así como su don especial de predicador habían hecho que Lorenzo fuera conocido más allá de las fronteras de Venecia, por lo que fue llamado a ocupar cargos de gobierno en la estructura de su Orden. De 1583 a 1586 ocupó el oficio de lector y, tres años más tarde, fue nombrado guardián y maestro de novicios. En 1589 le llamaron a predicar en la ciudad de Cosenza, en Calabria. Al terminar su ministerio, el ministro general, Jerónimo de Pollizi lo retuvo a su lado. El general estaba en abierta confrontación con el cardenal protector Julio Antonio Sartori, que se quería inmiscuir en el gobierno de los religiosos. La labor desempeñada por Lorenzo supuso un apaciguamiento del problema, mostrando unas buenas dotes diplomáticas, ante una realidad en la que era preciso actuar con rapidez y decisión. Con estos antecedentes, a finales de 1590 fue elegido vicario provincial de Toscana, aun en contra de la voluntad del cardenal protector. De 1594 a 1597 fue nombrado provincial de Venecia y, en 1598, fue nuevamente elegido para el gobierno, aunque esta vez será para la provincia de Suiza. Al mismo tiempo, en 1596 había sido ya nombrado definidor general.

Varios años antes, en 1593, ante la insistencia del archiduque Fernando de Austria y su mujer Ana Catalina de Gonzaga, se había fundado un convento de capuchinos en Innsbruck, capital del Tirol. Era el primer paso en la expansión capuchina en Centroeuropa. Tres años más tarde, siendo provincial de Venecia, promovió la fundación del convento de Salzburgo, por invitación del príncipe Wolfgang Teodorico von Raitenau.

Un año más tarde se fundó en Trento, territorio imperial, un nuevo convento. Poco a poco iban llegando peticiones de misioneros desde aquellos países, especialmente apremiante fue la del arzobispo de Praga Zbynek Berka von Duba hecha al Capítulo General de 1599, en el que se decidió que fray Lorenzo marchara a fundar a Bohemia con un grupo de compañeros.

Desde el primer momento, esta fundación vivió grandes dificultades, causadas especialmente por los bohemios que, en su gran mayoría, eran afines a la reforma y anticatólicos, la vida del clero era algo escandalosa y su atención al ministerio, bastante negligente.

La expansión de la herejía se sentía de modo particular en Praga, sede de Rodolfo II y capital del Imperio. La tarea desarrollada por Lorenzo en este momento, se caracterizó por una atención singular a la predicación y al diálogo abierto y familiar con todos; el resultado fue, además de la fundación del convento, el retorno a la fe católica de mucha gente, que se sintió conquistada por una argumentación sencilla, convincente y fraterna, donde el capuchino gozaba ya de fama de santidad. Por su eficaz intervención, un año más tarde, se fundaron los conventos de Graz y Viena. En 1601 Lorenzo desarrolló una actividad que se convertirá en característica de los capuchinos en años sucesivos, la atención espiritual de las tropas en la cruzada contra el turco. Aún con la ineptitud de los que dirigían las tropas imperiales, el coraje y estímulo espiritual del capuchino permitió obtener la victoria de las tropas en octubre de 1601 en Albareale (Hungría).

Meses después, el 24 de mayo de 1602, en el Capítulo General, Lorenzo fue elegido como ministro general de los capuchinos. Esta nueva tarea supuso para él un cambio de vida, ya que se le encomendaba la tarea de visitar a todas las provincias, especialmente las transalpinas, que esperaban la visita de un general desde mucho tiempo atrás. La Orden se encontraba dividida en treinta provincias con casi nueve mil religiosos, esparcidos por toda Europa a los que Lorenzo tenía que visitar en un trienio, viajando siempre a pie. El general remontó Italia, visitó Suiza, pasó por el Franco Condado y la Lorena; a mediados de septiembre visitó los Países Bajos, Bruselas y Amberes. Pasó el invierno visitando las provincias francesas de París, Lyon, Marsella y Toulouse. En la primavera de 1603 llegó a España, donde se encontró un amplio territorio, que iba desde el Rosellón a Valencia, y de Cataluña a Aragón.

Aprovechando su presencia, el 20 de junio se celebró el Capítulo Provincial en Barcelona. En poco menos de un año había cumplido la tarea más difícil y ardua de su generalato: la visita a las provincias transalpinas.

