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Vicente María Requeno y Vives

Biografía

Requeno y Vives, Vicente María. Calatorao (Zaragoza), 4.VII.1743 – Tívoli (Italia), 16.II.1811. Jesuita (SI) expulso, crítico histórico-artístico.

Fue el penúltimo de los seis hijos supervivientes de Joseph Requeno, infanzón, y de Josepha Vives, fallecida el 14 de abril de 1748. Familia muy religiosa, documentada en Calatorao desde principios del siglo XVII hasta finales del XVIII, que se preocupó de introducirlo en el estudio de la Retórica y, probablemente, de la Filosofía. Entró en la Compañía de Jesús el 2 de septiembre de 1757. Completó sus estudios humanísticos en Tarragona y enseñó la Gramática cierto tiempo en Huesca (1760-1763), donde fue maestrillo. Concluyó el trienio de Filosofía en Calatayud y continuó en el Colegio de Zaragoza donde cursaba tercero de Teología (segundo, según Batllori) cuando le sorprendió el decreto de expulsión el 3 de abril de 1767.

Después de un año en Córcega, pasó cinco años en Ferrara hasta la disolución de la Compañía en agosto de 1773. Mientras tanto, se ordenó sacerdote en Módena en mayo de 1769. Entre 1773 y 1798 vivió en Bolonia, a la sombra de su amigo y protector san José Pignatelli, dedicado al estudio y restablecimiento de las artes grecolatinas, donde fue miembro de la Accademia Clementina por sus estudios sobre las bellas artes. En este campo, en el sentido más amplio, llevado de su versátil y agudo ingenio, consiguió bastante renombre en Italia, especialmente con sus estudios prácticos sobre el encausto (manera de pintar de los grecorromanos, basada, según él, en la cera púnica), a partir del éxito de la publicación de la primera edición de los Saggi sul ristabilimento dell’antica art de’ greci e de’ romani pittori (1784), de manera que, según Lorenzo Hervás (Biblioteca jesuítico-española), “no viene a esta ciudad [Roma] personaje ilustre o curioso de las bellas artes que no procure llevar entre sus rarezas alguna pintura al encausto”. Al año siguiente, el embajador José Nicolás de Azara consigue para Requeno y Vives el premio de pensión doble (19 de julio de 1785), la cual, en un principio, estaba destinada para el helenista y traductor de Heródoto, el también exjesuita Bartolomé Pou. Sus investigaciones artísticas eran bastante costosas, por lo que, años más tarde, solicitó, infructuosamente, ayudas al conde de Aranda (1792) y a Godoy (1795).

Ante las dificultades derivadas de las guerras napoleónicas en Italia, regresó entre mayo de 1798 y marzo de 1801 a Zaragoza, donde residían tres de sus hermanos. Participó muy activamente en las tareas de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, donde reorganizó el Medallero o Museo Numismático y el gabinete de Historia Natural. Durante este período fue nombrado académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza (7 de agosto de 1799) y de la de San Fernando de Madrid (1 de septiembre del mismo año). Entre los prosélitos ganados en Zaragoza para la nueva técnica pictórica del encausto, restablecida por Requeno y Vives, está fray Manuel Bayeu, quien en 1799 pintó la Alegoría de las Bellas Artes (Museo de la Real Sociedad Económica Aragonesa). Vicente Requeno casi fue profeta en su tierra, si se tiene en cuenta la entusiasta valoración que el secretario de la Real Sociedad Económica Aragonesa, Diego de Torres, hace de su personalidad: “Habiéndose tenido la complacencia [la Real Sociedad Económica Aragonesa] de que regresase este sabio a Aragón y a esta capital, disfruta la Sociedad de sus luces y grandes conocimientos literarios, y le ha encargado comisiones de la mayor importancia, que está desempeñando, y de las que se hablará en las actas de otro año” (Compendio de las actas de la Real Sociedad Aragonesas, correspondientes al año de 1798).

Nuevamente expulsado a Italia, los diez últimos años de su vida (1801-1811) fueron de lo más ajetreado, ligados a la restauración de la compañía (en la que Requeno reingresa en 1804), capitaneada por su amigo José Pignatelli: en Roma (1801-1804), en Nápoles (1804-1806), otro año en Roma (1806- 1807) y los cinco últimos en Tívoli (1807-1811), donde murió el 16 de febrero de 1811, probablemente a causa de una enfermedad contraída por su intenso apostolado en las cárceles.

