Juliano. Flavius Claudius Iulianus. Estambul (antes Constantinopla) (Turquía), c. 331 – Maranga, cercanías de Samarra (Irak), 26.VI.363. Emperador de Roma (360-363).
Fue hijo de Basilina y de Flavius Iulius Constantius —el hermanastro de Constantino I (Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 270c)— y nieto de Constancio I por su segundo matrimonio con Flavia Maximiana Theodora, hija adoptiva del emperador Maximiano, pero hija biológica de Eutropia y del prefecto del pretorio Afranius Hannibalianus; fue, por lo tanto, primo de Constancio II, Constante y Constantino II y hermano de Constantius Gallus y de la primera esposa de Constancio II. Nació en Constantinopla según se sabe por Ammiano Marcelino (Historia, 22, 9, 2 y 25, 3, 23) hacia el año 331. Contrajo matrimonio el año 355 con Helena, hija de Constantino I y hermana de Constancio II, aunque no tuvieron descendencia.
Conocido como Juliano el Apóstata, fue el último de los emperadores paganos aunque vivió ya en un contexto de plena cristiandad; viajero por Grecia y buen conocedor de su cultura, lector de Homero y de Platón y discípulo de Máximo de Éfeso, restituyó los cultos paganos y sus símbolos, aboliendo los edictos de Constantino I, Constante y Constancio II. Su gobierno está bien descrito gracias a las numerosas fuentes que tratan de este período (Gregorio Nacianceno, Aurelio Víctor, Sócrates Escolástico, Zonaras, Zósimo, Orosio, Eunapio, Claudio Mamertino, etc.), incluyendo los relatos de Ammiano Marcelino y Eutropio —que protagonizaron algunos acontecimientos de este tiempo—, los detallados discursos de su contemporáneo Libanio y los numerosos escritos del propio Juliano.
Por uno de sus escritos (Juliano, El enemigo de la barba, 352b) se sabe que a los ocho años fue puesto al cuidado de Mardonio, un eunuco de origen escita que había sido tutor de su madre, quien le introdujo en el conocimiento de Platón, Sócrates, Aristóteles y Teofrasto (El enemigo de la barba, 353c). Ammiano Marcelino (Historia, 22, 9, 4) afirma que recibió esa educación en Nicomedia, donde fue instruido también por el obispo Eusebio, “un pariente lejano”; esa vinculación de niño a la ciudad sería la causa de su entrega de fondos para que fuera reconstruida tras el terrible terremoto del 24 de agosto del 358 (Ammiano, 17, 7). Entre sus maestros se contaba también el sofista espartano Nicocles, que enseñaba en Constantinopla y que le instruyó en el pensamiento homérico y en la obra de los filósofos e historiadores griegos (Libanio, Discursos, 15 [Embajada a Juliano], 27) seguramente entre los años 339 y 344; también en Nicomedia fue instruido por el sofista Hecebolius, que le impidió recibir allí las enseñanzas de Libanio, cuyos libros compraba Juliano (Libanio, Discursos, 18 [Discurso fúnebre por Juliano], 12-13). Los seis años anteriores a la proclamación como César de Constantius Gallus el 351, es decir, seguramente el período 345-350, lo pasaron ambos hermanos en el destierro de Macellum (Goreme ?, Turquía), en Capadocia, privados de toda visita y aislados del resto de su familia (Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 271b-d); tras este exilio, en el período 351-354, Juliano estudió en Nicomedia con Aedesius, Chrysantius de Sardis y el retor Eusebius de Myndus, como lo haría más tarde con Maximus de Ephesus, de quien recibiría las enseñanzas directas del neoplatonismo.
Tras la ejecución de Constantius Gallus cerca de Pola a finales del año 354 (Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 272d; Eutropio, 10, 13; Aurelio Víctor, 42, 12; Ammiano, 14, 11, 23; etc.), Juliano fue trasladado a Italia y durante varios meses combinó varias residencias (Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 272d y 274a) incluyendo Comum (Como); por intercesión de Eusebia, segunda esposa de Constancio II desde el año 353 y protectora de Juliano, fue autorizado a trasladarse a Grecia, estableciéndose en Atenas (Ibidem, 273a-275b; Ammiano, 15, 2, 7-8).
