San Juan y Domingo, Nicolás Francisco. Bárdenas (Zaragoza), c. 1640 – Zaragoza, 1687 post. Médico.
Ejerció la profesión médica en la capital aragonesa, perteneciendo al Colegio de Médicos y Cirujanos de Zaragoza desde 1663. Fue cirujano del Cabildo catedralicio de la Seo, del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia y del Convento de monjas benedictinas. Tras haberse formado en Cirugía, estudió Medicina en la Universidad de Zaragoza teniendo como maestros, entre otros, al médico novator José Lucas Casalete. Fue autor de una sola obra, pero novedosa, útil socialmente y de considerable repercusión, publicada en 1686 en la imprenta de los Dormer: De morbis endemis Caesar Augustae. Se trata del primer título moderno que se publicó en España de un género literario —las topografias médicas— que se desarrollaría en el siglo XVIII.
San Juan indagó en la relaciones causales entre las enfermedades y el ambiente en que se producen —es decir, las enfermedades endémicas o propias de—, aplicando al caso particular de Zaragoza los principios hipocráticos de De los aires, aguas y lugares y la dietética clásica de las sex res non naturales. Revisó la acción de vientos y aguas, situación de la ciudad, condiciones del suelo, actividad laboral, alimentos y bebidas, ejercicio y descanso, emociones, etc. El criterio de valor para sus recomendaciones preventivas y curativas fue el término medio aristotélico y la templanza humoral (temperie), para superar la “mala complexión” o “intemperie”. La novedad San Juan y Domingo no estuvo tanto en la doctrina, como en la consideración social de sus consejos preventivos, pues, a diferencia de las topografías médicas al uso, la suya no estaba concebida para “los nobles caballeros”, sino para la totalidad de la población, en la que distinguía clases según profesiones y hábitos de salud.
De sus estudios concluyó que “en Zaragoza predominan las enfermedades por plenitud más que por inanición”, debido al clima “cálido y húmedo” (resultante de “la humedad que proporciona la cercanía del río Ebro, la cantidad de árboles y otras cosas”) y porque “la temperie cálida y húmeda no sólo genera sangre sino que escita y hace más sustanciosos los alimentos, de los cuales se produce un buen acopio de sangre”. Sobre el estilo de vida, indicaba, por ejemplo, que “el ejercicio es utilísimo para conservar la salud” con argumentos clásicos: el ejercicio aumenta el calor innato, estimula la separación y expulsión al exterior de los restos sobrantes de la cocción de los alimentos, de modo que en la clasificación social de individuos, los de la tercera clase —“ que realizan mucho ejercicio, como los agricultores, los artesanos del hierro, de la plata, los tejedores, albañiles, carreteros”— saldrían mejor valorados que los ociosos, y que los políticos e intelectuales, a quienes aconsejaba “ejercicios físicos bastantes fuertes pero de forma moderada”, mientras en los hábitos alimenticios podía ocurrir al revés.
San Juan y Domingo, un galenista moderado, típico conciliador de lo tradicional y lo moderno, se vio envuelto, sin embargo, en una viva polémica en su ciudad por cuestionar supuestos y terapias defendidas por el novator Joseph Casalete; una polémica que polarizó no sólo a médicos y cirujanos, pues la práctica de la sangría estaba en juego, sino también a la comunidad católica por rozar el tema de los remedios químicos.
Obra de ~: De morbis endemis Caesar-Augustae, Zaragoza, 1686.
Bibl.: E. Balaguer Periguell y R. Ballester Añón, “La primera topografía médica moderna en España”, en VV. AA., Medicina e Historia, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1980, págs. 45-62.
Consuelo Miqueo