Profundo conocedor del mundo grecolatino, el abate Requeno y Vives fue un buen erudito y, sin duda, uno de los más obsesionados por restablecer las técnicas artísticas del mismo en el siglo del Neoclasicismo.

Consciente de su valía, su carácter independiente y contradictorio (“hago lo que puedo ya que no lo que debo”, repetía con frecuencia) lo llevó a entablar polémicas con los estudiosos europeos (académicos franceses e italianos, principalmente) de la pintura al encausto o ceras diluidas, con los musicólogos, con los numismáticos, etc.

Requeno y Vives, que comenzó publicando algunos poemas de circunstancias, Ode (1783), consiguió el mayor prestigio y fama con el restablecimiento de la pintura grecolatina o encausto a partir de la primera edición de los Saggi (1784), no sin cierta oposición y algunas polémicas, muy dieciochescas, que aparecen reflejadas, tres años después, en la segunda edición ampliada, publicada en Parma, por influencia de su paisano y embajador José Nicolás de Azara, a quien está dedicada.

Paralelos en su título y en su metodología son los Saggi sul ristabilimento del’arte armonica (1798), donde Vicente Requeno intentó restablecer el sistema musical grecolatino, temática en la que también estaban trabajando otros destacados compañeros de exilio, como Esteban de Arteaga o Antonio Eximeno, si bien desde perspectivas completamente distintas.

Sus investigaciones más curiosas están relacionadas con el sistema de comunicación grecorromano, pues el abate calatorense es considerado como uno de los precursores del telégrafo, en polémica también con los enciclopedistas franceses, por sus Principi, progressi, perfezione perdita, e ristabilimento dell’antigua arte di parlare da lungi (1790), traducidos al castellano por Salvador Ximénez Coronado en 1795. Años más tarde continúa y amplía estas investigaciones, pasando de la comunicación a lo lejos a la comunicación de cerca, con las manos, en el mundo antiguo, con una obra bastante interesante desde el punto de vista semiótico, la Scoperta della Chironomia, ossia dell’arte di gestire con le mani nel Foro e nella pantomima dell teatro (1797), la única obra de Requeno y Vives recientemente reeditada, por el semiólogo G. R. Ricci (1982).

Fruto de su escrupuloso trabajo en el monetario de la Sociedad Económica Aragonesa es un documentado libro de numismática, el único escrito y publicado en español por nuestro abate, en el que describe diecinueve monedas inéditas, Medallas inéditas antiguas existentes en el Museo de la Real Sociedad Aragonesa (1800), que dicha sociedad consideró como una de sus publicaciones emblemáticas. Sorprenden las abundantes puntualizaciones a los más famosos escritores numismáticos de la época, que le dan un tono polémico al libro.

Vuelto a Italia y reingresado en la compañía (llegó a impartir clase de humanidades a los alumnos más jóvenes del Colegio de Nápoles) tuvo tiempo para continuar, en medio del vendaval bélico napoleónico, con sus estudios histórico-prácticos sobre el perfeccionamiento del tambor y su importancia en las guerras, Il Tamburu (1807) y sobre la imprenta, Osservazioni sulla Chirotipografía, ossia antica arte di stampare á mano (1810), donde el abate de Calatorao intenta demostrar que ya desde el siglo x se usaban ciertos rudimentos de la imprenta en los monasterios, antecedentes de Gutenberg. Resultado de la mayor espiritualidad del final de su vida son los Esercizii spirituali (1804), centrados en el culto al Sagrado Corazón de Jesús, devoción jesuítica por excelencia.

Del prestigio de Requeno y Vives entre sus contemporáneos pueden ser muestra las palabras de Hervás, hablando del encausto: “Aplicado por ingenio al estudio de la historia natural y al de la pintura, tuvo la afortunada y honrosa suerte de descubrir el encausto o la pintura antigua de los romanos y griegos. Este feliz y utilísimo descubrimiento llamó inmediatamente la atención de todos los europeos amantes de las bellas artes” (Biblioteca jesuítico-española).

