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Hernando de Santiago

Biografía

Santiago, Hernando de. Pico de Oro. Sevilla, ¿1557? – 30.III.1639. Maestro mercedario (OdeM), teólogo y eximio predicador, llamado ya por Felipe II “Pico de oro”.

Nació en aquella Sevilla del siglo XVI, llena de peruleros y de indianos que traficaban con la plata que llegaba del Nuevo Mundo. También con garitos, barrios de gente de malvivir y de todo tipo de tabernas y más de una cárcel, donde se apiñaban los que caían en manos de la justicia. Su familia era noble, y vivía en la calle de las Palmas. Sus primeros estudios los cursó en el Colegio de los Jesuitas, a quienes siempre guardó afecto y dedicó alguno de sus sermones. Experto en lengua latina, ingresó en la Merced de Sevilla, donde profesó el 28 de agosto de 1576, siendo comendador el padre fray Baltasar Castaño, y provincial el maestro fray Rodrigo de Arce.

Todos los que trataron de su vida afirman que poseía una extraordinaria memoria y una facilidad desbordante de palabra. Francisco Pacheco, que hizo un retrato suyo, lo corrobora. Muy joven predicó en la Catedral de Sevilla, aplaudido por la canonjía. Estudió en la Universidad de Valladolid, donde se graduó de bachiller en Teología el año 1587.

Lo que, sin embargo, hizo de Hernando de Santiago un personaje célebre fue su oratoria: ya el sermón predicado en la Merced de Madrid en 1588 ante el Rey y la Corte, con ocasión de las rogativas por el feliz éxito de la “Armada invencible” le valió el sobrenombre, que Felipe II le otorgó de “Pico de Oro”.

Fue enviado al Vaticano para solucionar asuntos de gobierno: por una bula de Sixto V se mandaba celebrar capítulo general cada tres años, aunque el maestro elegido debía ser confirmado por seis años. Esto produjo cierto desajuste. ¿Era libre u obligatoria esta orden que debía confirmarse? Hernando de Santiago fue enviado a Roma por el provincial de Andalucía para dirimir esta cuestión; acababa de ser nombrado comendador de Córdoba; llevaba también diversos asuntos de Palacio; su largo “Memorial”, presentado al papa Gregorio XIV, fue capaz de convencerle, lo mismo que a los cardenales, que debía ser libre. Sin embargo, los amigos del reverendísimo Salazar, maestro general, contradijeron y se vino abajo dicha resolución.

Predicó, en varias ocasiones, en la iglesia de Santiago de los Españoles, de la Plaza Navona, siendo la admiración de los asistentes. Incluso el cardenal Cusano le rogó que fuese teólogo suyo. Pero Hernando no aceptó la propuesta, y regresó a España, en 1591, donde siguió predicando.

Figura como secretario del capítulo general de Calatayud en el mes de junio de 1593: ahí fue elegido maestro general el reverendísimo Zumel, que admiraba ciertamente a Hernando de Santiago. Afirma G. Vázquez que el decenio 1590-1600 fue el de su máxima actividad: fue aplaudido en Sevilla, Salamanca, Zaragoza y Málaga. Felipe II asistió en varias ocasiones a sus sermones, incluso cuando estaba ya enfermo de gota le rogó que le repitiera el sermón, a su cabecera, en la cámara regia.

Una de sus mejores piezas oratorias fue la oración fúnebre de Felipe II en la Catedral de Málaga, reiteradamente editada. En Salamanca tuvo tal éxito que se cambió el horario de clases para poder asistir a sus predicaciones.

Se editó la cuaresma que predicó allí el año 1598 en Barcelona, y nuevamente en 1600 en Valladolid.

Su Santoral en castellano fue publicado en Zaragoza el año 1605, y tuvo varias reediciones. Se le pusieron mal las cosas a Hernando en 1600 cuando pleiteó “sobre la legitimidad de la elección del Rvdmo.

Medina para General de la Orden”. Como subraya G. Vázquez, “los cánones estudiados en su juventud ocasionaron disgustos al maestro Santiago, que ¡ojalá hubiera sido mero teólogo!”.

De nuevo va a Roma en 1605, con una carta de gran interés del mismo Rey para el embajador, quien le entregaría cada mes 400 ducados, en secreto. Por su parte, el general de la Orden le nombró vicario general de Italia, a petición del cardenal Ginnasi, que acababa de dejar la nunciatura de España. En este momento se hallaba H. de Santiago en su etapa de mayor éxito como negociador.

También el papa Pablo V le oyó, concedió favores, y le recibía cuantas veces lo deseara en sus habitaciones privadas. Lo apellidó “Armonía de la Iglesia”. Sin embargo, también los “cedros del Líbano” se derrumban.

El primer capítulo de la nueva provincia de Italia se congregó en Roma el 20 de mayo de 1606, y eligieron provincial a Hernando de Santiago. Las ciudades del sur, que recibieron su predicación se alegraron y le felicitaron. Viajó hasta ellas para predicar, con asistencia de las autoridades. Pero sucedió que ya en 1607 los mercedarios de Cagliari solicitaron ser reintegrados a la provincia de Aragón, y lo lograron, hasta el punto de que fue suprimida la naciente provincia, y Hernando de Santiago recibió la orden tajante de regresar a España. ¿Qué había podido suceder? Los diversos autores no están concordes a la hora de ofrecer su respuesta aclaratoria. Mientras alguno dice que ciertos italianos fueron los responsables, otros echan la culpa a españoles que se encontraban en Roma, y no querían regresar a España. Los reclamaba el provincial suyo, que solicitó al nuevo provincial de la nueva provincia de Italia que presionase, y no lo hizo.

De cualquier modo, la cosa era más seria de lo que podía suponer el personaje, a pesar de la ayuda incondicional del cardenal Colonna a favor suyo siempre.

Llegó a ocultarlo en su palacio. Pero incluso el Rey de España y el maestro general lo reclamaron. Al fin, después de recibir órdenes del mismo Pontífice, regresó a su país. El general se mostró excesivamente exigente, e incluso le despojó del hábito. Éste acudió al nuncio y obtuvo que fuera anulada dicha orden en 1609.

Pero no llegó a ser repuesto y obtener el cargo de comendador de Granada hasta el año 1619, donde gobernó dicho convento entre 1620-1628. Señala G. Vázquez algo que también Tirso dice, subrayando, sin embargo, lo contrario: “La madre del mercedario, que vivió 115 años, asistida cuidadosamente por Hernando, decía de él que saldría bien de todas sus dificultades mientras tuviera la lengua suelta”. Tirso dice que le perdió la lengua. Quien era fulminante en el púlpito, debió de serlo en las conversaciones privadas, y esto fue un arma de doble filo para él. Manejaba hábilmente el derecho, según muestra en un documento contra un canónigo de Sevilla, a favor del maestro Machín, desde Granada, el año 1618. Pero volvió a tener disgustos con los generales, de modo especial con el maestro Cebrián en 1627.

Finalmente, se le nombró rector del Colegio de Sevilla, donde falleció el 30 de marzo de 1639, cuando llevaba tres años de inmovilidad. Se le trasladó al Convento Grande de la Merced, y allí reposan los restos mortales de este hombre grande, meritorio, y lleno de contradicciones a lo largo de su vida. Los pintores Pacheco, en sus Retratos, y Zurbarán en la colección de maestros y doctores, dejaron su efigie. Este último se halla actualmente en el Museo de la Academia de Bellas Artes de Madrid. Sus Sermones, que tuvieron sucesivas ediciones, fueron “expurgados” por la Inquisición, a causa de sus alusiones socio-políticas.

