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Domenico Zipoli

Biografía

Zipoli, Domenico. Prato (Italia), 16.X.1688 – Córdoba (Argentina), 2.I.1726. Músico jesuita (SI).

Inició sus estudios musicales en Florencia (1707), probablemente con Giovanni Maria Casini, bajo el patronato de Cosme de Médicis, gran duque de Toscana. Completó sus estudios en Roma (a más tardar a comienzos de 1710) con Bernardo Pasquini. Estrenó los oratorios Sant’ Antonio (1712) y Santa Catherina Vergine e martire (1714). Era organista en 1716 de la iglesia del Gesu de los jesuitas en Roma, donde publicó su primera obra, las Sonatas para órgano y para clave (Sonate d’intavolatura per organo e cimbalo). También editó la cantata Dell’ offese a vendicarmi (para soprano y continuo). Tocado por la vocación religiosa, ingresó a la Compañía de Jesús. Durante los primeros meses de 1716 viajó a Sevilla. Ingresó directamente a la provincia jesuítica de Paraguay y comenzó su noviciado a partir del 1 de julio. En 1717 viajó a Sudamérica, estableciéndose en Córdoba (Argentina). Allí completó su formación teológica y filosófica, como preparación para ser ordenado sacerdote, pero debido a su deceso en 1726, la ceremonia nunca se realizó. Su muerte dio motivo a cierta controversia, disipada por los testimonios del padre Lozano, quien manifestó que su muerte se produjo por una enfermedad contagiosa (maligna tabe) que lo había molestado durante mucho tiempo. De la vida de Zipoli en Córdoba no se sabe nada de manera fehaciente. No hay referencias de su actividad como organista o como maestro de capilla, con excepción de algunos comentarios del padre Peramás. Cuando se practicó el inventario de sus bienes, no se halló nada, ni siquiera una pequeña página de música. Pero algunos testimonios indican que sus obras fueron requeridas desde Lima y América Meridional.

Los primeros jesuitas que llegaron a las actuales provincias de Salta y Santiago del Estero lo hicieron desde Perú. Predicaron el Evangelio a los indios y un hermano abrió la primera escuela en Santiago. Más adelante nuevos misioneros pusieron sus ojos en Córdoba, ciudad que se transformó en algo así como el corazón de un suelo privilegiado en el que los padres Barzana y Angulo lograron atraer a indios y españoles y levantar en 1599 el primer edificio de cal y canto. Se convirtió en sede de la nueva provincia jesuítica, llamada del Paraguay, y desde 1607 hasta los años de la expulsión en 1767 “fue el faro encendido que llevó su luz al gaucho del rancho y de la pampa y al señor de la ciudad”.

En 1608 se abrió el noviciado y dos años más tarde el Colegio Máximo donde se dictaron cursos de Teología, Moral, Filosofía y Escritura. En 1614 se erigió la Universidad. En poco tiempo fue el grado más alto de Sudamérica en el orden del saber. Desde la fundación de la provincia jesuítica hasta 1755 llegaron desde Europa veintidós expediciones de religiosos. Estaban compuestas por voluntarios que, con autorización del Monarca español o del provincial general, se dirigían al suelo americano con el aporte valioso de sus juveniles energías. Iban a completar sus estudios o a iniciar el apostolado si llegaban ungidos con el sacerdocio. Eran hermanos coadjutores y entre ellos había carpinteros, farmacéuticos, médicos, arquitectos, algunos insignes por su ciencia, capaces de orientar hábil y cabalmente la universidad. Entre esos hombres de la Compañía hubo también artistas de excelencia y músicos de notable valía. Corrían los primeros meses de 1716 cuando Zipoli, el organista más notable de la iglesia del Gesú, decidió incorporarse al grupo de misioneros que se trasladarían a tierras americanas para consagrarse a la tarea de evangelización. Pero el músico había decidido no sólo cumplir su misión sacerdotal sino además enseñar su arte a los indios guaraníes. El 5 de abril partió de Cádiz y llegó a Buenos Aires en julio de 1717. Tras una breve estancia en esta ciudad, se dirigió a Córdoba para concluir sus estudios, con el deseo de ordenarse. Como se ha dicho, lamentablemente no alcanzó a recibir las órdenes porque el religioso encargado de consagrarlo tuvo que pasar a Chile como arzobispo y, cuando llegó su sucesor, el hermano Zipoli ya había fallecido.