A su muerte dejó en las bibliotecas italianas una larga serie de manuscritos en castellano, latín e italiano, sobre materias muy diversas: teología, filosofía, moral, historia eclesiástica y hasta algún poema lírico en castellano e italiano y un diálogo dirigido a combatir, específicamente, a Jean Jacques Rousseau (Universidad Gregoriana. Fondo Curia, ms. 2.174), la bestia negra de nuestro abate. Ya Félix Latassa, quien trató a Requeno y Vives entre 1798 y 1801, reseñó once de ellos, algunos de los cuales no coinciden con los que se enuncian más abajo, cuya existencia se ha comprobado, por lo que pueden considerarse desaparecidos, salvo error de Latassa, todos referidos a cuestiones de retórica, con lo que su pérdida no tiene gran importancia para ampliar lo que ya se conoce del pensamiento requeniano.

Bastantes manuscritos se conservan en el Archivo de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, pero los más interesantes están depositados en la Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II di Roma, en la sección Gesuitici, debido a las peripecias históricas de los mismos. Cuando León XII restituyó el Colegio Romano a la compañía en 1824, los escritos que eran obras o borradores de obras pasaron a la biblioteca, mientras que los apuntes de trabajo se consideraron piezas archivísticas y pasaron al Archivo Central de la Compañía y después a la Universidad Gregoriana.

Cuando en 1873 se secularizaron los bienes religiosos, todo lo que había en la biblioteca jesuítica pasó a la Biblioteca Nazionale.

No es fácil resumir los rasgos de la personalidad de Requeno, a quien Miguel Batllori definió con poca fortuna como “pintoresco”. Al final de su inédito Ensayo sobre los locos (ff. 62v-63), Requeno propone como ilustraciones una serie de grabados. El más interesante de todos es el primero, en el que un Requeno de cuarenta años describe un imaginario grabado de su autorretrato, un poco socarronamente: “El primer grabado, como se suele hacer, será un bonito retrato del autor, y como, por otra parte, no se podrá adivinar su fisonomía, yo la presento ahora. Él es un hombre de 40 años, que representa 25, honesto y de buen humor, transformado de un ser en otro como los gusanos de seda en mariposas. Tiene la cabeza redonda y la cara ovalada, pero estrecha la media luna de la sotabarba, la cual tiende a ser redonda como la cabeza. Los cabellos son grises y naturales con la cabellera desaliñadamente rizada. La frente es grande y despejada. Las cejas pobladas de un pelamen negro tendiendo a rojizo. El iris de la pupila es del mismo color que los cabellos. Los ojos más bien pequeños, cansinos o vivaces según los objetos que se le representan. La nariz hundida mediocremente entre los ojos, carnosa en el medio, imitando el pico de los gansos en la extremidad. Los labios de Austria. Las mejillas llenas y de un colorido mujeril y muy características, no desagradablemente formadas con el albayalde veneciano, una pizca de tierra de sombra romana y carnosidad española”.

Deberíamos añadir una prodigiosa memoria, que, almacenando una inmensa erudición, le permitía remontarse a los orígenes históricos de los distintos temas estudiados. Su gran imaginación le permitió atreverse a investigar campos totalmente vírgenes y establecer relaciones y analogías, apoyándose en los leves indicios de alguna frase que algún autor grecolatino había dejado caer en medio de otras materias. Tuvo un carácter más bien introvertido que se reflejaba en una extraordinaria capacidad de trabajo.

Requeno gozó de amplio respeto entre sus contemporáneos. Entre los jesuitas, sobresale la apología, entrañablemente exagerada, de Juan Francisco Masdeu. Fuera de la Compañía, fue socio de la Academia Clementina de Bolonia, de la Económica Aragonesa y de las Academias de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza y de la Real Academia de Bellas Artes Fernando. La acumulación de cargos honoríficos no fue buscada por él, pues, a pesar de las muchas polémicas en las que se vio envuelto, Requeno aspiraba a ser modesto.

