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Antonio Núñez de Miranda

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Biografía

Núñez de Miranda, Antonio. Fresnillo, Zacatecas (México), 4.XI.1618 – México, 17.II.1695. Religioso jesuita (SI), director espiritual, profesor, operario, teólogo, predicador y escritor.

Hasta ahora la fuente fundamental para conocer la vida de Núñez de Miranda es la hagiográfica (1702) de su discípulo Antonio de Oviedo (1670-1757), bastante matizada últimamente por las investigaciones de Dolores Bravo, que dedicó su tesis doctoral al personaje (El discurso de la espiritualidad dirigida, 2001).

Hijo del capitán Diego Núñez de Miranda, estudió las primeras letras y Humanidades en el colegio jesuita de Zacatecas, y Filosofía en el Colegio Real San Ildefonso de México. Ingresó el 9 de agosto de 1637 en el noviciado de Tepotzotlán (México) y, concluido éste, enseñó Gramática (1639-1641) en el Colegio de Valladolid (hoy Morelia). Terminados los estudios de Filosofía, cursó los de Teología en el Colegio Máximo San Pedro y San Pablo de México, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1644. Enseñó Humanidades (1648-1650) en el Colegio de Tepotzotlán y Filosofía (1650-1653) en el de San Ildefonso de México. Profesor de Filosofía (1653-1655) en el Colegio San Ildefonso de Puebla de los Ángeles, enseñó Teología Dogmática y Moral (1655-1660) en el de San Lucas de Guatemala, donde hizo los últimos votos el 8 de octubre de 1656, y tuvo como alumno al (después beato) Pedro de San José Betancourt (1619-1667). Regresó a México como prefecto de estudios (1660-1677) del Colegio Máximo, del que fue rector (1677-1680), y provincial de México (febrero-septiembre de 1680).

Además de su docencia, Núñez durante 32 años (1663-1695) prefecto de la Congregación de la Purísima. Con otros veinte jesuitas, firmó unas instancias a Alejandro VII para que aprobase la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Apreciado como director espiritual, entre sus dirigidos contó con la poetisa sor Juana Inés de la Cruz, a quien aconsejó se retirase a las jerónimas. Elías Trabulse demostró cómo la jerarquía eclesiástica obligó a sor Juana a abjurar de sus culpas y abandonar su carrera literaria. En 1693 le sugirió que, dejando los libros profanos y reservándose unos pocos ascéticos, se dedicara sólo al “gran negocio de la eternidad”. Sor Juana murió el 17 abril 1695, dos meses después que su director espiritual. La monja jerónima escribió para su confesor una Carta descubierta hacia 1980 por el padre Aureliano Tapia Méndez.

A sus cargos honoríficos y sus ministerios con dignidades seglares, eclesiásticas y religiosas (acudían a él dos arzobispos y tres virreyes), se sumó su labor en el confesionario y la visita a cárceles y hospitales, que ejercitó hasta el fin de sus días, aun al quedarse totalmente ciego. Parecería que sus múltiples labores serían más que suficientes, pues pasó gran parte de su vida estudiando, escribiendo, calificando escritos y hechos e impartiendo su acreditada palabra. Sin embargo, M.ª A. Méndez ha puesto de relieve que la Compañía de Jesús, a veces, le encomendó ocuparse de algo tan material como la administración de una hacienda en Acolman, en 1683, y de algunas testamentarías y capellanías en otros momentos de su vida.

Escribió numerosos libros y folletos para fomentar la devoción y la práctica de la vida espiritual. Sobresalen sus Ejercicios Espirituales, que abundan en referencias e inspiración en santa Teresa de Jesús, y sólo de lejos siguen la dinámica ignaciana. Compuso panegíricos, oraciones fúnebres y cartas edificantes sobre jesuitas difuntos. Riguroso en el cumplimiento de sus obligaciones pastorales, no dudaba en recomendar minuciosamente los libros adecuados a sus feligresas para su formación. Las bibliotecas conventuales femeninas en la Nueva España develan el modelo cultural al que toda mujer novohispana debía aspirar. Núñez de Miranda iba más allá de los manuales de rezos y ritos litúrgicos que se suelen encontrar en las bibliotecas conventuales, según se deduce de su Distribución de las obras ordinarias y extraordinarias, en donde se indican los libros, los títulos, los autores, las partes y las ediciones que debían emplear las mujeres. En dicha Distribución no sólo da el universo literario al que la mujer tenía acceso, sino también su consumo y las características de impresión que los libros poseían, como son formatos, grabados y lenguas.