De allí debió de volver en otoño del año 355 (Ammiano, 15, 8, 1) para convertirse en César el 6 de noviembre del año 355 (Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 277a; Ammiano, 15, 8, 8-13; Aurelio Víctor, 42, 17; Eutropio, 10, 14, 1; etc.). La elevación al rango de César de Juliano por parte de Constancio II llevaba consigo el envío a la Galia para mantener la presencia imperial en el occidente del Imperio durante el largo conflicto con los persas; a fin de reforzar ese nexo con el Emperador, Juliano casó unos días después con Helena, la hermana de Constancio II e hija de Constantino I (Ammiano, 15, 8, 18; Eutropio, 10, 14, 1), un matrimonio que el propio Juliano silenciaría en su discurso a los atenienses.
Pese a encontrarse en pleno invierno, la noticia de la caída de Colonia Agrippina (Colonia, Köln, Alemania) precipitó la salida de Roma de Juliano, que asumió el 1 de diciembre del 355 su nuevo destino en un viaje hacia la Galia por Augusta Taurinorum (Turín), según se sabe por Ammiano (15, 8, 19). El comienzo de estas campañas fue acompañado por el éxito con la victoria sobre los Alamanes en Argentoratum (Estrasburgo, Francia) el 357 y la recuperación de Colonia, restituyendo las fronteras del Rin a niveles de seguridad suficientes (Eutropio, 10, 14, 1-2; Ammiano, 16, 3 y 11; Aurelio Víctor, 42, 17; Juliano, Al Senado y al pueblo de Atenas, 279b). El detallado relato de Ammiano, que altera ocasionalmente el orden de los acontecimientos, muestra que el envío de Juliano a las Galias y el Rin no había sido en vano (Ammiano, 16 y 17); pero estos éxitos militares convirtieron al Juliano filósofo sin experiencia militar en un general de prestigio entre las tropas y en un hipotético rival para su primo Constancio II, que había vuelto su atención hacia el Danubio y Mesopotamia.
En febrero o marzo del 360, las tropas de Juliano acantonadas en Lutetia (París) le proclamaron Augusto (Eutropio, 10, 15, 1; Ammiano, 20, 4) y rechazaron el ser movilizadas para las campañas de Oriente, como pedía Constancio II. Aunque Juliano comunicó a Constancio II este nombramiento (Ammiano, 20, 8) y lo presentó como un impulso de los soldados que él no había alentado, la reacción del emperador (Ammiano, 20, 9) hacía presagiar una guerra civil que nunca se llegaría a producir, pues Constancio II murió mientras regresaba de Mesopotamia el 3 de noviembre del año 361. Mientras tanto, en su marcha hacia Constantinopla a través de Raetia e Italia, Juliano había ido recabando suficientes apoyos (Ammiano, 21, 8-15) e incluso se le había rendido Sirmium (Sremska Mitrovika, Serbia), con lo que a la muerte de Constancio II —que le sorprendió aún en Dacia— asumió sin ninguna dificultad la dirección del Imperio romano.
Juliano entró en Constantinopla el 11 de diciembre del 361 (Ammiano, 22, 2), organizando a continuación un tribunal presidido por Salustius Secundus en Calcedonia para juzgar a los jefes militares y administradores de Constancio II, sobre los que recaían todo tipo de acusaciones (Ammiano, 22, 3). A esto le siguió una catarata de reformas que afectaron a la Administración y a la propia Iglesia cristiana; se reforzó el papel de los vicarios frente a los gobernadores provinciales (Código de Teodosio, 1, 15, 4), se legisló contra los abusos de los gobernadores (ibidem, 8, 5, 12 y 11, 30, 31) y se restauró el papel del Senado como si de una vuelta a las prácticas de dos siglos antes se tratara.
No hay en las fuentes antiguas unanimidad sobre el momento en que Juliano abandonó la disciplina del cristianismo y abrazó los cultos paganos, aunque es evidente que ello hubo de producirse inmediatamente después del destierro de Macellum y antes de su nombramiento como César. Ammiano (21, 2, 4) insinúa que durante sus años en la Galia (355-361) mantuvo la ficción de su cristianismo y en ese sentido habría que interpretar su Carta a los alejandrinos del año 363 en la que les negaba el retorno de Atanasio del exilio (Juliano, Cartas, 7, 432c-435d); en ella declaraba que durante veinte años había sido cristiano y que en los últimos doce (es decir, 352-363), “con la ayuda de los dioses”, rendía culto a Helios.
La llamada restauración del paganismo consistió realmente en un restablecimiento de los símbolos paganos y los ritos tradicionales, tratando de establecer una religión jerarquizada con una estructura equivalente a la que tenía la religión cristiana y permitiendo la reapertura de los templos y el restablecimiento de los cultos; de ese nuevo paganismo habían de surgir los cargos dirigentes del Estado y las provincias. Al mismo tiempo, los escritos de Juliano combatieron intelectualmente el cristianismo y trataron de mermar sus apoyos. Su contemporáneo Eutropio dice que, aunque persiguió el cristianismo, se abstuvo de derramar sangre (Eutropio, 10, 16, 3), pero eso no le privó de duros ataques en las fuentes cristianas posteriores.
Aunque ya a finales del 361 se anularon algunas de las disposiciones religiosas de sus predecesores con un primer edicto de tolerancia para favorecer el paganismo, la legislación que recortaba los privilegios del cristianismo fue especialmente intensa en los años 362 y 363. Su viaje del año 362 a Antioquía, de población mayoritariamente cristiana, provocó una reacción popular y la violenta respuesta de Juliano, que ordenó destruir algunas capillas, confiscó los ingresos de la iglesia y dictó algunas prohibiciones para los cristianos, resumidas en el texto de Juliano conocido como el Misopogon o El enemigo de la barba, planteado como un ataque a la forma de vida de los antioquenos.
Su mayor discurso anti-cristiano conocido fue el Contra los galileos. En los últimos meses de su vida, a comienzos del 363, Juliano inició los preparativos para una gran campaña con los partos, con los que Constancio II había firmado un frágil pero eficaz armisticio. No hay en las fuentes razones que expliquen esta iniciativa militar aunque la crítica moderna la explica como una necesidad de ganar prestigio ante el ejército de Oriente y de crear un verdadero caudillaje del Emperador a la manera tradicional del Principado. La expedición se inició el 5 de marzo del 363 y llevó a las tropas romanas por Anatolia y Siria hacia el Éufrates, las tierras de Babilonia y el Tigris. Según Eutropio, que participó en aquella campaña, se le rindieron muchas ciudades y devastó Asiria (Eutropio, 10, 16, 1). En una de las escaramuzas posteriores a la toma de Ctesifonte (Seleucia del Tigris-Ctesifonte, Irak, a treinta kilómetros de Bagdag) fue herido mortalmente y falleció el 26 de junio del año 363 en el séptimo de su gobierno y con treinta y dos de edad (Eutropio, 10, 16, 2), siendo posteriormente deificado.
Al decir de sus contemporáneos y de la crítica moderna, Juliano fue un intelectual al que las circunstancias políticas de su tiempo llevaron al trono. Eutropio le califica como buen conocedor de la literatura griega —y en griego escribió sus obras—, con una hábil elocuencia y buena memoria; en lo político, esas cualidades fueron acompañadas de una preocupación por el tesoro público, de reducciones de impuestos y trato correcto con los provinciales (Eutropio, 10, 16, 2-3); entre los elogios aduladores de su Discurso de bienvenida a Juliano, Libanio llegó a decir que reunió en su persona todas las cualidades que en el resto de las personas se encuentran por separado (Libanio, Discursos, 13, 51).
Obras de ~: Discursos: I. Elogio del emperador Constancio (355-356); II. Elogio de la emperatriz Eusebia (353-361); III. Sobre las acciones del emperador o Sobre la realeza (358- 359); IV. Consolación a sí mismo por la marcha del excelente Salustio (359); V. Al Senado y al pueblo de Atenas (361); VI. Carta a Temistio (361); VII. Contra el cínico Heraclio (362); VIII. A la madre de los dioses (362); IX. Contra los cínicos incultos (362); X. Los Césares (El banquete / Cronia [Las Saturnales]) (362); XI. Himno a Helios (362); XII. El enemigo de la barba (Misopogon) (363). Contra los Galileos (362-363). Cartas (356-363); J. García Blanco (ed.), Juliano. Discursos, I-V, Madrid, Gredos, 1979; Juliano. Discursos, VI-XII, Madrid, Gredos, 1981; J. García Blanco y P. Jiménez Gazapo (ed.), Juliano. Contra los Galileos. Cartas y fragmentos. Testimonios. Leyes, Madrid, Gredos, 1982.
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Juan Manuel Abascal