Por otro lado, también hicieron un repaso de su figura los historiadores. Masdeu en 1804 pronunció un discurso académico donde lo considera “el gran genio del siglo XVIII” (Masdeu, 1806, pág. 7). Lamenta que viviese en Roma sin la consideración debida a sus trabajos y publicaciones y que se atribuyese a otros sus descubrimientos; resalta “su admirable modestia”. Antes, Masdeu había resaltado la tenacidad en el trabajo de Requeno, sin el cual nada vale el ingenio.

Menéndez Pelayo intentó caracterizarlo en dos ocasiones. En la primera, hablando de los teóricos de la música en el siglo XVIII, califica a Requeno de “singular proyectista, que hacía por docenas los descubrimientos [...], todos de rara materia”, y afirma que Masdeu, al elogiar a Requeno, se dejó llevar de su patriotismo y compañerismo. En otra ocasión, hablando “de la sólida erudición, que en parte no ha envejecido” de los jesuitas en Italia, Menéndez Pelayo califica a Requeno de “hombre de ingenio agudo e inventivo, que se titulaba restaurador de las artes perdidas, [...] sobre todo lo cual compuso una serie de libros muy singulares, que prueban la fantasía aventurera y temeraria de su autor, la cual nos recuerda sin querer a su compañero de hábito, el padre Kircher”.

Por otra parte, cabe destacar el retrato de Requeno dibujado a través de la Necrológica y a través de sus polémicas y de sus escritos, que tiene rasgos bastante contradictorios. Por un lado, es un ferviente espíritu jesuítico y, por otro, se manifiesta el espíritu de peculiar literato ilustrado que se lanza a las polémicas propias del mundo artístico. Requeno siempre tuvo la esquizofrenia entre su vocación y lo que realmente pudo hacer en la vida. Por eso se adivina en sus escritos una atmósfera de desilusión y de desencanto provocada por su situación vital, necesariamente cargada de estoicismo, que se exterioriza en una constante disconformidad con lo que le rodea. Consciente de la superioridad de su profunda erudición, se nos presenta como un rebelde contra los principios y las autoridades admitidos entre los eruditos de su época.

En resumidas cuentas, no deja de ser una esquizofrenia el que un hombre, amigo íntimo de san José Pignatelli e imbuido del espíritu jesuítico, creyese y defendiese el progreso material en el seno de la Económica Aragonesa (prácticamente era el único clérigo regular que asistía) y al mismo tiempo estuviese obsesionado por el mundo pagano grecolatino para restaurarlo en sus aspectos artísticos.

No es fácil llegar a conclusiones sobre la figura y la obra del jesuita Requeno, un personaje contradictorio y complejo que vivió circunstancias personales e históricas muy convulsas y enfrentadas: el final del antiguo Régimen y la supresión de la Compañía de Jesús. Palacio Atard ha puesto de manifiesto que una de las características de los ilustrados españoles es la contradicción derivada de querer compaginar tres fuerzas ideológicas distintas: el catolicismo nacional, la Ilustración europea y la ideología burguesa. A Requeno, como abate relativamente pobre, lo de la burguesía le tenía sin cuidado y más bien defendía la sociedad estamental, como buen jesuita; aunque colaboró intensa y sinceramente con la burguesía de la Económica Aragonesa. Lo que le preocupó seriamente fue la lucha entre el pensamiento católico y el pensamiento ilustrado deísta europeo. Se vio envuelto de lleno en la polémica entre tradición y revolución.

Ricci (1982, p. 23) es el único estudioso hasta el momento que se ha atrevido a definir la personalidad del calatorense y lo califica de intransigente y contradictorio y de “neoclásico individualista, al borde de la categoría”. Requeno es, continúa Ricci, un solitario del Neoclasicismo, y al mismo tiempo, a pesar de su explícito descontento con el presente, un estudioso que ha respirado con plenos pulmones el aire de los años que le tocó vivir y que, de hecho, se presenta mucho menos anti ilustrado de lo que en una mirada superficial y por su situación social (jesuitas versus cultura de las luces) se podría suponer. Pero, sobre todo, Requeno, mediante sus textos e investigaciones, elaboró incesantemente un mito, el mito de la perfección clásica. Y este sueño era edificado sobre fundamentos, ora objetivos, ora hipotéticos, ora imaginarios, que él desearía ver realizado en el plano de la realidad. Es el afán por restaurar, mejor revivir, todo lo clásico.

El abate fue un alumno aventajado de Winckelmann, aunque no lo manifiesta expresamente y muestre ciertas reservas hacia el alemán (destaca su erudición, aunque como filósofo del arte lo encuentra “bastante falto de dialéctica y de raciocinio” [Requeno, 1787, I, p. XXV] y como historiador halla en él fallos irrecusables), porque encarna el ideal fundamental del teutón de que en materia de arte no queda ya nada por descubrir, porque los griegos lo han dicho todo. Para alcanzar la cumbre de la excelencia, no queda sino volver a recorrer los senderos que ellos trazaron. Y a fe que Requeno los recorrió durante toda su vida por las rutas griegas de la pintura, la música, las comunicaciones, el teatro, etc. Al mismo tiempo, el de Calatorao complementaba al alemán, quien, debido a su predilección por la escultura, se olvidó de la pintura. Ambos, anclados en los modelos y cánones clásicos, cayeron en el mismo defecto, consistente en que su ilimitada admiración por los antiguos los indujo a una obstinada y sistemática negación de los valores del arte de su tiempo.

Su carácter contradictorio se nota en el ferviente espíritu jesuítico que lo lleva a ser un ardiente apologista de la moral católica en sus escritos filosóficos, solapado al espíritu de auténtico literato racionalista que se ve implicado públicamente en las polémicas propias del mundo artístico, en el que nadie regala nada y cada uno debe defender los suyo. La justificación a este contraste la vemos en las circunstancias en que se desarrolló su vida, en especial, la pronta orfandad de madre y la condición de ex jesuita que le impidió ejercer en plenitud su vocación sacerdotal y provocó en Requeno una especie de esquizofrenia entre su vocación y lo que realmente pudo hacer en la vida.

Requeno fue un espíritu piadoso desde su niñez. Un estudiante brillantísimo y tan escrupuloso en el cumplimiento del deber que le generaba un sentimiento de miedo ante lo desconocido, pero, al mismo tiempo, frecuentó en Bolonia los salones nobiliarios, que le permitieron observar la vida mundana, que criticará en sus escritos filosóficos.

Siempre permaneció fiel al espíritu jesuítico, tanto siendo clérigo secular (abate), mientras estuvo disuelta la Compañía, como en los últimos años de su vida cuando volvió a reingresar (1804), siendo uno de los primeros en hacerlo. Este carácter de religiosidad no le impedía ser irónico contra “los filosofantes” franceses, con tono divertido, pero sin perder la seriedad, en especial contra Rousseau, a quien consideraba el más peligroso de todos.

Como científico riguroso le gustaba el estudio solitario, aunque discrepaba de todo tipo de anticuarios en ruidosas polémicas e incluso se oponía a la totalidad de expertos en una materia, siempre que creía que había encontrado los argumentos necesarios. Espíritu amante de la verdad, a veces parece algo terco y un tanto provocador con las mejores intenciones en búsqueda de la verdad. Ese criterio de buscar y decir la verdad le lleva a tener en escasa estimación el argumento de autoridad, por muy consagrada que estuviese. Hombre entusiasta y perfeccionista, se consagraba enteramente, con tozudez aragonesa, en todas las tareas que emprendía. Con toda firmeza debatía con los intelectuales anticuarios de media Europa, a pesar de que Juan Francisco Masdeu afirma que no defendía, por humildad, sus descubrimientos.

Requena ocupa un espacio en la cultura europea por sus estudios de las artes grecolatinas con la sana intención de restaurarlas. Por eso, muy pocos personajes habrá más neoclásicos que Requeno en el siglo del Neoclasicismo. Le interesaba ser considerado restaurador de los modelos grecolatinos, no inventor de nada. Todo el mérito se lo atribuye a los antiguos.

El espíritu patriótico y españolista de Requeno se puso de manifiesto en la defensa del valor de nuestras letras en varios libros y en las representaciones al conde de Aranda y a Godoy, en las que ofrece sus hallazgos para el mejor nombre de España, la cual puede compararse a cualquier otra nación en número y calidad de escritores de antigüedades.

