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Lelio Brancaccio y Poderico

Biografía

Brancaccio y Poderico, Lelio. Marqués de Montesilvano (I). Nápoles (Italia), c. 1564 – Elna (Francia), 19.XI.1637. Militar y tratadista, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén.

Fue el segundo de los siete hijos habidos del matrimonio entre Juan Bautista Brancaccio y Porcia Poderico, celebrado en Nápoles con posterioridad al concierto y escritura dotal otorgado en la misma ciudad el 9 de marzo de 1561, titulándose el primero patricio del cuartel de Nido y señor del Passo delle Camarelle, heredado de su padre, Giacomo Brancaccio, en virtud de testamento de 7 de mayo de 1553 (abierto el 31 de diciembre del año siguiente), que vendió al duque de la Nocera en 1566. La precedente noticia se opone a la posibilidad, ampliamente difundida, de que Lelio viniera al mundo en el año 1560. Por otra parte, Capecelatro confirma que murió a los setenta y dos años de edad (Annali, 1846: 76).

Lelio se recibió de caballero jerosolomitano el 29 de octubre de 1584, y permaneció al servicio de la Orden hasta 1589. A su regreso levantó una compañía de infantería para el tercio de Nicolás Carafa, prior de Hungría, formado en Nápoles a comienzos del año 1593 para apoyar al duque de Saboya en la guerra que sostenía contra los franceses en las fronteras del Delfinado.

Caro anticipa este hecho a 1589, pero tanto Raneo (1634) como Gianone (1823), entre otros, lo precisan mejor. Tras cooperar con las tropas ducales y españolas en detener la invasión de Lesdiguières sobre territorio saboyano (1593) y asistir a las reconquistas de Bricherasio y Cavour (1594), el tercio recibió órdenes de marchar a Flandes, y se reunió con las tropas que conducía el archiduque Alberto en Nozeroy (entonces Franco-Condado) el 1 de enero de 1596.

Los cuatro mil hombres que habían salido de Nápoles poco más de dos años y medio atrás habían quedado reducidos a novecientos ochenta y nueve, encuadrados en diecinueve compañías (Roco, 1949). En diciembre del mismo año, ya en Flandes, el tercio fue reformado en el preexistente de Alejandro de Monti, que volvía a la disciplina tras permanecer dos años amotinado (1594-1596) y que, a su vez, fue reformado durante el invierno de 1597-1598, en el de Alfonso de Ávalos, hijo natural del marqués del Vasto.

Fue en esta unidad donde Brancacho —como a menudo es citado en esa época— desempeñó la sargentía mayor hasta que, en julio de 1601, recibió la patente para levantar un tercio de infantería napolitana para servir en los Países Bajos. Caro apunta que regresaba por mar, vía España, cuando fue capturado por los ingleses y retenido preso algunos meses, aunque data el hecho en enero de 1602, cuando se hallaba ya en Nápoles levando el nuevo tercio, de cuya inminente partida a Lombardía avisaba el Rey (8 de mazo) al conde de Fuentes, gobernador del Milanesado para la prevención de sus “etapas” de tránsito. A finales de mayo, el tercio encaraba el Mont Cenis, todavía en la Saboya cisalpina, recorriendo solitario “el camino español”, en una marcha inadvertida por Parker (The Army of Flanders, 1972), pese a su singular casuística y haber sido precedente y minuciosamente estudiada por José Luis Cano (1970).

En efecto, el 22 de mayo de 1602, el mariscal de Lavardin bloqueaba el puente de Gressin, sobre el Ródano, impidiéndole el paso al Franco-Condado.

Mientras la diplomacia española pedía explicaciones a Francia por lo que suponía una flagrante violación del reciente Tratado de Lyon (11 de enero de 1601), el conde de Fuentes, gobernador del Milanesado, le ordenó detenerse en Saboya hasta nueva orden (12 de julio). Enrique IV justificó su conducta ante el embajador Taxis por el temor de que aquel tercio tuviese intención de apoyar a los conjurados de Biron (ejecutado el 31 de julio en la Bastilla), y ordenó la retirada de sus tropas el 11 de agosto. Brancaccio pudo continuar su marcha, pero el mes de detención le hizo perder la mitad de sus efectivos debido a las deserciones.

Peor aún, al llegar a Flandes con menos de un millar de hombres, el tercio fue reformado (octubre) para reforzar a los dos napolitanos que entonces servían allí: el ya mencionado de Alfonso de Ávalos y el de Domicio Caracciolo, marqués de Bella. De nuevo le cupo servir la honrosa primera línea de picas secas, donde se recogían los oficiales reformados, aunque esta vez sería por poco tiempo. En septiembre del año siguiente, tras la muerte del marqués de Bella ante Bolduque (‘s-Hertogenbosch), recibió el mando vacante de su tercio, al frente del cual asistió a las últimas operaciones del sitio de Ostende, donde resultó herido, hasta la rendición de la plaza (octubre de 1604), y luego sobre el Rin. Benedetto Crocce elogió su actuación con estas palabras: “Il reggimento di Lelio Brancaccio, in quella guerra sul Reno, fu come la scuola nella quale si addestrarono i nobili napoletani, que parteciparono poi en gran numero e con grande splendore alla guerra dei Trent’anni” (Storia, 1925).

El tercio de Brancaccio fue reformado en 1608, una vez aceptada la suspensión de las hostilidades previa a la Tregua de los Doce Años, firmada en 1609. No obstante, permaneció en Flandes hasta 1610, cuando se llevó a cabo la primera desmovilización del ejército, ejerciendo el empleo de consejero de Guerra.

Durante ese tiempo de inactividad bélica, escribió un breve tratado, I Carichi militari, donde repasaba las obligaciones, misiones y competencias de todos los empleos de la milicia, desde el simple soldado hasta el maestre de campo general; dedica el último capítulo a los príncipes, como jefes superiores del ejército. De regreso a Nápoles fue inspector de las fortificaciones del reino y consejero del Colateral, descollando de aquella época su actividad política, como responsable directo de la caída del virrey duque de Osuna. Enviado a la Corte como representante del Consejo Colateral, empleó dos años (1618-1620) en convencer a Felipe III, sus ministros y consejeros de la necesidad de deponer al virrey, finalmente contó con la colaboración de fray Lorenzo de Brindisi, luego santificado por la Iglesia romana. Partió de la Corte en marzo de 1620, acompañando al nuevo virrey, el cardenal de Borja, que hubo de entrar disfrazado en Nápoles, y tuvo que enfrentarse también a la esperada resistencia de Osuna, apoyado por el pueblo y la Infantería del reino. Tales servicios le fueron recompensados por Felipe IV, el 16 de julio de 1621, con el título de maestre de campo general de la Infantería italiana del reino de Nápoles y un gobierno provincial (Gascón, 1991); además, el 2 de septiembre de 1623 le concedió el título de marqués de Motesilvano. Al año siguiente fue designado prefecto de la Annona; es decir, representante municipal ante el Consejo Colateral y responsable del abastecimiento de la ciudad.

Llamado por el dux de Génova durante la crisis desatada por la invasión franco-piamontesa de su territorio, sirvió el empleo de maestre de campo general de las tropas de la República desde el 15 de junio de 1625. El 4 de noviembre de dicho año se apoderó de Ormea y estableció una fuerte línea defensiva entre dicho lugar y Pieve; el dux, agradecido por sus servicios, le nombró capitán general de sus tropas (20 de noviembre), por lo que Brancaccio tomó parte en las negociaciones que abocaron a la Liga defensiva firmada entre España y Genóva, el 26 de enero de 1626, contra el rey de Francia y el duque de Saboya. Fungió dicho empleo hasta abril de 1628, en que, firmada una tregua en enero entre el duque de Saboya y la República, marchó a España como consejero del Supremo de Guerra. En diciembre de 1630 regresó a Italia como capitán general del Ejército español destacado en Monferrato y, tras la firma del Tratado de Paz de Cherasco (6 de abril de 1631), fue enviando a los Países Bajos con el título de maestre de campo general del Ejército de Flandes, que debía compartir con Carlos Coloma (1566-1637). Caro, Argegni y Filamondo apuntan que se halló en la jornada del cardenal infante a Alemania, combatiendo en Nördlingen, lo que no sustenta Aedo al afirmar que había sido nombrado maestre de campo general de Cataluña.

