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Francisco Xavier Idiáquez y Carvajal

Biografía

Idiáquez y Carvajal, Francisco Xavier. Duque de Granada de Ega (V). Madrid, 20.VIII.1778 – Bayona (Francia), 20.X.1848. General y ministro carlista.

Hijo de Francisco de Borja Idiáquez y Palafox, IV duque de Granada de Ega, y de María Agustina de Carvajal y Lancáster.

Fue nombrado cadete de guardias walonas el 26 de abril de 1794, alférez el 11 de septiembre de ese año, capitán agregado al Regimiento de Caballería de Borbón el 29 de noviembre, graduado de teniente coronel el 4 de septiembre de 1795. Participó en la guerra contra la Convención. Tuvo licencia desde el 1 de enero de 1796 hasta primeros de diciembre de 1798, en que se reincorporó, participando en la campaña de Portugal, en la que se distinguió en varias acciones al frente del escuadrón de carabineros de María Luisa, del que fue nombrado comandante el 9 de marzo de 1800 y teniente coronel el 14 de agosto. El 7 de enero de 1801 pasó al regimiento de Borbón, donde obtuvo el grado de coronel el 5 de octubre de 1802 y el 4 de febrero 1804 el puesto de coronel efectivo. En 1808 se hallaba en el ejército de Andalucía, “distinguiéndose muy particularmente en el combate de Villanueva de la Reina el día 15 de julio de dicho año pasando el Guadalquivir con su regimiento a pesar del fuego y resistencia que hacía el enemigo que quedó destruido, portándose de un modo sobresaliente en la memorable batalla de Bailén en 19 del mismo a la cabeza de su valiente regimiento contribuyendo mucho al feliz suceso de aquel día cargando tres veces a los enemigos, cortando y acuchillando a los dragones que perseguían por la izquierda a nuestra infantería por cuyo ejemplo y bizarría no faltó individuo alguno a su formación y deber”. Por su brillante actuación en estos días fue ascendido a brigadier el 4 de agosto de 1808.

Cuando la campaña de Napoleón en España, se encontraba en la división de tropas escogidas que mantuvo la retirada del Ebro. En 1809 participó en la batalla de Uclés, y mandó la caballería en las acciones de Mora (18 de febrero) y Consuegra (22 de febrero).

Mariscal de campo el 2 de marzo de 1809, tomó parte en la batalla de Almonacid, en la que perdió dos caballos durante las cargas que efectuó contra la infantería enemiga. “Se halló en la mayor parte de los encuentros que tuvo con los enemigos el ejército del centro, manifestando siempre la más decidida voluntad a ser empleado en los puestos de mayor peligro, como sucedió muy particularmente en la batalla de Ocaña”.

Participó después en numerosos combates mantenidos en torno a Valencia, Murcia y Granada hasta que se le encargó el gobierno de la plaza de Tarifa.

Cuando se produjo la retirada de Soult de Andalucía, se le nombró comandante general del campo de Gibraltar y la serranía de Ronda, puesto en el que permaneció hasta junio de 1813, en que se le envió de cuartel a Granada.

Ascendió a teniente general el 23 de junio de 1814.

Durante los Cien Días, fue destinado a los diversos ejércitos que se dispusieron sobre la frontera francesa.

Tras la disolución del ejército de observación de Cataluña, en diciembre de 1815, debió de permanecer algún tiempo en la Corte, pero en 1817 se produjo la muerte de su padre, que le obligó a solicitar cuartel o destino para Vascongadas, única forma de hacer frente a una angustiosa situación económica que quedó en evidencia cuando el 15 de abril de 1820 fue nombrado capitán del cuerpo de guardias de la Real Persona, puesto del que trató de dimitir el día 24: “El nuevo empleo con que V. M. ha honrado al exponente requiere que levante la casa que actualmente habita en esta Villa [Azcoitia], que traslade su familia a esa Corte, que en ella establezca su domicilio y casa, y que entre en aquellos gastos y profusión con que le compromete de decoro de tan distinguida dignidad, y entonces resultará que el exponente tendría que desatender a los empeños de su casa y contraer nuevas obligaciones después de dar fin a sus rentas. Este sería, Señor, el estado en que se vería el exponente, estado que le haría infractor de la fe que tiene empeñada con sus acreedores a contribuirles con una parte de sus rentas, y estado que le reduciría al exponente y a sus bienes a que fuesen perseguidos por los acreedores en los tribunales”. Según los documentos que adjuntaba, pese a tener una renta de 300.000 reales, incrementada por una encomienda que le había concedido el Rey “hasta pagar a los acreedores primeros del concurso”, que le producía 40.000 o 50.000 reales adicionales, debía todavía 2.620.977 reales. Pero sin duda eran tiempos en que el Monarca necesitaba verse rodeado de fieles servidores, por lo que la dimisión no fue aceptada: “Considerando el Rey que el servicio de capitán de la guardia de su Real Persona es sólo por cuatro meses, y que lo restante del año podrá V.E. vivir si le acomoda por estado de sus intereses fuera de esta Corte, no ha tenido a bien S. M.