Todos sus estudios, experimentos y libros tienen el objetivo claro de suscitar un mayor interés por el análisis de las fuentes de la historia de la pintura, de la música, de la danza, de la numismática y otras artes en la Antigüedad. Los trabajos de Requeno responden plenamente a los ideales neoclásicos y católicos que informan la cultura de su tiempo. No le bastaba con la admiración y la exaltación de la Antigüedad, para Requeno era un modelo vivo, un ejemplo útil, cuyos principios estéticos y técnicas artísticas había que actualizar y reimplantar.

Se puede ensalzar en Requeno el ímprobo esfuerzo personal que debió poner en sus trabajos artísticos, enmarcados dentro de la feroz polémica de la superioridad de los antiguos o de los modernos, de los neoclásicos o de los románticos, del Antiguo Régimen o del Régimen Liberal. Sin otras fuentes que las literarias, va tejiendo los procedimientos que, para comprobar su validez, debían ser experimentados a cada paso, con materiales e instrumentos muy caros, que supo reemplazar con su ingenio y con el mecenazgo de amigos como José Pignatelli, y sisando la insuficiente pensión doble de 200 pesos anuales. Este esfuerzo de nuestro abate tuvo sus frutos. Los trabajos de Requeno, sobre todo los de la encáustica, contribuyeron a impulsar las investigaciones teóricas sobre las respectivas materias y atraer la atención hacia ellas. En Europa, los artistas, críticos y mecenas polemizaron sobre el encausto. En España, las autoridades elogiaron su libro de numismática. Fruto momentáneo, pero es injusto pedirle otra cosa a un hombre y una época sobre los que cayeron avasalladores los avances del siglo XIX, la comodidad del óleo y la dificultad del procedimiento encáustico. Baste recordar que la noción de cera púnica permanece confusa para pintores y críticos de nuestros días. Algunos de los estudios del calatorense siguen teniendo vigencia actual, como tratados o como fuentes para el conocimiento de un género artístico restaurado. Por ejemplo, el procedimiento de la pintura encáustica o el arte de gesticular con las manos. Más discutible resulta su interpretación de la música griega y el arte de hablar desde lejos.

El pensamiento filosófico del abate refleja las contradicciones de su persona y de las circunstancias que lo rodearon. Fue un racionalista que desconfiaba de la razón que ha llevado a la revolución y a las doctrinas ateas. La producción filosófica de Requeno también hay que enmarcarla en la lucha feroz del pensamiento filosófico ilustrado contra el de los jesuitas, en unos tiempos muy difíciles para los hijos de san Ignacio, en los que éstos parecían definitivamente derrotados. La obra filosófica requeniana no tuvo absolutamente ninguna repercusión ni en su tiempo ni ahora, porque ha permanecido inédita hasta 2008. Pero descubre que fue una preocupación constante a lo largo de su vida, con anterioridad a sus estudios sobre las artes grecolatinas perdidas. Requeno estaba muy convencido de la originalidad, interés y utilidad de sus estudios sobre los caracteres humanos o sobre el origen de las sensaciones humanas, por lo que intentó publicarlos en varias ocasiones, en italiano o en español, y no lo consiguió.

Las obras filosóficas requenianas denotan un abate muy interesado por los problemas sociales, pedagógicos e ideológicos de su tiempo, por lo que encierran, si no mucha originalidad, ciertamente el interés suficiente como para no quedar en el olvido.

El estudio de la Ilustración se ha llevado a cabo desde la perceptiva de la filosofía deísta y racionalista de los pensadores enciclopedistas franceses. Requeno proporciona la oportunidad de conocer una parcela importante del pensamiento europeo desde la perspectiva cristiana, antagónico del de los filósofos enciclopedistas, pero bien argumentado, puesto que el abate procuró conocer en profundidad a sus antagonistas. Requeno tenía declarada la guerra a la filosofía volteriana que dominaba la Europa de su tiempo y le reprochaba el dejar a la Humanidad sumida en un mundo prosaico, seco y frío, despojado de los valores espirituales y religiosos. En esta lucha Requeno ciertamente es tradicional pues entronca con lo esencial de la escuela de pensamiento jesuítico, pero al mismo tiempo es un avanzado en cuanto que piensa, como los románticos, que la religión católica mantiene las conciencias dentro del orden y de la seguridad político-social (Ensayo filosófico sobre los caracteres personales). Por otra parte, en su último libro Osservazioni sulla Chirotipografia (1810) hay un interés por el mundo medieval que a veces hace recordar al Romanticismo europeo del momento.