Volvió a Italia y visitó la provincia de Génova. En septiembre de ese mismo año estaba en Sicilia, de donde pasó a la Italia meridional. Sólo le quedaron por visitar personalmente las provincias de Bolonia, Milán y Venecia.

Esta amplísima actividad y disciplina no impidió que mantuviera siempre la observancia rigurosa de las normas de la Orden, así como prolongados ayunos y una severa abstinencia, detalles que no dejarían de afectar rigurosamente a su vida.

Su trienio como general concluyó el 27 de mayo de 1605, con lo que pudo descansar unos meses antes de emprender su nuevo ministerio. A instancias de Pablo V se encaminó nuevamente al Norte. En Múnich conoció a Maximiliano el Grande, duque de Baviera y cabeza de los católicos alemanes. A su llegada a Praga fue acogido con amplias muestras de afecto, lo que le estimuló a consagrarse de lleno a la tarea de la predicación.

Al mismo tiempo que la actividad apostólica, desarrolló una eficaz tarea diplomática entre el duque de Baviera y la autoridad imperial. Esta obra la realizó fundamentalmente desde el púlpito, ya que la iglesia de los capuchinos se encontraba junto a la residencia del Emperador y era lugar de encuentro para diplomáticos y embajadores. En la misma iglesia tenían su puesto el nuncio apostólico, los ministros católicos y los embajadores.

Predicar desde aquel púlpito equivalía a predicar a los principales personajes de la política imperial y a los representantes de los principales príncipes católicos de Europa. Fue en este ambiente de confrontación en el que, en el año 1607, escribió Lutheranismi hypotyposis, en respuesta al predicador de la reforma Policarpo Laiser.

Trabajó con vigor y tesón, concluyendo su obra para fines de 1608. La obra nunca llegó a imprimirse, ni tan siquiera pasó por una última revisión de Lorenzo.

Sus críticas no fueron suficientes para reorganizar la estructura del Gobierno imperial fuertemente enfrentado.

Ante la situación de división que se vivía en Europa, el duque de Baviera decidió crear una Liga católica opuesta a la Unión evangélica, existente entre luteranos y calvinistas, y que tenía como fin dividir los estados católicos para obtener ventajas territoriales.

Para esta tarea Lorenzo fue llamado a Múnich y, después de cumplir todos los formalismos, partió para Génova y se embarcó para España, donde consiguió convencer a Felipe III de la necesidad de apoyar a la Liga y ayudar a su sostenimiento económico. A principios de febrero de 1610 llegó a Roma, donde consiguió la promesa del Pontífice de ayudar también a la Liga. A finales de mayo y de regreso en Alemania, hubo de actuar como embajador poniendo remedio a algunas situaciones que habían surgido entre Múnich y Praga. En agosto la Liga estaba consolidada y la labor del capuchino se había convertido en algo fundamental para la misma. Los tres años siguientes, a requerimiento de Maximiliano el Grande y por mandato de Pablo V, permaneció en Múnich desempeñando ante el duque, aunque sin título oficial, el cargo de nuncio papal o representante de la Santa Sede. En estos años, todos los asuntos despachados por el duque eran tratados confidencialmente con Lorenzo.

En el Capítulo General de 1613 fue elegido, por tercera vez, definidor general, siendo enviado como visitador a la provincia de Génova, donde venía aclamado como provincial. En 1616 regresó a su provincia de Venecia, donde consiguió dedicarse a un período más intenso de retiro y oración.

Su aspiración a llevar una vida retirada debió ser abandonada por órdenes del Papa, que solicitó sus servicios para misiones diplomáticas que finalizaron con el logro de la paz y la concordia. Así sucedió en 1614 con la rendición de los piamonteses asediados en Oneglia, o dos años más tarde, cuando intervino para lograr un acuerdo entre españoles y piamonteses en Candia Lomellina. En 1618 logró que se firmase la paz entre el gobernador de Milán Pedro de Toledo y el gran duque de Saboya, Carlos Manuel I. En el otoño de ese mismo año se encontró implicado en la tentativa de devolver serenidad y paz al reino de Nápoles, donde el desenfrenado y prepotente virrey Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, cometía constantes abusos y vejaciones a sus súbditos. Representantes de la nobleza y del pueblo se dirigieron en secreto al santo capuchino, que debió someterse una vez más, a las dificultades de un largo viaje a la Corte de Felipe III a presentar sus quejas y conseguir la destitución del virrey. Provisto de la debida autorización partió del puerto de Torre del Greco, eludiendo la estrecha vigilancia del duque de Osuna. El viaje fue una batalla constante contra las trampas y peligros urdidos por el virrey de Nápoles. Aunque tuvo que detenerse en Génova algunos meses, a finales de mayo de 1619, alcanzó al Soberano en la Corte de Lisboa, adonde se había dirigido para asistir a la coronación de su hijo Felipe IV como rey de Portugal. Cuando las negociaciones estaban a punto de tener un efecto positivo, Lorenzo enfermó gravemente. Acabado por las fatigas y sufrimientos, a pesar de la asistencia de los médicos del Rey, murió el 22 de julio de 1619 en Lisboa, el día en que cumplía sesenta años. Su cuerpo fue transportado, por mandato de Pedro de Toledo, a la capital de su marquesado, Villafranca del Bierzo, donde fue sepultado en la iglesia del monasterio de las franciscanas descalzas, fundado algunos años antes por su hija.