Sin embargo, tras partir Fernando de Austria de Milán, el 30 de junio de 1634, Brancaccio quedó como maestre de campo general del Milanesado. En dicha situación le halló Carlos Coloma cuando llegó a Milán a ejercer el mismo puesto, tal como refiere: “Llegue el último [de julio] a esta Ci.d. d Milan, a donde no solo no havia mis despachos, pero ni memoria dellos, antes fr. Lelio Brancacho, que hasta entonces, desde que partio el S.er Card. Infante avia exercido el cargo de Mtro. de Campo G. con solo horden a voca de S. A., presentó una carta que tenia del Rey en que mandaba hiciesse el off.º hasta mi llegada, y por no haver llegado mis patentes lo continuó a mis ojos hasta que le llego horden de passar a juntarse con el Marq. de S.ta Cruz”.

Una vez aclarada la situación de Coloma, Brancaccio partió de Nápoles el 11 de septiembre de 1634. Fue nombrado maestre de campo general de Cataluña, en la Corte, por patente de 8 de octubre del mismo año. En abril del siguiente se hallaba en Nápoles atendiendo al embarque de tropas para el Principado; sin embargo, debido a la inesperada invasión de Lombardía por los franceses, tubo que dirigirlas al punto amenazado, así que zarpó de Nápoles el 10 de mayo de 1635, a bordo de una poderosa armada de treinta y cinco galeras y diez bajeles que, bajo el mando del marqués de Santa Cruz, transportaba siete mil quinientos infantes y doscientos cincuenta caballos. Debido al mal tiempo, hubo de resguardarse en Córcega, pero el 20 de mayo sobrevino una tempestad que ocasionó “la pérdida de 9 galeras y en ellas más de 2.000 soldados y casi todas las chusmas; echáronse á la mar los caballos que iban en ellas y grande cuantidad de bastimentos y municiones” (Raneo, 1636). No obstante, consiguió alcanzar la costa ligur y desembarcar a los supervivientes. Regresó a Cataluña en julio con la escuadra de galeras de España. Entonces se concibió el proyecto de conquistar las islas Lerins (Sainte Marguerite y Saint Honorat, al sur de Cannes), para llevar la guerra a Francia y reducir la presión sobre Lombardía, confiándosele a Brancaccio el mando de la fuerza de desembarco. La expedición zarpó de Collioure el 28 de agosto, a bordo de las galeras de España, que mandaba el marqués de Villafranca; aparte de la infantería propia de las galeras, la fuerza invasora consistía en el tercio de mallorquines bisoños del marqués de Santa María de Formiguera, reforzado con ochocientos veteranos de los presidios del Rosellón, a cargo del maestre de campo Juan de Garay. El 2 de septiembre se reunió dicha escuadra en Savona con la del marqués de Santa Cruz, que contaba con cuatrocientos veteranos del tercio de Sicilia, además de su infantería embarcada. Tras no pocas deliberaciones, accedió el de Santa Cruz a tomar parte en la jornada y el 11 de septiembre zarpaba de Savona una armada de veintidós galeras y cinco galeones con cuatro mil hombres a bordo. La resistencia francesa fue breve, pues la primera isla se rindió el 14 y la segunda, el 15; pero Brancaccio permaneció en la isla de Santa Margarita hasta perfeccionar sus defensas, levantando el fuerte que hoy se llama Royal, que rechazó un intento de reconquista francesa en 1637 y resistió nueve meses de asedio en 1638. No cabe duda de que aquella maniobra de distracción cumplió con creces su objetivo, como así lo reconoció la Corte, en noviembre de 1635, al conceder a Brancaccio el empleo de consejero de Estado y 6.000 escudos de ayuda de costa.