Hoy, después de casi tres siglos de la muerte de Zipoli continúan los interrogantes sobre su vida. Felizmente, el hallazgo de dos importantes archivos de música colonial han disipado dudas acerca de su labor creadora en la Argentina y se pueden ofrecer evidencias fehacientes de ello. La producción del músico italiano —con excepción de la Misa en Fa Mayor conservada en el Archivo Nacional de Bolivia, en Sucre— se halla actualmente en dos localidades del oriente boliviano: San Ignacio de Moxos, en el departamento del Beni, y Concepción (ubicada en la denominada Chiquitania), en el departamento de Santa Cruz de la Sierra.

La actual iglesia parroquial de San Ignacio tiene sólo ochenta años. En el coro se conserva una colección pequeña pero muy importante de manuscritos musicales. Forma parte del repertorio de música eclesiástica que se ha mantenido vivo desde los tiempos jesuíticos. Las particellas se encuentran ordenadas por obras, en cuadernillos de hojas sueltas, abrazadas por pequeñas tiras de cartulina. Parte del archivo lo conforman copias recientes hechas por los mismos integrantes de la capilla musical. Las más antiguas están realizadas con mayor cuidado y las fechas de copiado varían desde la mitad del siglo XIX hasta tan cerca como 1975. En San Ignacio, las composiciones están reunidas con todas las voces existentes, con excepción de alguna que por error podría haber quedado en otro cajoncillo.

El acerbo testimonial de Concepción constituye la mejor muestra de música jesuítica existente en América. Procede de las parroquias de San Rafael y Santa Ana y fue reunido por el arquitecto Hans Roth, quien durante largos años se dedicó a la restauración de los viejos templos de la región. En 1972, encontró los manuscritos que todavía usaban los maestros de música de esas exmisiones y que eran utilizados en los servicios. Había tenido noticias de ellos por un informe del historiador boliviano Plácido Molina Barbery quien, en 1958, comunicó que “al menos en la iglesia de San Rafael de Chiquitos, existen las partituras correspondientes a todas las voces del canto y a todos los instrumentos de la orquesta que copiadas y usadas entonces por maestros de capilla y músicos indígenas todavía las utilizan hogaño sus descendientes con imperfección que enternece, por lo que tiene de irremediable en la amorosa conservación de tradiciones otrora florecientes” (Plácido Molina Barbery, En torno a las Fuentes Auxiliares de la Historia Eclesiástica de Bolivia, La Paz, Bolivia, 1958, págs. 7 y 12).

La producción de Domenico Zipoli escrita en América se encuentra en los Archivos de Bolivia. En Sucre, la Misa en Fa M; en San Ignacio, Samuel Claro había encontrado en 1969 dos fragmentos: una Letanía en Fa M y el Tantum ergo. En el momento actual, entre esta Misa y el material hallado en Moxos, sumado al de Concepción, hay aproximadamente veintitrés obras del ilustre pratense.

