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Miguel de los Santos San José Herranz

Biografía

San José Herranz, Miguel de los Santos. Valladolid, 5.VII.1819 – Loyola (Guipúzcoa), 22.VIII.1896. Misionero popular jesuita (SI) y cofundador de las Hijas de Jesús (jesuitinas).

Bautizado en la parroquia de San Nicolás con el nombre de Miguel de los Santos, recordando probablemente al trinitario descalzo enterrado en la nueva ubicación de esta iglesia (antiguo Convento de frailes trinitarios). Desde muy pronto vivió la orfandad paterna. Estudió Leyes en su Universidad, siendo licenciado en Jurisprudencia en 1843. Integró su formación en el negocio comercial de su familia, donde trabajó por espacio de doce años. Entró en la Compañía de Jesús, una vez que el instituto había sido disuelto de nuevo, cuando los progresistas llegaron al gobierno en 1854. Miguel Herranz lo hizo en la casa de probación de San Gerunth, en el sur de Francia, bajo la dirección del maestro de novicios José María Pujol. Realizó en el escolasticado francés de Vals, en la provincia de Toulouse, dos cursos de Dogma Abreviado y Teología Moral. Pronunció los primeros votos el 31 de julio de 1858, ordenándose sacerdote en 1860 en Mende (Mimati). Una vez que hubo regresado a España, Miguel Herranz fue socio del procurador de la provincia de España, cuya sede central se encontraba en Madrid en 1861. Fue ocupando, en los años siguientes, distintos oficios, como el de procurador (1862-1863), ministro (1864-1868), consultor del rector y confesor en el Colegio de Misioneros de Ultramar de San Marcos de León, donde vivió entre 1862 y 1868. Hasta entonces, las casas dedicadas a la formación de misioneros, eran el camino más seguro para conseguir la restauración de las antiguas casas de la Compañía de Jesús.

1868 fue un nuevo hito en la turbulenta trayectoria de los jesuitas en España, puesto que los progresistas llegaban de nuevo al gobierno en aquel mes de septiembre de la revolución. Miguel Herranz viajó en octubre a su Valladolid, para refugiarse en casa de su hermano, el propietario Juan San José. Hasta un mes antes, los jesuitas vivieron en la residencia vallisoletana, aunque habían tenido que salir disfrazados para ocultar su identidad. Fue en 1869, y todavía en Valladolid, cuando este jesuita se encontró con una empleada doméstica, vasca de nacimiento, llamada Juana Josefa Cipitria, en la iglesia de San Felipe de la Penitencia. Aquella criada no sabía ni leer ni escribir en lengua castellana. Ella manifestaba su deseo de fundar una congregación de mujeres que estuviese dedicada a la formación cristiana de jóvenes. Herranz comenzó la preparación de la propia Juana Josefa, por espacio de dos años. A través del obispo de Salamanca, Joaquín Lluch, amigo de los jesuitas, y sobre todo del rector de aquel Seminario, el también padre de la Compañía Juan Bautista Bombardó, obtuvo las licencias oportunas para establecer en la ciudad del Tormes la que habría de ser la primera casa de las Hijas de Jesús. Con la anuencia de sus superiores, Miguel Herranz pudo residir en Salamanca, en la Clerecía de San Marcos, regresando después del periodo vallisoletano a una ansiada vida en comunidad junto con otros jesuitas. Tras el nacimiento del Instituto el 8 de diciembre de 1871, Herranz colaboró en la formación e instrucción de las que habrían de ser las futuras religiosas; participando en el proceso de elaboración del texto primitivo de las Constituciones, reconocido por el obispo y, por tanto, por la Iglesia diocesana. De esta manera, el jesuita siguió la evolución de esta Congregación y la manera en cómo se iba estructurando. La criada vasca cambió su nombre por uno nuevo de religiosa, Cándida María de Jesús, por el cual se la empezará a conocer en la historia de la Iglesia católica. Salamanca se había convertido en una pieza importante en la recuperación de los jesuitas, atendiendo a trescientos jóvenes, una amplia clientela espiritual y compartiendo trabajos con otros miembros de la Compañía, como Francisco Butiña que, por entonces, dirigía al grupo inicial que habría de constituir el Instituto de las Siervas de San José.

Con todo, era una nueva forma de entender la vida religiosa de la mujer, de acuerdo a las necesidades que la sociedad burguesa, proletaria e industrializada del siglo xix había planteado en forma de retos a la Iglesia católica. Los superiores de aquella Compañía restaurada consideraban que el papel de sus jesuitas no era el de ser fundadores de nuevas congregaciones, modelándolas de acuerdo a la espiritualidad del Instituto ignaciano. De esta manera, tras la muerte del provincial González Cumplido, Herranz temió con razón que se avecinaba su aislamiento, ejecutado por la autoridad del que todavía era viceprovincial Juan Nepomuceno Lobo, el cual decidió trasladarlo a la residencia de Santiago de Compostela. Con ello, le alejaba de los proyectos de Cándida María de Jesús. De esta manera, permaneció en Galicia hasta los últimos meses de su vida, repartiendo sus trabajos en Santiago (entre 1872 y 1874), Vigo (hasta 1882) La Guardia (entre 1883 y 1886), y de regreso a Compostela (entre 1887 y 1896). En todos estos lugares se distinguió como procurador, consultor y misionero popular, consiguiendo con sus sermones una popularización de la Compañía, que posibilitó la fundación de nuevas casas.

La comunicación con la madre Cándida la mantuvo epistolarmente aunque no faltaron temores a que ésta fuese restringida o controlada, sin que faltasen algunos encuentros entre ambos, especialmente en Valladolid en 1890 cuando era necesario culminar el texto de las Constituciones y Reglas. Conoció las nuevas fundaciones de Tolosa o Medina del Campo, reclamando noticias que no llegaban. Su salud, progresivamente delicada, se agravó en la Semana Santa de 1896. Ante su edad avanzada, los superiores decidieron su traslado a Loyola. Pasó, de camino, algunos días en su Valladolid natal, junto a su familia y en el Colegio de San José. Allí no se pudo encontrar con la madre Cándida, pues ésta se hallaba muy ocupada con las tareas de Tolosa: “Tus negocios que tanto te inquietan y no acaban, te impiden mucho hacer lo que deseas”. Partió hacia la última obediencia el 25 de junio: “Estoy flojo y me canso”. En aquel santuario de los jesuitas, pudo verlo, aunque no solitario, la madre Cándida. Días después la escribía sus últimas palabras, extensivas a las “jesuitinas”, como popularmente se las conoció a las Hijas de Jesús: “Que pidan mucho, que yo no las olvido y que sean muy buenas”. Era el 10 de agosto de 1896. Sus restos, años después, volvieron a Salamanca, para reposar junto con su hija espiritual. Hicieron, de nuevo, parada en Valladolid.

Vivió, por tanto, las dificultades que los jesuitas poseían como fundadores de congregaciones religiosas. Con todo, treinta y nueve institutos religiosos femeninos han sido fundados en la historia de la Iglesia por un jesuita, la mayoría en los siglos xix y xx, aunque también en casi todos sólo fue el fundador espiritual o cofundador. Por eso, Herranz nunca aceptó que fuese considerado como fundador de las Hijas de Jesús, a pesar de que su opinión había sido una directriz fundamental para culminar las intenciones de aquella criada vasca. En la misma línea se encontraron las Siervas de San José, Bonifacia Rodríguez Castro y el padre Francisco Javier Butiñá o las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, Rafaela Porras Ayllón y los padres Urráburu y Vinuesa. Esta fue, quizás, la principal contribución de Miguel Herranz en su dimensión de jesuita, desde un “hombre de pocas palabras, de recto y sano criterio, muy seguro en el consejo, prudentísimo en sus resoluciones y muy firme y constante”, según lo definió Sandalio García Alcalde.

 

Bibl.: S. García Alcalde, La R.M. Cándida María de Jesús. Su instituto y sus fundaciones, Valladolid, Talleres Tipográficos Cuesta, 1923; N. Pérez, Vida de la R. M. Cándida María de Jesús (Juana Josefa Cipitria), Valladolid, Tipografía Casa Social Católica, 1931; T. Lucía (ed.), Madre Cándida María de Jesús. Cartas 1872-1912, Madrid, 1983, 2 vols.; M. Revuelta González, La Compañía de Jesús en la España contemporánea (1833-1888), Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 1984; M.ª del C. de Frías Tomero, Donde Dios te llame. Una vida consagrada a la educación cristiana, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1990; B. Macarro Castro, El P. Miguel San José Herranz y la Congregación de las Hijas de Jesús, Valladolid, 2004; J. Burrieza Sánchez, “La percepción jesuítica de la mujer (siglos xvi-xviii)”, en Investigaciones Históricas, 25 (2005), págs. 85-116.

 

Javier Burrieza Sánchez

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