Vázquez, Gabriel. El Agustín español. Belmonte (Cuenca), 18.VI.1549 – Alcalá de Henares (Madrid), 30.IX.1604. Jesuita (SI), teólogo, catedrático, exégeta.
Hijo de Pedro Vázquez, bachiller y alcalde ordinario de Belmonte, y de María Mendoza, ambos naturales de Belmonte y padres de otros seis hijos: cuatro varones y dos mujeres.
Gabriel Vázquez fue alumno de los jesuitas en el colegio de Belmonte, habiendo oído las disciplinas propias de la filosofía, entre 1565 y 1569, en la Universidad de Alcalá de Henares, una de las tres mayores de Castilla. Allí escuchó las lecciones del profesor y fraile dominico Domingo Báñez, el cual denunció después alguna de sus doctrinas ante la Inquisición. Entró en aquella ciudad, en abril de 1569, en la Compañía de Jesús. Tras realizar su período de segunda probación o noviciado, inició la formación teológica, por espacio de cuatro años.
Asistía a las clases de la Universidad en parte, pero también a las propias del colegio de los jesuitas. Desde su período de formación, también se entiende el dominio que demostró de las lenguas hebrea y griega.
En 1575, comenzaba a ejercer su labor docente, como profesor de Teología en el colegio de Ocaña —hasta 1577—, pasando después a Madrid, donde prolongó su estancia por espacio de dos años.
Habría de regresar a su ciudad complutense en la que se había formado. Allí, entre 1579 y 1584, explicó la primera, segunda y tercera parte de la Summa Teologica de Santo Tomás de Aquino, el “Doctor Angélico”.
En 1585, habría de sustituir en una cátedra del Colegio Romano, a Francisco Suárez. Mientras que físicamente era un jesuita de sotana desgastada que se contradecía físicamente con su meticulosidad, fue un profesor de gran éxito y receptividad, dotado de una extraordinaria memoria, una didáctica que conducía a una presentación clara y ordenada, todo ello con una expresión elegante. Sin embargo, a este conquense no le gustaba el ambiente de Italia y solicitó a sus superiores, de manera constante, su regreso a España, lo que consiguió en 1591. Había manifestado dificultades de convivencia con el extranjero. Todo ello fue mal recibido por sus estudiantes.
Cuando regresó a Alcalá se reavivó su rivalidad con Francisco Suárez, al que había sustituido en Roma. En realidad, era un enfrentamiento entre personalidades, aunque también existían entre ambos jesuitas disconformidades teológicas, habiéndose desarrollado controversias orales y escritas. Los estudiantes aceptaban de mejor manera a Gabriel Vázquez, siendo entre ellos más popular. Se mostraba más ingenioso, aunque el “Doctor Eximio” era más profundo y sólido. La relación entre ambos, Vázquez y Suárez, fue comparada por Matthias Ceben como similar a la de Duns Scoto con Tomás de Aquino. Gabriel Vázquez expuso a su prepósito general, Claudio Aquaviva, las diferencias que había vivido, no solamente con Francisco Suárez, sino también con otros jesuitas como Francisco de Toledo —el cual llegó a ser promocionado cardenal de la Iglesia romana con la oposición del mencionado Aquaviva— o con Roberto Bellarmino.
Vázquez resumió en treinta y dos proposiciones las opiniones que había impugnado de Suárez. Según expuso en 1593, sus tesis eran apoyadas por la Universidad de Alcalá y por la orden de Santo Domingo.
Toledo y otros le atribuían la sentencia de que la contrición “natura sua, sine gratia habituali”, hace al hombre santo y basta para perdonar los pecados. Sin embargo, ante la condena de Clemente VIII, Vázquez tuvo que retractarse de su doctrina, si quería enseñar.
Discrepó con Suárez por las cualidades atribuidas a la ley natural. Incluso, Vázquez fue encarcelado mes y medio en 1602 por la Inquisición al enseñar que no era de fe que Clemente VIII fuese sucesor de Pedro. Domingo Báñez, su antiguo profesor, denunció esta doctrina a Roma.
Con todo, la convivencia con Suárez se vio forzada hasta que en 1593, el “Doctor Eximio” fue enviado a Salamanca primero y a Coimbra después, a partir de 1597. Gabriel Vázquez se mantuvo en su cátedra alcalaína hasta su muerte en 1604, a los cincuenta y cinco años. Destacó por sus comentarios a la citada obra magna de Santo Tomás, la Summa, a lo largo de diez volúmenes. En realidad, se convertían en los apuntes que había elaborado a lo largo de su experiencia docente, siendo publicados tras su muerte. Continuaba, además, la metodología que había usado uno de los mayores azotes de la Compañía. Nos referimos a Melchor Cano. Vázquez iniciaba cada una de las cuestiones con una discusión de las fuentes bíblicas, aunque también de los decretos de los concilios y los escritos de los Padres de la Iglesia. Se mostraba como un destacado conocedor de la historia y de los documentos que la dibujaban, una habilidad que no era habitual en los teólogos escolásticos de su tiempo.
Subrayaba mucho la defensa de san Agustín y de sus aportaciones, por lo que fue conocido como el “Agustín español” o, como era habitual en el ámbito teológico, como el “Agustinus redivivus”. Por otra parte, en su teología de la gracia, en la postura de la controversia “de auxiliis”, Vázquez se mostraba próximo al padre Luis de Molina. Enseñaba la ciencia media y la predestinación a la gloria tras la provisión de los méritos.
Se mostró seguidor de Duns Scoto al referirse a la presencia de Cristo en la Eucaristía y al carácter sacrifical de la misma. Explicaba que ésta se convertía en una inmolación mística por la cual se conmemoraba el sacrificio de la cruz, sin necesidad de que se realizase uno nuevo. Una explicación que ha sido continuada por numerosos teólogos modernos.
Su obra docente y de elaboración siempre se mostró a la sombra del “Doctor Angélico”, aunque eso no implicaba que existiese una comunión plena, pues rechazó Gabriel Vázquez la distinción que el tomismo realizaba entre esencia y existencia. Aceptó, además, el argumento ontológico expuesto por san Anselmo para probar la existencia de Dios. Explicaba en sus lecciones que la voluntad libre podía elegir el no actuar, aunque no podía elegir la menos buena de las distintas posibilidades que ofrecía la inteligencia. Su teología moral se apartaba, en ocasiones, del sistema moral más habitual en la Compañía, el probabilismo, mostrándose más cercano del tutiorismo y aceptando la existencia de actos morales indiferentes.
No ofreció de su propia elaboración una de sus obras mejor recibidas, las “Disputationes metaphysicae”, pues en realidad se trataba de una compilación que se había realizado, tras su muerte, a partir de unos extractos de sus comentarios a la Summa de Tomás de Aquino. Como exégeta, destacó en sus comentarios de las cartas paulinas a los romanos, filipenses, colosenses y tesalonicenses. Por todo ello, Donnelly afirma junto con otros autores que, Gabriel Vázquez fue el mejor teólogo especulativo de la primera Compañía de Jesús, después de Francisco Suárez.
Obras de ~: De cultu adorationis, Alcalá, ex officina Ioannis Gratiani, apud Viduam Compluti, 1594; Commentariorvm ac Dispvtationum in primam Partem S. Thomae, Alcalá, ex officina Ioannis Gratiani, 1598; In Primam Secundae, Alcalá, ex officina Ioannis Gratiani, 1599-1605, 2 vols; In Tertiam Partem, Alcalá, apud Viduam Iusti Sanchez Crespo, 1609-1615, 4 vols.; Paraphrasis et Compendiaria Explicatio ad nonnullas Pavli Epistolas, Alcalá, apud Andream Sanchez de Ezpeleta, 1612; Disputationes metaphysicae, desumptae ex varijs locis suorum operum, Madrid, apud Ludouicum Sactium Typographum Regium, 1617.
Bibl.: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, vol. VIII, Bruxelles, O. Schepens, 1898, págs. 513-519; R. de Scorraille, François Suárez, vol. I, París, Lethielleux, 1912, págs. 349-478; L. Sullivan, Justification and the Inhabitation of the Holy Gost. The Doctrine of Gabriel Vázquez, Chicago, University of Chicago Press, 1940; L. Maldonado, “El comentario de Gabriel Vázquez a la Q.I. de la Summa, en la perspectiva de la problemática contemporánea en torno a la esencia de la teología”, en Victoriensia, 18 (1964); M. Asiáin, El proceso de la justificación de la humanidad según Gabriel Vázquez, Granada, 1969; C. de Castro, “Vida del Padre Gabriel Vázquez”, Archivo Teológico Granadino 37 (1974), págs. 227- 244; Q. Aldea Vaquero, “Gabriel Vázquez y la limitación del poder espiritual por el temporal”, en Homenaje a E. Elorduy, Bilbao, 1978, págs. 48-67; A. Martínez Sierra, “El culto a María en Gabriel Vázquez”, en Archivo Teológico Granadino 43 (1980), págs. 73-89; J. P. Donnelly, “Vázquez (Vásquez), Gabriel”, en Ch. O`Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico Compañía de Jesús, vol. IV, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 3912-3913.
Javier Burrieza Sánchez