Sin embargo, es dudoso que llegara a jurar su cargo.

Tras completar la fortificación de la isla de Santa Margarita (1636), hubo de pasar a la de Cerdeña para trabajar en las defensas de Cagliari hasta que, tras conocer el desastre ante Leocata (28 de septiembre de 1637), se embarcó para el Rosellón, dejando inacabada la muralla que enlazaba el cuartel de Vilanova con el castillo y que, tras su muerte, la municipalidad de Cagliari urgió concluir a Felipe IV porque, sin ella, juzgaban la plaza fácilmente expugnable (Hoppen, 1981). Nada se conoce sobre este último viaje de Brancaccio, ni siquiera su destino, que se supone era Perpiñán, para forjarse una idea propia de la situación creada tras la derrota. Lo que sí se conoce, porque lo refiere un testigo, es que murió de camino, en Elna, el 19 de noviembre (Tarrés, 1998).

Conforme a las exigentes normas de la Orden jerosolomitana, Lelio permaneció célibe y le heredó un sobrino que llevaba su mismo nombre: Lelio Brancaccio- Rossi, II marqués de Montesilvano, Caballero de Santiago, al que menciona el diario de Capecelatro en tiempos de la revuelta de Massaniello.

 

Obras de ~: I carichi Militari di Fra’lelio Brancaccio Cavalier’ Hierosolomitano del Consiglio Collaterale per S. M. Cattolica nel Regno di Napoli e Suo Maestro di Campo e Consiglier’di Guerra ne Gli Stati di Fiandra, Antuerpia, apresso Ioachimo Trognesio, 1610 [Venezia, E. Deuchino, 1620; Bologna, G. Monti, 1685; trad. al esp. por I. Scavino con el tít. Cargos y preceptos miltares; Se conocen ediciones en Barcelona, S. Matevad, 1639; Malinas, J. Jaye, 1671].

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, secc. Estado, leg. 1897, Felipe III al conde de Fuentes sobre llegada a Milán del tercio de Brancaccio, Valladolid, 8 de marzo de 1602; secc. Contaduría Mayor de Cuentas, serie III, leg. 3009, n.º 2, Relación de las fuerzas y pagos al Ejército, junio de 1598; secc.

Estado, leg. 3342 (que corresponde al año 1634), Fray Lelio Brancaccio al Rey, agradeciendo la merced de Consejero de Estado y la ayuda de costa, Santa Margarita, 6 de noviembre de 1635; Archivo Histórico Nacional, secc. Nobleza, Osuna, 1978, doc. 2, El Cardenal Albornoz al Rey, sobre la ida a España de Fray Lelio Brancacho, Milán, 11 de septiembre de 1634; secc. Órdenes Militares, Santiago, exp. 1210, Pruebas para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago de Lelio Brancacho y Rosso, natural de Nápoles, Marqués de Monte Silvano, 1640; Archivio di Stato di Napoli, secc. Miscellanea, Montemar, 2349, fols. 8v.-9r., El socorro de Valencia del Po, memoria inédita de Carlos Coloma, dedicada al “Conde Duque de San Lucar, del Consejo de Estado del rey N. S., camarero mayor y caballerizo mayor de S. M.”.

