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Francisco Suárez de Ribera

Biografía

Suárez de Ribera, Francisco. Salamanca, c. 1686 – Madrid, c. 1755. Médico.

Realizó los estudios de Medicina en la Universidad de Salamanca, donde se licenció en 1710 y obtuvo el doctorado el año siguiente. De sus estudios universitarios únicamente valoró con algún reconocimiento la realización de algunas prácticas de disección, pero enjuició muy críticamente la enseñanza escolástica que se impartía en las aulas salmantinas. Finalizada su formación académica ejerció durante varios años en localidades diversas (Tornavacas, Garganta la Olla, Barco de Ávila, Medina del Campo, Usagre, Yuste, Segovia, Jaraiz, Piedrahita, Cáceres), aunque el período más determinante para la definitiva conformación de su pensamiento lo constituyó su estancia en Sevilla antes de su asentamiento definitivo en la Corte. En la capital andaluza trabajó en el Hospital de la Sangre y tuvo ocasión de frecuentar el trato de algunos de los médicos más destacados de la ciudad, fue allí donde advirtió las limitaciones de su preparación inicial y donde estableció unas relaciones que le llevaron a ser recibido como miembro de la Regia Sociedad Médica de Sevilla, honor del que siempre hizo especial estima. En 1722 se trasladó a Madrid donde su carrera profesional estuvo vinculada a personajes de la nobleza y la administración (fue médico del duque de Alburquerque, del conde de Salvatierra y del Seminario Real de Nobles) para culminar en 1733 con el nombramiento de médico de Cámara.

La vida de Suárez de Ribera, con excepción de su etapa de formación inicial, permaneció alejada de la universidad, dedicada a la actividad profesional y a la edición de sus numerosas obras. En efecto entre 1718 y 1751 publicó cerca de cincuenta libros y folletos de muy diverso contenido y extensión fundamentalmente dedicados a cuestiones diversas de patología y terapéutica. Suárez de Ribera se identificaba con el pensamiento empírico pero su ideología es una mezcla no siempre coherente de tradición galénica, iatroquímica y empirismo clínico; tampoco su lenguaje destaca por su claridad expositiva, pues recurre en exceso a los alardes barrocos y a las antinomias tan del gusto de otros autores de su tiempo. Suárez de Ribera participó de algunas de las controversias y polémicas más extendidas en su tiempo especialmente con el P. Feijoo y Martín Martínez; sin embargo, su posición fue bastante ecléctica, manifestándose siempre adicto a una postura en que los doctrinarismos están templados por el atenimiento a la realidad clínica. A Suárez de Ribera se debió la reedición castellana de Dioscórides con los comentarios de Andrés Laguna, que revisó y acompañó de algunas apostillas propias, de modo que su iniciativa, en 1733, constituyó la última de las impresiones en España del clásico grecolatino con criterios estrictamente farmacológicos. En la abultada serie de escritos de carácter terapéutico publicados por el autor son muy abundantes los dedicados a comentar y recomendar remedios secretos.

Aunque el Protomedicato obligaba a que los componentes y su elaboración se depositasen en el Tribunal, la prescripción de remedios secretos se justificaba tanto por el deseo de obtener unos beneficios económicos como por el interés en garantizar a los usuarios que el medicamento que se prescribía había sido elaborado siguiendo minuciosamente las instrucciones de su inventor, y Suárez de Ribera, como otros médicos de su época, informaba a sus lectores de algunas boticas donde sus remedios podían adquirirse con garantías de autenticidad. A él se debe la divulgación en España de los remedios del médico portugués João Curvo Semmedo (1635-1719) que habían sido infructuosamente imitados por diversos boticarios desde las primeras décadas del Setecientos y sobre cuya eficacia hizo numerosos elogios en sus escritos.

De igual modo citó y comentó reiteradamente en sus obras la muy editada Pharmacopoea Bateana del inglés William Bate, cuyo conocimiento contribuyó a divulgar especialmente entre los boticarios.