Resumiendo, los trabajos de Requeno tienen bastante de “proyectismo”, como le achaca Meléndez Pelayo, pero todavía suscitan interés y curiosidad, como ha demostrado Ricci. Las iniciativas intelectuales de Requeno van más allá del género del proyecto, género bien característico del siglo XVIII en España, porque puso todo su empeño en llevarlas a la práctica y constituyen la cabal expresión de la obsesión reformadora que atraviesa el XVIII español. El jesuita aragonés, como “restaurador” de distintas artes grecolatinas, es un respetable teórico del Neoclasicismo europeo y como filósofo, si bien no muy original, ciertamente bien documentado tiene su lugar en el marco de la Ilustración católica europea.

 

Obras de ~: Apuntamiento de los manuscritos de don Santiago Agustín Riol, trabajados por orden de la Corte, dada por el marqués Grimaldo, fecha en el Pardo, en el 28 de enero de 1726, sobre informar de los papeles del reino y del estado de la monarquía cuando entraron a reinar los Reyes Católicos, D. Fernando el V y Dña. Isabel [en Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II di Roma (BNCVER)]; Requeno ed altri padri spagnolli della Compagnia di Gesú: Componimenti latini in prosa ed in verso, Córcega y Ferrara (en BNCVER), 1768-1770; De morum institutione Libri III [en Archivo de la Pontifica Universidad Gregoriana, Roma (APUG)], 1770-1772; Ensayo de un examen filosófico en torno a la naturaleza, al número, y a la cualidad de los locos, siempre existentes en la civil sociedad, compuesto para el entretenimiento de la muy noble y sabia señora marquesa Rosa Colloredo Gavassini, por el abate don Vicente Requeno y Vives. Bolonia a 1 de julio de 1782 (en BNCVER); “Ode”, en Poesie per le nozze de’ nobili Signori Marchese Paolo Spada e Contessa Caterina Bianchini, Bolonia, 1783, págs. 73-74; Saggi sul ristabilimento dell’antica arte de’ greci, e de’ romani pittori. Del signor abate don Vincenzo Requeno, Venezia, Giovanni Gatti, 1784; “Lettera dell’Abb. Requeno al Sig. Lorgna, ornatissimo Cavaliere, Bolonia, A S. Tommaso d’Aquino [Bolonia, 1785], en Saggi sul ristabilimento dell’antica Arte de’ Greci e Romani Pittori, del Signor Abate Don Vincenzo Requeno, Accademico Clementino, Parma, dalla Stamperia Reale, 1787; Principi progressi perfezione perdita e ristabilimento dell’antica arte di Parlare da lungi in guerra cavata da’ greci e da’ romani scrittori e accomodata a’ presenti bisogni della nostra milicia, Turín, G. M. Briolo, 1790; Principios, progresos, perfección, pérdida y restablecimiento del antiguo arte de hablar desde lejos en la guerra, sacado de los escritores griegos y romanos, y adaptado a las necesidades de la actual milicia. Escrito en italiano por el señor abate Requeno, Académico Clementino, y traducido al castellano por D. Salvador Ximénez Coronado, Presbitero, Profesor Real de Astronomía, Madrid, Viuda de Ibarra, 1795; Scoperta della Chironomía, ossia dell’arte di gestire con le mani nel foro e nella pantomima dell teatro, Parma, Imprenta Fratelli Gozzi, 1797 (reed. de R. Giovanni, L’arte di gestire con le mani, Palermo, Sellerio Editore, 1982); Saggi sul ristabilimento dell’arte armonica de’ greci, e romani cantori, Parma, Fratelli Gozzi, 1798; Medallas inéditas antiguas existentes en el Museo de la Real Sociedad Aragonesa: explicadas por su individuo Don Vicente Requeno y Vives, Académico de varias Academias, y dadas a luz con aprobación y a expensas de la misma Sociedad, Zaragoza, Mariano Miedes, 1800; Analisi e giudizio del trattato sulla morale de’ PP della Chiesa di Giovanni Barbeirac. Lo scriveba Don Vincenzo Requeno a Roma, anno 1802, 1 no (en APUG); Quesiti del’accademia italiana di scienze, lettere