admitirla”. Aunque los datos que sobre el particular figuran en su expediente militar no son todo lo claros que deberían, es posible que permaneciese en dicho destino hasta finales de 1820.

No consta, pues, que el duque de Granada desempeñase ningún papel en la revuelta realista —aunque fue diputado general de Guipúzcoa en 1823—, pues en su hoja de servicios tan sólo se consigna que fue “purificado de su conducta militar y política durante el gobierno revolucionario por la Real Junta de Purificaciones y Consejo Supremo de la Guerra”. En este mismo documento, cerrado el 25 de febrero de 1831, hay una nota marginal del general Latre, inspector general de Infantería, en que hace constar: “Este general me merece el mejor concepto por el honor y lealtad que respira, ignoro si desea o está en disposición de ser empleado activamente, pues no ha sufrido graves dolencias”. Tal vez ello explique que el 9 de junio de 1831 se le nombrase capitán de cuartel de la guardia de la Real Persona, y que el 8 de diciembre de 1831 se le designase para el mismo puesto desde el 1 de julio de 1832 hasta el 31 de diciembre de 1832, aunque en el mes de noviembre fue exonerado del mando por decisión de la Reina Gobernadora, que dispuso que se le concediese un sueldo de 60.000 reales al año, cifra que el 10 de agosto de 1833 decidió el Consejo de Ministros que fuese reducida al retiro habitual de los tenientes generales.

Al producirse el alzamiento carlista del norte, el duque de Granada de Ega, que había vuelto a su casa de Azcoitia, se unió a los insurrectos, por lo que fue dado de baja en el Ejército el 9 de diciembre de 1833, fecha en la que ya se había visto obligado a refugiarse en Francia. Se ignora cuándo volvió a presentarse en las filas carlistas, aunque se sabe que en enero de 1836 sus bienes aún estaban embargados como pertenecientes a ausentes —desde 1834 se hallaban también secuestrados los bienes que poseía en la España isabelina—, y que el 4 de noviembre de 1837 se presentó por primera vez a don Carlos en Amurrio. El 8 de junio de 1838 fue puesto al frente de la Diputación carlista de Guipúzcoa. El 20 de febrero de 1839, tras los fusilamientos de Estella, don Carlos le nombró ministro de la Guerra. La falta de decisión del pretendiente, que se negó a firmar la orden que le presentó para que el príncipe de Asturias se hiciese cargo del mando del ejército, y la actitud ambivalente de muchos de los generales llamados para defender el cuartel real, hicieron que el duque de Granada fuese relevado por el brigadier Montenegro el día 24 del mismo mes.

Tanto Lassala como Lichnowsky recogen testimonios de su extremada religiosidad, siendo digna de reseñar, por lo curiosa, la anécdota que señala este último, y cuya veracidad es dudosa, según la cual, durante la batalla de Bailén cargó al frente de su regimiento sin desenvainar el sable porque decía: “Dios me autoriza para atropellar, pero no para matar”.

Además del título de duque de Granada de Ega, se hallaba en posesión de los de mariscal de Navarra, conde de Xavier, marqués de Cortes y de Valdetorres, vizconde de Zolina —título que llevó hasta la muerte de su padre— y de Muruzábal de Andión.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), exp. personal.

F. Lichnowsky, Recuerdos de la guerra carlista (1837-1839), Madrid, Espasa Calpe, 1942.

 

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera