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Juan de la Plaza

Biografía

Plaza, Juan de la. Medinaceli (Soria), 1527-1528 – Ciudad de México (México), 31.XII.1602. Jesuita (SI), superior, maestro de novicios, escritor.

Marchó a la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió Lógica y Filosofía (1543-1546). Seguidamente pasó a estudiar Teología en el Colegio de Sigüenza (1546-1552), a la sombra del futuro obispo de Canarias Bartolomé Torres, gran amigo de san Ignacio de Loyola. Allí descubrió Plaza su vocación a la Compañía de Jesús en 1553, una vez obtenido el doctorado. Tras un primer período de formación fue enviado al Colegio jesuítico de Córdoba con sus compañeros de noviciado. A pesar de su juventud en la Orden, fue nombrado maestro de novicios en 1555. Al año siguiente la comunidad cordobesa se trasladó a Granada y Plaza devino rector del Colegio (1556-1562); además fue nombrado maestro de novicios de la provincia jesuítica de Andalucía. Entre sus discípulos se cuentan Baltasar Álvarez y Francisco Vázquez. No faltó una nota de excesivo rigor para con sus subordinados, que se prolongó en el tiempo. Félix Zubillaga hipotiza que sus modos intransigentes pueden estar en relación con su carácter enfermizo. En el contexto de la espiritualidad de la Compañía, Plaza se decantó en esos años por el espíritu contemplativo y de recogimiento, compatible con la vida activa. Era la línea de Antonio Cordeses, que más tarde sería marginada en el Instituto, inclinado a una interpretación más ascética y práctica de los Ejercicios de san Ignacio.

En los años granadinos llegó a intimar con personalidades como san Juan de Ávila y sobre todo con el arzobispo Pedro Guerrero, de quien fue confesor y consejero.

De él Guerrero solía decir: “En esta plaza hayo yo cuanto he menester”. En 1558 asistió en Roma a la I Congregación General de la Compañía, como sustituto de san Francisco de Borja. Para ello, primero hizo la profesión solemne de los votos. En Roma fue elegido nuevo general Diego Laínez, al que Plaza presentó su Instrucción para la casa de probación, que en 1573 se convirtió en la pauta del régimen de los noviciados jesuitas. A la vuelta de la Ciudad Eterna continuó con el rectorado granadino hasta que en 1561 el visitador Jerónimo Nadal lo nombró provincial de Andalucía. Durante su mandato se fundaron los Colegios de Trigueros, Cádiz y Marchena. Debido a su cargo asistió en Roma a la II Congregación General de 1565, en la que fue miembro de la comisión encargada de la formación de novicios; allí se eligió a san Francisco de Borja tercer general jesuita. De vuelta en España, Plaza cesó como provincial y fue nombrado superintendente (1566-1569) y de nuevo rector del Colegio de Granada (1569-1573) y maestro de novicios (1568) e instructor de tercera probación en 1569.

Fue testigo de excepción de la rebelión de los moriscos en el Albaicín y Granada (1568-1571). Asistió también a la III Congregación General de 1573, donde fue elegido nuevo general el primer no español, Everardo Mercuriano. En Roma mismo, Plaza recibió el nombramiento de visitador del Perú. En la provincia americana habían surgido diversos problemas, que expuso en Roma el padre Diego de Bracamonte, rector del Colegio de Cuzco: aumento quizás excesivo del número de colegios, la cuestión de la aceptación de las doctrinas de indios, etc. Tras la elección de Mercuriano, se decidió enviar a Plaza con amplias facultades: renovar superiores, aceptar nuevos colegios, promover la recta formación de los candidatos y, en el plan misional general, estudiar la situación sobre el terreno. El viaje se retrasó, además de por motivos administrativos, por las dudas de conciencia que manifestó Plaza ante la necesidad de colaborar en el Perú con los conquistadores.

El padre Mercuriano trató de serenarlo y le recomendó, entre otras cosas, seguir las directrices del Concilio Limense de 1567 y consultarse con el padre José de Acosta, ya residente en la región.

En octubre de 1574 partió de Sanlúcar de Barrameda el grupo de Plaza (quinta expedición jesuítica al Perú), que llegó a Lima en marzo de 1575. Allí permaneció un año, durante el cual realizó la visita del Colegio. Encontró al teólogo José de Acosta, al que nombró en septiembre de 1575 rector del Colegio de Lima y en enero de 1576 provincial del Perú. Hay que considerar la estatura teológica de Acosta y su gran conocimiento de la provincia peruana, merced a la visita realizada en 1573. Nada más ser elevado al provincialato, Acosta convocó una Congregación Provincial, que tendría dos fases: Lima, del 16 al 27 de enero de 1576, y Cuzco, del 8 al 16 de octubre del mismo año.

Plaza asistió a las dos reuniones. Tras el final de las sesiones limenses, en mayo de 1576 el visitador dejó la capital del virreinato directo al Cuzco, para participar en la segunda fase. Los temas principales fueron la modalidad de la evangelización de los indios, a nivel teórico y práctico, aceptación de colegios, relación con los obispos, disciplina interna, catecismos, etc. No se sabe el influjo del jesuita soriano en esas reuniones; la bibliografía siempre ha presentado al padre Acosta como corazón de las mismas. Terminada la congregación, en enero de 1577, Plaza se dirigió a la doctrina de Juli (pionera en la preocupación por las necesidades de la población y adaptación a los usos indígenas), donde residió por un mes. Posteriormente marchó a Potosí, y allí se detuvo hasta septiembre, fecha en la que retornó a Juli. Más tarde viajó a La Paz y Arequipa, donde se ofrecían fundaciones a la Compañía.

La permanencia en el Perú duró hasta 1580, marcada en parte por la difícil duplicidad de la autoridad, dividida entre el visitador y el provincial Acosta. En esos años, Juan de la Plaza pudo conocer de primera mano las diversas actividades de sus hermanos en religión y las perspectivas misionales. Elevó a Roma diversos informes, por lo general meticulosos y legalistas, de forma que, según Zubillaga, “a nadie parecerá extraño que temperamento tan minucioso y formalista chocase con la susceptibilidad de no pocos”.

Acabada su misión peruana, el padre Mercuriano siguió confiando en Plaza, y lo nombró visitador de México, deseoso de que pudiera encauzar un giro en la provincia, como le escribió en enero/febrero de 1579: “y con la mucha experiencia que tiene ya de las cosas del Perú, esa provincia [México] tomará muy buen asiento en todo, no sólo en lo que toca a la religión de los nuestros, más también a los ministerios de los próximos, principalmente con los naturales, en los cuales hasta ahora se ha hecho muy poco, o nada”. Iniciaba Plaza la última etapa de su vida, que se presentaba nada fácil. Llegó a la Nueva España en febrero de 1580, e inició la visita por el Colegio y la residencia de Oaxaca. En noviembre del mismo año recibió el cargo de provincial. A continuación visitó los Colegios de la Ciudad de México, Puebla de los Ángeles y Valladolid en Michoacán. Mención aparte merece la actuación de Plaza en las residencias de Tepotzotlán (cerca de Ciudad de México) y Pátzcuaro (zona tarasca); allí se crearon escuelas de lenguas indígenas que dieron un vuelco a la situación anterior: las confesiones de naturales y, en general, la pastoral con ellos se convirtió en una prioridad de la provincia.

Continuaron también en México las tiranteces sobre el modo de actuar de Plaza, a veces muy estricto con los otros jesuitas en sus modos de entender la mortificación y ascesis, lo cual provocó la sustitución en 1584 por el nuevo provincial Antonio de Mendoza. Plaza se retiró al Colegio de Tepozotlán, donde llegó a conocer la lengua náhuatl. En 1585 tuvo lugar el Tercer Concilio de México, donde el jesuita soriano tuvo una participación muy importante.

Fue nombrado consultor teólogo del mismo.

Al Concilio dirigió siete memoriales sobre los confesores, el seminario, los candidatos al sacerdocio, etc., que fueron muy tenidos en cuenta durante los debates conciliares: de hecho se encargó a Plaza y al jesuita Pedro de Hortigosa, teólogo personal del arzobispo Moya de Contreras, la conversión de los memoriales en bocetos de posibles decretos del Concilio.

Además fue encargado de confeccionar dos catecismos del Concilio y un Directorio de confesores y penitentes. Por diversas vicisitudes, estos instrumentos han permanecido inéditos hasta fechas recientes.