Características particulares de su espiritualidad, típicamente franciscana y cristocéntrica, fueron el culto a la eucaristía y la devoción mariana. La misa, por él celebrada con gran devoción, se prolongaba normalmente por una, dos o tres horas, y frecuentemente, gracias a una concesión de Pablo V, también en torno a ocho, diez y doce horas. A la Virgen María atribuía todo don y toda gracia, y utilizaba todos sus medios para difundir su devoción. Fruto de esta sensibilidad fue en el campo intelectual su Mariale.

Sus objetos personales fueron saqueados por aquellos que lo veneraban como santo, especialmente los pañuelos empapados en lágrimas durante la misa.

Cuatro años después de su muerte, la ingente relación de milagros a él atribuidos impulsaron a Clemente de Noto, general de los capuchinos, a iniciar su canonización. Cuando el proceso estaba ya ultimado, Urbano VIII publicó los decretos por los que prohibía la introducción de causas hasta que pasaran cincuenta años del fallecimiento. La causa se concluirá con la beatificación, durante el pontificado de Pío VI, el 23 de mayo de 1783. La canonización también tuvo que pasar significativas dificultades, especialmente por la supresión de entidades religiosas, llegando a su conclusión el 8 de diciembre de 1881, de manos de un admirador suyo, León XIII.

Si sus coetáneos admiraban su santidad, no lo hacían menos respecto de su sabiduría y ciencia sagrada. Así lo atestiguaban aquellos que se acercaban con detención a su doctrina. Esta idea queda demostrada con la publicación de su Opera omnia, llevada a cabo entre 1928 y 1956, labor que culminaría tres años más tarde (19 de marzo de 1959) con la proclamación de doctor de la Iglesia, bajo el título de “Doctor Apostólico”.

Sus obras pueden dividirse en cuatro grandes grupos, con diverso valor e interés para los investigadores: obras de predicación, que son las más numerosas.

Contienen sermones para los diversos tiempos litúrgicos; el Santoral, el Marial, con una gran colección de sermones marianos diversos; obras de la Escritura, la Explanatio in Genesim, exponiendo los once primeros capítulos del Génesis, así como algún otro opúsculo; una obra de apologética contra la reforma, Lutheranismi hypotyposis, compuesta entre 1607 y 1609. Es la única que fue escrita para ser impresa y difundida; escritos de carácter personal y autobiográfico, especialmente un opúsculo redactado por orden de sus superiores De rebus Austriae et Bohemiae, donde narra su experiencia en tierras alemanas entre 1599 y 1612.

 

Obras de ~: Laurentius a Brindisi, De rebus Austriae et Bohemiae, 1599-1612, commentariorum autographum, ed. de E. Alenconiensis, Romae 1910; S. Laurentius a Brundusio (OFMCap.), Opera omnia a patribus minoribus capuccinis provinciae Venetae e textu originali nunc primum in lucem edita notisque illustrata, 1-X/2, Patavii, Officina typographica Seminarii, 1928-1956: I Mariale, 1928; II/1-3 Lutheranismi hypotyposis, 1930-1933; III Explanatio in Genesim, 1935; IV Quadragesimale primum, 1936; V/1-3 Quadragesimale secundum, 1938-1940; VI Quadragesimale tertium, 1941; VII Adventus, 1942; VIII Dominicalia, 1943; IX Sanctorale, 1944; X/1 Quadragesimale quartum, 1954; X/2 Sermones de tempore adiectis opusculis: I. De rebus Austriae et Bohemiae, II. De numeris amorosis, 1956; Breviario laurenziano. Meditazioni quotidiane dagli scritti di San Lorenzo da Brindisi, ed. de L. da Fara y R. Battel, Padova, Messaggero, 1999; Marial: María de Nazaret, “Virgen de la plenitud”, ed. de B. de Armellada, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2004.