Sus escritos teológicos sostienen las tesis molinistas sobre la concordia entre la gracia y el libre albedrío. Fue estimado como predicador, aunque no se libró de la altisonancia y floritura de la retórica barroca de su tiempo. Hombre de consulta, tuvo una memoria felicísima, por lo que le llamaban “la biblioteca viva de los jesuitas”. Se decía que, de convocarse un concilio general, debería ir como teólogo y letrado de Nueva España.

Dolores Bravo, en su citada tesis, retrata al padre Núñez, de quien tradicionalmente se habla mucho pero se lee poco, con todas sus cualidades y sus defectos. Rectifica la hagiografía escrita por su discípulo, Antonio de Oviedo, y otros autores contemporáneos y del siglo XVIII (una imagen extrema, santificada, común y corriente en esa época, y un tanto equívoca para la nuestra). Según Bravo, sus actos de devoción colindan a veces con el hurto y el engaño; lo caracteriza, además, una falsa modestia, una caridad sospechosa y una habilidad de prestidigitador para llevar a cabo aparentes milagros, despliega una severidad excesiva y mal humor, lleva a cabo actos arbitrarios y siente un temor extremo a perder la castidad ante las mujeres.

En conclusión, el jesuita Antonio Núñez de Miranda fue persona muy respetada, de gran influencia y autoridad moral, director de conciencias, ávido lector de memoria privilegiada, confesor de personas influyentes, virreyes y monjas (entre ellos el marqués de la Laguna y sor Juana Inés de la Cruz), alto funcionario eclesiástico, durante unos meses provincial de la Compañía de Jesús, por 32 años prefecto de la Congregación de la Purísima Concepción de la Virgen María, calificador del Tribunal del Santo Oficio novohispano durante 34, y, por si lo anterior fuera poco, prolífico y fino escritor de textos en su mayoría dogmáticos y normativos (túmulos funerarios, villancicos, cartillas, manuales, ejercicios espirituales y célebres sermones).

 

Obras de ~: Coloquio sobre los actos de contrición, México, 1664; Compendio de las obligaciones de los congregantes de la Purísima Concepción, y medios de cumplirlas, México, 1664; Práctica para andar las estaciones de Semana Santa, México, 1665; Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, con notas y advertencias oportunas, México, 1665; Práctica de la frecuente comunión y confesión, con siete consideraciones para la semana, México, 1665; Oración funeral, sermón de honras a las que el muy ilustre señor conde del Valle, etc., como su principal testamentario y único heredero, hizo al muy noble y piadoso caballero su hermano, el señor capitán Juan de Chavarría Valera [...], México, Viuda de Bernardo Calderón, 1684; Exposición teórica y aplicación práctica del libro IV del “Contemptus mundi” de Kempis, Puebla, 1691; Ejercicios de S. Ignacio, adaptados a las religiosas, esposas de Jesucristo, México, 1695; Testamento místico del alma religiosa, México, 1707.

 

Bibl.: J. A. de Oviedo, Vida ejemplar, heroicas virtudes y apostólicos ministerios del V. P. Antonio Núñez de Miranda de la Compañía de Jesús [...], México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1702; J. M. Beristáin de Souza, Biblioteca hispano americana septentrional, vol. II, México, Fuente Cultural, 1883, págs. 382-385; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, vol. V, Bruxelles- Paris, O. Schepens-A. Picard, 1890, cols. 1844-1850; M. Cuevas, Historia de la Iglesia en México, vol. III, El Paso, 1928, págs. 467-469; Dictionnaire de Spiritualité Ascétique et Mystique, vol. XI, Paris, Beauchesne, 1932-1994, págs. 527-529; G. Decorme, La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial 1572-1767, vol. I, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1941, págs. 182 y 316; F. Zertuche, Sor Juana y la Compañía de Jesús, Monterrey, Universidad de Nuevo León, Departamento de Extensión Universitaria, 1961; E. A. Chávez, Sor Juana Inés de la Cruz, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1968; F. Zambrano, Diccionario biobibliográfico de la Compañía de Jesús en México, vol. X, México, Editorial Jus, 1970, págs. 513-556; J. D. Riley, Hacendados jesuitas en México. La administración de los bienes inmuebles del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México, 1685-1767, México, Secretaría de Educación Pública, 1976; O. Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, Barcelona, Seix Barral, 1982; E. Trabulse, La memoria transfigurada. Tres imágenes históricas de Sor Juana, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, 1996; M.ª A. Méndez, “No es lo mismo ser calificador que calificado: una adición a la bibliografía del padre Antonio Núñez, confesor de sor Juana”, en M. E. Venier (ed.), Varia lingüística y literaria. 50 años del CELL. II. Literatura: de la Edad Media al siglo XVIII, México, Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1997, págs. 397-413; M.ª D. Bravo Arriaga, La excepción y la regla. Estudios sobre espiritualidad y cultura en la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma - Instituto de Investigaciones Bibliográficas - Facultad de Filosofía y Letras, 1997; Mª. D. Bravo Arriaga, “Algunos poemas del Túmulo a Felipe IV de Antonio Núñez de Miranda y Francisco de Uribe”, en Calíope: journal of the Society for Renaissance and Baroque Hispanic Society, 4, 1-2 (1998), págs. 29-37; M.ª A. Méndez, “Antonio Núñez de Miranda, confesor de Sor Juana: un administrador poco común”, en Anales de Literatura Española, 13 (1999), págs. 143-154; “Vicisitudes e injusticias novohispanas: Sor Juana y Antonio Núñez de Miranda”, en Revista de humanidades: Tecnológico de Monterrey, 6 (1999), págs. 57-72; “Antonio Núñez de Miranda, confesor de sor Juana: un administrador poco común”, en Anales de literatura española, 13 (1999), págs. 143-154; “Antonio Núñez de Miranda, confesor de Sor Juana, y las mujeres”, en Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, 76-77 (2001), págs. 411-420; M. Ruiz Jurado y F. Zubillaga, “Núñez de Miranda, Antonio”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. III, Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 2841-2842; D. Bravo Arriaga, El discurso de la espiritualidad dirigida: Antonio Núñez de Miranda, confesor de sor Juana, México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2001; M.ª A. Méndez, Secretos del oficio. Avatares de la Inquisición Novohispana, México, El Colegio de México/UNAM, 2001; Mª. Á. Méndez, “Antonio Núñez de Miranda: el ejercicio del poder de la palabra”, en B. Mariscal y Mª. T. Miaja de la Peña (coords.), Actas del XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas “Las dos orillas”, vol. 2, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, págs. 339-350; M. C. Bénassy Berling, “Más sobre el Padre Antonio Núñez de Miranda S.J. (1618-1695)”, en Revista de estudios hispánicos, 44, 2 (2010), págs. 399-410; M.ª C. Amerlinck Assereto de Corsi, “Los Ejercicios de San Ignacio y las religiosas novohispanas en la visión de Antonio Núñez de Miranda, S.J. (1651-1695)”, en M. Ramos Medina (coord.), Vida conventual femenina: (siglos XVI-XIX), México, Centro de Estudios de Historia de México Carso - Fundación Carlos Slim, 2013, págs. 115-123; E. Carreño Velázquez, “Antonio Núñez de Miranda y los libros para la formación femenina en la Nueva España”, en Titivillus = International Journal of Rare Book: Revista Internacional sobre Libro Antiguo,  1 (2015), págs. 295-303.

 

Antonio Astorgano Abajo