El bajo nivel de la cirugía española de su tiempo que explícitamente denunció en algunos de sus textos le llevó a publicar varios libros de esta materia a pesar de que sus conocimientos en la misma eran puramente librescos. Su aportación adolece de un seguimiento expositivo, todavía fiel a los esquemas medievales (tumores, heridas, úlceras, fracturas) y evidencia la inferioridad teórica y práctica de la cirugía inmediatamente anterior a la fundación, en 1748, del Real Colegio de Cirugía de Cádiz (J. Riera).

Suárez de Ribera fue, sobre todo, un autor con decidida vocación comunicadora y unas dotes de divulgador notables. En cierta medida, como ya señaló J. L. Valverde, su influencia en su tiempo se asemeja a la de una revista de divulgación en que la profusión de escritos y su variada composición suplen la regularidad periódica de esas publicaciones. Una intención a la que no fue ajeno el mismo autor que, con frecuencia, en ediciones sucesivas de sus escritos reagrupaba contenidos anteriores u ofrecía con títulos muy semejantes (así sus distintos comentarios a Curvo Semmedo) nuevas aportaciones. La vinculación a los excesos barrocos que él mismo censuraba se manifiesta muy claramente en los títulos de sus escritos donde, sin embargo fue capaz de ofrecer a sus lectores noticias sobre gran número de autores y escritos foráneos aunque no asumiese los elementos de ruptura con la medicina galénica que suponían muchas de las corrientes y textos comentados. Esta posición ambivalente que caracteriza toda su obra tiene uno de sus más expresivos testimonios en su intento frustrado de escribir, en una fecha tan temprana como 1730 (apenas iniciado en 1726 el de Autoridades), el que habría sido el primer diccionario terminológico médico en lengua española bajo el título Clave medico-chyrurgica donde llegó a la letra C. El proyecto no habría tenido continuación según B. Gutiérrez Rodilla por un conjunto de motivos (proporciones de la obra, escaso interés del público, tendencia a la dispersión de Suárez de Ribera), pero en cualquier caso en los tres volúmenes publicados es muy manifiesta la propia incapacidad del autor para mantener al menos un criterio lexicográfico unificado.

José M. López Piñero ha llamado la atención sobre la iconografía que acompaña a sus obras, casi siempre constituida por grabados del fraile Matías de Irala, riguroso coetáneo de nuestro autor a quien retrató en dos ocasiones y donde es muy evidente tanto el peculiar egotismo de Suárez de Ribera como su dependencia de los ideales estéticos del barroco.

 

Obras de ~: Clavicula Regulina, Madrid, Diego Martínez Abad, 1718; Cirugia Methodica Chymica, Madrid, Francisco Laso, 1722; Medicina Invencible Legal, Madrid, Francisco del Hierro, 1726; Clave medico-chyrurgica y diccionario medico-chyrurgico, Madrid, Francisco del Hierro, 1730-1731, 3 vols.; Secretos Medicos Extraordinarios, Madrid, Domingo Fernández Arrojo, 1733; Pedacio Dioscorides Anazarbeo, annotado por el doctor Andres Laguna, Madrid, Domingo Fernández Arrojo, 1733; Clave Botanica o Medicina Botanica, Madrid, Manuel de Moya, 1738; Canones particulares de Cirugía, Madrid, Manuel de Moya, 1751.

 

Bibl.: L. S. Granjel, Francisco Suárez de Rivera. Médico salmantino del siglo XVIII, Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1967; J. L. Valverde, La farmacia y las ciencias farmacéuticas en la obra de Suárez de Rivera, Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1970; J. Riera, Cirugía española ilustrada y su comunicación con Europa, Valladolid, Universidad, 1976; J. M. López Piñero, “Suárez de Rivera”, en Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, II, Barcelona, Península, 1983, págs. 339-341, B. Gutiérrez Rodilla, La constitución de la lexicografía médica moderna en España, A Coruña, Toxosoutos, 1999, págs. 24-32.

 

Antonio Carreras Panchón