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Diego de Pantoja

Biografía

Pantoja, Diego de. Shunyang Diwo Pang. Valdemoro (Madrid), IV.1571 – Macao (China), 9.VII.1618. Jesuita (SI), misionero, científico, músico.

Este madrileño de Valdemoro había estudiado Gramática y Lógica en la Universidad de Alcalá de Henares antes de entrar en la Compañía de Jesús en el noviciado de la provincia de Toledo, en Villarejo de las Fuentes, actual provincia de Cuenca. Posteriormente, prosiguió su formación como jesuita, oyendo las lecciones propias de la Filosofía en el Colegio de Ocaña y las de Teología en la mencionada ciudad universitaria de Alcalá, cantera de muchos religiosos de la Compañía. Fue allí donde en 1596, al paso de Gil de la Mata que andaba buscando misioneros para la China, Diego de Pantoja encontró su horizonte misionero en Oriente. Pudo ser ordenado sacerdote antes de dirigirse hacia Lisboa, puerto de salida principal.

Era abril de 1596, y alcanzó Macao en julio de 1597. Cuando estaba esperando entrar en el Japón, empleó ese tiempo en concluir los estudios de Teología. Fue entonces cuando, en 1600, el visitador Alessandro Valignano le pidió que se uniese a Mateo Ricci en Nanking/Nankín. En marzo de ese mismo año, emprendieron ambos camino hacia Pekín, entrando en la ciudad el 24 de enero de 1601. Valignano había diseñado una estrategia disimulada de evangelización. Los chinos presentaban una actitud de superioridad frente a los extranjeros. Mateo Ricci, no obstante, se ganó la atención de los letrados y mandarines gracias a sus trabajos científicos. Al mismo tiempo, estos misioneros procuraron acomodarse a las costumbres chinas, entre las que se encontraban el aspecto físico. Renunciaban tanto Ricci como Pantoja a la imposición con la espada como había defendido otro jesuita, Alonso Sánchez. Si los santos padres, en los primeros siglos del cristianismo, se habían valido de la filosofía de Platón, también ellos podía encontrar en Confucio elementos compatibles con el cristianismo.

Pekín fue el escenario de buena parte de sus trabajos. Los jesuitas habían conseguido entrar en círculos políticos muy elevados. El propio Ricci había regalado al emperador Wanli un clavicordio y Pantoja se convirtió en el profesor de música de cuatro eunucos para que supiesen tocar ese instrumento. Al mismo tiempo, el jesuita madrileño era un experto conocedor de la relojería, así como de otras disciplinas pertenecientes a las artes manuales. Según confirmó a Luis de Guzmán, autor de una historia de la Compañía en aquellas tierras, estaba dispuesto a compaginar la ciencia con el apostolado. Por eso, no podía poner límite a los conocimientos. Había aprendido la lengua china y memorizado los ideogramas con el objetivo de desarrollar su dimensión literaria. Consideró necesario que se idease un alfabeto latinizado, subrayando los tonos del chino mandarín tal y como hacían los jesuitas europeos cuando escribían obras en la lengua china aunque sin ideogramas. Ricci se ocupaba especialmente de lo que Sebes ha denominado “apostolado intelectual”, mientras que Pantoja se responsabilizaba del catequético, rompiendo, cuando era necesario, los límites de la capital. Los resultados de esta estrategia los resaltó Ricci en su informe, cuando hablaba ya de dos mil cristianos en la ciudad.

Dentro de esa posición destacada que habían logrado los jesuitas en la Corte imperial, en 1612 se les encargó la reforma de su calendario. Fue Diego de Pantoja el que se responsabilizó del cálculo de las latitudes de las principales ciudades chinas. En el campo de la ingeniería, junto con Sabatino de Ursis, ideó modelos de maquinaria hidráulica para utilizar en pozos y ríos, con el fin de aprovechar estos recursos naturales. También la Casa Imperial le hizo encargos topográficos y Pantoja trazó cuatro mapas donde se daba cuenta de otras tantas partes del mundo, añadiendo sus comentarios acerca de la geografía, la historia, el gobierno, así como los recursos naturales de cada uno de los espacios. Sin duda, el prestigio de Diego de Pantoja era mucho, aunque a la sombra de Ricci. Quizás de no haber existido éste, las aportaciones del misionero español hubiesen sido más destacadas. No obstante, cuando Ricci murió en 1610, consideraron que Pantoja se presentara como sucesor natural de lo que se conocía como “misioneros letrados”. A su vez, el jesuita madrileño expuso al emperador Wanli que Mateo Ricci debía reposar en un lugar destacado. Haciendo caso a la sugerencia expuesta, los jesuitas recibieron la cesión de unos terrenos en el muro occidental de Pekín, conociéndose después este espacio como cementerio de Chala. Curiosamente, cuando Pantoja murió en 1618, su tumba no fue muy destacada en la iglesia de Macao.

Sin embargo, todavía Diego de Pantoja habría de conocer las inestabilidades políticas de China que afectaron periódicamente a los jesuitas. Así, un decreto imperial de febrero de 1617 expulsaba a los misioneros; pasó entonces este sacerdote, que había contribuido a la mejora de la vida de los chinos, a Macao, donde murió al año siguiente.

Pantoja no sólo fue un ingeniero experto en la técnica, sino que además produjo, por lo menos, siete obras en lengua china. Una de ellas, titulada Qike daquan —es decir, Siete victorias sobre los siete pecados capitales—, fue muy reconocida por el sabio Wang Zheng, el cual mantuvo notables diálogos con el misionero. El prestigio de Qike daquan fue muy reconocido, pues fue recensionada en la Gran Enciclopedia de las Cuatro Tesorerías, publicada siglo y medio después. Desarrolló un epistolario muy amplio, escrito desde India, Macao y Pekín, aunque desagraciadamente es muy poco lo que se conserva. En su Valdemoro natal, ya a finales del siglo xx, se colocó una lápida en su recuerdo.

 

Obras de ~: Qike daquan [Siete victorias], Pekín, 1614 [Taipei, 1962]; Renlei yuanshi [Origen del hombre], s. l., s. f.; Tianshen mogui shuo [Tratado sobre los ángeles buenos y malos], s. l., s. f.; Shounan shimo [Historia de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo], s. l., s. f.

 

Bibl.: B. Alcázar, Chrono-Historia de la Provincia de Toledo, Madrid, Iuan García Infanzón, 1710; P. d’Elia, “La passione di Gesù Cristo in un’opera cinese del 1608-1610”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 22 (1953), págs. 276- 307; J. Shi, Le P. Ruggieri et le problème de l’evangelization en Chine, Roma, 1964; Homenaje al Padre Diego de Pantoja 1971, Madrid, Centro Loyola, 1971; Western Humanistic Culture presented to China by Jesuit Missionaries, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1996; Zhang Kai, Diego de Pantoja y China, Beijing/Pekín, 1997; L. Hsing Ming, El Español en China, tesis doctoral discutida y leída en la Universidad Complutense de Madrid, s. f.; J. Sebes, “Pantoja, Diego de”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico-Temático, vol. III, Madrid-Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 2966-2967; J. Burrieza Sánchez, Jesuitas en Indias: entre la utopía y el conflicto, Valladolid, Universidad, 2007.

 

Javier Burrieza Sánchez

 

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