Ya se ha dicho el aporte de Molina Barbery y el resguardo que brindó Roth a aquellos manuscritos. Pues bien, es muy justo brindar testimonio de agradecimiento a Roth, por su acción, por la que se pudo salvar de una irremediable pérdida todo ese riquísimo material musical jesuítico. Para ello, en 1975 llevó las colecciones de San Rafael y Santa Ana a Concepción, no sólo para preservarlas de la destrucción sino porque allí era más fácil vivir y estudiar. En 1976 viajó a Montevideo con algunos manuscritos para entrevistar al doctor Lange —quien por un informe del padre Plattner (SI) publicado en Zúrich en 1959, había tenido conocimiento de la existencia de obras de Zipoli—, pero motivos ajenos a su voluntad impidieron que pudiera viajar a Chiquitos. En 1983 invitó al músico Burkhard Jungcurt a estudiar las partituras allí obrantes. Jungcurt hizo un juego doble de fotocopias de los manuscritos y ordenó todo el material, con lo que quedó el camino expedito para todos quienes siguieron trabajando en el repositorio. Luego, otros músicos visitaron el Archivo. En cuanto al autor de la biografía, ha trabajado en Concepción y en San Ignacio desde 1988, motivo por el que puede dar testimonio acerca del patrimonio de manuscritos jesuíticos y en esta oportunidad, puntualmente de las composiciones de aquel talentoso compositor italiano que vivió en la Argentina casi diez años.

En la bibliografía de este trabajo se hace referencia sólo a aquellas obras en las que aparece el nombre de Zipoli, sin tener en cuenta algunas atribuciones, que, por razones de semejanza aparente, “podrían” atribuirse al ilustre italiano.

Entre algunas de las composiciones perdidas, se citan: Sara en Egipto, libreto de Canavese; diversas obras religiosas, algunas de las cuales podrían haber sido utilizadas durante la fiesta de San Carlos Borromeo; los oratorios San Antonio de Padua y Santa Teresa y la [Misa a 8 voces en Re Mayor, para tromba, oboe y violines.

La tarea cumplida por Zipoli en América fue muy importante; sus obras fueron utilizadas en la liturgia diaria de los indígenas, quienes sintieron verdadera devoción al entonar sus cánticos.

 

Obras de ~: Proceden de San Ignacio: Himnos: Te Deum Laudamus, Jesu Corona y Tantum ergo; Kyrie, de la misa Santos Apóstoles; Letanía en Fa M. Proceden de Concepción: Misas: San Ignacio y Santos Apóstoles; Salmos: Laudate pueri; Laudate Dominum; Beatus vir; Confitebor tibi; Domine ad adjuvandum/Dixit Dominus en Do M; Domine ad adjuvandum/Dixit Dominus en Si b.; Himnos: Ave Maris stella y Tantum ergo; Retirada del Emperador de los dominios de S.S.

 

Obras instrumentales: Sonata d’Intavolatura per organo e cimbalo: dos Canzonas, Pastoral, Ofertorio y Verso I: Partida, Allegrogiga y Allemande.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de la Nación (Buenos Aires), Catálogo Andrés Lamas, leg. n.º 6: “Noticias de las misiones de Chiquitos y del estado de los ríos Paraná y Uruguay”, 1786, de un “Memorial”, enviado al Rey de España en 1739, anónimo, coincidente con la “Relación Historial” del padre Fernández a quien el padre Muriel se lo atribuye al padre Domingo Bandiera.

J. M. Peramas, De Vita et Moribus tredecim virorum paraguaycorum, Faenza, 1793 [citado por De Rubertis, en La Silurante Musicale (Buenos Aires), n.º 67 (1951)]; J. Gracia, SI, Los Jesuitas en Córdoba, Buenos Aires-México, Espasa Calpe, 1940, pág. 490; De Rubertis, La Silurante Musicale, (Buenos Aires), año XIV, n.º 53 (mayo de 1946), pág. 6; P. Molina Barbery, En torno a las Fuentes Auxiliares de la Historia Eclesiástica de Bolivia, La Paz, Bolivia, 1958, págs. 7 y 12; R. Stevenson, Renaissance and Baroque Muscal Sources in the Americas, Washington, Union Panamericana, 1959, pág. 251; The music of Perú, Washington, Pan American Union, 1960, pág. 179; G. Furlong, SI, [“Zipoli”], en Revista Historia (Buenos Aires), n.º 38 (1965), pág. 83; W. A. Roldán, “Catálogo de los Archivos de Moxos y Chiquitos”, en Revista de Musicología de la Universidad Católica Argentina (Buenos Aires), n.º 11 (1992), págs. 225-247.

 

Waldemar Axel Roldán

 

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