Costero Tudanca, Isaac. Burgos, 9.XII.1903 – Ciudad de México (México), 7.III.1979. Médico, histopatólogo.
Su vocación médica nació por el interés de su padre en que estudiara medicina. Por ese motivo en edades muy tempranas le envió a Zaragoza para que se familiarizara con ella en el laboratorio que unos primos hermanos suyos, los hermanos José María y Augusto Muniera Bilonguear, acababan de montar en dicha ciudad. El mayor de los hermanos era discípulo de Augusto Pi Suñer y de él había aprendido el rigor en el trabajo, mientras que el menor era profesor de histología en la Facultad de Medicina. Estudió, pues, la carrera de medicina en la Facultad de Zaragoza, demostrando en todo momento una profunda vocación y aprovechamiento, obteniendo matrícula de honor en todas las asignaturas de la licenciatura. Acabada ésta comenzó a trabajar de forma estable, aunque ya lo había hecho como alumno interno durante los meses de verano a partir del tercer año de la carrera, en el Laboratorio de Histopatología de la Residencia de Estudiantes que dirigía Pío del Río Hortega en Madrid, junto a quien dio sus primeros pasos en la histopatología y a quien siempre consideraría como su principal maestro. Allí, además de relacionarse con lo más granado de la escuela de Río Hortega, aprendió las finas técnicas de impregnación argéntica y la del carbonato de plata amoniacal al alcance de muy pocos laboratorios en el mundo, y siempre con el rigor y aprovechamiento que se conseguía en este laboratorio.
En 1927 accedió al grado de licenciado en la Facultad de Medicina de Zaragoza con sobresaliente y Premio Extraordinario. A partir de este momento tomó la que sería la decisión más importante de su vida: formarse no sólo en investigación sino también en su vocación de docente universitario. En 1929 leyó y defendió su trabajo para optar al título de doctor titulado Observaciones histológicas sobre el tejido conjuntivo de la placenta humana, obteniendo el grado con la calificación de sobresaliente. Asesorado y estimulado por su maestro, solicita y obtiene en 1930 una pensión a la Junta de Ampliación de Estudios para desplazarse a Frankfurt al Instituto Erlich con el objetivo de conocer y trabajar con Wilhem Kolle en técnicas de cultivo de tejidos, técnicas muy de vanguardia en esos momentos y no bien desarrolladas aún en España.
Durante esta estancia realizó lo que a la postre sería uno de sus trabajos más brillantes y de mayor impacto como fue el cultivo in vitro de la microglía.
A su vuelta a España, se instaló nuevamente en el laboratorio de Río Hortega, y en 1932 marchó una vez más a Alemania, a Berlín, al Instituto de Biología con Albert Fisher. En esta segunda estancia su objetivo era vivir de cerca las enseñanzas anatómicas y necrópsicas que tan fundamentales serían en su formación, de la mano de maestros universales de la anatomía patológica como Clement Benda, Ludwing Aschoff, Robert Rössle y Herwing Hamperl en los Hospitales de la Charité y el Moabit.
Unos meses antes, en 1931, obtuvo por oposición, la cátedra de Histología, Técnica Micrográfica y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, sucediendo a Leopoldo López García maestro de Río Hortega y uno de los pioneros de la Histología española y de los fundadores junto a Aureliano Maestre de San Juan de la Sociedad Histológica Española. En este período de su vida se entregó totalmente a la cátedra estableciendo un sistema de prácticas poco habitual hasta entonces, exigiendo a los alumnos su presencia en la sala de autopsias, así como la realización de numerosos y extensos informes de a cuantos estudios necrósicos asistían.
Sin embargo, la penuria económica de la Facultad le hacía imposible contar con el laboratorio que soñaba poner en práctica, muy similar al de la Residencia de Estudiantes que dirigía su maestro con aportaciones suyas en base a cuanto había visto en sus estancias en Alemania. Con la ayuda de la Junta de Ampliación de Estudios, de Pío Río Hortega, de Gregorio Marañón y el apoyo personal de José Castillejo y Fernando de los Ríos montó un prestigioso laboratorio en que se llegaron a realizar todas las técnicas de vanguardia en esos momentos, incluido el cultivo de tejidos. Sin embargo, y a pesar de crear un magnífico laboratorio que daba un enorme prestigio a la facultad, fue criticado por sus compañeros en base al origen de las subvenciones económicas que recibió, tachándosele de adicto a los responsables políticos del momento. Este hecho le produjo una situación muy incómoda en su facultad, pues él siempre se consideró un científico que trataba de buscar oportunidades y ayudas económicas donde pudiera, frente a otros profesores de su época que se conformaban tan sólo con lamentarse sin buscar soluciones. El estallido de la Guerra Civil le cogió en Santander como miembro de un tribunal de oposiciones y al serle imposible regresar a Valladolid, en septiembre de 1936 se marchó a Bayona.
Acabada la Guerra Civil española fue sometido a un proceso de depuración en el que fue separado definitivamente de la cátedra.
En 1937, trató de reorganizar su vida y seguir trabajando, lo cual realizó durante unos meses en París con Henri Berdete en el Hospital de la Pitie, y tras renunciar a una oferta para trabajar en Montreal con Wilder Penfield, se exilió en México, donde se asentó y vivió el resto de su vida. En México fue acogido calurosamente como tantos otros médicos españoles que se exiliaron en ese país a lo largo y tras la Guerra Civil española. Durante más de treinta años fue jefe del Departamento de Anatomía Patológica en el Instituto de Cardiología de México que dirigía Ignacio Chávez, y aunque dedicó especial atención a los problemas cardiovasculares nunca dejó de trabajar en los problemas relacionados con el sistema nervioso. Tras jubilarse en 1977, trabajó en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de México en la Unidad de Investigaciones Cerebrales, de la que era responsable uno de sus discípulos más destacados, Rosario Barroso-Moguel.
La labor que Costero hizo en México fue de gran calado histórico, ya que puede considerársele como el auténtico fundador de la Anatomía Patológica en ese país. Allí alcanzó todas las metas que un científico puede plantearse, desarrollando una gran labor, no sólo como docente e investigador sino como fuente de estímulo para cuantos a él se acercaron. Recibió todo tipo de reconocimientos, no sólo de la sociedad científica sino también de la civil, como lo demuestran la gran cantidad de responsabilidades y honores que asumió. Creó una importante escuela, tanto durante el corto período que estuvo en España, como la más extensa que creó en México, destacando, entre otros muchos, importantes figuras de la especialidad tanto en España como México y otros países, tales como Vicente Jabonero, Francisco Suárez López, Rosario Barroso-Moguel, Ruy Pérez Tamayo, Sadi de Buen, Hector A. Rodríguez, August Fernández Guardiola y Patricia Alonso.
Si bien Costero se inició en el terreno de la histología, ha sido considerado y reconocido como un auténtico patólogo. En una primera fase de su vida científica, bajo el magisterio de Río Hortega, trabajó y publicó sobre aspectos histológicos, pero posteriormente al exilio, ya trabajando en México, su labor fue eminentemente dirigida al estudio anatomopatológico de las enfermedades más diversas. Fue un defensor absoluto de la impregnación argéntica y del trabajo manual minucioso y personal en la realización de las preparaciones para el estudio e investigación en histología y anatomía patológica del sistema nervioso.
Sobresalió en el difícil campo del cultivo de tejidos y en concreto en el cultivo in vitro de la microglía, realizando la primera película en el mundo sobre el comportamiento de ésta en el cerebro humano. Estos trabajos que realizó básicamente durante su estancia en el Instituto Erlich de Frankfurt tuvieron una honda repercusión en el mundo científico y fueron presentados por Río Hortega en diversos congresos internacionales. Hoy aún se conserva la película original de este estudio en el Instituto de Cardiología de México junto a otras películas suyas y aportaciones que quedaron inéditas, ya que nunca llegaron a ser publicadas. Sus sobresalientes trabajos sobre la microglía y oligodendroglía fueron realizados en Madrid, a su vuelta de su primera estancia en Alemania en el laboratorio de Río Hortega, donde estudió además en esos años y también en México diversos tumores de la glía y entre ellos los gliomas y paragliomas.
Realizó además importantes contribuciones en relación al aparato cardiovascular, sobre las alteraciones cerebrales en la fiebre reumática (encefalopatía reumática), la evolución anatómica del infarto de miocardio y el efecto de la cortisona sobre el aparato cardiovascular. Demostró también que la piel es una de las zonas eliminadoras de sustancias vasopresoras y que las anastomosis glómicas de su sistema argentafínico son las responsables de la regulación de su temperatura, a la vez que determinarían la cantidad de sangre que circula con velocidad variable por los glomus y capilares.
Destacó igualmente como escritor, sobresaliendo entre sus libros el Tratado de Anatomía Patológica (México, 1946) en dos volúmenes, que fue una referencia obligada en la medicina mexicana y de lengua castellana, así como el que apareció una vez fallecido, Biología de los tumores (México, 1979). Estos libros son auténticos referentes de una vida dedicada al trabajo y a la investigación. Poco antes de su muerte apareció Crónica de una vocación científica (México, 1977), un libro autobiográfico donde relata detenidamente sus ilusiones en una primera etapa llena de proyectos, el drama de su exilio, sus dificultades en su nueva vida, sus gratitudes, su entrega al trabajo en su nueva patria y sus frustraciones y satisfacciones por ser auténtico consigo mismo. Su labor como escritor no acabó con los muchos trabajos que publicó en revistas nacionales mexicanas e internacionales sino que se proyectó también en la realización de alguna traducción como la que hizo del libro de Ladislaus Szymonowicz y Rudolf Krause Tratato de histología y anatomía microscópica con especial consideración del cuerpo humano editado originariamente en alemán.
Su prestigio le llevó a ser nombrado consultor de la Organización Mundial de la Salud y en 1962 fue distinguido por la United States and Canadian Academy of Pathology, con la conferencia inaugural de su curso académico. Miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias de México, en 1968 fue nombrado su presidente. En 1972 le fue otorgado por la presidencia de México el Premio Nacional de Ciencias. Entre algunos de los muchos honores recibidos destacan, doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de México (1979), presidente vitalicio de la Sociedad Latino-Americana de Patología y Premio Mandi-Abbot de la Academia Internacional de Washington (1962).
Costero volvió a España en 1972, aunque tan sólo de visita y rodeado de sus discípulos mexicanos. Lo hizo en respuesta a la invitación de la Fundación Marañón para impartir la “3.ª Conferencia Gregorio Marañón”. Su estancia en España siempre la recordó como muy emotiva, teniendo la oportunidad de reencontrarse con antiguos amigos y discípulos que nunca más había vuelto a ver y recorriendo aquellos lugares donde había trabajado en su juventud, entre ellos la Residencia de Estudiantes, y que tantos recuerdos le habían dejado y marcado a lo largo de su vida. Le hubiera gustado volver pero nunca más lo hizo.
Obras de ~: “Sobre la reabsorción de la cola durante la metamorfosis de los anfibios”, en Boletín de la Sociedad Española de Histología Natural (BSEHN), febrero de 1926; con P. del Río Hortega, “Dendrosis y dendrolisis de las células de Langhans”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología (BSEB), 13 (1927), págs. 31-41; con P. del Río Hortega, “Fenómenos regresivos de las células deciduales de la placenta humana y de algunos mamíferos”, en BSEB, 13 (1927), págs. 1-6; “Contribución al conocimiento tescultural de las células deciduales”, en Clínica y Laboratorio, 74 (1929), págs. 1-8; “Estudio del comportamiento de la microglía in vitro: datos concernientes a su histogénesis”, en Memoria de la Sociedad Española de Historia Natural, 14 (1930), págs. 125- 182; con M. López Enríquez, “Sobre los caracteres de la microglía retiniana emigrada al humor vítreo”, BSEHN, 31 (1931); “Observaciones histológicas sobre el estroma conectivo de la placenta humana”, en BSEHN, 32 (1931), págs. 3-50; “Contribución al conocimiento de la histogénesis y la histofisiología de la hipófisis y de los tumores hipofisarios”, Anales de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, 1 (1938), págs. 67- 88; Estudio anatómico de 135 tumores de la hipófisis y el tracto hipofisario con algunas consideraciones clínicas, histológicas y fisiopatológicas, México, 1939; Tratado de Anatomía Patológica, México-Barcelona, El Atlante-Salvat, 1946, 2 vols.; La escuela española y su proyección en América, México, 1949; “Reacción de la microglía cerebral en el reumatismo”, en Gaceta Médica Mexicana (GMM), 81 (1951), págs. 49-70; “Caracterización del sistema fribroblástico”, en Archivos del Instituto de Cardiología de México, 24 (1954), págs. 237-249, 337-372, 437-447 y 529-561; 25 (1955), págs. 125-170; “Esclerosis pulmonar difusa”, en GMM, 10 (1958), págs. 525-542 y 743-747; con R. Barroso-Moguel, “Argentaffin Cells in the Carotid Boy- Tumor”, en American Journal of Pathology (AJP), 41 (1962), págs. 389-403; “Colagenosis”, en Archivos del Instituto de Cardiología de México, 43 (1973), págs. 217-221; con R. Barroso- Moguel, “Neurons and Neuronoid Cells in Carotid Body Tumor”, en AJP, 78 (1975), pág. 19a; Crónica de una vocación científica, México, Editores Asociados, 1977; Tratado de Anatomía Patológica, México, Editores Asociados, 1977; El cuerpo carotideo normal y neoplásico, México, Editores Asociados, 1977; con R. Barroso-Moguel y A. Chévez, Biología de los gliomas, México, Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, 1979.
Bibl.: I. Costero, Crónica de una vocación científica, México D.F., Editores Asociados, 1977; Homenaje, “Homenaje al Dr. Isaac Costero Tudanca”, en Archivos del Instituto de Cardiología de México 48 (1978), págs. 1-47; R. Barroso-Moguel, “Homenaje en memoria de Isaac Costero Tudanca”, en Gaceta Médica Mexicana, 116 (1980), págs. 143-145; C. López de Letona, Vida del profesor Costero Tudanca, Valladolid, Servicio de Publicaciones, Universidad de Valladolid, 1995; A. Fernández Guadiola, “Isaac Costero Tudanca”, en Las neurociencias en el exilio español en México, México D.F., La Ciencia para Todos, 1997, págs. 76-101; R. González Santander, “Isaac Costero Tudanca”, en La Escuela Histológica Española, vol. III, Alcalá de Henares, Universidad, 1998, págs. 174-180.
Manuel Díaz-Rubio García