A. Schiaffino, Memorie di Genoa, 1624-1647: año 1625, págs. 79, 102, 140 y 151, año 1628, págs. 5, 13 y 32; año 1629, pág. 29, y año 1635, pág. 21 (ed. con el tít. Memorie de lunghi sudori imperfette, Genoa, 1647); Relación de la nueva Victoria que ha tenido el marques de Santa-Cruz y el marques de Villafranca duque di Ferdinandina, general de las galeras de Espana en la costa de Francia, de la toma de las dos islas y fortalezas de Santa Margarita y San Honorato, en 13 de settiembre deste año de 1635, Barcelona, Gabriel Nogues, 1635; D. Aedo y Gallart, Viage, sucessos y guerras del Infante-Cardenal don Fernando de Austria, desde 12.IV.1632 [...] hasta 21.IX.1636, Madrid, Imprenta del Reyno, 1637, págs. 60 y 72; R. M. Filamondo, Il genio bellicoso di Napoli. Memorie istoriche d’alcuni capitani celebri napolitani, ch’an militato per la fede, per lo re, per la patria nel secolo corrente, Napoli, D. A. Parrino, 1694, págs. 408-417; F. Capecelatro, Degli Annali della Città Di Napoli. Parti Due (1631-1640), Napoli, Tipografia Reale, 1849, pág. 76; J. Raneo, “Libro donde se trata de los vireyes lugartenientes del Reino de Nápoles, y de las cosas tocantes a su grandeza, compilado por José Raneo, año 1634”, en VV. AA., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XXIII, Madrid, Viuda de Calero, 1853, págs. 470- 472; G. Bentivoglio, Della guerra di Fiandra, parte terza, Milano, Società Tipografía de’ Classici Italiani, 1806, págs. 400, 402, 445, 465 y 474; P. Gianone, Historia civile del Regno di Napoli, vol. X, Milano, Società Tip. de’ Classici Italiani, 1823, pág. 297; E. Sue (ed), Correspondance de Henri d’Escoubleau de Sourdis, Archevèque de Bourdeaux, t. I, Paris, Craoelet, 1839, págs. 7 (Brancassio) y 312; “Relación de la toma de las dos islas de Santa Margarita y San Honorato por los marqueses de Santa Cruz y Villafranca, enviada por la duquesa de Fernandina al padre Pedro González de Mendoza, visitador de esta provincia. Año de 1635”, en Real Academia de la Historia, Memorial histórico español: Colección de documentos, opúsculos y antigüedades, t. XIII, Madrid, Imprenta Nacional, 1861, págs. 278-288 (citas en 280, 282 y 288); A. Cánovas del Castillo, Historia de la decadencia de España desde el advenimiento de Felipe III al Trono hasta la muerte de Carlos II, Madrid, J. Ruiz, 1910, págs. 266, 363, 364, 402, 406 y 442; B. Croce, Storia del regno di Napoli, Bari, G. Laterza y Figli, 1925, pág. 108; C. Argegni, Condottieri, capitani, tribuni, t. I, Milano, Istituto Editoriale Italiano, 1936-1937, pág. 88; J. Roco de Campofrio, España en Flandes: Trece años de Gobierno del Archiduque Alberto, 1595-1608, Madrid, Ayuntamiento de Alcántara, 1973, pág. 56; G. Caro, “Brancaccio, Lelio”, en VV. AA., Dizionario Biografico degli italiani, t. XIII, Roma, Istituto della Enciclopedia italiana, 1971, págs. 785- 787; A. Hoppen, “Military engineers in Malta, 1530-1798”, en Annals of Science (London, Taylor & Francis), vol. 38, n.º 4 (1981), págs. 413-433; G. Gascón de Torquemada, Gaçeta y Nuevas de la Corte de España desde el año 1600 en adelante, ed. de E. de Ceballos-Escalera y Gila, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 1991, págs. 79, 81, 91 y 105; A. Simón Tarres y P. Vila, Cròniques del Rosselló: Segles xvi-xvii, Barcelona, Curial Edicions, 1998, pág. 187; L. M. Linde, Don Pedro Girón, duque de Osuna. La hegemonía española en Europa a comienzos del siglo xvii, Madrid, Ediciones Ecuentro, 2005, págs. 201, 236 y 238.

 

Juan Luis Sánchez Martín

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