Particularmente, el Directorio, concebido como manual para preparar los exámenes sacerdotales y como guía pastoral, contiene variados elementos teológicos, sociales, canónicos, etc. Viejo y enfermo, en los últimos años de su vida Juan de la Plaza desarrolló diversas actividades: ministerios con los indios, visitador del colegio de Oaxaca, consultor del provincial.

Murió en el Colegio de México el último día de 1602.

 

Obras de ~: Cartas e informes: A. de Egaña (ed.), Monumenta Peruana, I (1565-1575), II (1576-1580) (Monumenta Historica Societatis Iesu, Monumenta Missionum, 75, 82), Roma, 1954, 1958; F. Zubillaga (ed.), Monumenta Mexicana, II (1581-1585), III (1585-1590) (Monumenta Historica Societatis Iesu, Monumenta Missionum, 84, 97), Roma, 1959, 1968; Pláticas sobre la oración, Carta sobre la indiferencia, Dos cartas al P. Juan de Cañas: C. M.ª Abad, Los PP. Juan de la Plaza y Alonso Ruíz de la C. de J. Algunos de sus escritos espirituales, Comillas, Universidad Pontificia, 1958. Catecismos del Tercer Concilio de México: J. G. Durán, La transmisión de la fe. “Misión apostólica, catequesis y catecismos en el Nuevo Mundo (Siglo xvi). Apéndice documental. A modo de ejemplo: los Catecismos del III Concilio Mexicano, en Pontificia Commissio pro America Latina, Historia de la evangelización de América: trayectoria, identidad y esperanza de un Continente: Simposio internacional, Ciudad del Vaticano, 11-14 de mayo de 1992: Actas, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 1992, págs. 317-352; A. Carrillo Cázares (ed.), Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano (1585), edición, estudio introductorio, notas, versión paleográfica y traducción de textos latinos por Alberto Carrillo Cázares (Mexican Manuscripts 268, The Bancroft Library), 1.er t., Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, Universidad Pontificia de México, 2006, págs. 840-869. Memoriales al Tercer Concilio de México (sobre el seminario, sobre los ordenandos, sobre los curas, sobre los predicadores, sobre visitas episcopales, sobre confesores y sobre repartimientos): A. Carrillo Cázares (ed.), Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano, op. cit., págs. 223-283; F. Zubillaga, “Tercer Concilio Mexicano, 1585. Los memoriales del P. Juan de la Plaza S. I.”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 30 (1961), págs. 180-244. Directorio para confesores y penitentes del Tercer Concilio de México: M.ª P. Martínez López- Cano (coord.), Concilios Provinciales Mexicanos. Época colonial, México, Instituto de Investigaciones Históricas (Serie Instrumentos de consulta, 4), UNAM, 2004 (CDRom).

 

Bibl.: J. E. Nieremberg, “P. Juan de la Plaza”, en VV. AA., Varones ilustres de la Compañía de Jesús, vol. III, Bilbao, 1889, págs. 383-392 (2.ª ed); E. J. Burrus, “The author of the Mexican Council Cathechismus”, en The Americas, 15 (1960), págs. 171-182; F. Zambrano y J. Gutiérrez Casillas, Diccionario bibliográfico de la Compañía de Jesús en México, vol. XVI, México, 1967, págs. 567 y ss.; B. Bartolomé-Martínez, “Otro soriano para la Historia: el padre jesuita Juan de la Plaza, Provincial y Visitador Religioso en las Indias”, en Celtiberia, 72 (1986), págs. 315-339; L. Martínez Ferrer, Directorio para confesores y penitentes. La pastoral de la Penitencia en el Tercer Concilio Mexicano (1585), Pamplona, Eunate, 1996; C. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dir.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús: biográfico-temático, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 3153-3154; M.ª P. Martínez López-Cano, E. García Berumen y M. R. García Hernández, “Directorio para confesores y penitentes. Estudio preliminar”, en M.ª P. Martínez López-Cano (coord.), Concilios Provinciales Mexicanos. Época colonial, México, Instituto de Investigaciones Históricas (Serie Instrumentos de consulta, 4), UNAM, 2004 (CDRom).

 

Luis Martínez Ferrer

 

 

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