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Luis Tomás Fernández Portocarrero Bocanegra

Biografía

Fernández Portocarrero Bocanegra, Luis Tomás. Conde de Palma del Río (V). ?, m. s. XVII – Burgos, 1723. Militar, gobernador del reino de Granada y de la gobernación de Galicia, virrey de Cataluña y consejero de Estado.

Sobrino del arzobispo de Toledo cardenal Luis Manuel Fernández Portocarrero, gobernador de la Monarquía hispánica y artífice de la instauración de los Borbones en España (1700-1703). Hasta 1670, Luis Tomás estuvo en minoría de edad, período en el cual fallecieron sus padres y la casa de Palma quedó comandada por su abuela Leonor de Guzmán que falleció en 1661. Desde 1661 hasta 1670, la casa estuvo dirigida y administrada por el cardenal Portocarrero, que fue también tutor de Luis Tomás.

Alcanzada la mayoría de edad, el conde de Palma dirigió y gestionó la casa dándole una gran actividad política (1670-1679) dentro del clan Portocarrero (formado por casas como los condes de Medellín, Montijo, La Monclova, Palma). Durante estos años, los principales frentes de actividad del clan fueron la Corte de Madrid, Cataluña-Rosellón y Sicilia- Italia. En la Corte, el clan trabajó activamente por el triunfo del reformismo político apoyando los golpes de Estado de Juan José de Austria (1669 y 1676) y a su gobierno (1677-1679). El conde de Palma se desplazó al frente de Cataluña-Rosellón, donde enseguida destacó como buen militar en las campañas contra el ejército francés, alcanzando el puesto de capitán de caballos. Poco después fue promovido a capitán general de Caballería del ejército de Cataluña en sustitución del marqués de Villena, que fue nombrado virrey de Navarra (1673). Por su parte, su tío el cardenal Portocarrero fue designado virrey de Sicilia, y derrotó a los franceses y liquidó la guerra de Messina (1677-1678).

El período de guerras 1677-1679 no dio buenos resultados para España que salió derrotada frente a Francia (Paz de Nimega, 1678; y Tratado de Fontainebleau, 1679) coincidiendo con el fallecimiento de Juan José de Austria (1679). La situación fue apropiada para abrir una nueva fase política en la que se impuso en el gobierno la línea pactista con Francia, sellada con el matrimonio real de Carlos II con María Luisa de Orleans, que debía traer paz y estabilidad a España. Muchos de los reformistas del juanismo quedaron relegados de los principales puestos políticos y militares, caso de Luis Tomás, que fue desplazado del frente catalán hacia Granada con el cargo de capitán general del reino (1681-1689). En este nuevo puesto, el conde de Palma estuvo al frente de la gobernación del reino granadino e hizo frente a las amenazas de los muslimes contra Gibraltar, por la invasión francesa de Luxemburgo. Palma realizó acciones de represalia contra los franceses asentados en Granada, y creó un tercio granadino para la defensa de Cataluña.

La fase de apaciguamiento con Francia acabó en fracaso (1687-1689) y el Gobierno español tuvo que volver a la guerra. Este nuevo giro vino marcado por el fallecimiento de María Luisa de Orleans (1689) y el nuevo matrimonio de Carlos II con Mariana de Neoburgo, enlace que afianzaba la alianza entre las dos ramas de Habsburgo, la española y la austríaca.

Fue un momento de revueltas apoyadas por Luis XIV en Cataluña y Valencia (los Barretines y las Segundas Germanías) y de guerra general, especialmente en Cataluña-Rosellón (1691-1697). Durante esta década de 1690 el clan Portocarrero volvió a tener una intensa actividad política y militar que iría del apoyo a la alianza con Austria y a la guerra (1691-1693) a buscar una nueva paz con Francia y un sucesor para Carlos II aceptable a ojos de Luis XIV (1693-1700).

En 1690, el conde de Palma regresó a Cataluña como voluntario al frente de una pica (1689). Durante esta segunda estancia en Cataluña, Luis Tomás participó activamente en diversas campañas como la de Camprodón, batalla que se dio entre el 18 y el 25 de julio de 1690. En los años siguientes, realizaría una intensa actividad guerrillera por Berga, el Ripollés, el Ampurdán, con el fin de facilitar las ofensivas españolas que tenían como objetivo recuperar el Rosellón (1991-1993). Los reveses militares de España (1693-1694, caída del Ampurdán, Rosas, Gerona, la Garrotxa, La Selva y el Maresme) fueron creando el ambiente apropiado para la recuperación política del “partido de la paz” que, junto con el cardenal Portocarrero y su clan, se enfrentó al “partido belicista” de Mariana de Neoburgo y su camarilla que insistían en la guerra y en una sucesión dinástica en los Habsburgo.

El “partido de la paz” y el cardenal Portocarrero lograron que Carlos II firmase un testamento a favor de José Fernando de Baviera, es decir, una vía media entre Austrias y Borbones (1696). Pese a todo, el “partido de la paz” acabó fracasando, la Reina impidió la realización de Cortes generales por lo que el testamento no fue ratificado, y el “partido belicista” continuó en el gobierno. Las maniobras políticas del cardenal Portocarrero costaron al conde de Palma su puesto, volviendo a ser desviado de Cataluña para ser nombrado gobernador y capitán general de la Gobernación de Galicia el 9 de abril de 1693.

Pese a los esfuerzos bélicos España volvió a salir derrotada (en 1697, cayó Barcelona; y de 1698 es el tratado de Ryswick). El estado de derrota general de España fue una nueva oportunidad política para que volviese al gobierno el “partido de la paz” con Francia. Al mismo tiempo, el clan Portocarrero cambió de bando y apoyó la política pacifista. Se formó un nuevo gobierno de concentración con dos dirigentes, el conde de Oropesa y el cardenal Portocarrero (1699). Pese a todo, el “partido belicista” dirigido por Mariana de Neoburgo aún tuvo suficiente fuerza como para retener el gobierno de Cataluña con el príncipe Darmstadt, primo de la Reina, al frente.

Darmstadt mantuvo en Cataluña la maquinaria de alianzas políticas, militares y comerciales entre las oligarquías catalanas, Inglaterra, Holanda y Austria, con el fin de favorecer una próxima sucesión de Carlos II favorable a los Habsburgo. Por su parte, el clan Portocarrero trabajó para imponer una media-vía sucesoria entre Austrias y Borbones dando apoyo a la candidatura de José Fernando de Baviera y evitar, así, una nueva guerra de la que podría resultar la descomposición de la Monarquía hispánica e incluso de la propia España. Sin embargo, el fallecimiento del candidato bávaro (1699) llevó al cuerpo político español a la necesidad de elegir entre Austrias o Borbones. En esta situación, el cardenal Portocarrero dio un golpe de Estado (“Motín de los gatos”) en 1699, que le llevó al gobierno siendo confirmado como gobernador general por Carlos II por Real Carta de 29 de octubre de 1700. Al mismo tiempo, el cardenal Portocarrero pudo inclinar la voluntad testamentaria del Rey a favor del duque de Anjou, futuro Felipe V. El coetáneo López de Mendoza se refirió a esta cuestión: “las eficaces representaciones del Cardenal Don Luis Portocarrero arzobispo de Toledo, consiguieron del piadoso monarca [...] nombrase de nuevo por heredero suyo al seremnísimo duque de Anjou, hoy Felipe de España”, como la dinastía que mejor podría garantizar la unidad de España y la integridad de la Monarquía.

El Rey falleció el 1 de noviembre de 1700 y el cardenal Portocarrero inició la transición de Austrias a Borbones.

Para llevar a cabo esta transición, se propuso extirpar la facción austrina de los principales frentes, especialmente de Cataluña y Nápoles. En el caso de Cataluña, el cardenal Portocarrero destituyó a Darmstadt y puso en el virreinato al conde de Palma.

En febrero de 1701, el conde de Palma regresó a Cataluña y se puso al frente del virreinato con dos objetivos: deshacer la red austrina y realizar Cortes, en las cuales las instituciones de Cataluña debían dar juramento de fidelidad al nuevo Rey y éste a su vez debía jurar las Constituciones. Así, la instauración borbónica se haría conforme al testamento de Carlos II y a las leyes y consuetudines de los reinos de España. Las Cortes de Barcelona se abrieron el 12 de octubre de 1701 y se cerraron el 8 de abril de 1702. La labor realizada por Palma y los tractadores de Cortes fue muy delicada y no exenta de problemas, pero dio buenos resultados: el Rey dio el placet a casi todas las proposiciones.

Según Feliu de la Peña, uno de los principales dirigentes de la oligarquía catalana, “estas Cortes fueron las más favorables que avia conseguido la provincia”, porque consiguió “la provincia quanto avia pedido, moderado solo el desinsacular”, y reconoció que estas constituciones eran “pauta y modelo” para cuando llegase el archiduque Carlos de Austria. Por lo tanto, si bien el conde de Palma consiguió la legitimación de la dinastía por el cauce testamento-legalidad, no consiguió deshacer la red austrina catalana organizada por el príncipe Darmstadt.

La valoración global de los coetáneos sobre el conde de Palma y su labor en Cataluña fue positiva sobre todo ante lo que sería, seguidamente, la dura represión de la facción austrina llevada por el virrey Francisco de Velasco. El conde Robres comentó que Palma fue demasiado bueno y blando. De similar opinión fue Castellví que describió los modos de gobernar de Palma de la siguiente forma: “entrado en el mando procuró con la mayor suavidad conciliar los ánimos.

Agasajaba con cariño a la nobleza; oía al pueblo con blandura; era su genio dulce (propio para mandar a los catalanes). Las novedades que cada día procuraban los jueces del Real Senado, a cuyas resoluciones se debía anivelar, no le dejaban arbitrio para practicar la complacencia que deseaba”. El general francés De Quinson pese a que expresó opiniones similares no escondió su crítica a Palma. Le reprochó el no haber reprimido las manifestaciones de los austrinos en aquellos años, cuando aún eran débiles. Pese a todo, reconoció que Palma no dispuso de suficientes fuerzas militares y políticas para acabar con los conspiradores.

Palma permaneció en Cataluña hasta 1704 siendo sustituido por Francisco de Velasco. El 21 de febrero de 1704 el conde de Palma juró como consejero de Estado de manos del cardenal Portocarrero. Su labor en el Consejo de Estado fue intentar moderar a los dos grandes bandos, filipistas y austrinos, en que se dividió el gobierno español entre 1705 y 1706.

 

Bibl.: F. Bremundans, Historia de los hechos del seren. Señor Don Juan de Austria en el Principado de Cataluña, Zaragoza, 1673; A. López de Mendoza y Pons, Memorias para la historia de las guerras civiles de España desde la muerte de Carlos II que sucedió en 1 de noviembre de 1700 hasta el año 1708 [1709] (pról. de B. Medina y Ruiz, Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1882); N. Felíu de la Peña, Anales de Cataluña, Barcelona, Juan Pablo Martí, 1709; V. Bacallar y Sanna, Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Felipe V El Animoso, Génova, Matheo Garvizza, 1725 [ed. y est. prelim. de C. Seco Serrano, Madrid, Atlas, 1957 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 99)]; F. Castellví, Narraciones históricas, 1749 (ed. de J. M. Mundet i Gifre y J. M. Alsina Roca, est. prelim. de F. Canals Vidal, Madrid, Fundación Elías de Tejada y Erasmo Pèrcopo, 1997); M. Mignet, Negotiation relatives à la succesion d’Espagne, Paris, Imprenta Royale, 1835- 1842; G. Maura, Carlos II y su Corte, Madrid, Librería Beltran, 1915; A. de Baviera, Documentos inéditos referentes a las postrimerías de la Casa de Austria en España, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1927-1935; G. Maura, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Espasa Calpe, 1942 (Madrid, Aguilar, 1990); F. Soldevila, Historia de Catalunya, Barcelona, Alpha, 1962; J. Lynch, España bajo los Austrias, Barcelona, Península, 1972; J. Ragón y Cardoner, El virreinato de Jorge de Darmstadt Langrave de Hassia (1697-1701), tesina de licenciatura, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1978 (inéd.); P. Vilar, Cataluña en la España moderna, Barcelona, Crítica, 1979; H. Kamen, La España de Carlos II, Barcelona, Crítica, 1981; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía española (1521-1812), Madrid, Consejo de Estado, 1984, pág. 409; A. Domínguez Ortiz, Testamento de Carlos II, Madrid, Editora Nacional, 1992 (ed. facs.); J. Albareda, Els catalans i Felip V, de la conspiració a la revolta (1701-1705), Barcelona, Vicens Vives, 1993; A. Espino López, El frente catalán en la guerra de los nueve años. 1689-1697, tesis doctoral, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1994 (inéd.); P. Bou, Catalunya i l’Arxiduc Carles, Barcelona, Dalmau, 1999; A. Graf von Kalnein, Juan José de Austria en la España de Carlos II, Lérida, Milenio, 2001; R. García Cárcel, Felipe V y los Españoles. Una visión periférica del problema de España, Barcelona, Plaza y Janés, 2002; V. León Sanz, Carlos VI. El emperador que pudo ser rey de España, Madrid, Aguilar, 2003.

 

Antonio Peña Izquierdo

Relación con otros personajes del DBE