 

Bibl.: Decretum brundusina canonizationis B. Laurentii a Brundusio Sacerdotis, et Concionatoris Ordinis Minorum S. Francisci Capuccinorum, Romae, 1785; F. de Ajofrín, Vida, virtudes, y milagros del Beato Lorenzo de Brindis general que fue de los PP. Capuchinos fundador de esta santa provincia de Castilla, Barcelona, Imprenta y Librería de la Inmaculada Concepción, 1881; H. Bortignon, De S. Laurentii a Brundusio Ordinis Minorum Capuccinorum activitate a apostolica ac operibus. Testimoniorum elenchus, Venecia, 1937; F. de Fuentarrabía, “Argumentación bíblica de S. Lorenzo de Brindis en sus controversias”, en Estudios Franciscanos (EF), 54 (1953), págs. 321-366; L. M. de San Bartolomé, “San Lorenzo de Brindis frente a la Inmaculada Concepción”, en Estudios Marianos, 13 (1953), págs. 333-344; B. de Carrocera, “San Lorenzo de Brindis: España y los capuchinos españoles”, en Naturaleza y Gracia (NyG), 7 (1957), págs. 133-195; VV. AA., Commentarii Laurentiani historici quarto revoluto saeculo ab ortu Sancti Laurentii Brundusini novi Ecclesiae doctoris, Romae, Institutum historicum, 1959; F. da Mareto, “De S. Laurentio a Brundusio biographiae editae”, en Collectanea Franciscana (CF), 29 (1959), págs. 463-507; Methodius a Nembro, “L’attuazione missionaria in S. Lorenzo da Brindisi”, en CF, 30 (1960), págs. 146-175; I. de Villapadierna, “La actividad diplomática de san Lorenzo de Brindis. Dos embajadas a la corte española”, en EF, 61 (1960), págs. 287-311; A. M. da Carmignano di Brenta, San Lorenzo da Brindisi, Dottore della Chiesa universale (1559-1619), 4 vols., Venezia/Mestre, Curia Provinciale dei FF. MM. Cappuccini, 1960-1963; F. da Mareto, Bibliographia Laurentiana opera complectens an. 1611-1961 edita de sancto Laurentio a Brindisi doctore apostolico, Roma, Institutum historicum Ord. Fr. Min. Cap., 1962; Stanislaus a Campagnola, “Bibliografia di san Lorenzo da Brindisi, dottore della Chiesa”, en Laurentianum (L), 4 (1963), págs. 132-137; Hilarius a Wingene, “Spiritualitatis laurentianae lineamenta fundamentalia”, en L, 10 (1969), págs. 413-433; J. L. Hass, The Theological significance of some biblical symbols in the Mariale of Saint Lawrence of Brindisi, Romae, 1994; G. Basso, Bibliografia laurenziana. Opere scritte dal 1961-1994 su san Lorenzo da Brindisi, Città del Vaticano, Scuole Vaticane di Biblioteconomia, 1995; G. Carlini, “S. Lorenzo da Brindisi, vicario provinciale in Toscaza. Riflessioni storico-critiche”, en Fra noi, 13 (1996), págs. 221-236; 37; B. de Armellada, “La spiritualità di S. Lorenzo da Brindisi, dottore apostolico della Chiesa”, en L, 41 (2000), págs. 111-149; “La figura e l’opera di S. Lorenzo da Brindisi”, en L, 41 (2000), págs. 3-21; “Lo Spirito Santo nel pensiero di San Lorenzo da Brindisi”, en L (2002), págs. 255-272; Amor esponsal del Dios-Trinidad a la Virgen María (siguiendo el “Mariale” de San Lorenzo de Brindis), en P. Maranesi (ed.), Negotium fidei, Roma, Istituto Storico dei Cappuccini, 2002, págs. 287-313; B. de Armellada, “Le vie della bellezza verso Maria nel ‘Mariale’ di San Lorenzo da Brindisi”, en CF, 72 (2002), págs. 231-249.

 

Miguel Anxo Pena González, OFMCap.

 

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