ed arti con le loro risposte, APUG, 1804 (inéd.); Esercizi spirituali o sieno meditazioni per tre settimane sulla necessitá, e sulla utilitá, e su i mezzi da guadagnarci il sacro Cuore di Gesù, e il suo amore, Roma, Fulgoni, 1804; Appendice ai saggi sul ristabilimento de’ greci e de’ romani pittori di D. Vincenzo Requeno. Aggiunta del medesimo autore, Roma, Stamperia di Luigi Perego Salvioni, 1806 (reed. en A. Astorgano Abajo (coord.), Vicente Requeno (1743-1811), jesuita y restaurador del mundo grecolatino, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2012, págs. 896-934); Il tamburo stromento di prima necessità per regolamento delle truppe, perfezionato da Don Vincenzo Requeno, Roma, Stamperia di Luigi Perego Salvioni, 1807; Storia della Morale scritta dal P Vinc Requeno della Compagnia di Gesù a Tivoli, terminata all’ultimo di dic. del 1807 (en APUG); Fisica osia della scienza della Natura Prima, fatta a Tivoli en 1810, composta da Don Vinc Requeno, APUG (inéd.); Osservazioni sulla chirotipografia ossia antica arte di stampare a mano, Roma, Mariano de Romanis e Figli, 1810; “Ensayo filosófico sobre los caracteres personales dignos del hombre en sociedad” y “Libro de las sensaciones humanas y de sus órganos”, en Escritos filosóficos, ed. crít., introd. y notas de A. Astorgano Abajo, Zaragoza, Clásicos Aragoneses Larrumbe, 2008, págs. 3-242 y 393-535, respect.; “Libro de las formas de todo género de pintura”, en A. Astorgano Abajo (coord.), Vicente Requeno (1743-1811), jesuita y restaurador del mundo grecolatino, op. cit., págs. 793-854; “Observaciones sobre la pintura lineal o gráfica de los griegos y sobre la monocrómica, o de un solo color”, en A. Astorgano Abajo (coord.), Vicente Requeno (1743-1811), jesuita y restaurador del mundo grecolatino, op. cit., págs. 855-894; Ensayos sobre la música grecolatina. I. Parte Histórica, ed. y notas de A. Astorgano, Palma de Mallorca, Cérix, en prensa (colección Harmonices Mundi); Ensayo filosófico sobre los caracteres personales dignos del hombre en sociedad, compuesto en italiano y traducido al español por su autor don Vicente Requeno y Vives, individuo de varias academias (en BNCVER, s. f.); Libro de las sensaciones humanas y de sus órganos, compuesto en italiano por don Vicente Requeno y Vives, y traducido por su autor la lengua española (en BNCVER, s. f.); Suppositzioni poco fondate degli sctittori delle antiche medaglie (en BNCVER, s. f.); Della civile e temporale giurisdizione esercitata dai Romani Pontifici, incominciando dall’impero di Costantino sino alla donazione di Pippino, Rè de’ franchi (en BNCVER, s. f.); Lettere 20 di Don Vincenzo Requeno a Monsignor N. N. sull’ Opera della Caritá attuale scritta dal Sig. Ab. Bolgeni (en BNCVER, s. f.); Principi di pensare (en APUG, s. f.); Arte di ben parlare filosoficamente trattata dal P. Vincenzo Requeno, S. J. ed altri lavori del medesimo intorno all’arte oratoria (en APUG, s. f.); Saggio di caratteri personali degni dell’uomo in società (en APUG, s. f.) (ms. trad. de ~, Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II); La Logica osia arte di esercitare bene tutte le operazioni dell’intendimento (en APUG, s. f.); Ensayos históricos para servir al restablecimiento de la música de los antiguos griegos, escritos en italiano y traducidos al castellano por su autor, Don Vicente Requeno, Académico etc. (en BNCVER, s. f.); Ensayo segundo práctico de las series harmónicas de la música de los antiguos griegos. Con las pruebas necesarias para demostrar cuáles fuesen (en BNCVER, s. f.).

 

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Antonio Astorgano Abajo

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