 

Obras de ~: Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y Ferias de la Quaresma [...], Salamanca, En casa de Juan y Andrés Renaut, 1597; Sermón en las honras que hizieron los Cabildos de la Iglesia y Ciudad de Málaga al Rey Don Phelippe segundo [...], Sevilla, en casa de Clemente Hidalgo, 1598; Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y ferias de la Quaresma, Barcelona, en cas de Ioan Amello, 1598; Consideraciones sobre todos los Evangelios [...], Lisboa, Impreso por Antonio Álvarez, 1598 y nuevas ediciones en Madrid y otras ciudades; Sermón que predicó el Padre Maestro Fray Hernando de Santiago, de la Orden de N.Sra. De la Merced, Redempción de Captivos, en las honras que hizieron los Cabildos de la Iglesia y ciudad de Málaga al Rey [...], Madrid, 1598 y Málaga, 1598; Constituciones de los Religiosos dela recolección de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Madrid, en casa de Pedro Madrigal, 1603; Sermón de San Juan Bautista, s. l, 1603; Consideraciones sobre los Evnagelios de los Santos [...], Zaragoza y Salamanca, 1605; Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y Ferias de Quaresma, nuevamente impresos, Valladolid, por Luis Sánchez, 1606; Consideraciones sobre los Evangelios de los Santos que con mayor solemnidad celebra la Iglesia, Madrid, en casa de Pedro Madrigal, 1608; Carême, Paris, 1617; Fêtes de notre Seigneur et de la sacrée Vierge, et les Panegyriques des Saints, Paris, 1617; Apología para defender la posesión del Maestro Machín como Vicario General de la Orden, y respuesta a Don Arcediano de Castro, doctoral de la Iglesia de Córdoba, Granada, 1618; Apología en favor del uso de la moneda de cobre en España, Sevilla, 1621; Sermón que predicó [...] en las Honras que hizo la muy nombrada y gran Ciudad de Granada al señor Rey Philipo III, que santa gloria aya, Granada, Bartolomé de Lorençana, y Ureña, 1621; Explicación del Magno Jubileo del Año Santo, Granada, 1625; Apología para justificar el tributo exigido a la Ciudad de Granada para acudir al Rey Felipe IV, Granada, 1625; Apología en favor de la Compañía de Jesús, s.l, 1628; Apología de su conducta por D. Hernando de Aguilera, nombre supuesto suyo, Granada, 1630; Tractatus singularis de Actu contritionis, Hispali, 1634; Acto de contrición [...], Zaragoza por Domingo Gascón, 1698; Marial o Sermones de la B. V. María (ms. inéd. desapar.).

 

Bibl.: A. A. de Hardá Múxica, Bibliotheca Scriptorum Ordinis B. Mariae de Mercede, ms. en la Real Academia de Historia, Madrid, y transcripción manuscrita en A. Curia Provincial de la Merced de Madrid, de A. de Arques Jover, fols. 575v.-578v.; J. A. Garí y Siumell, Biblioteca Merceda XVII, Romaeria, Barcelona, 1875; Q. Pérez (SI), Los grandes Maestros de la Predicación: Fray Hernando de Santiago, (colaboración de Mercedarios de Poio), Santander, Ed. Sal Terrae, 1929; G. Vázquez, “El Maestro Fray Hernando de Santiago † el 30 de marzo de 1639”, en La Merced (junio de 1931), págs. 211-214, y “Un parecer inédito del Maestro Fray Hernando de Santiago”, en Boletín de la Orden (enero-marzo de 1933), págs. 48-59; G. Placer, Bibliografía Mercedaria, Madrid, Revista Estudios, 1968, págs. 103-807-813; “Santiago, Hernando de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2191; S. Defraia, “Ferdinando de Santiago, Un predicatore del Siglo de Oro (1557- 1639)”, en Analecta Mercedaria (Romae), Annus XV (1996), págs. 157-275; E. González, “Fray Hernando de Santiago ¿censurado por la Inquisición? Correcciones al Cuaresmal en las ediciones de 1597, 1599 y 1606”, en Analecta Mercedaria, Annus XVII (1998), págs. 127-181.

 

Luis Vázquez Fernández, OdeM

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